lunes, 26 de diciembre de 2016

NACIONALISMO CATALÁN 

Frente a la incapacidad para encontrar un germen de nación en la historia de este región española, la mitología romántica acuñó a finales del siglo XIX el término Países Catalanes (o Gran Cataluña). El primero en usarlo fue el valenciano Bienvenido Oliver, sin intenciones políticas, para englobar los territorios de habla catalana y sus variantes. Así, el mapa de los Países Catalanes se extiende por Cataluña, excepto el Valle de Arán, las Islas Baleares, Andorra, la Comunidad Valenciana, la región histórica francesa del Rosellón, la zona de Aragón limítrofe con Cataluña denominada actualmente Franja de Aragón y una pequeña comarca murciana, entre otras regiones. A pesar de la tendencia de los historiadores nacionalistas catalanes de retorcer la naturaleza "catalana-aragonesa" de la Corona de Aragón, nunca ha existido nada, en la historia medieval, y mucho menos en los tiempos modernos, que pudiera considerarse ni de lejos un embrión del Estado catalán, excepto en las imaginaciones más románticas y soñadoras», explica en uno de sus trabajos el historiador Enric Ucelay-Da Cal. No en vano, lo que era una simple denominación de carácter lingüístico se convirtió en boca de los nacionalistas en una especie de tierra prometida. Un ente que sirve para justificar, con supuestas raíces en la Edad Media, las actuales reivindicaciones políticas. Sin ir más lejos, la Generalitat de Cataluña da la información meteorológica de la Comunidad Valenciana en la televisión autonómica a través de lo que designa como «Países Catalanes». Suele incluir a la Comunidad Valenciana junto a Cataluña y Baleares en sus mapas, con claras intenciones políticas. No nos llevemos a engaño, este nacionalismo, a pesar de todo, no se remonta más allá de las décadas finales de XIX de la mano de Prat de la Riba y de las Bases de Manresa de 1892 preparadas por la incipiente burguesía catalana, justo después del fallido intento federalista de la Primera República. 
Antes (en el XIX) pudo y de hecho existió un cierto regionalismo e interés por las costumbres y usos catalanes del pasado derivados del romanticismo decimonónico que prendió en tantos otros lugares de Europa en esa misma época.  El hecho de armas que se celebra dentro de una semana conocido como la Diada no es más que la tergiversación, tan habitual en época romántica, de unos hechos que nada tenían de lucha 'nacional', sino de guerra dinástica y defensa de los intereses económicos de las élites mercantiles de Barcelona y la Plana de Vic.  Recordemos que los Borbones estaban enfrentados a Reino Unido y Holanda, los dos mercados más importante de los productos y exportación catalán, lo que les hizo decantarse por la opción austracista.  No es cierto que Cataluña fuese un estado soberano en 1714, sino un territorio con algunas instituciones propias, como en cualquier otro lugar de la Europa del Antiguo Régimen, y parte constituyente de la Corona de Aragón, es decir, de España. No es cierto que se tratase de una guerra entre castellanos y catalanes, sino entre partidarios de dos candidatos al trono de España. No es cierto que lo que moviese a los catalanes fuera la castellanofobia, sino la francofobia. No es cierto que Felipe V suprimiera la soberanía nacional representada en las Cortes catalanas, pues eran estamentales y no representaban a soberanía nacional alguna. No es cierto que Felipe V incorporara Cataluña a Castilla, sino que uniformizó legislaciones y centralizó el gobierno, fenómeno general en toda la Europa de aquel tiempo, lo que también conllevó grandes cambios en la vieja planta castellana, detalle que no suele recordarse. No es cierto que los catalanes fuesen austracistas y los castellanos, borbónicos: muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas y en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. No es cierto que Cataluña fuese austracista desde el primer momento, pues las cortes catalanas juraron por rey a Felipe V en 1702, tres años antes de hacer lo propio con el Archiduque Carlos tras el desembarco angloholandés en Barcelona. No es cierto que en el famoso 11 de septiembre combatieran catalanes contra castellanos, pues hubo castellanos defendiendo Barcelona del mismo modo que el ejército de Felipe V contó con miles de voluntarios catalanes. Y no es cierto que los catalanes austracistas fueran separatistas, sino que presumieron de ser los más españoles de todos. Posteriormente esa Cataluña despojada de sus fueros y privilegios derivados de época medieval (fueros que otros mucho territorios gozaban) se introdujo bastante rápido en el nuevo Estado borbónico y ya en época de Carlos III se convirtió en la región más pujante de España. Ni que decir tiene que en aquella época no había el más mínimo atisbo de 'nacionalismo' como hoy lo entendemos, y que muchos de los austracistas exiliados habían vuelto ya a España tras la paz de Viena de 1725 entre Felipe V y el emperador Carlos VI.  Es más en Cataluña vemos una defensa fervorosa de la patria española durante la invasión napoleónica. Posteriormente en el Principado prendería la llama del Carlismo, o lo que es lo mismo, la defensa de la España más tradicionalista, católica y monárquica y mucho de sus hijos y nietos son los que después fundarían la Unió Catalanista. Con el surgimiento de las corrientes nacionalistas de finales de siglo XIX, las teorías lingüísticas hicieron las veces de elemento aglutinante –a falta de una base histórica– identificando a la nación con la lengua. Bajo esta falsa premisa, los nacionalistas consideran que todos los que hablan catalán o sus variantes son igualmente catalanes y conformaron la ficción histórica de los «Països Catalans».  El error de base está en estimar que la lengua es el único elemento definidor de una nacionalidad (con desprecio de la religión, la idiosincrasia, la geografía, la historia, etc Una lengua no equivale a una nación. Si en la ONU hay 193 naciones y en el mundo varios miles de lenguas, ¿faltan miles de naciones en la ONU o sobran miles de lenguas en el mundo? Todos los países europeos son multilingües, con la única excepción de Islandia. Y España no es precisamente el más multilingüe de todos: más variedad de lenguas hay en Francia o en Italia. Además, si una lengua es igual a una nación, ¿pertenecerían los araneses a la nación catalana? Finalmente, ¿por qué de la existencia de una lengua han de deducirse consecuencias políticas? La extensión del castellano sobre tierras catalanas comenzó en la Edad Media, cuando fue consolidándose como la lengua franca, la lengua en la que era más fácil entenderse dada su mayor extensión territorial, su mayor número de hablantes y su posición geográfica central. Los lingüistas lo han explicado mil veces En otro orden de cosas, en tiempos más cercanos, Cataluña fue la región española que más encarnizadamente se alzó contra la invasión napoleónica, según palabras del mariscal Berthier. Los gerundenses prefirieron morir antes que entregarse. Y la primera batalla ganada a los franceses fue la del Bruch. Durante todo el siglo XIX; Cataluña fue la región más patriota, belicista, islamófoba, esclavista, colonialista e imperialista de España. Durante la Guerra de Marruecos de 1859-60 Cataluña se llenó de versos, canciones, zarzuelas, himnos y obras de teatro incitando a los jóvenes catalanes a alistarse para borrar la Media Luna de la faz de la tierra. Respecto a la esclavitud, de todas las ligas antiabolicionistas de España, la más activa fue la de Barcelona.
Tropas voluntarias de catalanes participaron en la Guerra de África, voluntarios y oficiales. Fueron comandados por Juan Prim i Prats, que posteriormente sería Ministro de la Guerra y luego presidente del Consejo de Ministros en 1869. Sus hazañas fueron inmortalizadas por Mariano Fortuny, quien recibió el encargo de la Diputación de Barcelona de hacer un cuadro que reflejara la gesta del General Prim (catalán) y de los catalanes en la Batalla de Wad-Ras, "Prim en la batalla de los Castillejos” Y por Francesc Sans i Cabot en un no menos conocido cuadro épico de Prim espada en ristre, rodeado de combatientes catalanes y una ondeante bandera española al fondo La obra hoy en día se puede admirar en el Museo de Arte Moderno de la ciudad condal. Allí se libró el 23 de marzo de 1860 la más dura y sangrienta batalla de la Guerra de África. El general Prim, nacido en Cataluña, a bayoneta calada, se lanzó con los 250 voluntarios catalanes que quedaban vivos para romper el cerco. En tiempos más cercanos habría que olvidarse, de los dos principales apoyos eclesiásticos de Franco, los cardenales Gomá y Pla. Y de un Cambó que, tras medio siglo de liderazgo catalanista, puso su fortuna a disposición de Franco y organizó en París, junto con Llonc, Ventosa, Estelrich y otros huidos de la Cataluña republicana, la Oficina de Propaganda y Prensa para defender el bando franquista ante la opinión pública europea y organizar su servicio de espionaje. Cambó también fue el responsable del manifiesto que secundaron cientos de personalidades catalanas de la política, la empresa y la cultura en el que proclamaron que «como catalanes, afirmamos que nuestra tierra quiere seguir unida a los otros pueblos de España por el amor fraternal y por el sentimiento de la comunidad de destino, que nos obliga a todos a contribuir con el máximo sacrificio a la obra común de liberación de la tiranía roja y de reparación de la grandeza futura de España». Otros catalanes que se distinguieron por su apoyo a Franco fueron, entre otros muchos, Josep Pla, Eugenio d’Ors, Agustí Calvet, Federico Mompou y Salvador Dalí. Por no hablar de los miles de alcaldes, gobernadores, procuradores, diplomáticos y ministros catalanes del régimen franquista. Entre estos últimos estuvieron Joaquín Bau y Nolla, Francisco Serrat y Bonastre, Eduardo Aunós, Joaquín Planell y Riera, Pedro Gual Villalbí, José A. Samaranch etc. La actual Constitución de 1978 fue aprobada con el 87% de lo votos favorables, siendo Cataluña la región que mayor participación registró, con un total voto del "si" del 90,46% de los votantes.

domingo, 25 de diciembre de 2016

HERNÁN CORTÉS

Este personaje de nuestra historia es uno de los más desconocidos en su verdad en la historia, por las mentiras de la puñetera Leyenda Negra. Como será que fue el primer defensor que planteó públicamente la no esclavización de los indígenas. Nació en Extremadura, en Medellín en1485, hijo de una baja nobleza hidalga. Culto y fervorosamente religioso, con sentido de la moral. Se embarcó con 19 años hacia la isla de La Española (posteriormente Santo Domingo), se trasladó 7 años después hasta la isla de Cuba, donde encontró el amor de la mismísima cuñada del todopoderoso Gobernador de la isla, Don Diego Velázquez, quién encomendó a Cortés en 1518 el mando de una flota que tendría que conseguir lo que dos veces antes no se había logrado. Abrir nuevos caminos y proporcionar un prestigio y riqueza inestimables para todos. Pero, traiciones maquiavélicas aparte, la misma noche en que se enteró del intento de frenar su partida, se embarcó en secreto por la noche con 600 tíos dispuestos a todo. Barcos, cañones, caballos, y provisiones, lo justito para ir aguantando una temporada. Y muchos, muchos arrestos, por no decir otra cosa. Y fueron, a hacerse ricos, como sea, por las buenas o por las malas. ¿Enemigos? Todos los que quieras, empezando por sus propios compañeros, sus jefes y los indígenas, que al fin y al cabo eran los mejores.  Y fueron, y aguantaron la selva, las fiebres, las enfermedades desconocidas, el calor y la humedad insoportable, las órdenes con mala leche, aguaceros, caimanes, corazas, armas, medallas, rezos, miedos y odios.  Y a abrirse paso, matando, saqueando y persiguiendo la sempiterna quimera del oro. Y muchos tuvieron que pagar muriendo en las laderas de los ríos, devorados luego por las alimañas, sacrificados por indígenas en la pira. También hay luchas entre propios, donde se aclaran asuntos pendientes que terminan con la muerte del que tenía razón, es decir del que era más rápido. Caín existía ya.  En la isla de Cozumel, donde tras someter a los indígenas mayas de la isla y rescatar a los náufragos, Cortés conoció a la que se convertiría en amante, consejera, intérprete y guía fundamental para el Capitán durante todo el tiempo que duró la gesta. Se llamaba Malinalli Tenépatl, posteriormente bautizada como Marina (la famosa "Malinche"). La verdad es que tenían todas las de perder ante la incursión en aquellas frondosísimas, pobladísimas y muy desconocidas tierras, pero tras llegar al continente y fundar aquella ciudad, no se lo pensó mucho y, de perdidos al río. Si había cruzado el océano, cabreado al gobernador, puesto los cuernos a su mujer, pues, decidió frente a la misma costa hundir todos los barcos de su flota, evitando así que sus hombres tuvieran la más mínima tentación de regresar por donde habían venido. A ver quién se atrevía a desafiar a un hombre así. No había vuelta atrás. Y mientras unos se pierden en la espesura tras el amor de la india y que le den por saco a la corona, otros consiguen conquistar a aquellas gentes y enseñarles que están equivocados en sus dioses. Cortés inició su marcha tierra adentro, donde con la ayuda de su intérprete, aquella india valiente e inteligente. Comprobaron que los habitantes de las aldeas y pueblos aztecas mostraban un gran sufrimiento ante el despótico y cruel poder que sobre ellos ejercía su emperador. -"Que no tú, como te llames, que no se trata así a una chavala y que si hay que ser un hombre, pues demuéstramelo enfrentándote a tu dictador particular". Los convenció a que se unieran a él y le acompañaran hasta Tenochtitlán para derrocar a la bestia. En los sacrificios del ritual azteca, se arrancaba el corazón al elegido mientras estaba vivo. Tras ello, su cuerpo se troceaba y se lanzaba hacia abajo por los escalones de las pirámides, para ser finalmente devorado por la gente hambrienta. Cortés logró formar un ejército que uniéndose a los mismos pueblos indígenas como los Tlaxcaltecas o pueblos refugiados, sobrevivientes de la antigua Teotihuacán. Por eso se dice, que fueron los propios indígenas mexicanos los que, junto a los españoles, conquistaron Tenochtitlán e hicieron posible la fundación de México y del Virreinato de la Nueva España. En la capital del Imperio, el Emperador el gran Moctezuma, los recibió pacíficamente. Por temas de su religión él estaba esperando la llegada de un hombre que cambiaría los destinos de su pueblo. Una leyenda decía que vendrían unos hombres blancos con barbas y cambiarían el destino. Se sometió al Rey de España y convertirse en súbdito de la Corona de Castilla.
Cuando Cortés se ausento se produjo una rebelión que a su vuelta intentó sofocar pero no solo no consiguió su objetivo, sino que finalmente Moctezuma murió y los españoles fueron expulsados violentamente de la capital tras la famosa “Noche Triste del 30 de junio de 1520” refugiándose en la ciudad de Tlaxcala hasta que con alianzas se consiguió la victoria final de la  batalla de Otumba frente al ejército del nuevo emperador Cuauhtémoc. Se tomó completamente Tenochtitlán y, junto a un gran ejército de indígenas, se construyó la gran ciudad española que llamamos México, fundando el Virreinato de la Nueva España y expandiendo inmediatamente después los dominios continentales hacia los actuales territorios de Honduras y Guatemala, o hacia los territorios de la Baja California, anexionados a México por Hernán Cortés entre 1533 y 1539. Una grandiosa gesta militar, con resultados de riqueza que convirtió a las tierras, de Nueva España en un punto fundamental de la provisión de riquezas del Imperio Español en América. Se llevó la primera imprenta de América en 1535, y comenzó una nueva era. En siglos venideros México sería el punto central del comercio con Asia y Europa. No es por nada pero la ciudad de México fue más avanzada social, cultural y comercial que Londres, Paris o Nueva York en aquellos tiempos. Tras las independencias americanas, provocadas por la ambición de determinados personajes engañaron al pueblo, como siempre y también, en honor a la verdad, por culpa de ciertas malas políticas impuestas desde España, todo Méjico se vino abajo. Llegó la corrupción y todo lo que era cultura y refinamiento se volvió oscuro y osco. Hernán Cortés regresó a España y escribió todos los detalles de la Conquista de Méjico en las famosas “Cartas de Relación”, que envió al Rey y que son una absoluta verdad, donde cuenta la geografía de los lugares, las batallas, las costumbres de los indígenas y la inmensidad de dificultades a las que tuvo que enfrentarse. Cuatro cartas fueron enviadas al emperador, y en todas se pide que envíen religiosos a fin de poder evangelizar y expandir la religión cristiana. Fue nombrado a modo honorífico Capitán General de la Nueva España y Gobernador de la misma, así como marqués del Valle de Oaxaca. Luego participó en la expedición contra Argel en 1540.  Murió en dicho pueblo y pasó a la posteridad como un gran héroe, como el Conquistador del Imperio Azteca y como el primer hombre del Nuevo Mundo que planteó públicamente la no esclavización de los indígenas, salvo los que ya estaban esclavizados por los aztecas y no sería posible cambiar su forma de vida.
La “Leyenda Negra” que contra el Imperio Español es la que mintiendo en beneficio de Inglaterra y Holanda, sobre todo, afectó de lleno a Cortés. En libros y ahora películas se puede ver al conquistador como un mercenario sanguinario, un despiadado asesino de indios indefensos. Cuando la realidad es que luchó exactamente por lo contrario a lo que se le acusa.

jueves, 15 de diciembre de 2016

EL GENOCIDIO EN LAS INDIAS

"Genocidio en America", es uno de los puntales de la Leyenda Negra que vertieron los enemigos del Imperio español para menoscabar su prestigio.  La catástrofe demográfica que sufrió el continente americano desde 1492, el año de la llegada de Colón, es un hecho irrefutable. La disminución demográfica fue dramática: el 95 % de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón.
La sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos poblaciones) y las enfermedades. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo. Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de muertes ante la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas. Una epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519 acabó con prácticamente toda la población local. Esta misma epidemia fue introducida por los hombres de Hernán Cortés en México y, tras arrasar Guatemala, diezmó a la mitad de la población. La llegada de Francisco Pizarro a Perú fue el golpe final a un imperio que se encontraba colapsado por las enfermedades. La epidemia de viruela fue seguida por el sarampión (1530-31), el tifus en 1546, y la gripe en 1558. La difteria, las paperas, la sífilis y la peste neumónica también golpearon fuerte en la población. "Los españoles han causado una muerte miserable a 20 millones de personas", escribió en su texto "Apología" el holandés Guillermo de Orange, esforzado padre de la propaganda negativa del Imperio español. Con la intención de menoscabar el prestigio de la Monarquía hispánica, dueña absoluta del continente durante casi un siglo, los holandeses, los ingleses y los hugonotes franceses exageraron las conclusiones del libro "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", escrito por el fraile dominico Bartolomé de Las Casas. Este fraile que acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje no había imaginado que su texto iba a ser la piedra central de los ataques a España cuando denunció el maltrato que estaban sufriendo los indígenas. Las traducciones y reediciones se multiplicaron entre 1579 y 1700, escritas en neerlandés, en francés y en inglés. Lo que todos obviaron cuando emplearon a Las Casas para atacar al Imperio español es que él mismo representaba a un grupo de españoles con el coraje de denunciar el asunto, la mayoría misioneros, y a una creciente preocupación que atrajo el interés de las autoridades. Los críticos consiguieron que en 1542 las leyes nuevas recordaran la prohibición de reducir a los indios a esclavitud y sancionaron el fin del trabajo forzoso, la encomienda.
Curiosamente, los enciclopedistas franceses, muy críticos con todo lo referido a España en otras cuestiones, fueron los primeros en ver que las cifras presentadas por de Las Casas, 20 millones de muertos causados por los métodos de los conquistadores, eran del todo imprecisas. En "El Ensayo sobre las costumbres" (1756), Voltaire afirma que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una injusticia. «Sabido es que la voluntad de Isabel, de Fernando, del cardenal Cisneros, de Carlos V, fue constantemente la de tratar con consideración a los indios», expuso en 1777 el escritor francés Jean-François Marmontel en una obra, «Les Incas». La Revolución francesa y la emancipación de las colonias en América elevaron a Las Casas a la categoría benefactor de la Humanidad.
Más allá del brutal impacto de las enfermedades, es cierto que la violencia de la Conquista de América provocó la muerte directa e indiferente de miles de personas. El que existiera un grupo de personas críticas con los métodos empleados por los conquistadores –un grupo de hombres que perseguían como principal objetivo el hacerse ricos– o que los Reyes españoles plantearan soluciones –aunque fueran incompletas e incluso hipócritas– no exime a España de sus pecados y del daño cometido, pero sí la diferencia de precisamente los países que censuraron una actuación que luego ellos mismos practicaron. Sin entrar a valorar el fangoso proceso llevado a cabo por los anglosajones en Norteamérica, la explotación de caucho en el África negra dejó a sus espaldas 10 millones de muertos en el Congo Belga. "La colonización europea de los siglos XIX y XX fue culpable de crímenes semejantes a los cometidos por los conquistadores españoles. La única diferencia es que no encontraron a un Las Casas para denunciar las injusticias con tanta repercusión", sentencia el hispanista Joseph Pérez en el citado libro.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

AVENTURA DE LOS CONQUISTADORES

Plantearse ir al Nuevo Mundo era asumir una vida dura, difícil y, sobre todo, fugaz. A las inclemencias del tiempo y de la selva, aquellos hombres aguerridos tuvieron que enfrentarse a la enfermedad, los mosquitos, el hambre, la sed, las emboscadas de los indígenas y a la avaricia. Esto era igual para cualquiera. Pero hablaremos de los jefes comandantes. Toda jefe expedicionario debía recibir un permiso de la Corona en el que figuraban sus derechos y obligaciones. No se deseaba cometer el error que se hizo con Colón concediendo muy valiosas prerrogativas. Hasta el año 1542 solo eran autorizados por el rey, pero con las Leyes Nuevas desde 1572 se hizo obligatoria la consulta previa al Consejo de Indias. Dejaba en manos del particular la tarea de buscar el capital, el material y los hombres, quedando al Estado la única obligación de prometer determinadas concesiones. Conscientes del tremendo desequilibrio existente entre riesgos y beneficios, ello no impidió que hombres como Hernán Cortés, Francisco de Pizarro, Pedro de Valdivia, Diego de Almagro, Alvar Núñez Cabeza de Vaca o Juan Vázquez de Coronado se hicieran al mando de cientos de hombres en busca de su particular El Dorado. El grueso de la comitiva la conformaban los soldados, pero en ella no podían faltar carpinteros, herreros, porqueros, mozos de caballerizas y, sobretodo, médicos o, en su defecto, un boticario o barbero instruido en el arte de curar. Milagrosamente, durante el primer viaje de Colón solo se registró un enfermo. La norma era que la enfermedad y las heridas estuvieran siempre a la orden del día. Uno de los capitanes más previsores fue Hernán Cortés, quien siempre llevaba en su corte a cirujanos, boticarios, curanderos y ensalmadores. Ninguno de ellos cobraba sueldo fijo, sino que se les pagaba por herido atendido. Cada uno de estos profesionales tenía sus trucos propios, heredados de la experiencia y de sus estudios, si los tenían, claro, que de todo siempre hubo. Contaban con el libro Milicia y descripción de las Indias. Por ejemplo, para curar las heridas por armas emponzoñadas recomienda cortar toda la carne afectada y levantarla con un anzuelo sin tocar los nervios. Pero si este remedio nos parece doloroso, peor era no contar con nadie que supiese de medicina. En esos casos solo restaba atajar los problemas de raíz y con los medios al alcance. Así lo hizo Alonso de Ojeda, quien, herido durante una refriega con los indios, optó por cauterizarse las heridas con un hierro al rojo vivo y luego envolverlas en mantas empapadas en vinagre por si las flechas estuvieran envenenadas. Entre los males destacaban las niguas, suerte de insectos cuya hembra penetra en la piel para depositar sus larvas que, al crecer, se van alimentando de la carne del huésped. La única forma de extraerlas era con un alfiler o una aguja. Después era muy difícil eliminarlas de la piel y su evolución solía conllevar la pérdida de los dedos o de los pies. Junto a las niguas, la sífilis y la modorra. De la sífilis poco hay que decir, al tratarse de un mal muy conocido en Europa. No así en América, donde diezmó a la población indígena. En cuanto a la modorra, esta sí fue una enfermedad novedosa para los españoles. Los síntomas incluían apatía generalizada, somnolencia acompañada por fiebres, falta de apetito… y al final, la muerte. Además de estas enfermedades, todos los conquistadores sufrieron períodos más o menos intensos de hambruna y de sed. Pese a lo bien planificadas de las expediciones, lo largo de las caminatas y los continuos percances menguaban las provisiones, obligando a los hombres a ingerir alimentos podridos, cortezas de árboles y hasta restos de sus compañeros muertos para sobrevivir. Famoso es ese episodio descrito por el expedicionario Ulrico Schmidel, relatando, cómo en el poblado de Santa María de los Buenos Aires, unos españoles aprovecharon la noche para rebanar los muslos y otras partes de tres compañeros suyos que yacían ahorcados por haberse comido un caballo para saciar su hambre. Leyendo lo descrito hasta el momento, no costará imaginarse lo sufrido que fue en verdad la conquista de América. “Los enfermos vivían muriendo; y los que estaban sanos aborrecían la vida, deseaban la muerte por no verse como se veían”, escribió Pedro de Cieza de León en su Descubrimiento y conquista del Perú. Entonces, ¿por qué continuaban avanzando? Primero, por sus deseos de mejorar socialmente. Dar la vuelta podía significar salvar la vida, pero también regresar a su vida de pobreza y miseria. Segundo, porque muchas veces se cruzaba el llamado punto de no retorno, tras el cual era más seguro proseguir que recular. Y tercero, porque ningún expedicionario abandonaba jamás a un compañero, ni le permitía dirigirse solo a la muerte una vez se emprendía la aventura. Pero también estaban los soldados, que la mayoría no eran profesionales. Imaginemos un poco la situación de esta gente. En el siglo XVI y dos siguientes más, era apenas un agricultor que sacaba para ir tirando malamente, campos que no eran suyos, sino del noble que correspondía, o de la Iglesia. Y sus antepasados hicieron lo mismo, pasarlas muy mal. De cuando en cuando era obligado a luchar en causas que no se había metido, pero de perderlas, en vez de trabajar para este, trabajaba para otro, que además le sometía un poco más, si es que se salvaba de morir, claro. 
Además sabía que sus hijos también harían lo mismo. Agachar la cabeza y rezar, que para eso estaba Dios que perdonaba todos tus malos pensamientos y las ganas de saquear al noble, mandar al cura al carajo y echarse al monte y robar por los caminos, que es lo que muchos hicieron, al fin y al cabo daba lo mismo morir de una manera que de otra, pero no daba igual vivir así.  Pero le llegan noticias de que, no se sabe muy bien en que punto de este puñetero mundo, hay una posibilidad de salir de estas. Se trata de ponerse a las órdenes de un tío, que ha descubierto unas tierras, que están a tomar por saco, pero que si llegas, si luchas, si no te matan y si tienes mucha suerte y logras volver, vendrás con oro y otras riquezas. Lo de vivir como la mierda aquí ya está claro, y lo de morir de asco también, con lo cual hay que intentarlo. Y fuiste, a hacerte rico, como sea, por las buenas o por las malas. ¿Enemigos? Todos los que quieras, empezando por sus propios compañeros, sus jefes y los indígenas, que al fin y al cabo eran los mejores. 
Y fuiste, y aguantaste la selva jodida, las fiebres, las enfermedades desconocidas, el calor y la humedad insoportables, las órdenes con mala leche, aguaceros, caimanes, corazas, armas, medallas, rezos, miedos y odios.  Y a abrirse paso, matando, saqueando y persiguiendo la sempiterna quimera del oro. Y muchos tuvieron que pagar el precio estipulado, morir en las laderas de los ríos, devorados luego por las alimañas, sacrificados por indígenas en la pira. Pero también en los ratos libres, mientras unos se pierden en la espesura tras el amor de la india, otros consiguen conquistar a aquellas gentes y enseñarles que están equivocados en sus dioses, y también en su idioma, que lo usen pero para ellos, que aprendan a hablar en cristiano. Y consiguen levantar pueblos, enseñarles lo que es una rueda, para qué sirve un caballo, y que no se hacen sacrificios a un compañero ni a una chavala de esa forma. Y lentamente se va formando una nueva civilización, todos con la bendición del papa y de la corona.  Algunos vuelven al pueblo y con algo de riqueza y muchas heridas en el cuerpo y en el alma. La mayoría se queda allá, en aquellas tierras, en tumbas perdidas en el mejor de los casos. Los que vuelven, están jodidos, terminan pidiendo limosna en nombre de Dios a las puertas de las iglesias. Mientras tanto la vida sigue y España se puebla de buitres reales, en forma de burocracia, de explotadores de minas y otras mandangas que se hacen cargo del asunto. Pero de todas formas, aquellos hombres, muchos se casaron con las indias, porque así lo manda la Santa Madre Iglesia, y queriendo a sus hijos, cuidándolos e inculcando lo poco que sabían unos, o lo mucho otros, que de todo ha habido, pero incorporándolos a una cultura que, en las tierras españolas que dejaron, eran capaces de construir catedrales góticas, conocer la física, la química, las matemáticas, la astronomía, saber navegar, medicina, escritura y artes. Para algo tenían de abuelo nada menos que a Roma y otras civilizaciones que les habían ido enseñando. Nada que ver con lo que estaban haciendo en el norte con los indios los ingleses, franceses y otras raleas que se dedicaban a exterminar o si acaso a juntarlos en zonas “reservadas”.  En fin, que de esta y otras formas, todos aquellos hombres fueron haciendo un mundo nuevo donde una lengua enorme aglutina hoy a 500 millones de personas.  Ya lo dijo Carlos Fuentes, "Se llevaron el oro, pero nos trajeron el oro". 

TOMA DE CÁDIZ - 1262

En 1262 Alfonso X el Sabio reconquistaba Cádiz para Castilla. El 14 de septiembre las tropas castellanas lograron tomar Cádiz tras un asedio...