Durante siglos las Islas Canarias fueron un lejano misterio
solo revelado a los aborígenes que las habitaban. Pero a partir del siglo XIV
cada vez más navegantes fueron aproximándose al archipiélago. Unos por error,
otros por ambición. Algo que no pasó inadvertido para la corona castellana, (Enrique
III) fueron sus enormes riquezas
naturales y fueron quienes decidieron tomar cartas en el asunto con el fin de
aprovechar las enormes posibilidades estratégicas que le ofrecían estas tierras
volcánicas en aguas del Atlántico.
En 1402 la historia del archipiélago empezó a cambiar su
rumbo. Tras más de mil años de dominio aborigen y leyendas, los exploradores
normandos y españoles empezaron a llegar hasta sus costas con una misión:
conquistar las Islas Canarias en nombre de la corona castellana. Una época
convulsa de solo 94 años.
En esas épocas los conocimientos geográficos eran algo
difusos, algo que ayudó a instaurar la idea de que poco más allá de las Islas
Canarias terminaba el mundo, considerando la isla de El Hierro como la última
tierra que podía llegar a pisar el hombre.
La aventura lanzó a muchos navegantes. Los hermanos Vivaldi partieron desde Génova en 1291 rumbo a lo desconocido. Su desaparición un tiempo después motivó la salida del capitán Lanceloto Malocello en su búsqueda. Siguiendo su pista, atravesó las hasta entonces intrincadas Columnas de Hércules para acabar llegando en 1312 a las costas de una Lanzarote inexplorada y habitada por los majos, los aborígenes de la isla. Lanceloto Malocello decidió quedarse durante 20 años, estableciéndose como señor y cambiando el nombre original de la isla (Tyterogaka) por uno más acorde a su persona: Lanzarote.
Casi un siglo después de la llegada de Lanceloto Malocello, otros visitantes fondearon en las costas de Lanzarote.
La aventura lanzó a muchos navegantes. Los hermanos Vivaldi partieron desde Génova en 1291 rumbo a lo desconocido. Su desaparición un tiempo después motivó la salida del capitán Lanceloto Malocello en su búsqueda. Siguiendo su pista, atravesó las hasta entonces intrincadas Columnas de Hércules para acabar llegando en 1312 a las costas de una Lanzarote inexplorada y habitada por los majos, los aborígenes de la isla. Lanceloto Malocello decidió quedarse durante 20 años, estableciéndose como señor y cambiando el nombre original de la isla (Tyterogaka) por uno más acorde a su persona: Lanzarote.
Casi un siglo después de la llegada de Lanceloto Malocello, otros visitantes fondearon en las costas de Lanzarote.
Jean de Béthencourt
En 1402 el señor normando Jean de Béthencourt desembarcó
junto al caballero francés Gadifer de La Salle y su tripulación al sur de la
isla, en la actual Papagayo. Ofreció a la población aborigen un pacto de
protección a cambio de la isla, lo que le llevó a construir el antiguo castillo
de Rubicón y una pequeña capilla en honor a San Marcial.
Su sed de conquista lo llevó hacia otra isla, El Hierro, donde apenas obtuvieron resistencia por parte de la población local. Con dos islas conquistadas, Jean de Béthencourt fijó rumbo hacia Fuerteventura. Aquí su llegada no fue tan bien recibida por buena parte de los aborígenes, con los que tuvo que combatir y hostigar para hacerse con el control total de la extensa isla majorera en 1405, solo tres años después de su llegada. Aquí construyó la primera ciudad de las Islas Canarias y la bautizó utilizando su propio nombre: Betancuria.
En las Islas Canarias crece libre la orchilla, un liquen usado en el pasado para teñir la ropa de púrpura de forma natural. Este color, muy popular en las vestimentas de la época, debía hacer florecer a las factorías textiles que Béthencourt poseía en su tierra natal. Para llevar a cabo el viaje y hacerse con el monopolio de la orchilla, el señor normando consiguió el favor del rey Enrique III de Castilla, “el Doliente” (1379-1406). A cambio Jean de Béthencourt debería organizar la expedición, declarar el terreno conquistado como propiedad de la corona castellana y gestionarlo como señor.
Su sed de conquista lo llevó hacia otra isla, El Hierro, donde apenas obtuvieron resistencia por parte de la población local. Con dos islas conquistadas, Jean de Béthencourt fijó rumbo hacia Fuerteventura. Aquí su llegada no fue tan bien recibida por buena parte de los aborígenes, con los que tuvo que combatir y hostigar para hacerse con el control total de la extensa isla majorera en 1405, solo tres años después de su llegada. Aquí construyó la primera ciudad de las Islas Canarias y la bautizó utilizando su propio nombre: Betancuria.
En las Islas Canarias crece libre la orchilla, un liquen usado en el pasado para teñir la ropa de púrpura de forma natural. Este color, muy popular en las vestimentas de la época, debía hacer florecer a las factorías textiles que Béthencourt poseía en su tierra natal. Para llevar a cabo el viaje y hacerse con el monopolio de la orchilla, el señor normando consiguió el favor del rey Enrique III de Castilla, “el Doliente” (1379-1406). A cambio Jean de Béthencourt debería organizar la expedición, declarar el terreno conquistado como propiedad de la corona castellana y gestionarlo como señor.
La conquista, iniciada por Jean de Bethencourt y Gadifer de
la Salle fue un proceso largo y complejo que duró varias décadas y se llevó a
cabo por etapas.
El 22 de enero de 1403, el antipapa residente en Aviñón, Benedicto XIII, declara una bula para someter a los irredentos “Majos” de Fuerteventura y que, en el caso de no pasar por el aro, sean ejecutados. Obviamente, el tema se comienza a complicar. Mientras entre los socios La Salle y Bethencourt surgen diferencias más que notables; el primero hizo una fuerte apuesta económica en la empresa de conquista y el segundo, fue el beneficiado por un laudo real en el que el monarca castellano falló a favor de Bethencourt; en estas, el ya otrora amigo del normando, decide abandonar la expedición y volver a Francia. Queda Bethencourt solo con una ligera guarnición en Fuerteventura. Los dos reyes majos (apócope de majoreros, gentilicio de los habitantes de Fuerteventura) en aquel tiempo, estaban a la greña. Los pobladores de la isla maja no llegaban a los 400 habitantes en un territorio de aproximadamente 1660 Km² y, los normandos y castellanos ya incorporados a la segunda expedición, dieron el golpe de gracia a aquellos naturales que vivían de la pesca y derivados de las cabras, en un paraíso donde los haya.
El 22 de enero de 1403, el antipapa residente en Aviñón, Benedicto XIII, declara una bula para someter a los irredentos “Majos” de Fuerteventura y que, en el caso de no pasar por el aro, sean ejecutados. Obviamente, el tema se comienza a complicar. Mientras entre los socios La Salle y Bethencourt surgen diferencias más que notables; el primero hizo una fuerte apuesta económica en la empresa de conquista y el segundo, fue el beneficiado por un laudo real en el que el monarca castellano falló a favor de Bethencourt; en estas, el ya otrora amigo del normando, decide abandonar la expedición y volver a Francia. Queda Bethencourt solo con una ligera guarnición en Fuerteventura. Los dos reyes majos (apócope de majoreros, gentilicio de los habitantes de Fuerteventura) en aquel tiempo, estaban a la greña. Los pobladores de la isla maja no llegaban a los 400 habitantes en un territorio de aproximadamente 1660 Km² y, los normandos y castellanos ya incorporados a la segunda expedición, dieron el golpe de gracia a aquellos naturales que vivían de la pesca y derivados de las cabras, en un paraíso donde los haya.
MONUMENTO AL GUERRERO NATIVO
Con miras a dar un salto cualitativo a sus conquistas y a su
ya consolidado e indiscutible prestigio, decide ir la isla de Gran Canaria,
pero eso son palabras mayores. La isla estaba habitaba a la sazón por más de
10.000 nativos con malas pulgas y una excelente organización militar. Pero las
circunstancias barométricas derivan a las tres naos hacia La Palma, donde, con
la idea de capturar esclavos, se enfrentan con los palmeros en una formidable
lucha por la supervivencia de ambos bandos. El mejor armamento castellano
impone su ley. Los vientos siguen en contra de la idea de asaltar la isla por
lo que son llevados hasta el Hierro donde no tienen un buen recibimiento; en la
isla de Hierro la población numéricamente no tiene entidad por lo que o se
convierten al cristianismo, plan A o, salen encadenados a los mercados de
esclavos de Berberia. La elección está clara; los Bimbaches (Herreños) se
rinden y los que no pasan por las Horcas Caudinas lo llevan crudo. Hoy se sabe,
antes se suponía, según las crónicas de Le Canarien, que Tenerife, la llamada
Isla del Infierno, por la demostrada ferocidad de los guanches, nunca pudo ser
invadida por Bethancourt.Muchos años después, en 1477 los reyes de Castilla Isabel I y Fernando asumieron para la Corona la conquista de las islas de Gran Canaria. un proceso histórico entre 1477 y 1483 durante el cual la isla de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, las más pobladas y con mejores perspectivas económicas fueron incorporadas a la Corona de Castilla mediante una ocupación militar del territorio habitado por los aborígenes canarios. Fue la primera de la denominada “etapa realenga” de la conquista de las islas Canarias, pues fue promovida y financiada directamente por los Reyes Castellanos. Asimismo fue objeto de disputa entre los reinos de Castilla y Portugal durante la guerra de Sucesión Castellana (con la pretensión portuguesa de coronar a Juana la Beltraneja, esposa del rey portugués), que concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcazobas, que reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y reconocía definitivamente las islas Canarias bajo la corona de Castilla y a Portugal el monopolio marítimo comercial en la costa occidental africana al mantener el control de los territorios en los que ya tenía cierta presencia, los cuales eran Guinea, Madeira, Azores, Flores y Cabo Verde.
ESTATUA DEL REY GUANCHE BENCOMO
La conquista se aceleró. Los aborígenes opusieron
resistencia a la conquista, pero finalmente fueron sometidos y la cultura
indígena fue asimilada por la cultura europea.Tras el rápido trabajo realizado por Béthencourt con Lanzarote, El Hierro y Fuerteventura, la conquista señorial vivió unos años de menor ajetreo. El señor Hernán Peraza, quien había sustituido a los normandos, consiguió una anexión pacífica de La Gomera. Sin embargo, sus continuos comportamientos irrespetuosos y arbitrariedades con la población desembocaron en la rebelión de los gomeros, que tuvo lugar en la Torre del Conde durante 1488.
CONQUISTA CASTELLANA
La última isla en ser conquistada y la que más resistencia
opuso fue Tenerife. La corona castellana la hizo suya en 1496 con el
asentamiento de Realejos, pero lo cierto es que la resistencia guanche siguió
durante años de la mano de los alzados.
Gran parte de los aborígenes canarios fueron apresados y utilizados como esclavos en el archipiélago o en la Península. Otra pequeña parte logró sobrevivir en las zonas más inaccesibles del interior de algunas islas o se integró en la sociedad tras abrazar el cristianismo.
Al pasar a ser parte de la corona castellana las islas fueron progresivamente colonizada por pobladores europeos y la cultura aborigen desapareció.
Gran parte de los aborígenes canarios fueron apresados y utilizados como esclavos en el archipiélago o en la Península. Otra pequeña parte logró sobrevivir en las zonas más inaccesibles del interior de algunas islas o se integró en la sociedad tras abrazar el cristianismo.
Al pasar a ser parte de la corona castellana las islas fueron progresivamente colonizada por pobladores europeos y la cultura aborigen desapareció.
CASTILLO DE LA LUZ
Una centuria después, y para satisfacer la creciente demanda
de mano de obra, la corona intensificó sus cabalgadas en busca de esclavos por
el norte de África, llegando a traer cada año al archipiélago cientos de
senegaleses, moriscos o antiguos guineanos. Asimismo los piratas berberiscos realizaron
varios ataques a las islas, lo que propició que el rey Felipe II de España, “el
Prudente”, aboliera las cabalgadas.