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viernes, 4 de julio de 2025

BATALLA DE LEPANTO

El recuerdo de la batalla de Lepanto del 7 de octubre de 1571 parece que no tiene mucho interés entre los responsables de hoy. Tan solo la Armada conmemora el aniversario de la batalla de Lepanto. Se asistirá en el buque Juan Carlos I por autoridades de la Armada Española. De autoridades políticas no se sabrá nada. Otra bofetada a la historia de España.

Un entrañable recuerdo a todos aquellos que lucharon por una causa justa. Don Juan de Austria, Barbarigo, Juan Andrea Doria, Álvaro de Bazán, Lope de Figueroa, Sebastián Veniero, Alejandro Farnesio, Juan de Cardona, Colonna, Luis de Requesens, Miguel de Cervantes, y otros y otros valientes que dieron todo por su justa causa, Dios los tenga en su seno, por siempre orgullosos!!!
En 1971 me encontraba yo en el puerto de Barcelona y entré en un enorme local donde había un gran diorama, libros y folletos narrando la batalla de Lepanto, de la cual se cumplían 400 años. 
Más adelante supe que fue una de las más grandes batallas de la Historia de la humanidad.  El Turco toma Chipre y amenaza a España. La decisión del sultán de intervenir en la rebelión de los moriscos de las Alpujarras, y su clara amenaza sobre la cuenca occidental del Mediterráneo después que sus escuadras recuperaron la plaza de Túnez, presagiaban una amenaza directa por el Mediterráneo contra España desde donde los turcos pretendían conquistar otra vez a Europa, como hicieron sus mayores en tiempos don Rodrigo el rey visigodo de Hispania en el 711. Al asegurarse tan importante base como era Túnez, el Turco pretendía sin la menor duda, la destrucción de la escuadra española. En época de Selím II, los otomanos construyeron una poderosa escuadra con la que estaban seguros de aniquilar a la española. Incrementaron el número de los jenízaros, hijos de esclavas cristianas en su mayoría, con los que se instituyó una verdadera nobleza militar ansiosa de dar su sangre por su señor y su fe. Todo el mar se llenó con su nuevo terror.

Cuesta creer hoy día que las tranquilas aguas del mar Mediterráneo fueran en otro tiempo escenario de asedios, batallas y guerras. El papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Esto no detuvo a los turcos que sin temor a las consecuencias, iniciaron el asedio a Chipre. Esto colmó la paciencia y la flota de la nueva y flamante "Santa Liga" decidió iniciar los preparativos para acabar de una vez por todas con sus enemigos de la media luna. En 1571, los buques de la Santa Liga y la armada turca mantuvieron uno de los combates marítimos más grandes de la historia. La Batalla de Lepanto. La Santa Liga juntó una de las mayores flotas que han surcado los mares.  Además, entre las tropas de la Santa Liga destacaban los famosos Tercios, que esos primero mataban y después preguntaban, si acaso. Felipe II había ordenado el embarque de unas 40 compañías procedentes de cuatro Tercios distintos. En total, la Santa Liga sumaba unos 90.000 hombres, entre soldados, marineros y remeros. En cuanto a la armada del Imperio Otomano, el número de hombres era muy similar, y entre sus soldados sobresalían los temidos jenízaros (cristianos que, tras ser capturados de pequeños, se convertían al islam y eran educados para la guerra, como los yhaidistas de ahora) El buque más utilizado era una galeaza que se trataba de un barco cuya función principal consistía en servir de plataforma para la lucha cuerpo a cuerpo. El uso de las Galeazas fue determinante para los cristianos.
Así, con las tropas preparadas para asestar el golpe definitivo a los turcos, la flota partió hacia Grecia. El grupo, formado en su mayoría por buques españoles, estaba dirigido de manera general por Don Juan de Austria. 

JUAN DE AUSTRIA 
No obstante, cada nación aportó además un capitán para su facción. Tan sólo unos pocos días después de partir, el 7 de octubre, ambas armadas se encontraron cerca del Golfo de Lepanto dando lugar a lo que sería una de las batallas más sangrientas de la historia. Durante la mañana, y con la extraña calma que suele preceder a la amarga batalla, ambas escuadras finalizaron su despliegue. En el bando español el centro estaba regido por "La Real", la nave de Don Juan de Austria. En el flanco izquierdo, se situaba amenazante el veneciano Agostino Barbarigo, a quién se le dieron órdenes de impedir que el enemigo les envolviera. Finalmente, el ala derecha estuvo regida por Juan Andrea Doria, genovés al servicio de España, y por último, el español Álvaro de Bazán, seguramente el mejor marino que ha nacido en nuestro país, y tenía bajo su responsabilidad las galeras de la reserva, que debían socorrer un frente u otro.
 
ÁLVARO DE BAZÁN 

Ninguno de los líderes sabía era que, en una de las galeras cristianas se hallaba, espada en mano, un joven literato que no superaba los 24 años: Miguel de Cervantes.
Después de que se arbolaran los crucifijos y estandartes y los sacerdotes absolvieran a los soldados por si morían en combate, los remeros comenzaron a sacar las palas. Desde La Real, un grito, el de don Juan de Austria, ahuyentó el miedo de los marinos: "Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone". La situación no era mejor en el flanco contrario, donde Uluch Alí había conseguido atravesar la línea cristiana haciendo uso de una estratagema que alejó el ala derecha cristiana de la batalla. Por suerte, la escuadra de reserva acudió a socorrer el centro de La Santa Liga. No obstante, no llegó lo suficientemente rápido como para salvar a varias galeras cristianas cuyos ocupantes fueron pasados a cuchillo sin piedad. A partir de ese momento rindió la anarquía entre las diferentes naves, que trataban de resistir, junto al buque aliado más cercano, la acometida del enemigo. En este momento de incertidumbre, el joven Cervantes recibió varios disparos, uno de los cuales le alcanzó en la mano izquierda, dejándosela inútil para siempre. Por suerte, el posteriormente conocido como "El manco de Lepanto" pudo seguir escribiendo durante años con su brazo derecho.

CERVANTES EN LA BATALLA DE LEPANTO 

En esta situación, cuando la batalla se encontraba en el momento más decisivo, un disparo de arcabuz mató a Alí Pachá, lo que provocó el desmoronamiento de la resistencia a bordo de la Sultana. El estandarte musulmán fue arriado, al tiempo que los gritos de victoria en las filas cristianas iban pasando de una galera a otra. El pescado estaba vendido. La batalla de Lepanto fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a Estambul y renunciar a Chipre. La paz era humillante para Venecia, pero, al fin y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha contra el expansionismo otomano, lo que parecía anunciar nuevas e inevitables guerras. Sin embargo, el conflicto entre ambos imperios sólo duró hasta 1577. 

ALÍ PASHÁ
Las galeras del sultán se pudrieron en los puertos y nunca más volvieron a suponer una amenaza para la seguridad de los estados cristianos del Mediterráneo. La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena de donde saldrá derrotado un siglo más tarde, su cambió de teatro al Indico, donde hizo sufrir de los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los reinos peninsulares.
No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia.
El propio Felipe II señaló que había arriesgado demasiado. De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido.

jueves, 3 de julio de 2025

EL AZOTE DE BOLÍVAR - JOSÉ TOMÁS BOVES

 

Generalmente en Sudamérica se entiende por “ejército realista” a las tropas llegadas desde España a combatir contra los emancipadores americanos. Nada más lejos de la realidad. Sólo por poner un ejemplo, en la gran batalla de Ayacucho, que significó el final y definitivo dominio de España en América del Sur, acaecido el 9 de diciembre de 1824, de todos los soldados del ejército realista, solo 900 eran nacidos en España. ¿Y el resto? Las unidades se formaban por tropas originarias americanas, y su componente social y étnico era el reflejo de su población local. Los oficiales y suboficiales del Ejército Real del Perú hablaban en la lengua quechua o aimará para dirigir a las tropas amerindias ya que la inmensa mayoría sólo hablaban su lengua nativa por lo cual los oficiales debían conocerla para poder dirigirlos. 

EJÉRCITO LLANERO
Los hombres identificados con las múltiples castas de amerindios mestizos (cholos), o de negros mestizos (mulatos o pardos), junto con negros esclavos liberados fueron el grueso de la tropa realista dependiendo del predominio étnico en la población. De otra parte, por su movilidad geográfica y por su instrucción, las tropas americanas se podían dividir en unidades de milicias y unidades veteranas. Mirado de otra forma las guerras de emancipación americana realmente fue una gran guerra civil en el continente. 
“El León de los Llanos” como fue conocido Boves, fue un militar español, comandante del Ejército Real de Barlovento y caudillo de los "llaneros" en el transcurso de la Guerra de Independencia de Venezuela durante la Segunda República (1813-1814). Boves, tan cruel y astuto como carismático y valiente, tuvo una breve pero destacada carrera militar desde su reclutamiento el 20 de mayo de 1812 hasta su muerte el 5 de diciembre de 1814. El prototipo de caudillo popular de aquellos tiempos. Comprendiendo los sentimientos de rechazo por abusos y explotación que recibían las clases bajas por parte de los criollos, (hijos de españoles nacidos en América), consiguió reunir todo un ejército muy ofensivo contra las tropas de los independentistas de España. Nótese que las clases populares preferían los virreinatos españoles que a las posibles repúblicas venideras. Boves nunca gobernó un país ya que murió en combate.  Había pertenecido a la Real Armada Española.

JOSÉ T. BOVES
En América no fue bien recibido por los criollos y congenió con el pueblo llanero formado por negros, mulatos, mestizos e indios a los que trataba como iguales y por lo que ellos empezaron a llamarle Taita, (padre). Idealista rebelde y militar, al fin y al cabo, fue reconocido como un peligro. Por ello fue acusado de traidor y sentenciado a muerte en San Carlos. Su pulpería (tienda de comestibles) fue saqueada y quemada y su mujer asesinada delante de su hijo. Boves decidió entonces unirse al ejército del canario Domingo de Monteverde.
Este militar había entrado en la capital venezolana y la Primera República quedaba liquidada. Simón Bolívar encabezó entonces un ejército gracias al apoyo de las Provincias Unidas de Nueva Granada e iniciaron una impresionante ofensiva militar con el objetivo de recuperar Venezuela.

SIMÓN BOLÍVAR 
Según informes de la Real Audiencia de Caracas Boves llegó luego a reunir veinte mil lanzas llaneras. Castigaba con dureza a los desertores, imponía una férrea disciplina y vivía igual que sus hombres. Sus tropas, aunque inicialmente actuaron como montoneras que obligaban a sus enemigos a dispersarse por la región, llegado cierto punto actuaron como un ejército capaz de vencer a tropas regulares en batallas campales. Bolívar logró entrar en Caracas y se proclamó la Segunda República. La dura represión de los republicanos contra los habitantes de Los Llanos. La captura de esclavos fugitivos de las plantaciones y otras represiones crueles hicieron que se dieran numerosos casos en que peones y esclavos reclutados a la fuerza en la costa desertaban y se sumaban a las huestes llaneras. Estas acciones supusieron el completo rechazo de la población llanera a la naciente república.
Por fin, el día 1 de noviembre de 1812 se publicó un bando llamando a tomar las armas contra los mantuanos (blanco criollo perteneciente a la aristocracia) en nombre de “el Rey, la Religión y la Santa Causa”. Se inicia de esta forma un periodo de una guerra brutal en Venezuela. 
Aprovechando que Bolívar estaba ausente, Boves fue aniquilando a su paso a los enemigos, tratando de llegar a Valencia y Caracas. No consiguió romper la defensa y pagó con la muerte de muchos hombres. Logró entrar a caballo en la mansión de la familia Bolívar y grabó su nombre en la puerta del vestíbulo con un cuchillo. La infantería llanera, que estaba a cargo del asalto de las ciudades, había resultado aniquilada.

LLANEROS 
Bolívar, temeroso de que los prisioneros pudieran alzarse en armas para sumarse a Boves, ordenó la matanza de 1.253 monárquicos que se encontraban en las cárceles de Caracas y el hospital. Las ejecuciones se daban en la mañana y el atardecer en la Plaza de Armas quedaban los cadáveres cubiertos de sangre y restos humanos como ejemplo.
Por lo general los prisioneros eran apuñalados para ahorrar municiones, los más afortunados simplemente terminaban degollados. También a los prisioneros se les obligaba a llevar el haz de leña con que quemarían su propio cadáver.
Ambos bandos agotaron sus municiones, el comandante realista se retiró con 3.000 sobrevivientes por región llanera con como del apoyo de la población.
La rivalidad entre el Libertador-Dictador del Occidente (Bolívar) y el Libertador-Dictador del Oriente (Mariño) era manifiesta. El historiador José Manuel Restrepo estimó en 3.000 combatientes por bando al llegar el enfrentamiento decisivo en la sabana de Carabobo.(No confundir con la importante batalla de Carabobo en 1821).
La batalla se libró el 28 de mayo de 1814. El ejército realista asumió una postura defensiva. Bolívar atacó y la victoria republicana parecía decisiva. Bolívar dependía del apoyo de sus oficiales y soldados ya que el grueso del pueblo seguía siendo realista, debido a ello decidió dejar satisfechos a sus lugartenientes dándoles mandos independientes. Acababa de cometer el error de subestimar al caudillo de los Llanos.
Bolívar consideraba que un día podría ser virrey. Mariño marchó solo a enfrentarse a Boves. Llegó Bolívar con los refuerzos, viendo el campo de batalla y sabedor de la anterior victoria de Boves en el mismo lugar dio órdenes de comenzar la retirada a un sitio más seguro. Boves sorprendió con más de mil quinientos jinetes cada una desde distintas posiciones. Los republicanos huyeron aterrorizados y su caballería fue aniquilada rápidamente.
Bolívar y Mariño habían sido vencidos y escaparon. La derrota significó la condena de la Segunda República. Boves, no obstante, no marchó inmediatamente sobre Caracas. 
Boves llegó a Valencia. Ordenó el ataque contra la ciudad pero fracasó al principio y en un nuevo ataque que consiguió la rendición. 
Nueve días más tarde entraba Boves a Caracas, iniciándose tiempo después la persecución de aquellos involucrados en las matanzas de españoles.
Era el amo absoluto de los Llanos, y menos de 160 hombres eran europeos. Supo ganar para su causa el resentimiento social de la masa de negros, indios y pardos identificando a los republicanos con los blancos propietarios, dándoles una justificación para sus matanzas. No era demagogia, habían sido los blancos ricos e imbuidos por las ideas de la Ilustración los que habían iniciado la guerra. Desde su punto de vista, el poder real era visto por buena parte de la población como un control lejano del poder de las élites locales en defensa de los pequeños burgueses y gentes de color. En el caso específico de los llaneros, el poder real era un freno para las ambiciones de los comerciantes y terratenientes caraqueños deseosos de usurparles sus tierras, acabando así con su modo de vida tradicional.
A pesar de lo decisiva de la victoria por ser destruido el último ejército revolucionario en Venezuela, se produce también otro suceso: el precio a pagar por los realistas fue la muerte de su carismático comandante, José Tomás Boves, el 5 de diciembre de 1814. 
Como otros caudillos apoyaba su poder en el prestigio conseguido por sus victorias gozando de un poder personalista, autoritario y arbitrario que podía volverlo un déspota para algunos y un salvador para otros. 
Tras la invasión francesa de 1808 en la península se había producido un desorden institucional en los virreinatos. Las consecuencias fueron la guerra civil, la insurrección popular de los marginados y finalmente, los gobiernos personalistas, primero Monteverde y luego, en forma más acuciada, de Boves. Algo que heredaron los gobiernos independentistas y decimonónicos.
El caudillismo surgió en Venezuela como consecuencia de la anarquía reinante en las etapas finales de la Primera República, sobre todo en aquellas áreas de dominio republicano (1812).
La situación era pavorosa en Venezuela. Economía arruinada por la guerra, un terremoto, despoblación de provincias enteras, emigración, fuga de capitales, hambruna y malas políticas de la tiranía. Bolívar jamás aplicó la Constitución de Cádiz: solo su ley de conquista y represión. Un método para financiar la guerra eran los bienes de los españoles asesinados que se repartieron entre oficiales, soldados y Estado. El mismo Bolívar apodó a Boves el azote de Dios, comparándolo con el huno Atila y acusándolo de ser responsable de la muerte de ochenta mil personas en sus campañas. 1814 fue conocido como el Año Terrible en Venezuela. El fenómeno del caudillismo fue una de las peores consecuencias de la guerra independentista, acompañando el país por casi un siglo hasta la imposición final del poder civil en 1903. Es la causa de que diversos historiadores consideren a los caudillos agentes de la barbarie, atraso en la institucionalidad del país, luchadores de la igualdad o hasta democratizadores nacionales. 

JOSÉ TOMÁS BOVES
Boves no era un verdadero realista, sino que era un subterfugio su adhesión a este bando, tal como declararía Hugo Chávez (1954-2013) en un evento oficial. Quizás por no querer aceptar que hasta 1815, por lo menos, la mayoría de los venezolanos eran monárquicos y el conflicto vivido no fue uno entre países sino una guerra civil donde España simplemente auxilió a esa mayoría. La proyectada “guerra continental contra España” había fracasado, hasta esos momentos y siempre la mayoría de los realistas fueron americanos. 
Bolívar y asociados comenzaron responsabilizando a los españoles de la violencia de la guerra, pero en Venezuela ni había tantos peninsulares ni se enviaron muchos soldados. De hecho, cuando se envió finalmente el gran contingente de Morillo fue que la guerra empezó a bajar su intensidad, licenciándose a las milicias llaneras y reemplazándolas con tropas de línea.
El apoyo de los llaneros era fundamental para quien lo tuviera. Su región era siempre rica en recursos, con un inagotable suministro de valientes reclutas acostumbrados a una vida dura, jinetes muy buenos en la guerra móvil, disciplinados, veloces y capaces de gran improvisación. Los llaneros tenían un sentimiento de libertad que defendía ferozmente a quien la amenazara. Varios historiadores han comparado a los llaneros venezolanos con los gauchos rioplatenses.
El gaucho y el llanero resultaban por su propia condición, guerreros natos. Muy pronto surgieron bajo las órdenes de caudillos que entraron en la leyenda como expresiones avasalladoras de la violencia elemental: un Quiroga en la Argentina, un Boves en Venezuela.
Fuente:
La vida de Boves por Francisco Herrera Luque (Editorial Pomaire, 1980). 
Hay una adaptación cinematográfica de la novela: “Taita Boves”, producción venezolana de 2010 dirigida por Luis Alberto Lamata, director de “Miranda regresa” (2007).
Boves es el arquetipo de caudillo terrible. En la enseñanza de la historia oficial de la independencia venezolana es así como se le menciona en los libros de texto. Se enseña que más que luchar contra el independentismo, aglutina a múltiples razas contra el carácter clasista y racista. 
Algo que es de notar es la omisión de personajes del ejército independentista que fueron más crueles que el mismo Boves, tal como lo fue el mismísimo Bolívar o como el coronel Manuel Gogorza Lechuga, comandante de las tropas de Simón Bolívar.

martes, 1 de julio de 2025

HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS

Durante siglos las Islas Canarias fueron un lejano misterio solo revelado a los aborígenes que las habitaban. Pero a partir del siglo XIV cada vez más navegantes fueron aproximándose al archipiélago. Unos por error, otros por ambición. Algo que no pasó inadvertido para la corona castellana, (Enrique III)  fueron sus enormes riquezas naturales y fueron quienes decidieron tomar cartas en el asunto con el fin de aprovechar las enormes posibilidades estratégicas que le ofrecían estas tierras volcánicas en aguas del Atlántico.

En 1402 la historia del archipiélago empezó a cambiar su rumbo. Tras más de mil años de dominio aborigen y leyendas, los exploradores normandos y españoles empezaron a llegar hasta sus costas con una misión: conquistar las Islas Canarias en nombre de la corona castellana. Una época convulsa de solo 94 años.

En esas épocas los conocimientos geográficos eran algo difusos, algo que ayudó a instaurar la idea de que poco más allá de las Islas Canarias terminaba el mundo, considerando la isla de El Hierro como la última tierra que podía llegar a pisar el hombre.
La aventura lanzó a muchos navegantes. Los hermanos Vivaldi partieron desde Génova en 1291 rumbo a lo desconocido. Su desaparición un tiempo después motivó la salida del capitán Lanceloto Malocello en su búsqueda. Siguiendo su pista, atravesó las hasta entonces intrincadas Columnas de Hércules para acabar llegando en 1312 a las costas de una Lanzarote inexplorada y habitada por los majos, los aborígenes de la isla. Lanceloto Malocello decidió quedarse durante 20 años, estableciéndose como señor y cambiando el nombre original de la isla (Tyterogaka) por uno más acorde a su persona: Lanzarote.
Casi un siglo después de la llegada de Lanceloto Malocello, otros visitantes fondearon en las costas de Lanzarote.
        
       Jean de Béthencourt 
En 1402 el señor normando Jean de Béthencourt desembarcó junto al caballero francés Gadifer de La Salle y su tripulación al sur de la isla, en la actual Papagayo. Ofreció a la población aborigen un pacto de protección a cambio de la isla, lo que le llevó a construir el antiguo castillo de Rubicón y una pequeña capilla en honor a San Marcial.
Su sed de conquista lo llevó hacia otra isla, El Hierro, donde apenas obtuvieron resistencia por parte de la población local. Con dos islas conquistadas, Jean de Béthencourt fijó rumbo hacia Fuerteventura. Aquí su llegada no fue tan bien recibida por buena parte de los aborígenes, con los que tuvo que combatir y hostigar para hacerse con el control total de la extensa isla majorera en 1405, solo tres años después de su llegada. Aquí construyó la primera ciudad de las Islas Canarias y la bautizó utilizando su propio nombre: Betancuria.
En las Islas Canarias crece libre la orchilla, un liquen usado en el pasado para teñir la ropa de púrpura de forma natural. Este color, muy popular en las vestimentas de la época, debía hacer florecer a las factorías textiles que Béthencourt poseía en su tierra natal. Para llevar a cabo el viaje y hacerse con el monopolio de la orchilla, el señor normando consiguió el favor del rey Enrique III de Castilla, “el Doliente” (1379-1406). A cambio Jean de Béthencourt debería organizar la expedición, declarar el terreno conquistado como propiedad de la corona castellana y gestionarlo como señor.

GUANCHES 
La conquista, iniciada por Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle fue un proceso largo y complejo que duró varias décadas y se llevó a cabo por etapas.
El 22 de enero de 1403, el antipapa residente en Aviñón, Benedicto XIII, declara una bula para someter a los irredentos “Majos” de Fuerteventura y que, en el caso de no pasar por el aro, sean ejecutados. Obviamente, el tema se comienza a complicar. Mientras entre los socios La Salle y Bethencourt surgen diferencias más que notables; el primero hizo una fuerte apuesta económica en la empresa de conquista y el segundo, fue el beneficiado por un laudo real en el que el monarca castellano falló a favor de Bethencourt; en estas, el ya otrora amigo del normando, decide abandonar la expedición y volver a Francia. Queda Bethencourt solo con una ligera guarnición en Fuerteventura. Los dos reyes majos (apócope de majoreros, gentilicio de los habitantes de Fuerteventura) en aquel tiempo, estaban a la greña. Los pobladores de la isla maja no llegaban a los 400 habitantes en un territorio de aproximadamente 1660 Km² y, los normandos y castellanos ya incorporados a la segunda expedición, dieron el golpe de gracia a aquellos naturales que vivían de la pesca y derivados de las cabras, en un paraíso donde los haya.

MONUMENTO AL GUERRERO NATIVO 
Con miras a dar un salto cualitativo a sus conquistas y a su ya consolidado e indiscutible prestigio, decide ir la isla de Gran Canaria, pero eso son palabras mayores. La isla estaba habitaba a la sazón por más de 10.000 nativos con malas pulgas y una excelente organización militar. Pero las circunstancias barométricas derivan a las tres naos hacia La Palma, donde, con la idea de capturar esclavos, se enfrentan con los palmeros en una formidable lucha por la supervivencia de ambos bandos. El mejor armamento castellano impone su ley. Los vientos siguen en contra de la idea de asaltar la isla por lo que son llevados hasta el Hierro donde no tienen un buen recibimiento; en la isla de Hierro la población numéricamente no tiene entidad por lo que o se convierten al cristianismo, plan A o, salen encadenados a los mercados de esclavos de Berberia. La elección está clara; los Bimbaches (Herreños) se rinden y los que no pasan por las Horcas Caudinas lo llevan crudo. Hoy se sabe, antes se suponía, según las crónicas de Le Canarien, que Tenerife, la llamada Isla del Infierno, por la demostrada ferocidad de los guanches, nunca pudo ser invadida por Bethancourt.
Muchos años después, en 1477 los reyes de Castilla Isabel I y Fernando asumieron para la Corona la conquista de las islas de Gran Canaria. un proceso histórico entre 1477 y 1483 durante el cual la isla de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, las más pobladas y con mejores perspectivas económicas fueron incorporadas a la Corona de Castilla mediante una ocupación militar del territorio habitado por los aborígenes canarios. Fue la primera de la denominada “etapa realenga” de la conquista de las islas Canarias, pues fue promovida y financiada directamente por los Reyes Castellanos. Asimismo fue objeto de disputa entre los reinos de Castilla y Portugal durante la guerra de Sucesión Castellana (con la pretensión portuguesa de coronar a Juana la Beltraneja, esposa del rey portugués), que concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcazobas, que reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y reconocía definitivamente las islas Canarias bajo la corona de Castilla y a Portugal el monopolio marítimo comercial en la costa occidental africana al mantener el control de los territorios en los que ya tenía cierta presencia, los cuales eran Guinea, Madeira, Azores, Flores y Cabo Verde.

ESTATUA DEL REY GUANCHE BENCOMO
La conquista se aceleró. Los aborígenes opusieron resistencia a la conquista, pero finalmente fueron sometidos y la cultura indígena fue asimilada por la cultura europea.
Tras el rápido trabajo realizado por Béthencourt con Lanzarote, El Hierro y Fuerteventura, la conquista señorial vivió unos años de menor ajetreo. El señor Hernán Peraza, quien había sustituido a los normandos, consiguió una anexión pacífica de La Gomera. Sin embargo, sus continuos comportamientos irrespetuosos y arbitrariedades con la población desembocaron en la rebelión de los gomeros, que tuvo lugar en la Torre del Conde durante 1488.
CONQUISTA CASTELLANA

La última isla en ser conquistada y la que más resistencia opuso fue Tenerife. La corona castellana la hizo suya en 1496 con el asentamiento de Realejos, pero lo cierto es que la resistencia guanche siguió durante años de la mano de los alzados.
Gran parte de los aborígenes canarios fueron apresados y utilizados como esclavos en el archipiélago o en la Península. Otra pequeña parte logró sobrevivir en las zonas más inaccesibles del interior de algunas islas o se integró en la sociedad tras abrazar el cristianismo.
Al pasar a ser parte de la corona castellana las islas fueron progresivamente colonizada por pobladores europeos y la cultura aborigen desapareció.

CASTILLO DE LA LUZ 
Una centuria después, y para satisfacer la creciente demanda de mano de obra, la corona intensificó sus cabalgadas en busca de esclavos por el norte de África, llegando a traer cada año al archipiélago cientos de senegaleses, moriscos o antiguos guineanos. Asimismo los piratas berberiscos realizaron varios ataques a las islas, lo que propició que el rey Felipe II de España, “el Prudente”, aboliera las cabalgadas.

lunes, 30 de junio de 2025

RESUMEN DE LAS LUCHAS DE LA RECONQUISTA

La Reconquista fue impulsada por el deseo de los reinos cristianos de recuperar los territorios perdidos ante la invasión musulmana y unificar la península bajo su dominio, en territorio y en religión. Las batallas fueron momentos clave en este proceso, marcando avances y retrocesos para ambos bandos a lo largo de los siglos. No fue un proceso lineal, sino que involucró diversas campañas militares, cambios políticos y alianzas entre los diferentes reinos cristianos y musulmanes. Fue un largo período de conflictos militares y cambios políticos que duró varios siglos, desde la conquista musulmana de la Península Ibérica en el siglo VIII, con la primer enfretamiento en Asturias, hasta la toma de Granada en 1492.

BATALLA DE COVADONGA 
No era una guerra declarada como la podemos entender hoy.
Los musulmanes llegaron en el 711 y en pocos años se hicieron con el control de casi toda la península, salvo el norte. Allí es donde fueron formándose los primeros reinos cristianos, herederos de los hispano-romanos y los visigodos, ambos herederos de la Hispania romana.
El Emirato de Córdoba se convirtió en Califato pero duró poco tiempo y ya en el 1031 se disolvió creándose los Reinos de Taifas, pequeños reinos, con su gobierno independiente. Muchos fueron siendo vasallos de los reinos cristianos, de forma que dejaron, en principio, de ser enemigos.
Pero esos reyes se fueron “ablandando” y siendo controlados, por lo que llegaron los Almorávides, monjes guerreros bereberes que defendían la fe del islam de una forma muy rigurosa. Venían procedentes del Magreb. Hasta que fueron desplazados por los Almohades, también bereberes pero más duros en las luchas.  Llegaron a la península en el año 1146 penetrando por Tarifa y Algeciras.
En la segunda mitad del siglo XIII, la península ibérica asistió a un cambio drástico en la forma de hacer la guerra que allanó el camino a la (casi) profesionalización de los ejércitos.

BATALLA DE ALARCOS (1195)

La batalla de las Navas de Tolosa en 1212 marcó un momento clave en la lucha conjunta dando el valor de la legitimidad
Durante buena parte del Pleno Medievo, la práctica común había sido la de que, ante la necesidad o voluntad de acudir a la guerra, el rey convocaba a la nobleza y esta, conforme a sus compromisos de carácter feudal de vasallaje (su juramento de fidelidad al rey), estaba obligada, al menos teóricamente, a prestar servicio. El noble armaba y movilizaba, a su propia costa, a sus ejércitos personales (sus huestes) y las ponía al servicio del rey. A veces el propio noble se ponía al frente de sus propias tropas y por tanto participaba asimismo en estas campañas.
También se acudían a lo que conocemos como “Señores de la guerra”. Caballeros que formaban un grupo de combatientes  con su tropa (mesnadas) que acudían al llamado de reyes o nobles. Recordemos al Cid Campeador.  Como contrapartida por estos servicios, recibían una serie de recompensas, que podían adoptar la forma de privilegios, botín de guerra y, por encima de todo, nuevos señoríos o territorios –de entre aquellos arrebatados al enemigo– que les eran entregados o confiados para su administración y explotación.

BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA (1212)
A la izquierda el rey castellano a la derecha el aragonés
Tras las conquistas de Mallorca en 1229 y Valencia en 1238 por Jaime I, Córdoba en 1236 y Sevilla en 1248 por Fernando III el santo, y Murcia por Alfonso X el sabio en 1265  la llamada Reconquista echó el freno, y Al-Ándalus quedó reducido algunas plazas de menor importancia que también fueron tomadas y quedaba el reino Nazarí de Granada, creado en 1248 y vasallo de la corona de Castilla-León, cuyas fronteras apenas sufrirían modificaciones a lo largo de más de dos siglos.

FERNANDO EL SANTO ENTRANDO EN CÓRDOBA 
De resultas, de la noche a la mañana desapareció la principal contraprestación de los nobles, y mesnadas, esto es, la entrega de territorios. El rey ya no podía recompensar a sus nobles como lo había hecho antes. Y, sin embargo, las guerras no cesaron. De hecho, en el periodo subsiguiente se multiplicaron los conflictos intestinos (dentro de cada reino) –que a menudo se expresaban en disputas sucesorias– así como las guerras entre los reinos cristianos –generalmente por problemas fronterizos–. Sin embargo, ni las unas ni las otras resultaban en la conquista de nuevos territorios.

GUERREROS ALMOHADES 
Por ejemplo la batalla de Antequera, la de Toro, donde Fernando luchó contra el rey portugués. Las luchas de Juan II de Aragón con Cataluña por causa de su hijo el Príncipe de Viana. También mucho después la toma de Navarra de manos francesas. Sin olvidar mucho después las guerra de las Comunidades Castellanas y las Germanías contra el rey Carlos I, esto ya en el siglo XVI.

TOMA DE GRANADA 

Pero la guerra de Granada fue la más larga, casi diez años, y con su victoria se terminó el asunto de la Reconquista en la península quedando todo el territorio bajo la religión cristiana.
La batalla de Barbastro en el 1064, la de Teba en 1330, la de las Navas de Tolosa y la Guerra de Granada fueron consideradas como Cruzadas por el papa, con el consiguiente aporte dinerario.
 

domingo, 29 de junio de 2025

GUERRA HISPANO-ESTADOUNIDENSE EN FILIPINAS

La Conferencia de Berlín de 1884 hizo un reparto de varios territorios africanos. En aquel reparto no intervino Estados Unidos. España poseía, hasta 1898, dos grandes territorios ultramarinos, la isla de Cuba y el archipiélago de Filipinas.
El Pacto de Biak-na-Bató, firmado el 14 de diciembre de 1897, fue un acuerdo entre los rebeldes filipinos y las tropas españolas durante la revolución llevada a cabo por la sociedad secreta fundada por Andrés Bonifacio contra el gobierno español que puso fin a la primera parte de su insurrección.
Pero lejos de servir para devolver la paz a las islas, pronto se inició la guerra hispano-norteamericana.
A finales del siglo XIX los Estados Unidos quisieron tener su parte de un pastel colonial. Teniendo en cuenta la decadencia de España, vio posible conseguir una serie de colonias.
Fijaron su área de expansión en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado notar en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias. Estas eran Cuba y Puerto Rico en el Caribe; Filipinas, Las Carolinas, Las Marianas, Las Palaos y Guam en el Pacífico. A excepción del archipiélago filipino y Guam, el resto de islas fueron vendidas al año siguiente a Alemania por 25 millones de pesetas.
A todo esto debemos añadir que estos países deseaban independizarse de España, porque consideraban que su evolución social y económica estaba enquistada por culpa de ser una colonia caduco Imperio.
La explosión del buque americano Maine en 1898 anclado cerca de la bahía de La Habana fue la excusa para que interviniera en la guerra los Estados Unidos. Acusaron a los españoles de haber provocado la explosión. Ahí se inicia la política expansionista de los Estados Unidos.
Con anterioridad al hundimiento del Maine debemos detallar que España y Cuba ya estaban en guerra como consecuencia del levantamiento de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez. Este levantamiento se produjo el 29 de enero de 1895.

Restos del Manine

Convendría recordar lo difícil que se hacía para los españoles controlar un conjunto de islas que en total superaban en número las 3.000. El principal problema con el que se encontraban era la dificultad que entrañaba el erradicar la piratería de aquellas aguas.
El movimiento independentista y la guerra con los EE.UU. sorprendieron a una fuerza que no estaba preparada para un combate naval de entidad.
Tras el luctuoso hundimiento del Maine, y antes de declarar la guerra contra España, Teodoro Roosevelt ordena preparar su escuadra asiática con el fin de destruir a la española de Filipinas.
Los americanos contaban con seis buques. Los cuatro primeros eran cruceros protegidos y, los dos últimos, grandes cañoneros. En total sumaban 19.000 toneladas de desplazamiento. Completaban su armamento 10 tubos lanzatorpedos. Eran de construcción moderna.
Por parte española se contaba con 7 buques sumando un total de 14.000 toneladas. Estaban armados con treinta y siete cañones. Se completaba el mismo con un número indeterminado de ametralladoras y trece tubos lanzatorpedos.
Aunque eran buques un poco más viejos que los de los americanos, se podría afirmar que la mayoría se encontraban en la mitad de su ciclo de vida.

TRIPULACIÓN DEL REINA CRISTINA ANTES DE LA BATALLA 
En Cavite pues, se iban a encontrar dos escuadras "a priori" casi equilibradas en fuerzas, con ligera ventaja de los americanos al ser sus buques en general, más grandes, rápidos, y potentes que los españoles.
Hay que reiterar el mal estado de mantenimiento en el que se encontraban los buques españoles, y es que el arsenal de Cavite había quedado del todo punto obsoleto para las necesidades de éstos. En el momento de estallar la guerra, tres de los principales buques estaban siendo sometidos a grandes reparaciones. A esta deplorable situación del material a flote se unía la escasez y la falta de preparación del personal que componía en aquellos momentos la Armada Española.
Don Patricio Montojo, jefe del apostadero de Filipinas, pidió refuerzos que nunca llegaron, por lo que en el combate su misión sería estar a la defensiva apoyado por las baterías de costa. El 15 de marzo, los principales mandos militares del archipiélago se reunieron para definir la estrategia defensiva de los españoles.

EL REINA CRISTINA DESPUÉS DE LA BATALLA 
Pronto se constató cierto desacuerdo entre el Ejército y la Armada; así, mientras para los primeros el objetivo principal era defender Manila, Montojo señaló que la escuadra sólo podría defender adecuadamente Subic que, si bien se encontraba lejos de la capital. Lo ideal hubiera sido que la escuadra española se hubiera situado frente a Manila, combatiendo para su defensa con el apoyo de las baterías de la ciudad, pero los mandos españoles no querían que la hermosa ciudad fuera escenario del combate, lo que hubiera supuesto con total seguridad un gran número de bajas entre la población civil.
Se decidió finalmente un despliegue de artillería de costa que no fue ni idóneo ni suficiente.
Entretanto los americanos que estaban basados en Hong-Kong, procedieron a cambiar la pintura blanca de sus buques por la gris, mientras esperaban al crucero Baltimore que había zarpado desde los EE.UU. cargado de municiones. Una vez reunida toda la flota salieron el 24 de abril de aquel puerto con el objetivo de ir hasta la isla de Luzón, donde esperaban encontrarse con la flota española, llegando el día 30 del mismo mes. Dewey había tomado la decisión, consensuada con sus comandantes, de forzar esa misma noche la entrada en Manila para, al día siguiente, atacar a la flota española.
A las 23:30 horas la escuadra americana pasaba sin ser vista frente la isla del Corregidor. Los buques yanquis iban totalmente a oscuras y sólo una pequeña luz en popa indicaba al buque siguiente la derrota a seguir. El único peligro al que estaban expuestos los buques de Dewey eran las minas, que no hicieron acto de presencia.
Al amanecer del siguiente día, el 1 de mayo de 1898 la flota americana se encontraba frente a Manila. Inmediatamente las baterías de costa comenzaron a disparar, pero la distancia a la que se encontraban los buques impedían que los alcanzasen estas. La escuadra de Montojo se encontraba fondeada frente a Cavite, y era de todas las posibles ubicaciones de la flota la que menos garantías ofrecía para su defensa.
A las cinco y cuarto de la mañana comenzó el combate. A una distancia quizás excesiva de 5.000 metros los buques españoles abrieron fuego, contestando 25 minutos después los Olympia, Baltimore y Boston que concentraban su fuego sobre los Castilla y Cristina, recibiendo estos últimos numerosos impactos que causaron grandes daños.
La táctica española era la de acercarse con su buque insignia el Cristina, apoyado por la artillería del Austria, lo más posible al enemigo, con el fin de torpedearlo, cosa que no se pudo conseguir al ser rechazados. La superioridad americana se basó principalmente en sus cañones de gran calibre, de los que carecía la escuadra española.
Dos horas y media de combate después, la situación de la escuadra española no era tan mala como cabría imaginar. Sólo en dos cruceros españoles (el Castilla y el Cristina) la situación era casi insostenible, ya que ambos tenían graves daños y numerosas bajas, pero aun así continuaban a flote y seguían disparando (no obstante un temeroso Montojo cambió su insignia al Isla de Cuba); el resto apenas habían recibido algunos impactos y estaban en condiciones de soportar sin problemas el castigo americano durante bastante tiempo.

EL "OLIMPIA" AMERICANO- ÚNICO QUE SE CONSERVA 
Dewey ordenó la retirada al ver los escasos resultados de su ataque, aprovechando esta pequeña tregua para dar de comer a sus cansadas dotaciones. La situación se tornaba preocupante para el almirante americano, haciéndole reflexionar sobre el hecho de que a pesar de haber consumido la mitad de sus municiones, no había conseguido sin embargo hundir ningún buque enemigo. Si Montojo hubiera adivinado la preocupación del almirante yanqui no habría hecho lo que hizo: dar el combate por perdido y ordenar el abandono de sus buques, quitando el cierre de las piezas y abriendo los grifos. También pesaba que él mismo estaba herido.
Pese a la superioridad artillería de los americanos, el porcentaje de acierto de sus cañones fue ridículo. En total los americanos hicieron unos 6-000 disparos de los que sólo unos 150 lograron alcanzar su objetivo:
Los españoles perdieron 60 hombres, resultando heridos 193; los americanos oficialmente tuvieron 1 muerto y 15 heridos.
Parece claro que la decisión de Montojo de hundir sus buques fue algo precipitada, habiéndose puesto en duda por prestigiosos entendidos en la materia. Sobre este punto, desde hace ya algunos años, existe una pugna entre la versión "oficialista", que exime a Montojo de toda responsabilidad, y una versión "revisionista", más crítica con la actitud del Almirante. De todas formas visto el estado de su escuadra, poco cabía exigir a Montojo, tampoco parecería lógico el calificar su actitud de nelsoniana…
En cualquiera de los casos, la batalla de Cavite no fue sólo una derrota total, sino también el triste aperitivo de lo que luego ocurriría en Santiago de Cuba.
El enemigo dominaba ambos océanos: el Atlántico, gracias a su potencia naval, y el Pacífico, gracias a la benevolencia de Reino Unido.
Las tropas norteamericanas no se retiraron de las islas Filipinas y además enviaron nuevas tropas al archipiélago hasta que en agosto “conquistaron” la ciudad de Manila. Con la posesión de Manila ya solo quedaba la anexión total de las islas, y así se hizo a través del Tratado de Paz de París, firmado el 10 de diciembre de 1898.
Para España el enemigo no solo era exterior, pues la contienda reactivó la rebelión filipina. En Baler, un pueblecito filipino aislado al que no llegó noticia de la paz, un grupo de ellos, los últimos de Filipinas, aislados y sin noticias, siguieron luchando un año más, creyendo que la guerra continuaba.

"LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS" 
La derrota en Cavite contra los estadounidenses y su apoyo económico y armado a los filipinos hizo que Emilio Aguinaldo, alcalde de Cavite y uno de los líderes del movimiento independentista del país reanudasen la guerra contra el último destacamento español que quedaba en Baler.
La verdad es que la insurrección fue combatida con violencia y crueldad, los pobres soldados españoles, sin medios militares, enfermos, mal alimentados y a miles de kilómetros de su patria, lucharon con el valor habitual.
El destacamento contaba con 55 hombres.
El asedio se intensificó, la falta de alimentos frescos se empezaba a notar. Esta situación hizo que el documento que llegó del Parlamento filipino comunicando la firma del Tratado de París y, por consiguiente, que Filipinas ya no era española. Sin embargo, continuaron aguantando convencidos de que seguían protegiendo territorio español. Tras 11 meses en la iglesia del pueblo filipino, a finales de mayo de 1899, el teniente Martín Cerezo descubrió una noticia en los periódicos que no podía ser una inventiva de los isleños, lo que le hizo reconocer y darse cuenta, definitivamente, de que los anteriores avisos en los que se le comunicaba que España ya no poseía la soberanía de Filipinas eran ciertos.
Reuniendo a la tropa explicó cuál era la situación y propuso una retirada en la que su dignidad y honor, depositado en ellos por España, no se perdiese. Finalmente, el 2 de junio de 1899, tras izar en la iglesia la bandera blanca y oír al corneta tocar atención, el destacamento español de Baler se rindió hace 126 años.

Monumento a los Héroes de Cavite y Santiago de Cuba

Arenga que el Comandante Cervera dio a sus marinos antes de la batalla en Santiago de Cuba:

ALMIRANTE PASCUAL CERVERA 

“Ha llegado el momento solemne de lanzarse a la pelea. Así nos lo exige el sagrado nombre de España y el honor de su bandera gloriosa. He querido que asistáis conmigo a esta cita con el enemigo, luciendo el uniforme de gala. Sé que os extraña esta orden, porque es impropia en combate, pero es la ropa que vestimos los marinos de España en las grandes solemnidades, y no creo que haya momento más solemne en la vida de un soldado que aquel en que se muere por la Patria. El enemigo codicia nuestros viejos y gloriosos cascos. Para ello ha enviado contra nosotros todo el poderío de su joven escuadra. Pero sólo las astillas de nuestras naves podrá tomar, y sólo podrá arrebatarnos nuestras armas cuando, cadáveres ya, flotemos sobre estas aguas, que han sido y son de España. ¡Hijos míos! El enemigo nos aventaja en fuerzas, pero no nos iguala en valor. ¡Clavad las banderas y ni un solo navío prisionero! Dotación de mi escuadra: ¡Viva siempre España! ¡Zafarrancho de combate, y que el Señor acoja nuestras almas!”