miércoles, 20 de noviembre de 2024

CAPTURA DEL STANHOPE - 1710

Blas de Lezo, el almirante “Medio Hombre” , debido a la pérdida de una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez (Málaga), un ojo tres años después en Tolón y el brazo derecho en otro de los muchos combates navales que había librado a lo largo de su vida.

Destinado en el puerto de Rochefort con labores de guardacostas, el almirante participó en la lucha contra varios navíos enemigos y fue ascendido a capitán por su valía y coraje. Fue ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707, y tres años después realizó una gran gesta rindiendo en 1710 a una decena de barcos enemigos, el menor de los cuales disponía de 20 piezas de artillería. Era su forma de actuar, sin arredrarse. Conocedor de sí mismo, de sus posibilidades y limitaciones, leía los secretos del mar casi a ciegas.

Caía la tarde en el mar océano y pudo ver al “Stanhope” que era un enorme navío inglés de la Compañía de las Indias repleto hasta los topes de riquezas expoliadas: sedas, especias y exóticos perfumes, un enorme buque de 1.700 toneladas.

En medio del Atlántico profundo, de Lezo, este intrépido e incalificable marino, apoyado literalmente en su pierna de roble, llevaba el mando de la fragata francesa “Valeur” (en aquella época existía el intercambio entre las escuelas de oficiales de ambos países).

Poco después interceptó al Stanhope, un barco de 70 cañones mandado por John Combs, triplicaba en fuerzas al vasco pero sabía que era una persecución a vida o muerte e intuía que no iba a salir bien parado por la demostración de pericia de los marinos que llevaban aquella pequeña nave. Muchos guipuzcoanos navegaban a las órdenes del “medio hombre” y en la cubierta, ante el inminente zafarrancho, se mezclaban las plegarias en euskera, castellano y francés implorando al sumo hacedor la victoria sobre los malvados herejes. La experimentada tripulación a las órdenes de Lezo funcionaba como un reloj suizo. Con hábiles maniobras evasivas obligaban al gran navío a disparar permanentemente en ángulo muerto. De Lezo sostuvo un cañoneo económico pero letal contra aquel monstruo, mientras maniobraba velozmente con su pequeña fragata en busca del temido abordaje del cual los isleños huían como de la peste.


BLAS DE LEZO 
Cuando ya estaban las dos amuras solapadas, ordenó el lanzamiento de los garfios. Desde las cofias de la embarcación capitaneada por Lezo, se comenzó a arrojar granadas sobre la cubierta del barco inglés a un ritmo infernal. Esta maniobra era indispensable para preparar el abordaje, dejar la cubierta expedita y enfrentarse al menor número de enemigos posible en el momento del asalto final. La metralla barredora, arrojada desde esas alturas hacía estragos. Los ingleses lo fiaban todo a su mejor artillería por la distancia de alcance y el mimo de la pólvora siempre conservada en sal para evitar humedades al tiempo que evitaban el temido cuerpo a cuerpo con los infantes de marina españoles.

Entonces, sucedió el lanzamiento de los garfios: ”Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico” La maniobra de abordaje española era muy temida, particularmente por los ingleses, que confiaban en su superior artillería. En el momento del asalto, la tripulación de cubierta del navío inglés había sido literalmente diezmada y las escotillas de popa y proa bloqueadas por una enorme cantidad de madera astillada mientras pequeños focos de fuego invadían la cubierta. Para colmo de males, durante la persecución, la nave de Lezo, la Valeur, había creado un impacto directo en la base del palo de mesana y este había caído en toda su extensión por la amura de babor, actuando como un potente freno. Escorada la nave inglesa sin remisión estaba vendida ante las rapidísimas bordadas de la fragata francesa dirigida por aquel hombre que de joven, sentado en la bocana del puerto de Pasajes, soñaba con embarcarse hacia el mundo de sus sueños algún día. En ese momento Combs sitió el pánico. Las ágiles maniobras de Blas de Lezo, además de desconcertantes pues no seguían un patrón de rumbo previsible, los atormentaba con ingentes cantidades de metralla. La evidencia de que aquello se convertiría en una masacre, hizo reflexionar al capitán inglés. Finalmente, con toda la oficialidad fue entregando uno a uno los sables cogidos por la hoja en un breve acto cortés. La bandera de la Unión Jack arriada convenientemente y doblada con cuidado por los infantes de marina españoles, sería entregada al hombre más curtido de la historia de la marina española.

De este modo, con una tripulación muy inferior en número, Blas de Lezo logró apresar al Stanhope, un buque de la India Company, no sin sufrir heridas (¡como siempre!), siendo ascendido a Capitán de Fragata.

"No hay patria sin compatriotas a los que admirar. La patria no es un territorio ni una fecha, es el ideario donde habitan hombres como Blas de Lezo. El sacrificio, esfuerzo y humildad convirtieron al marino en uno de nuestros mejores hombres".


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