sábado, 16 de noviembre de 2024

JUANA I DE CASTILLA NO FUE PERJUDICADA

Hay algunas personas que comparten artículos que manipulan la historia,  asegurando que tanto su padre, Fernando el católico como su hijo, Carlos I decidieron que estaba loca, y además por ser mujer aprovecharon eso para hacerse con el poder. Nada más absurdo.


Las Cortes de Toledo en mayo de 1502 marcaron la vida pública de Juana, pues fue entonces cuando empezó a ponerse en cuestión su idoneidad para gobernar. Cuando la reina Isabel redactó un último testamento poco antes de su muerte, en 1504, existían serias dudas en torno a la salud mental de Juana. Aunque Isabel la confirmó como heredera de sus reinos, en el documento añadía que si la reina Juana, "estando en ellos, no quiera o no pueda entender en la gobernación dellos", sería Fernando quien ejercería la regencia en su nombre.
Para impedir una usurpación de Felipe de Habsburgo, la soberana subrayaba su condición de extranjero y prohibía expresamente que se asignara cualquier cargo civil. La expresión "o no pueda" constituye la señal más sólida de que la madre de Juana dudaba de su capacidad para gobernar. Numerosas pruebas sugieren que no estaba preparada para gobernar el Imperio que sus padres le dejaron.

FELIPE I DE CASTILLA 
La muerte repentina de Felipe el Hermoso, en septiembre de 1506, supuso un tremendo golpe emocional para Juana, embarazada de su sexto hijo.
Según el humanista y cronista Pedro Mártir de Anglería, al servicio de los RR CC, hombre de reputada seriedad, señala que Juana se empeñó en reabrir el féretro del esposo, mientras lo trasladaba de un pueblo a otro de Castilla, a fin de examinar sus restos, quizá para evitar que se extraviaran o fueran robados. De ahí el famoso óleo del pintor Francisco Pradilla, realizado en 1877, que ilustra este texto.


Para los que opinan que Fernando la encerró en Tordesillas, hay que tener en cuenta que eso ocurrió tres años después de la muerte de Felipe, cuando Juana ya estaba realmente enferma, y podía ser presa de las ambiciones de los nobles castellanos, en su ausencia o en el futuro si él mismo ya faltara, como así ocurrió en la Guerra de los Comuneros de Castilla.
Con la muerte de Felipe I de Castilla el marido de Juana, en septiembre de 1506 se acababa uno de los reinados más breves de la historia de España. Y como Juana se negaba a entender en los problemas de Estado, en acuerdo con las Cortes Castellanas asumió la Regencia el Cardenal Cisneros, al tiempo que se llamaba a toda urgencia a Fernando el Católico, que se encontraba en Italia, para que volviera a su puesto de gobernador, marcado en el testamento isabelino. El cardenal Cisneros, hombre de intachable honradez, asumió su primera regencia de la Corona de Castilla. Ése era también el deseo de Juana, pero no para abandonar el poder, sino para ejercerlo asesorada por su padre. Entre tanto, su negativa a enterrar a Felipe el Hermoso y su macabro peregrinar con el cadáver insepulto de su marido por los pueblos de Castilla, en el invierno de 1507, produjo tan penosa impresión que ya el pueblo le dio su nombre: Juana, la Loca.
 

FERNANDO EL CATÓLICO 
En el verano de 1507, el Rey Católico emprendió el retorno a España. Por entonces su hija Juana, rota por el dolor por la muerte de su marido, que además estaba embarazada, daba ya muestras aceleradas de demencia, entre ellas, abrir diariamente el féretro que contenía el cadáver. Poco después, la soberana comunicó su intención de trasladar los restos de Felipe el Hermoso a la ciudad de Granada, en una macabra procesión que debía atravesar media Península. Juana y su cortejo no avanzaron demasiado. En ese peregrinar por Castilla, se detuvo en Torquemada para dar a luz a su última hija, Catalina, que sería su única compañera durante dieciocho años, hasta que su nuevo destino de reina de Portugal.
En un pequeño pueblo próximo a Burgos, se encontró con su padre. Éste vio a Juana, con el ataúd de su esposo Felipe. Padre e hija tomaron el camino de Burgos, pero poco antes de llegar doña Juana se negó a seguir. La hija de Fernando, Catalina, en 1501 estaba casada con el príncipe Arturo de Inglaterra. Pero éste falleció en al año siguiente. Por lo que el rey inglés Enrique VII negoció su nuevo matrimonio con la joven viuda española que el pueblo inglés tanto quería. En el invierno de 1506 Fernando apoyó su deseo pero resultó imposible convencer a Juana, y este problema conjuntamente con el ímprobo trabajo de gobernar el Imperio español con Juana como Reina de la que era imposible tratar, llevó a Fernando el Católico a la decisión de confinarla en Tordesillas, a mediados de febrero de 1509. Fernando no vaciló y, para evitar que la nobleza castellana la influenciara, (cosa que más adelante intentaron) hizo que la encerraran en Tordesillas, fuertemente vigilada. Allí permaneció durante medio siglo, hasta su muerte en 1555. Durante años, retirada Juana al convento de las clarisas de Tordesillas, Fernando ejerció las funciones de rey de Castilla, contando con el apoyo de los más fuertes sectores de la nobleza y especialmente de Cisneros, arzobispo de Toledo, y del duque de Alba.
Cuando llegó a Tordesillas, Juana estaba acompañada de su hija menor, la joven infanta Catalina, y no se hallaba lejos del cadáver de su marido, depositado provisionalmente en el monasterio de Santa Clara. Sin embargo, su primer guardián se ponía cada vez más nervioso cuando ella se negaba a colaborar, y en 1516 el cardenal Cisneros lo destituyó por maltrato.
El segundo gobernador de la casa de doña Juana, Hernán Duque de Estrada, era un hombre culto que la trató con compasión. Escribió al cardenal Cisneros que, si se tenía algo de paciencia, a veces la reina era capaz de períodos prolongados de lucidez, aunque confesaba que "lo que no cabe dudar es cuánto conviene razonarla con amor”.
El más criticado fue el marqués de Denia, cuya familia se encargó de vigilar a la reina hasta su muerte en el año 1555. Siguiendo órdenes de Carlos I, restringió a Juana el acceso a cualquier información políticamente sensible. Durante cuatro años se le ocultó la muerte de su padre.
Pero volvamos atrás en el tiempo.

CARDENAL CISNEROS
Fernando había dejado a Cisneros como regente en Castilla. Y se entrevistó con el rey francés Luis XII, para poder contar con una paz en la frontera norte. También se preocupó de disolver sin miramientos al “partido flamenco”, los componentes cercanos a Felipe el hermoso y dejó a Gonzalo Fernández de Córdoba en Andalucía.
Fernando, con el fundamental apoyo de Cisneros gobernaron Castilla y todo el Imperio.  Queda claro que Fernando jamás se aprovechó de la debilidad mental de su hija Juana. Ella jamás hubiera podido gobernar tomando decisiones que afectaban a numerosas poblaciones y un territorio inmenso. Evidentemente gobernar Castilla y Aragón, todas las expediciones de América, y las posesiones en el Mediterráneo de la corona aragonesa era un trabajo impresionante, no apto para cualquiera. Luchar contra Francia y conseguir el reino de Navarra definitivamente, que lo cedió a Castilla. Y vio que era posible cerrar el Tirreno por medio del litoral africano.
Fernando reunió una Junta en Burgos para analizar los malos resultados de la primera etapa de América, ya que todo eran gastos y lo recaudado no compensaba el sacrificio. Pero sólo la Corona podía controlar los desmanes, ya que los viajes, con ella o sin ella, iban a continuar. Así promulgó en 1514 las Leyes de Indias, un avance social inédito para la época.
El Rey estaba preocupado por ejecutar la incorporación definitiva de Nápoles a la Corona de Aragón. Maniobró hábilmente hasta conseguir una especie de reconciliación entre venecianos, aliados de Cataluña, y genoveses que lo eran, y muy estrechos, de Castilla. Por esta vía se esperaba garantizar las comunicaciones mercantiles tan afectadas y dañadas por la piratería.
En 1509, con los recursos reunidos, Pedro Navarro culminó una gran operación de guerra conquistando Orán. El entusiasmo prendió en las Cortes aragonesas. Túnez y Argel entraron en  buenas relaciones que pueden calificarse de protectorado. Al año siguiente se organizó la gran expedición que debía completar el cierre a los turcos, ocupando la isla de Djerba frente al litoral libio. El mando de la expedición fue encomendado a un hijo del duque de Alba.
Los acuerdos con Luis XII de Francia dividían la península italiana, el norte, dirigido desde Milán, incluyendo Génova, bajo el mando galo; el sur sería de dominio hispano, Cerdeña, Sicilia y Nápoles y en medio quedaban los Estados Pontificios y Florencia, de los Medici.  Fernando de Aragón hubo de volver al enfrentamiento con Francia: puso en pie una nueva Liga que llamó Santísima porque defendía las prerrogativas del vicario de Cristo y en ella entraron su consuegro Maximiliano y su yerno Enrique VIII de Inglaterra. Francia disponía de mejores tropas, a cuyo frente se hallaba un hermano de Germana de Foix, esposa por entonces de Fernando, el duque de Nemours, que logró la brillante victoria de Rávena sobre los aliados. Pero en esta batalla perdió la vida. Por lo que esos derechos pasaban a la reina de Aragón, la esposa de Fernando, Germana. Los reyes de Navarra, Catalina y Juan de Albret, habían suscrito un acuerdo con Fernando. Al estallar la guerra éste les exigió obediencia. Los Albret escogieron el bando francés. Pero Navarra era España y así lo pensaba la mayoría de los navarros. Don Fernando ordenó al duque de Alba que tomara posesión del reino, y las Cortes de este acordaron negociar la incorporación. De modo que la entrada de Navarra en la Corona de Castilla.
Fue el último gran éxito de Fernando el Católico. Nunca pudieron los franceses enmendarle la plana.
Fernando de Aragón,  murió en Madrigalejo, cerca de Cáceres, el 23 de enero de 1516.
CARLOS I DE JOVEN 
El reinado de Fernando el Católico y de Isabel I de Castilla, supuso un final de etapa en la Historia de España. Juana I de Castilla murió siendo reina y el hijo de ésta, Carlos, que cumplía entonces diecisiete años, acordó con su madre que el reinado de Castilla sería compartido, si bien la gobernación de todos los territorios castellanos sería realizado por Carlos, figurando ambos en la documentación con el nombre de Juana en primer lugar. Carlos I, (se conservó el numeral correspondiente a Castilla), se convirtió en el titular de todos los reinos de la Península salvo Portugal.
 

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