EL GLORIOSO
Las
exploraciones realizadas fueron hitos impensables para cualquier otro país. La
determinación de los reyes y los marinos, crearon una época gloriosa para el
mundo de aquel tiempo. Su emprendimiento y realización requerían no solo de
oportunidad sino de voluntad, decisión, recursos, conocimientos y capacidades
no al alcance de todos. Ingentes recursos y conocimientos fueron invertidos en
la tarea. Conocimientos de astronomía, navegación, construcción naval,
ingeniería militar, arquitectura, bellas artes, literatura, teología, derecho,
administración y economía; fueron necesarios para el buen fin de la empresa
americana.Y no todo eran riquezas. A tal punto que el rey Fernando, ya muerta Isabel en 1504, años antes, se planteó dejar de ocuparse de América por los ridículos beneficios que se conseguían a cambio de la vida de demasiados hombres. Por suerte fue aconsejado proseguir en el empeño ya que la obra no era fácil, pero era larga y requería tiempo y muchos esfuerzos. La clave de su éxito estuvo en el control de los mares y para ello necesitó un despliegue descomunal de navíos. Entre ellos, destacó el galeón español, un modelo de barco característico de España que cubría todas las necesidades de la nación en cuanto al comercio y la defensa de sus posesiones.
Para mantener el control de sus conquistas y transportar sus preciados metales, España tuvo que crear un navío versátil que cumpliera con los requisitos necesarios para llevar a cabo estos menesteres cruciales. Fue así como se le acabó dando forma al galeón español, una adaptación del galeón estándar y su poderío en combate, pero con un tamaño menor y procurando la velocidad y agilidad de las carabelas portuguesas.
EL MANILA
Los
marineros tenían que ser castellanos y cristianos viejos, y debían reunir la
siguientes características: Reputación intachable. Probados sentimientos
religiosos y Autorización para embarcar.La tripulación para un navío por ejemplo de 100 toneladas era de 31 personas. La vida a bordo era soportable para esos tiempos. Hoy sería impensable de todo punto. Al amanecer comenzaban las tareas. Limpiar las cubiertas, reparar e izar las velas cuando fuera necesario, remendar redes, y si había habido tempestad los trabajos aumentaban. Se bañaban en el mar en época de calma. Por las tardes estaban más relajados, se quitaban mutuamente los piojos, cantaban, pescaban. El problema alimentario no era por la insuficiencia calórica, era más por el desequilibrio nutricional. Las frutas y verduras solo se consumían los primeros días, luego su falta ocasionaba problemas de salud. La hora de la comida era además de la alimentación en sí motivo de vida en común. Los alimentos eran malísimos
Sin embargo, la velocidad a la que podía navegar el galeón fue disminuyendo en favor de aumentar el tamaño de los barcos y, por tanto, su capacidad para transportar más mercancía, que osciló en portes de entre 500 y 1200 toneladas. Conforme los metales preciosos iban llegando a Europa el Atlántico se convirtió en un lugar peligroso, por lo que el casco de los galeones ganó en grosor para soportar mejor las posibles andanadas disparadas desde naves enemigas.
Lo habitual es que estas embarcaciones tuvieran entre 30 y 50 metros de eslora, y 12 o 15 metros de manga, pero hubo grandes galeones de hasta 60 metros de proa a popa. En España destacaron los astilleros vascos y andaluces, que tuvieron sus homólogos en La Habana y Filipinas a medida que el comercio de las Indias se fue expandiendo. Se estima que hicieron falta unos 2000 árboles para adquirir la madera necesaria para un galeón, cuya construcción podía alargarse durante dos años. La estructura consistía en dos o tres cubiertas con una proa en forma de pico, donde se colocaba el mascarón, y un castillo de popa alto. Aunque el término “galeón” proviene de “galera”, este barco no se propulsaba con remos, sino que su avance depende de las velas, cuadradas o triangulares, repartidas entre los tres o cuatro mástiles que se levantaban sobre la cubierta principal del navío. La distribución de la combinación de velas y la pericia de la tripulación eran capaces de que un galeón navegase a 8 nudos, es decir, unos 14 kilómetros por hora. En los extremos más altos de cada mástil ondeaban en el aire banderas con el escudo de armas de la monarquía española.
La versatilidad del galeón español se demuestra con las dos vertientes para los que se utilizó. Su eficacia militar estuvo fuera de dudas. Este barco pertrechado con unos 40 cañones se convertía en una rocosa pieza de artillería en la mar que trajo de cabeza a las demás potencias europeas y a los temerarios piratas que intentaron asaltar barcos españoles. Los galeones de guerra fueron la principal escolta de la Flota de Indias, la organización naval con la que se transportaban dos veces al año la plata, el oro desde América al puerto de Sevilla. La protección era similar en el conocido como Galeón de Manila, una flota ideada como la que navegaba por el Atlántico, pero en el Pacífico, donde conectaba comercialmente América con Filipinas y China.
Ni las potencias rivales de España ni la edad de oro de la piratería supusieron un gran problema para el Imperio español. Tal y como se puede leer en el libro El oro de América: “Hollywood miente. Es hora de decirlo a las claras. Las fuerzas de la naturaleza y el inmenso y oscuro mar, más que los piratas o los buques de las naciones con las que se mantenían conflictos, fueron los auténticos enemigos de los barcos cargados de tesoros que cubrían la Carrera de Indias, la extraordinaria ruta marítima que unía los territorios de la monarquía a través del océano Atlántico”. El cine y las novelas también han romantizado la vida a bordo de los barcos la Edad Moderna con aires de libertad y aventura en lo que realmente era una lucha por la supervivencia en un entorno implacable. Entre 120 y 300 personas podían navegar a bordo de estos galeones sumando la tripulación y los pasajeros, lo que suponía una falta total de intimidad y comodidad en viajes que se alargaban durante meses.
“Las
condiciones de hacinamiento y la poca posibilidad de bañarse adecuadamente
significaban que un galeón estaba plagado de todo tipo de pasajeros altamente
indeseables. Las ratas en la bodega, las cucarachas en las cubiertas, los
gusanos en la sopa, los insectos en la ropa de cama y los piojos en el cuerpo
eran parte del viaje marítimo”. Es
por ello que infinidad de hombres y mujeres que subieron a bordo de algún
galeón sufrieron alguna enfermedad contraída a bordo por la falta de higiene y
una dieta que empeoraba con el paso de los días en alta mar ante el deterioro
de los alimentos. No debe ser fácil imaginar desde nuestro confortable siglo
XXI el alivio que debía sentir un marinero al pisar tierra firme cuando su
barco llegaba a buen puerto.