9 de diciembre de 1824. Dentro de
la gran Guerra Civil que fueron las batallas por la emancipación de las
regiones hispanas en América, Ayacucho es considerada la última batalla y
desencadena el principio del fin del Imperio Español en América y el camino
hacia las actuales Repúblicas independientes.
En agosto de 1821 se consuma la
Independencia de México mediante el Tratado de Córdoba. La Independencia había
sido un proceso político, social y militar que puso fin al dominio español
y que tuvo lugar en la mayor parte de
los territorios del Virreinato de Nueva
España, teniendo como resultado el surgimiento del Primer Imperio mexicano. La
pérdida de esta posesión tuvo una importancia decisiva para la economía del
Imperio Español, ya que los ingresos mexicanos representaban el ochenta por
ciento del total de los caudales americanos al final del periodo colonial. La guerra por la independencia mexicana
comenzó el día 16 de septiembre de 1810, y termina con la entrada del Ejército
Trigarante a la Ciudad de México, el día 27 de septiembre de 1821.
Grabado de Denis Auguste Marie Raffet- Batalla de Ayacucho de 1824.
Pero todo el proceso se desencadena
a raíz del "Pronunciamiento de Riego". Llamamos así en realidad a un
acto de desobediencia militar ante el reinado del felón Fernando VII. Un
gobierno absolutista que había traicionado a su pueblo derogando la
Constitución liberal de 1812. Realmente ese Pronunciamiento era la
desobediencia para no realizar la “Grande Expedición de Ultramar”. Fue
realizado por el teniente coronel Rafael del Riego. Detonante de la Revolución
de 1820 y de la pérdida definitiva del Imperio español en América, a causa de
la disolución de la mayor flota y el más grande ejército de Ultramar reunidos
por España para sofocar la revolución hispanoamericana. Estaba dispuesto un
ejército de 22.000 hombres entre infantería y marinos y 12 buques de guerra
perfectamente armados,
Pero Riego no actuaba solo, sus
principales instigadores fueron Antonio Alcalá Galiano, por entonces diputado
en Cortes que llegaría a ser ministro de marina posteriormente con la reina y
Juan Álvarez Mendizábal, un oportunista comerciante, masón liberal, que con el
tiempo ascendería meteóricamente en la escala política con la reina regente.
El Pronunciamiento comenzó el 1 de
enero Las Cabezas de San Juan, Sevilla, donde estaban acantonadas las tropas de
la Gran Expedición de Ultramar.
Así en agosto de 1821 se consuma la
Independencia de México mediante el Tratado de Córdoba. Esto tuvo como resultado el Primer Imperio
mexicano.
Pero realmente la batalla que
determina el final de la pertenencia de Hispanoamérica al Imperio Español, es
la de Ayacucho, (Perú). El 9 de
diciembre de 1824 se capitula ante las fuerzas sublevadas (Revolucionarios
emancipadoras) al mando de José A. Sucre, militar cercano a las posturas de
Bolívar.
Ya en años anteriores una
expedición realizada por el general San Martín, desembarcaron en las costas del
Perú, provenientes de Chile. El ejército
realista abandonó Lima y se desplazó a Cuzco y San Martín proclamó la
Independencia de Perú el 28 de julio de 1821. Se estableció el primer Congreso
Constituyente del país.
Pero para los emancipadores era
necesario un acuerdo entre los grandes generales, Bolívar y San Martín, cosa
que se intentó en la entrevista de ambos en Guayaquil, actual Ecuador. No hay
testimonio fehaciente de lo hablado entre ellos, pero lo cierto es que San
Martín no convenció a Bolívar de sus ideas monárquicas que tenía, buscando una
persona de la casa de Borbón. Ya pocos años antes, incluso el general Manuel
Belgrano en Buenos Aires era defensor del “Carlotismo”, una idea que se
centraba en la posibilidad de que Carlota de Borbón, infanta hermana del rey
Fernando fuera la monarca de toda la América Hispana. Pero el tema aunque tuvo
muchos partidarios se fue disolviendo con los años. No obstante, a partir de
1816, como consecuencia de la restauración absolutista en Europa, reaparecieron
los proyectos monárquicos en las Provincias Unidas. Incluso el propio Manuel
Belgrano volvió a ser el adalid del monarquismo rioplatense. Pero esta vez, la
candidatura de Carlota Joaquina parecía abandonada por completo.
SAN MARTÍN - BOLÍVAR
El proyecto había fracasado
principalmente por la injerencia británica. Gran Bretaña no deseaba que una
princesa española en un hipotético reino rioplatense anulara las ventajas
comerciales que ya disfrutaba.
San Martín sabía que una República
no era la solución, ya que por entonces no se trataban de países distintos,
sino de virreinatos y regiones muy diferentes. Los que piensen que todo el
mundo quería una república están muy equivocados, ya que hay que entender que
la idea de “república” era muy nueva en el mundo: solo se conocía el caso
exitoso de la Independencia Estadounidense, y este tenía aún pocos años de vida
Por lo que debido a que Bolívar
realmente tenía ideas imperialistas, la
entrevista de Guayaquil fracasó y San Martín se retiró de todos sus
cargos dejando a Bolívar que continuase su trabajo.
El virrey del Perú era José de la
Serna, un héroe de la Guerra de Independencia en España, de ideas liberales,
pero fiel al rey. Los refuerzos esperados nunca llegaron, consiguió retrasar la
independencia tres años más. A principios de 1824 las fuerzas de José de la
Serna se dividieron a causa de una rebelión encabezada por el general Pedro
Olañeta, que generó en batallas mermando las fuerzas, cosa que aprovechó
Bolívar para llevar sus tropas a las puertas de Cuzco en el mes de octubre,
dejando al mando del final de la campaña a su lugarteniente José de Sucre.
En realidad el traidor de Olañeta
había negociado con Bolívar y se refugió en el alto Perú dejando a De la Serna
solo frente al ejército independentista.
La batalla se desarrolló en la
Pampa de Quinua o Ayacucho a más de 3.000 metro de altitud.
El ejército realista comandado por
de la Serna contaba con unos 8.000 hombres, unos 900 nacidos en la península y
el resto nacidos en América, eran americanos que deseaban un autogobierno sin
romper con la metrópoli. Bien mirado era una gran Guerra Civil, todos eran
españoles.
Por su parte el ejército de Sucre
lo componían entre 7.000 u 8.000 hombres, todos americanos y un contingente de
militares mercenarios ingleses. Dado que había familiares en ambos bandos
provocó la curiosa circunstancia que muchos de ellos se abrazaran antes de
entrar en combate.
Los realistas ocupaban una zona
elevada pero no pudieron resistir mucho por la falta de víveres. Por lo cual
ante una embestida enemiga, un flanco realista bojó atropelladamente por la
colina y sin duda ahí se decidió la batalla, aunque los realistas tenían muy
difícil ganar dada la traición de Olañeta. Los oficiales al frente de los
realistas contenían el ataque y hasta pasaron a la ofensiva. El Virrey se lanzó
al ataque en persona y cayó herido y fue capturado. Sus hombres fueron
capturados y los jinetes huyeron.
Poco después se firmó la rendición.
El ejército Real del Perú renunciaba a seguir combatiendo y se le permitía el
licenciamiento o el regreso a España. Los rebeldes aceptaban que puerto Callao
siguiera en poder español. La batalla costó la vida a unos 2.100 hombres de los
cuales 1.800 eran del ejército realista.
Al año siguiente Olañeta refugiado con sus fuerzas en el Alto Perú fue
derrotado y muerto por Sucre.
Honrosa y heroica fue la defensa d
la última guarnición española en el puerto del Callao, a 15 kilómetros de Lima.
Hasta el 23 de enero de 1826 resistieron los españoles del brigadier José Ramón
Rodil. Diez meses en la fortaleza Real Felipe, sabiendo que no llegarían
refuerzos y hasta agotar los víveres y las municiones frente a una fuerzas muy
superiores. Recibieron unas 20.000 balas de cañón. Cuando tras la rendición se
iba a fusilar a Rodil y sus supervivientes, unos 400 hombres de los 2.800 que
habían integrado la plaza, Bolívar dio la orden de no ejecutarlos ya que “El
heroísmo no es digno de castigo”.
Ese día se arrió la última bandera
española en tierra firme americana. Del glorioso Imperio solo quedaban las
islas de Cuba y Puerto Rico en América.
A su regreso a España los
supervivientes de Ayacucho y Callao tuvieron que aguantar las maledicencias de
algunos que pensaban en un supuesto acuerdo masónico contra el rey Fernando
VII.
Los muertos en combate, las heridas
del Virrey de la Serna y el heroísmo de los supervivientes del Callao son
pruebas más que suficientes para acallar esa teoría de la conspiración. Más
bien habría que preguntar que hicieron en la Metrópoli por ayudar a aquellos
hombres que defendían la causa del rey.
El gobernador del campo de
Gibraltar les preguntó con mala intención “Señores, ¿Con que aquello se perdió
masónicamente?” . A lo que el brigadier Francisco de Mendizábal respondió
lacónicamente “Señor, aquello se perdió como se pierden las batallas”.
El rey recompensó a de la Serna con
el título de Conde de los Andes y a Rodil con el de Marqués de Rodil. Ellos y otros generales y oficiales veteranos
desempeñarían puestos de importancia en la España Liberal ya muerto Fernando
VII.