Era lusitano, un pueblo prerromano
que se asentaba en la zona portuguesa de Castelo Branco y parte de lo que
conocemos hoy como Extremadura, en España. Hacia el norte, los lusitanos se
extendieron hasta el río Duero, donde hacían frontera con los galaicos.
El 147 a. C., el nuevo líder lusitano Viriato reunió a las tribus lusitanas de nuevo e inició una guerra de guerrillas contra los romanos, sin presentarles batalla en campo abierto. Infligió numerosas derrotas a las temibles legiones romanas, valiéndose de estratagemas. La movilidad de las tropas de Viriato, que aprovechaba su amplio conocimiento del terreno, hacía imposible a los romanos obtener alguna victoria sobre los lusitanos. Viriato sostuvo una guerra de ocho años contra las tropas romanas, llegando a dominar más de la mitad de la Península Ibérica. Varios cónsules y pretores fueron vencidos o muertos en alguno de los combates, como es el caso del pretor Cayo Vetilio en la batalla de Tribola (147 a.C.). Con esta victoria, Viriato se hizo dueño de toda la provincia Ulterior. Su fama se extendió por toda la Celtiberia, donde llegó a ocupar la ciudad de Segobriga (cerca de Saelices, Cuenca).
En el 146 a.C. termina la Tercera Guerra Púnica y los romanos disponían ahora de mayores recursos bélicos para enviar refuerzos a Hispania. Con los nuevos refuerzos llegados a la Península, los romanos pudieron repeler durante dos años a los lusitanos e incluso infligirles varias derrotas. Viriato se vio obligado de atrincherarse. En el 143 a.C. volvió a desplegar una ofensiva contra los romanos, recuperando el terreno perdido.
En el año 140 a.C., Viriato tuvo en sus manos el poder aniquilar el ejército de Serviliano, pero sus tropas habían mermado y estaban ansiosas de paz y Viriato ofreció la paz al enemigo. Los romanos, sabiendo que no podían derrotar al caudillo lusitano, firmaron un tratado de paz, que reconocía la independencia de Lusitania, cosa que no gustó mucho al Senado romano. Roma seguía sin tener dominio alguno sobre la mayor parte de las tierras que más tarde constituirían la Provincia Hispania Ulterior Lusitania, a excepción de El Algarve.
Pero un año más tarde, Roma se recupera de sus derrotas militares en Hispania y envía a un nuevo procónsul para la provincia Ulterior, Quinto Servilio Cepión, cuya primera medida fue romper el pacto llevado a cabo poco antes entre Viriato y su predecesor. Cepión, con un enorme contingente militar, pone cerco a las posesiones lusitanas y obliga a Viriato a retroceder hacia el interior de Lusitania. Viriato, queriendo conseguir una paz honrosa para su gente, envió a tres de sus lugartenientes al campamento de Cepión. El procónsul romano, en vez de negociar, ofreció a los emisarios de Viriato tierras y dinero si le conseguían la cabeza de Viriato. Los tres emisarios aceptaron, cumplieron su misión. El año 139 a.C., Viriato era asesinado por sus propios lugartenientes, sobornados por Roma, mientras dormía en su tienda. Los traidores se presentaron nuevamente ante Cepión para comunicarle que habían cumplido su parte del pacto y reclamarle el dinero y las tierras prometidas por el romano. Dice la leyenda que el general romano los miró con desprecio y les espetó: “Roma no paga a traidores”.
MUERTE DE VIRIATO - José de Madrazo- Museo del Prado
Con
la muerte de Viriato desaparece también la última resistencia organizada de los
lusitanos, y Roma continuaría adentrándose en la Lusitania. La caída de
Lusitania dejó el camino abierto para el general romano Décimo Junio Bruto, que
se interna hasta la inexplorada Gallaecia. La conquista de Talobriga, el último
reducto lusitano, supuso el fin de la guerra y la anexión total de la zona. Con el fin de las Guerras Lusitanas, todo el
nuevo territorio conquistado al sur del Duero quedó como propiedad del Estado
romano. Viriato quedó en la memoria hispanico como el referente heroico de la resistencia sin tregua frente al invasor.