miércoles, 20 de noviembre de 2024

CAPTURA DEL STANHOPE - 1710

Blas de Lezo, el almirante “Medio Hombre” , debido a la pérdida de una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez (Málaga), un ojo tres años después en Tolón y el brazo derecho en otro de los muchos combates navales que había librado a lo largo de su vida.

Destinado en el puerto de Rochefort con labores de guardacostas, el almirante participó en la lucha contra varios navíos enemigos y fue ascendido a capitán por su valía y coraje. Fue ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707, y tres años después realizó una gran gesta rindiendo en 1710 a una decena de barcos enemigos, el menor de los cuales disponía de 20 piezas de artillería. Era su forma de actuar, sin arredrarse. Conocedor de sí mismo, de sus posibilidades y limitaciones, leía los secretos del mar casi a ciegas.

Caía la tarde en el mar océano y pudo ver al “Stanhope” que era un enorme navío inglés de la Compañía de las Indias repleto hasta los topes de riquezas expoliadas: sedas, especias y exóticos perfumes, un enorme buque de 1.700 toneladas.

En medio del Atlántico profundo, de Lezo, este intrépido e incalificable marino, apoyado literalmente en su pierna de roble, llevaba el mando de la fragata francesa “Valeur” (en aquella época existía el intercambio entre las escuelas de oficiales de ambos países).

Poco después interceptó al Stanhope, un barco de 70 cañones mandado por John Combs, triplicaba en fuerzas al vasco pero sabía que era una persecución a vida o muerte e intuía que no iba a salir bien parado por la demostración de pericia de los marinos que llevaban aquella pequeña nave. Muchos guipuzcoanos navegaban a las órdenes del “medio hombre” y en la cubierta, ante el inminente zafarrancho, se mezclaban las plegarias en euskera, castellano y francés implorando al sumo hacedor la victoria sobre los malvados herejes. La experimentada tripulación a las órdenes de Lezo funcionaba como un reloj suizo. Con hábiles maniobras evasivas obligaban al gran navío a disparar permanentemente en ángulo muerto. De Lezo sostuvo un cañoneo económico pero letal contra aquel monstruo, mientras maniobraba velozmente con su pequeña fragata en busca del temido abordaje del cual los isleños huían como de la peste.


BLAS DE LEZO 
Cuando ya estaban las dos amuras solapadas, ordenó el lanzamiento de los garfios. Desde las cofias de la embarcación capitaneada por Lezo, se comenzó a arrojar granadas sobre la cubierta del barco inglés a un ritmo infernal. Esta maniobra era indispensable para preparar el abordaje, dejar la cubierta expedita y enfrentarse al menor número de enemigos posible en el momento del asalto final. La metralla barredora, arrojada desde esas alturas hacía estragos. Los ingleses lo fiaban todo a su mejor artillería por la distancia de alcance y el mimo de la pólvora siempre conservada en sal para evitar humedades al tiempo que evitaban el temido cuerpo a cuerpo con los infantes de marina españoles.

Entonces, sucedió el lanzamiento de los garfios: ”Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico” La maniobra de abordaje española era muy temida, particularmente por los ingleses, que confiaban en su superior artillería. En el momento del asalto, la tripulación de cubierta del navío inglés había sido literalmente diezmada y las escotillas de popa y proa bloqueadas por una enorme cantidad de madera astillada mientras pequeños focos de fuego invadían la cubierta. Para colmo de males, durante la persecución, la nave de Lezo, la Valeur, había creado un impacto directo en la base del palo de mesana y este había caído en toda su extensión por la amura de babor, actuando como un potente freno. Escorada la nave inglesa sin remisión estaba vendida ante las rapidísimas bordadas de la fragata francesa dirigida por aquel hombre que de joven, sentado en la bocana del puerto de Pasajes, soñaba con embarcarse hacia el mundo de sus sueños algún día. En ese momento Combs sitió el pánico. Las ágiles maniobras de Blas de Lezo, además de desconcertantes pues no seguían un patrón de rumbo previsible, los atormentaba con ingentes cantidades de metralla. La evidencia de que aquello se convertiría en una masacre, hizo reflexionar al capitán inglés. Finalmente, con toda la oficialidad fue entregando uno a uno los sables cogidos por la hoja en un breve acto cortés. La bandera de la Unión Jack arriada convenientemente y doblada con cuidado por los infantes de marina españoles, sería entregada al hombre más curtido de la historia de la marina española.

De este modo, con una tripulación muy inferior en número, Blas de Lezo logró apresar al Stanhope, un buque de la India Company, no sin sufrir heridas (¡como siempre!), siendo ascendido a Capitán de Fragata.

"No hay patria sin compatriotas a los que admirar. La patria no es un territorio ni una fecha, es el ideario donde habitan hombres como Blas de Lezo. El sacrificio, esfuerzo y humildad convirtieron al marino en uno de nuestros mejores hombres".


sábado, 16 de noviembre de 2024

JUANA I DE CASTILLA NO FUE PERJUDICADA

Hay algunas personas que comparten artículos que manipulan la historia,  asegurando que tanto su padre, Fernando el católico como su hijo, Carlos I decidieron que estaba loca, y además por ser mujer aprovecharon eso para hacerse con el poder. Nada más absurdo.


Las Cortes de Toledo en mayo de 1502 marcaron la vida pública de Juana, pues fue entonces cuando empezó a ponerse en cuestión su idoneidad para gobernar. Cuando la reina Isabel redactó un último testamento poco antes de su muerte, en 1504, existían serias dudas en torno a la salud mental de Juana. Aunque Isabel la confirmó como heredera de sus reinos, en el documento añadía que si la reina Juana, "estando en ellos, no quiera o no pueda entender en la gobernación dellos", sería Fernando quien ejercería la regencia en su nombre.
Para impedir una usurpación de Felipe de Habsburgo, la soberana subrayaba su condición de extranjero y prohibía expresamente que se asignara cualquier cargo civil. La expresión "o no pueda" constituye la señal más sólida de que la madre de Juana dudaba de su capacidad para gobernar. Numerosas pruebas sugieren que no estaba preparada para gobernar el Imperio que sus padres le dejaron.

FELIPE I DE CASTILLA 
La muerte repentina de Felipe el Hermoso, en septiembre de 1506, supuso un tremendo golpe emocional para Juana, embarazada de su sexto hijo.
Según el humanista y cronista Pedro Mártir de Anglería, al servicio de los RR CC, hombre de reputada seriedad, señala que Juana se empeñó en reabrir el féretro del esposo, mientras lo trasladaba de un pueblo a otro de Castilla, a fin de examinar sus restos, quizá para evitar que se extraviaran o fueran robados. De ahí el famoso óleo del pintor Francisco Pradilla, realizado en 1877, que ilustra este texto.


Para los que opinan que Fernando la encerró en Tordesillas, hay que tener en cuenta que eso ocurrió tres años después de la muerte de Felipe, cuando Juana ya estaba realmente enferma, y podía ser presa de las ambiciones de los nobles castellanos, en su ausencia o en el futuro si él mismo ya faltara, como así ocurrió en la Guerra de los Comuneros de Castilla.
Con la muerte de Felipe I de Castilla el marido de Juana, en septiembre de 1506 se acababa uno de los reinados más breves de la historia de España. Y como Juana se negaba a entender en los problemas de Estado, en acuerdo con las Cortes Castellanas asumió la Regencia el Cardenal Cisneros, al tiempo que se llamaba a toda urgencia a Fernando el Católico, que se encontraba en Italia, para que volviera a su puesto de gobernador, marcado en el testamento isabelino. El cardenal Cisneros, hombre de intachable honradez, asumió su primera regencia de la Corona de Castilla. Ése era también el deseo de Juana, pero no para abandonar el poder, sino para ejercerlo asesorada por su padre. Entre tanto, su negativa a enterrar a Felipe el Hermoso y su macabro peregrinar con el cadáver insepulto de su marido por los pueblos de Castilla, en el invierno de 1507, produjo tan penosa impresión que ya el pueblo le dio su nombre: Juana, la Loca.
 

FERNANDO EL CATÓLICO 
En el verano de 1507, el Rey Católico emprendió el retorno a España. Por entonces su hija Juana, rota por el dolor por la muerte de su marido, que además estaba embarazada, daba ya muestras aceleradas de demencia, entre ellas, abrir diariamente el féretro que contenía el cadáver. Poco después, la soberana comunicó su intención de trasladar los restos de Felipe el Hermoso a la ciudad de Granada, en una macabra procesión que debía atravesar media Península. Juana y su cortejo no avanzaron demasiado. En ese peregrinar por Castilla, se detuvo en Torquemada para dar a luz a su última hija, Catalina, que sería su única compañera durante dieciocho años, hasta que su nuevo destino de reina de Portugal.
En un pequeño pueblo próximo a Burgos, se encontró con su padre. Éste vio a Juana, con el ataúd de su esposo Felipe. Padre e hija tomaron el camino de Burgos, pero poco antes de llegar doña Juana se negó a seguir. La hija de Fernando, Catalina, en 1501 estaba casada con el príncipe Arturo de Inglaterra. Pero éste falleció en al año siguiente. Por lo que el rey inglés Enrique VII negoció su nuevo matrimonio con la joven viuda española que el pueblo inglés tanto quería. En el invierno de 1506 Fernando apoyó su deseo pero resultó imposible convencer a Juana, y este problema conjuntamente con el ímprobo trabajo de gobernar el Imperio español con Juana como Reina de la que era imposible tratar, llevó a Fernando el Católico a la decisión de confinarla en Tordesillas, a mediados de febrero de 1509. Fernando no vaciló y, para evitar que la nobleza castellana la influenciara, (cosa que más adelante intentaron) hizo que la encerraran en Tordesillas, fuertemente vigilada. Allí permaneció durante medio siglo, hasta su muerte en 1555. Durante años, retirada Juana al convento de las clarisas de Tordesillas, Fernando ejerció las funciones de rey de Castilla, contando con el apoyo de los más fuertes sectores de la nobleza y especialmente de Cisneros, arzobispo de Toledo, y del duque de Alba.
Cuando llegó a Tordesillas, Juana estaba acompañada de su hija menor, la joven infanta Catalina, y no se hallaba lejos del cadáver de su marido, depositado provisionalmente en el monasterio de Santa Clara. Sin embargo, su primer guardián se ponía cada vez más nervioso cuando ella se negaba a colaborar, y en 1516 el cardenal Cisneros lo destituyó por maltrato.
El segundo gobernador de la casa de doña Juana, Hernán Duque de Estrada, era un hombre culto que la trató con compasión. Escribió al cardenal Cisneros que, si se tenía algo de paciencia, a veces la reina era capaz de períodos prolongados de lucidez, aunque confesaba que "lo que no cabe dudar es cuánto conviene razonarla con amor”.
El más criticado fue el marqués de Denia, cuya familia se encargó de vigilar a la reina hasta su muerte en el año 1555. Siguiendo órdenes de Carlos I, restringió a Juana el acceso a cualquier información políticamente sensible. Durante cuatro años se le ocultó la muerte de su padre.
Pero volvamos atrás en el tiempo.

CARDENAL CISNEROS
Fernando había dejado a Cisneros como regente en Castilla. Y se entrevistó con el rey francés Luis XII, para poder contar con una paz en la frontera norte. También se preocupó de disolver sin miramientos al “partido flamenco”, los componentes cercanos a Felipe el hermoso y dejó a Gonzalo Fernández de Córdoba en Andalucía.
Fernando, con el fundamental apoyo de Cisneros gobernaron Castilla y todo el Imperio.  Queda claro que Fernando jamás se aprovechó de la debilidad mental de su hija Juana. Ella jamás hubiera podido gobernar tomando decisiones que afectaban a numerosas poblaciones y un territorio inmenso. Evidentemente gobernar Castilla y Aragón, todas las expediciones de América, y las posesiones en el Mediterráneo de la corona aragonesa era un trabajo impresionante, no apto para cualquiera. Luchar contra Francia y conseguir el reino de Navarra definitivamente, que lo cedió a Castilla. Y vio que era posible cerrar el Tirreno por medio del litoral africano.
Fernando reunió una Junta en Burgos para analizar los malos resultados de la primera etapa de América, ya que todo eran gastos y lo recaudado no compensaba el sacrificio. Pero sólo la Corona podía controlar los desmanes, ya que los viajes, con ella o sin ella, iban a continuar. Así promulgó en 1514 las Leyes de Indias, un avance social inédito para la época.
El Rey estaba preocupado por ejecutar la incorporación definitiva de Nápoles a la Corona de Aragón. Maniobró hábilmente hasta conseguir una especie de reconciliación entre venecianos, aliados de Cataluña, y genoveses que lo eran, y muy estrechos, de Castilla. Por esta vía se esperaba garantizar las comunicaciones mercantiles tan afectadas y dañadas por la piratería.
En 1509, con los recursos reunidos, Pedro Navarro culminó una gran operación de guerra conquistando Orán. El entusiasmo prendió en las Cortes aragonesas. Túnez y Argel entraron en  buenas relaciones que pueden calificarse de protectorado. Al año siguiente se organizó la gran expedición que debía completar el cierre a los turcos, ocupando la isla de Djerba frente al litoral libio. El mando de la expedición fue encomendado a un hijo del duque de Alba.
Los acuerdos con Luis XII de Francia dividían la península italiana, el norte, dirigido desde Milán, incluyendo Génova, bajo el mando galo; el sur sería de dominio hispano, Cerdeña, Sicilia y Nápoles y en medio quedaban los Estados Pontificios y Florencia, de los Medici.  Fernando de Aragón hubo de volver al enfrentamiento con Francia: puso en pie una nueva Liga que llamó Santísima porque defendía las prerrogativas del vicario de Cristo y en ella entraron su consuegro Maximiliano y su yerno Enrique VIII de Inglaterra. Francia disponía de mejores tropas, a cuyo frente se hallaba un hermano de Germana de Foix, esposa por entonces de Fernando, el duque de Nemours, que logró la brillante victoria de Rávena sobre los aliados. Pero en esta batalla perdió la vida. Por lo que esos derechos pasaban a la reina de Aragón, la esposa de Fernando, Germana. Los reyes de Navarra, Catalina y Juan de Albret, habían suscrito un acuerdo con Fernando. Al estallar la guerra éste les exigió obediencia. Los Albret escogieron el bando francés. Pero Navarra era España y así lo pensaba la mayoría de los navarros. Don Fernando ordenó al duque de Alba que tomara posesión del reino, y las Cortes de este acordaron negociar la incorporación. De modo que la entrada de Navarra en la Corona de Castilla.
Fue el último gran éxito de Fernando el Católico. Nunca pudieron los franceses enmendarle la plana.
Fernando de Aragón,  murió en Madrigalejo, cerca de Cáceres, el 23 de enero de 1516.
CARLOS I DE JOVEN 
El reinado de Fernando el Católico y de Isabel I de Castilla, supuso un final de etapa en la Historia de España. Juana I de Castilla murió siendo reina y el hijo de ésta, Carlos, que cumplía entonces diecisiete años, acordó con su madre que el reinado de Castilla sería compartido, si bien la gobernación de todos los territorios castellanos sería realizado por Carlos, figurando ambos en la documentación con el nombre de Juana en primer lugar. Carlos I, (se conservó el numeral correspondiente a Castilla), se convirtió en el titular de todos los reinos de la Península salvo Portugal.
 

viernes, 15 de noviembre de 2024

LOS VIAJES A AMÉRICA - LOS GALEONES

En 1492 el mundo cambió. La desaparición total de los reinos musulmanes en la península ibérica y el descubrimiento de América hicieron que aquella España fuera la mayor potencia del mundo a partir del siglo XVI hasta el XVIII en exploraciones y en las gestas navales.


EL GLORIOSO 
Las exploraciones realizadas fueron hitos impensables para cualquier otro país. La determinación de los reyes y los marinos, crearon una época gloriosa para el mundo de aquel tiempo. Su emprendimiento y realización requerían no solo de oportunidad sino de voluntad, decisión, recursos, conocimientos y capacidades no al alcance de todos. Ingentes recursos y conocimientos fueron invertidos en la tarea. Conocimientos de astronomía, navegación, construcción naval, ingeniería militar, arquitectura, bellas artes, literatura, teología, derecho, administración y economía; fueron necesarios para el buen fin de la empresa americana.
Y no todo eran riquezas. A tal punto que el rey Fernando, ya muerta Isabel en 1504, años antes, se planteó dejar de ocuparse de América por los ridículos beneficios que se conseguían a cambio de la vida de demasiados hombres. Por suerte fue aconsejado proseguir en el empeño ya que la obra no era fácil, pero era larga y requería tiempo y muchos esfuerzos. La clave de su éxito estuvo en el control de los mares y para ello necesitó un despliegue descomunal de navíos. Entre ellos, destacó el galeón español, un modelo de barco característico de España que cubría todas las necesidades de la nación en cuanto al comercio y la defensa de sus posesiones.
Para mantener el control de sus conquistas y transportar sus preciados metales, España tuvo que crear un navío versátil que cumpliera con los requisitos necesarios para llevar a cabo estos menesteres cruciales. Fue así como se le acabó dando forma al galeón español, una adaptación del galeón estándar y su poderío en combate, pero con un tamaño menor y procurando la velocidad y agilidad de las carabelas portuguesas.


EL MANILA 
Los marineros tenían que ser castellanos y cristianos viejos, y debían reunir la siguientes características: Reputación intachable. Probados sentimientos religiosos y Autorización para embarcar.
La tripulación para un navío por ejemplo de 100 toneladas era de 31 personas. La vida a bordo era soportable para esos tiempos. Hoy sería impensable de todo punto. Al amanecer comenzaban las tareas. Limpiar las cubiertas, reparar e izar las velas cuando fuera necesario, remendar redes, y si había habido tempestad los trabajos aumentaban. Se bañaban en el mar en época de calma. Por las tardes estaban más relajados, se quitaban mutuamente los piojos, cantaban, pescaban.  El problema alimentario no era por la insuficiencia calórica, era más por el desequilibrio nutricional. Las frutas y verduras solo se consumían los primeros días, luego su falta ocasionaba problemas de salud. La hora de la comida era además de la alimentación en sí motivo de vida en común. Los alimentos eran malísimos
Sin embargo, la velocidad a la que podía navegar el galeón fue disminuyendo en favor de aumentar el tamaño de los barcos y, por tanto, su capacidad para transportar más mercancía, que osciló en portes de entre 500 y 1200 toneladas. Conforme los metales preciosos iban llegando a Europa el Atlántico se convirtió en un lugar peligroso, por lo que el casco de los galeones ganó en grosor para soportar mejor las posibles andanadas disparadas desde naves enemigas.



Lo habitual es que estas embarcaciones tuvieran entre 30 y 50 metros de eslora, y 12 o 15 metros de manga, pero hubo grandes galeones de hasta 60 metros de proa a popa. En España destacaron los astilleros vascos y andaluces, que tuvieron sus homólogos en La Habana y Filipinas a medida que el comercio de las Indias se fue expandiendo. Se estima que hicieron falta unos 2000 árboles para adquirir la madera necesaria para un galeón, cuya construcción podía alargarse durante dos años.  La estructura consistía en dos o tres cubiertas con una proa en forma de pico, donde se colocaba el mascarón, y un castillo de popa alto. Aunque el término “galeón” proviene de “galera”, este barco no se propulsaba con remos, sino que su avance depende de las velas, cuadradas o triangulares, repartidas entre los tres o cuatro mástiles que se levantaban sobre la cubierta principal del navío. La distribución de la combinación de velas y la pericia de la tripulación eran capaces de que un galeón navegase a 8 nudos, es decir, unos 14 kilómetros por hora. En los extremos más altos de cada mástil ondeaban en el aire banderas con el escudo de armas de la monarquía española.
La versatilidad del galeón español se demuestra con las dos vertientes para los que se utilizó. Su eficacia militar estuvo fuera de dudas. Este barco pertrechado con unos 40 cañones se convertía en una rocosa pieza de artillería en la mar que trajo de cabeza a las demás potencias europeas y a los temerarios piratas que intentaron asaltar barcos españoles. Los galeones de guerra fueron la principal escolta de la Flota de Indias, la organización naval con la que se transportaban dos veces al año la plata, el oro desde América al puerto de Sevilla. La protección era similar en el conocido como Galeón de Manila, una flota ideada como la que navegaba por el Atlántico, pero en el Pacífico, donde conectaba comercialmente América con Filipinas y China.


Ni las potencias rivales de España ni la edad de oro de la piratería supusieron un gran problema para el Imperio español.  Tal y como se puede leer en el libro El oro de América: “Hollywood miente. Es hora de decirlo a las claras.  Las fuerzas de la naturaleza y el inmenso y oscuro mar, más que los piratas o los buques de las naciones con las que se mantenían conflictos, fueron los auténticos enemigos de los barcos cargados de tesoros que cubrían la Carrera de Indias, la extraordinaria ruta marítima que unía los territorios de la monarquía a través del océano Atlántico”. El cine y las novelas también han romantizado la vida a bordo de los barcos la Edad Moderna con aires de libertad y aventura en lo que realmente era una lucha por la supervivencia en un entorno implacable. Entre 120 y 300 personas podían navegar a bordo de estos galeones sumando la tripulación y los pasajeros, lo que suponía una falta total de intimidad y comodidad en viajes que se alargaban durante meses.


LA REAL - DE JUAN DE AUSTRIA EN LEPANTO
“Las condiciones de hacinamiento y la poca posibilidad de bañarse adecuadamente significaban que un galeón estaba plagado de todo tipo de pasajeros altamente indeseables. Las ratas en la bodega, las cucarachas en las cubiertas, los gusanos en la sopa, los insectos en la ropa de cama y los piojos en el cuerpo eran parte del viaje marítimo”.  Es por ello que infinidad de hombres y mujeres que subieron a bordo de algún galeón sufrieron alguna enfermedad contraída a bordo por la falta de higiene y una dieta que empeoraba con el paso de los días en alta mar ante el deterioro de los alimentos. No debe ser fácil imaginar desde nuestro confortable siglo XXI el alivio que debía sentir un marinero al pisar tierra firme cuando su barco llegaba a buen puerto.

jueves, 14 de noviembre de 2024

ALFONSO X, "el Sabio" - 1252-1284

En 1240 Alfonso con diecinueve años utilizó oficialmente el título de heredero de la corona de Castilla. Desde ese momento comenzó a participar en operaciones militares.
En 1243 se estableció en Murcia tras firmar un acuerdo con el rey musulmán murciano que veía como Jaime I de Aragón amenazaba su reino.

También firmó el Tratado de Almizra con Jaime I fijando la extensión del aragonés y en concierto del matrimonio con su hija Violante.
Luego dirigió la conquista del reino de Murcia incorporando a Castilla las ciudades de Alicante, Elche, Orihuela, Murcia, Mula y Cartagena.
Con Violante tuvieron once hijos, entre ellos el heredero  Sancho.
Apenas subir al trono a la muerte de su padre impulsó la reconquista haciendo vasallo al rey de Niebla, tomó el Puerto de Santa María y Cádiz ya en 1257.
Años más tarde conquistó Jerez, Medina-Sidonia, Lebrija y procedió a la repoblación de Sevilla. A los reyes de Granada y Túnez que se habían sublevados les hizo frente. Sofocó la sublevación mudéjar de la Baja Andalucía con facilidad. En Murcia lo consiguió con la ayuda de Jaime I de Aragón, pero tuvo la consecuencia de la huida de los mudéjares andaluces, con el consiguiente despoblamiento de muchos territorios de la campiña del Guadalquivir.
Siempre se tituló “Rey del Algarve”, porque parece ser que le había sido donado por Sancho II de Portugal como pago de su apoyo militar. Inició una guerra contra el rey portugués Alfonso III de Portugal que terminó en un diplomático acuerdo matrimonial. Hubo que renunciar al Algarbe. También abandonó sus pretensiones sobre Navarra evitando la guerra con su suegro Jaime I.
En 1272, una serie de reivindicaciones planteadas por los nobles fueron desoídas por el  monarca, lo que provocó el exilio de éstos en Granada, junto a sus ejércitos. Fernando de la Cerda, heredero de la corona a la sazón negoció con los nobles en un acuerdo de reconciliación.
Cuando se disponía a combatir a los benimerines, en Marruecos, en 1275, murió el infante Fernando de la Cerda, antes de que su hermano Sancho consiguiera rechazar a los musulmanes. El Rey Alfonso en su decisión provocó un conflicto sucesorio. Muerto el heredero según el derecho castellano debía corresponderle a su segundo hijo la herencia, a Sancho, pero según el derecho romano les correspondía a los hijos de fallecido, es decir a Alfonso de la Cerda y luego en un intento posterior de hacer al infante Alfonso de la Cerda rey de Jaén provocó la rebeldía de Sancho, quien buscó apoyo en Aragón y Portugal (mientras que Francia apoyaba a los de la Cerda) y se hizo reconocer por unas Cortes reunidas en Valladolid, que depusieron a Alfonso X, en 1282. Quedó el viejo rey confinado en Sevilla. Sólo Sevilla, Murcia y Badajoz permanecieron fieles al viejo monarca. Alfonso maldijo a su hijo, a quien desheredó en su testamento, y ayudado por sus antiguos enemigos los benimerines empezó a recuperar su posición. Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes iban abandonando la facción de Sancho, hasta que murió el rey en Sevilla, el 4 de abril de 1284. Sancho estaba desheredado, pero fue coronado en Toledo pocos días después.


Pero a Alfonso X no se llama el “sabio” sin motivo.
Fue un rey que sin abandonar su trabajo de gobernante y militar es muy reconocida su obra literaria y su trabajo en pos de la ciencia, historia y judicatura. Patrocinó y supervisó e incluso compuso y colaboró personalmente en diferentes trabajos, acompañados por un amplio conjunto de intelectuales de amplia procedencia. En aquella época un rey, que sin dejar sus trabajos de gobernación y militar se dedique a culturizar a su pueblo pensando que era lo más noble de su política, no era algo corriente, sobre todo dejando algo de lado la dirección religiosa. Y se entregó organizando códigos, ciencias, ejercicios lúdicos y versos marianos.
Como legislador introdujo en sus reinos un formidable cuerpo de textos jurídicos, doctrinales y normativos, ligados al Derecho Romano. Llamados “El Espéculo” y “Las Siete Partidas”. Su empresa cultural vinculó simultáneamente ingredientes tanto cristianos como musulmanes y judíos. La fecundidad de la colaboración entre intelectuales de las tres culturas tiene su máxima expresión en la Escuela de Traductores de Toledo, instituciones instaladas en Toledo, Sevilla y Murcia, que impulsó el rey sabio y que estaban destinados a los procesos de traducción e interpretación de textos clásicos, grecolatinos, alejandrinos, vertidos de árabe o del hebreo a la lengua latina, romance o lenguas diversas, emergentes, como el castellano. Trabajo el cual, junto a compiladores y autores, emprendió una ingente labor de recogida de toda clase de materiales para la elaboración de libros, que el propio rey corregía y supervisaba. Hizo tabla rasa de las diferencias de raza o religión, por lo que reunió a judíos, musulmanes, castellanos e italianos, que colaboraron libremente y otorgaron al conjunto una proyección universal.
La Historia fue una de sus grandes pasiones. Escribió o participó en “La Crónica General”, donde se propone la relación de la historia universal. Y la “Estoria de España”, (atención al nombre para los desentendidos), redactadas en lengua romance castellana, como prueba del importante apoyo del monarca al idioma castellano, desde un punto de vista unificador, en términos nacionales y políticos.
“Cantigas”, obras de carácter religioso que es en su vertiente donde el rey alcanza sus mayores logros: las 420 canciones que componen las “Cantigas de Santa María” constituyen uno de los más preciados legados de musicalidad y variedad métricas. Son una serie de canciones líricas escritas en galaico y con anotación musical e ilustraciones que son lo mejor de la pintura de su tiempo.
“Libros de axedrez, dados e tablas”. También nos dejó una obra en que la Biblia amalgama sus noticias con otras de eruditos que aportan desde glosas a curiosidades y bizarrías inauditas.
Se editaron las “Tablas Astronómicas Alfonsíes” elaboradas en 1272.
Considerado como el fundador de la prosa castellana, en la que es posible datarse el hecho en su época de la adopción del castellano como lengua oficial.

ENTRADA A LA BIBLIOTECA NACIONAL 
El Fuero real de Castilla en 1254, preparó la redacción de la que sería su gran obra, el “Código de las siete partidas”, seguramente de 1263, donde se recoge lo mejor del Derecho Romano. Este código supuso la recepción del derecho romano en Castilla y su incorporación a la corriente europea. De estudio obligatorio aún hoy.
 El “Lapidario” entre 1276 y 1279, es un tratado en el que se describen quinientas piedras preciosas, metales y algunas sustancias.
En su labor poética escribió poesía en lengua gallega. Son sus 453 composiciones algunas en un lenguaje que contiene parodia o insolencia, donde recurre a la ironía mordaz, lo que le determina como lírico de la lengua gallega.
Explica que él concebía la obra, que otros realizarían, pero ponía los medios y con sus instrucciones sobre la estructura, su contenido e incluso hasta los detalles, por eso se podía decir que el rey había escrito el libro.
 

martes, 12 de noviembre de 2024

CRISTÓBAL COLÓN Y PEDRO ALVAREZ DE SOTOMAYOR

Una teoría aporta datos para demostrar que era la misma identidad, la misma persona.


La teoría se inició con Celso García de la Riega, historiador gallego que en 1898 a petición de la Sociedad Geográfica de Madrid presento su estudio. La Subdirección General del Instituto del Patrimonio Cultural de España, una institución adscrita al Ministerio de Educación y Cultura decidió admitir a trámite, el pasado mes de abril, el estudio de los documentos depositados por los descendientes del historiador y político gallego García de la Riega en la Casa Museo de Colón en Porto Santo (Poio). Esta prueba “documental” es uno de los pilares que sustentan la teoría del origen gallego del navegante, junto la lengua usada por el navegante y las similitudes y gran cantidad de topónimos locales utilizados para bautizar nuevos lugares en el Nuevo Mundo.
Los técnicos del Instituto de Patrimonio Cultural de España, se ratifican en “la autenticidad de los documentos” utilizados para iniciar la teoría del origen gallego de Cristóbal Colón.  Parte de los estudios, ya habían sido presentados en Pontevedra, por la jefa del área de Patrimonio de la institución.
“Sabemos que Colón era gallego porque escribía en el gallego de aquella época, con los mismos giros, y por la toponimia, porque los nombres de los sitios que fue bautizando en el descubrimiento constituyen un calco de las Rías Baixas, de las costas pontevedresas, de hecho hay más de 200 lugares que coinciden. Además en ese momento el único sitio del mundo en donde existía el apellido Colón tal cual, sin que fuese Colombo ni Colóm ni nada por el estilo era aquí en Pontevedra”.
Además se sabe que Cristóbal Colón era noble, un personaje que era recibido por los reyes, tanto los castellanos como los portugueses, franceses, ingleses, todos lo trataron como noble antes, durante y después del descubrimiento, tanto a él como a su hermano Bartolomé y en esa época ningún plebeyo podría tener acceso a esas cortes, llegar a donde llegó Colón, si no era de origen noble. Entonces había que buscar un noble gallego que tuviera tratos que tuviera tratos con la corte portuguesa y castellana, y en 1976-77 Alfonso Philippot enlaza Pedro Madruga con Cristóbal Colón y todo empieza a tener forma.
Pedro Álvarez de Sotomayor, apodado Pedro Madruga nació en Pontevedra en 1430 y murió en Alba de Tormes el 16 de octubre de 1486. En el siglo XV Álvaro Páez de Sotomayor, falleció defendiendo Tuy de los ataques irmandiños, y legó el castillo a su medio hermano Pedro Álvarez de Sotomayor (1430-1486) más conocido por el sobrenombre de Pedro Madruga, uno de los caballeros feudales con más poder en la Galicia medieval a quien se atribuye la introducción de las armas de fuego en el Reino de Galicia. El castillo de Soutomaior se sitúa en el valle del río Verdugo, a pocos kilómetros de la ciudad de Pontevedra.


El apodo de Pedro Madruga viene de que Don Pedro don Álvarez de Sotomayor y el conde de Ribadavia tenían una cuestión por los límites de sus estados y resolvieron zanjarla, para lo cual pactaron lo siguiente: Uno y otro habrían de salir a caballo de sus respectivos castillos, al primer canto del gallo, y en el  sitio donde se encontrasen sería el límite de sus haciendas. Don Pedro tomando al pie de la letra lo pactado, salió de Soutomaior al cantar el gallo a media noche, llegando a las puertas de Ribadavia al rayar el día, cuando comenzaba su contrincante a cabalgar, y al mirarlo allí  exclamó con sorna “madrugas Pedro, madrugas”. Y así fue conocido.
Pedro Madruga había sido uno de los enemigos más importantes de los Reyes Católicos ya que había sido defensor de la causa de Juana, la Beltraneja, hermana por parte de padre de Isabel, a quién esta eliminó de la escena en la guerra de Sucesión Castellana de 1475.
En enero de 1486 fue a pedir audiencia a los reyes a pedir perdón por su postura en la guerra. Y aquí es donde desaparece. Lo que se argumenta es que Pedro Madruga habría fingido su propia muerte durante su viaje a Castilla y continuó con una nueva identidad, la de Cristóbal Colón.
También hay constancia de que los Reyes Católicos prepararon el final de Pedro Madruga. Protegieran en la Corte a su hijo mayor, Álvaro de Sotomayor, y ahora le exigen que se haga cargo del señorío, “desposellendo a su padrei”. Don Álvaro, fiel a los deseos de la Coroa, se presenta, en 1483, en las tierras de su padre y valiéndose del engaño, se apodera del castillo de Soutomaior; Pedro Madruga, que se encontraba en Portugal, al conocer esta traición, deshereda a su hijo mayor y le arroja su maldición.
La muerte de Pedro Madruga, en 1486, queda envuelta en la duda y el misterio. Aquí es cuando viaja a Alba de Tormes buscando la reconciliación y la gracia reales; sin conseguir sus propósitos encuentra allí la muerte. Vasco da Ponte, historiador y genealogista gallego, nos narra expresivamente el hecho:
“…unos dixeron que el conde muriera allí de dos carbúnculos, otros dixeron que el alcalde de Proiaño entrara en el monasterio con sus porquerones y que le hechara un garrote en el pescuezo; unos dicen que fue de una manera y otros dicen que fue de otra, quizá fue de entrambas maneras”.
Pero veinte años después de la guerra de Sucesión entre Castilla y Portugal, ya no había problemas, los reyes sabían perfectamente quien era Cristóbal Colón pero públicamente no podían darle todas las posesiones que le dieron llamándose Pedro Madruga porque el resto de la nobleza se les echaría encima, después de que Madruga hubiese sido un enemigo declarado. La clave es que Pedro Madruga conocía los secretos mejor guardados de la navegación portuguesa, era un experto navegante (algo que muy poca gente sabe), entonces los reyes lo que hicieron fue decirle que no le devolverían el condado de Sotomayor pero a cambio de lo que te daré me entregarás esos secretos de la navegación de Portugal. Y ahí empezaron las negociaciones, aclarando que le darían mucho, concesiones que no se las habían dado a nadie, a cambio de que esos secretos fuesen para Castilla, se ocultaría el nombre de Madruga, se usaría el apellido materno etc. De hecho hay varios autores contemporáneos a Colón que lo llaman Pedro Colón, en la corte y también en Portugal.
Además de ello hay varios detalles, por ejemplo que se hablaba de un centenar de topónimos de la ría de Pontevedra, nombres con los que Colón fue bautizando localidades en el descubrimiento, pero gracias a Portos del Estado, que sacó un mapa con las coincidencias de los nombres de la ría, hoy sabemos que son casi 200 topónimos, sólo un marinero muy experimentado, un gran conocedor de las rías gallegas, podría saber tal número de nombres.
El libro de García de la Riega recoge las últimas investigaciones sobre su teoría. En 1917 y en 1928 se realizan estudios sobre los papeles que aporta García de la Riega que ya había fallecido sin conseguir aclarar con seguridad su antigüedad. Finalmente el caso fue reabierto y estudiado ya con técnicas modernas, sobra la documentación aportada por de la Riega. El 23 de mayo de 2013, María Del Carmen Hidalgo Brinquis, Jefa del Servicio de Patrimonio Documental del IPCE- dio una conferencia sobre los análisis efectuados a los documentos, después de dos meses de estudios y se obtuvieron las conclusiones. El papel de los documentos era del Siglo XV, con Filigrana, marca de agua de la época. Las tintas se correspondían con las tintas empleadas en el siglo XV. Mediante fotografías comprobaron que los papeles no fueron: raspados ni tachados, con intención de engañar, es decir, no había intención dolosa por parte de García de la Riega.
En colaboración con la policía científica, comprobaron que lo escrito por encima era lo mismo que aparecía debajo, es decir, que García de la Riega lo que hizo fue avivar o recalcar por encima las letras que ya estaban escritas con la intención de resaltar los nombres que aparecían en los documentos, es decir apellidos De Colón.

viernes, 8 de noviembre de 2024

ANTONI GAUDÍ

Nació en Reus en 1852 - Murió en Barcelona en 1926. La obra de Antoni Gaudí se inscribe dentro del movimiento modernista catalán, aunque lo supera ampliamente por la originalidad de sus concepciones.

Estudió arquitectura en Barcelona y se graduó en 1878. Inicialmente colaboró en algunos despachos de renombrados arquitectos de la época
En 1883 fue nombrado arquitecto del templo expiatorio de la Sagrada Familia, la obra que ocupó toda su vida y que se considera su principal realización artística, a pesar de que quedó inconclusa y sin un proyecto bien definido. En los primeros años se ocupó de la construcción de la cripta (1883-1891) y el ábside (1891-1893), y compaginó su trabajo en el templo con diversos encargos civiles, como la villa denominada El Capricho, en Comillas, o la casa Vicens, en Gracia, para Manuel Vicens.
EL CAPRICHO
Por entonces entró en contacto con el conde de Güell, con quien mantuvo una relación casi de mecenazgo renacentista. Güell le encargó en primer lugar algunos pabellones para su finca de Pedralbes y el palacio de la calle Nou de la Rambla (1886-1891), donde Gaudí introdujo nuevos elementos constructivos como el arco parabólico. Luego se ocupó del colegio de las teresianas de la calle de Ganduxer y del palacio episcopal de Astorga, que no terminó a consecuencia de la muerte de su mentor, el obispo Juan Bautista Grau Vallespinós.
PALACIO ESPISCOPAL DE ASTORGA 
Al igual que otros modernistas europeos, Gaudí asumió la idea del “arte total” preconizada por Wagner, de donde deriva su aplicación a la arquitectura de técnicas de decoración artesanas (vidrieras, hierro forjado, muebles diseñados por él mismo) y su singular empleo de los mosaicos de fragmentos de cerámica de vivos colores.
LA SAGRADA FAMILIA 
En 1891 abordó la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia, de cuyas cuatro torres sólo se había construido una a la muerte del arquitecto, la que dio la pauta para el bosque de torres en que debía convertirse el templo. Poco después de 1892, los Fernández y Andrés le encargaron una casa en León, conocida como Casa de los Botines. En lo sucesivo, sus principales encargos fueron inmuebles de pisos, como la casa Calvet, la casa Batlló y la casa Milà, más conocida como La Pedrera y culminación en cierto modo del genio de Gaudí por la singular concepción de su fachada ondulada de piedra y hierro forjado y por el conjunto de chimeneas helicoidales de la azotea.
Su mentor, Eusebio Güell, le confió dos encargos de gran envergadura: una colonia obrera en Santa Coloma de Cervelló, de la que sólo se completó la iglesia, sorprendentemente integrada en el paisaje, y una ciudad-jardín, que también quedó inconclusa y es en la actualidad un parque público (el parque Güell), que integra los distintos pabellones realizados por el arquitecto, así como un espacio columnado (que según el proyecto original debía destinarse al mercado) y la plaza, con un original banco corrido de azulejería.
CASA BOTINES 
En el año 1926, cuando murió atropellado por un tranvía, Gaudí era un arquitecto reconocido por sus coetáneos dentro y fuera de las fronteras españolas, pero su singular genio innovador y creativo no fue aceptado universalmente hasta bastantes décadas más tarde. En la actualidad, su figura es internacionalmente reconocida y su obra se cuenta entre las más admiradas de la arquitectura de todos los tiempos.

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

EL FUERTE MOSÉ

El 25 de junio de 1740 se libró en San Agustín una batalla entre españoles e ingleses: la Batalla del Fuerte Mosé, una lucha que tuvo lugar en el marco de la Guerra del Asiento (1739-1748), una contienda entre ambos imperios que tuvo su epicentro en los territorios españoles del Caribe, que en el bando español contó con oficiales tan insignes como Blas de Lezo (en Cartagena de Indias) y que terminó con una derrota inglesa. La Batalla de Fuerte Mosé es recordada en EEUU como "Bloody Mose" (Mosé sangriento) por su extrema dureza.


En 1687, España empezó a ofrecer asilo a los esclavos negros que huían de las colonias británicas de Norteamérica (los llamados "cimarrones"). Estos huidos, a menudo, eran esclavos raptados por los británicos en África, donde habían sido libres. En el Imperio español, igual que en el británico, existía entonces la esclavitud para los de raza negra, pero los esclavos españoles, por las leyes hispanas y las costumbres católicas, recibían un trato mucho mejor que los esclavos de las colonias británicas, pudiendo tener pertenencias propias y manteniendo la unidad de sus familias. Por otra parte en Florida, entonces territorio español, había muchos negros libres. Para los cimarrones la Florida española se había convertido en una puerta a la libertad. En 1693 el rey Carlos II de España ordena que se conceda la libertad a los negros fugitivos que huyan de plantaciones británicas y busquen refugio en la Florida española. Así se acabaría creando el Fuerte Mosé, el primer asentamiento de negros libres de Norteamérica. La Corona española puso dos condiciones a los esclavos asilados para poder vivir libres en Florida: que abrazasen la fe católica, la religión oficial del Imperio, y que contribuyesen a la defensa del territorio. Se formaron milicias negras con los esclavos huidos, para defender la Florida española frente a los ataques ingleses. Estos hombres formaron en San Agustín un asentamiento que también acabó acogiendo a indios americanos que se habían quedado sin hogar durante la Guerra de la Reina Ana (1702-1713), entre Inglaterra y Francia.
Uno de los cimarrones que acabó al servicio de España fue Francisco Menéndez, un criollo cuya vida es digna de una película. Su nombre original era Mandinga y había vivido libre en la Angola portuguesa hasta que fue secuestrado por tratantes de esclavos y llevado a la Carolina británica. Mandinga consiguió huir y vivió con los indios yamasee, en el nordeste de Florida, luchando junto a ellos contra los ingleses. En 1724 Mandinga llegó a San Agustín, donde se le concedió asilo, tomando el nombre español de Francisco Menéndez tras bautizarse en la fe católica.
Francisco ayudó en la defensa de San Agustín frente a los ingleses en 1727, convirtiéndose en el comandante del Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, más conocido como Fuerte Mosé, tras su construcción en 1738, cuando el asentamiento de esclavos huidos de San Agustín cobijaba ya a más de 100 cimarrones, entre hombres, mujeres y niños. Deseosos de vengar las penurias de su esclavitud y movidos por un fuerte patriotismo y gratitud hacia España, los milicianos de Menéndez juraron ser "los enemigos más crueles de los ingleses" y derramar hasta su "última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España y la Santa Fe".
En junio de 1740 los ingleses pusieron a prueba el fervor patriótico y la lealtad de los hombres de Menéndez con un ataque al Fuerte Mosé, encabezado por el coronel John Palmer al frente de 170 hombres highlanders escoceses de un Regimiento de Infantería e indios que estaban con los británicos, que asesinaron a algunos de los habitantes negros del fuerte español. Los ingleses consiguieron tomar el Fuerte Mosé, con el objetivo final de conquistar y arrasar San Agustín.


El gobernador español ordenó un contraataque en el que tomarían parte 300 hombres, entre tropas regulares, milicias negras e indios semínolas afectos a España. El asalto se hizo en la madrugada del 25 al 26 de junio, y los españoles pillaron por sorpresa a los ingleses, masacrándoles en un combate en el que se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. Fuerte Mosé quedó destruido, pero la victoria española frenó la ofensiva británica, al dar tiempo para la llegada de refuerzos procedentes de La Habana. Las milicias negras de Menéndez combatieron con una bravura que mereció los elogios del gobernador español de Florida. Como el fuerte había sido arruinado, a los cimarrones se les permitió asentarse en San Agustín, con los mismos derechos que los españoles que residían en esa localidad.
Poco después algunos de sus hombres se unieron a un barco corsario que recibía el apoyo de la villa de San Agustín, con el infortunio de ser capturado en 1741 por un buque británico que tenía el significativo nombre de "Revenge" (Venganza). Cuando los ingleses descubrieron a Francisco Menéndez amenazaron con castrarle en venganza por la sangrienta Batalla de Fuerte Mosé. Finalmente le sometieron a un castigo brutal: 200 latigazos, echándole sal en sus heridas para que no curasen. Después le volvieron a someter a la condición de esclavo en las islas Bahamas. Contra toda esperanza, Francisco consiguió huir de nuevo y volver a San Agustín, donde el Fuerte Mosé fue reconstruido en 1752.
En 1763 España cedió Florida a Inglaterra, y los negros de Mosé se negaron a vivir bajo la bandera británica, por lo que se marcharon a la isla española de Cuba. Francisco Menéndez se mudó con su esposa a la provincia cubana de Matanzas, creando una comunidad llamada San Agustín de la Nueva Florida, mudándose después a La Habana. Es ahí donde se perdió el rastro de Menéndez y de sus milicianos negros. Se especula con que algunos se uniesen a la milicia de La Habana y que una parte de ellos, o sus descendientes, pudiesen volver a Florida con la expedición de Bernardo de Gálvez en 1781. Cuando dos años más tarde Florida volvió a ser española, el Fuerte Mosé estaba en ruinas y no fue reconstruido.


En 1812 fuerzas estadounidenses ocuparon lo que quedaba del Fuerte Mosé, siendo expulsadas por los españoles, que decidieron destruir el viejo y ruinoso fuerte para impedir que volviese a ser tomado. Hoy en día apenas queda rastro de él, salvo un pequeño bosque que recuerda su ubicación, bosque que en 1994 fue declarado Monumento Histórico Nacional de EEUU.

Todos los años y a mediados de junio, un grupo de estadounidenses recuerda la Batalla de Fuerte Mosé con una recreación en la que hombres blancos y negros vuelven a vestir uniformes españoles y a ondear la bandera del Aspa de Borgoña. Esos afroamericanos recuerdan con orgullo su pasado español, puesto que gracias al asilo que concedió España a aquellos cimarrones, Fuerte Mosé fue el primer asentamiento de Norteamérica formado por negros libres.
 

 

CAPTURA DEL STANHOPE - 1710

Blas de Lezo, el almirante “Medio Hombre” , debido a la pérdida de una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez (Málaga), un ojo tr...