Blas de Lezo, el almirante “Medio Hombre” , debido a la pérdida de una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez (Málaga), un ojo tres años después en Tolón y el brazo derecho en otro de los muchos combates navales que había librado a lo largo de su vida.
Destinado en el puerto de Rochefort con labores de guardacostas, el almirante participó en la lucha contra varios navíos enemigos y fue ascendido a capitán por su valía y coraje. Fue ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707, y tres años después realizó una gran gesta rindiendo en 1710 a una decena de barcos enemigos, el menor de los cuales disponía de 20 piezas de artillería. Era su forma de actuar, sin arredrarse. Conocedor de sí mismo, de sus posibilidades y limitaciones, leía los secretos del mar casi a ciegas.
Caía la
tarde en el mar océano y pudo ver al “Stanhope” que era un enorme navío inglés
de la Compañía de las Indias repleto hasta los topes de riquezas expoliadas:
sedas, especias y exóticos perfumes, un enorme buque de 1.700 toneladas.
En medio
del Atlántico profundo, de Lezo, este intrépido e incalificable marino, apoyado
literalmente en su pierna de roble, llevaba el mando de la fragata francesa
“Valeur” (en aquella época existía el intercambio entre las escuelas de
oficiales de ambos países).
Poco
después interceptó al Stanhope, un barco de 70 cañones mandado por John Combs,
triplicaba en fuerzas al vasco pero sabía que era una persecución a vida o
muerte e intuía que no iba a salir bien parado por la demostración de pericia
de los marinos que llevaban aquella pequeña nave. Muchos guipuzcoanos navegaban
a las órdenes del “medio hombre” y en la cubierta, ante el inminente
zafarrancho, se mezclaban las plegarias en euskera, castellano y francés
implorando al sumo hacedor la victoria sobre los malvados herejes. La
experimentada tripulación a las órdenes de Lezo funcionaba como un reloj suizo.
Con hábiles maniobras evasivas obligaban al gran navío a disparar
permanentemente en ángulo muerto. De Lezo sostuvo un cañoneo económico pero
letal contra aquel monstruo, mientras maniobraba velozmente con su pequeña
fragata en busca del temido abordaje del cual los isleños huían como de la
peste.
Entonces,
sucedió el lanzamiento de los garfios: ”Cuando los ingleses vieron aquello,
entraron en pánico” La maniobra de abordaje española era muy temida,
particularmente por los ingleses, que confiaban en su superior artillería. En
el momento del asalto, la tripulación de cubierta del navío inglés había sido
literalmente diezmada y las escotillas de popa y proa bloqueadas por una enorme
cantidad de madera astillada mientras pequeños focos de fuego invadían la
cubierta. Para colmo de males, durante la persecución, la nave de Lezo, la
Valeur, había creado un impacto directo en la base del palo de mesana y este
había caído en toda su extensión por la amura de babor, actuando como un
potente freno. Escorada la nave inglesa sin remisión estaba vendida ante las
rapidísimas bordadas de la fragata francesa dirigida por aquel hombre que de
joven, sentado en la bocana del puerto de Pasajes, soñaba con embarcarse hacia
el mundo de sus sueños algún día. En ese momento Combs sitió el pánico. Las
ágiles maniobras de Blas de Lezo, además de desconcertantes pues no seguían un
patrón de rumbo previsible, los atormentaba con ingentes cantidades de
metralla. La evidencia de que aquello se convertiría en una masacre, hizo
reflexionar al capitán inglés. Finalmente, con toda la oficialidad fue
entregando uno a uno los sables cogidos por la hoja en un breve acto cortés. La
bandera de la Unión Jack arriada convenientemente y doblada con cuidado por los
infantes de marina españoles, sería entregada al hombre más curtido de la
historia de la marina española.
De este
modo, con una tripulación muy inferior en número, Blas de Lezo logró apresar al
Stanhope, un buque de la India Company, no sin sufrir heridas (¡como siempre!),
siendo ascendido a Capitán de Fragata.
"No
hay patria sin compatriotas a los que admirar. La patria no es un territorio ni
una fecha, es el ideario donde habitan hombres como Blas de Lezo. El
sacrificio, esfuerzo y humildad convirtieron al marino en uno de nuestros
mejores hombres".