martes, 3 de diciembre de 2024

LA VERDADERA HISTORIA DEL PAIS VASCO

El nombre actual de “Euskal Herria” (Vasconia o País Vasco) aparece en escritos vascos por primera vez en el siglo XVI pero es en el siglo XIX con el surgimiento del nacionalismo cuando comienza a usarse.
El 2 de abril de 1332 se firmó en Vitoria la escritura de incorporación de Álava a Castilla.


Reino de Navarra en tiempos de Sancho VII (1194-1234)
La historia de lo que hoy conforman las tres provincias vascas está directamente vinculada a Castilla y León desde hace más de siete siglos.  Incluso entre los años 1203 y 1237, los reyes Alfonso VIll de Castilla y Fernando III de León y de Castilla impulsaron la creación de cuatro localidades costeras: Fuenterrabía, Guetaria, Motrico y Zarauz, en el futuro fueron cruciales para la presencia marítima del reino en el Cantábrico.  Los pueblos anteriores a los romanos que ocupaban las Provincias Vascongadas actuales no eran vascos sino celtíberos, los várdulos, del Bidasoa al Deva; los caristios, del Deva al Nervión, y los autrigones, del Nervión al Asón y hacia el sur alavés. Fueron los romanos los que facilitaron la expansión vascona, desde el Pirineo occidental hacia toda la zona vascongada o vasconizada actual, agrupada entonces en el convento jurídico de Calagurris, o sea, Calahorra. Creo que muchas fantasías retrospectivas sobre el País Vasco buscan su justificación y hasta su supremacía en lo más remoto ya que no pueden encontrarlas en los datos históricos y científicos. Menos todavía si se tiene un idioma que carece de literatura. Así, a mediados del siglo XVIII, un abate vasco francés, Diharce de Bidassouet, aseguró que el euskera era la lengua del Creador, y otro abate, Perocheguy, afirmó que es el idioma anterior a la Torre de Babel, mientras que el cura de Sare, Dominique Laherjuzan, dice que el vasco prueba la divinidad del Génesis. No eran necesarias tantas fantasías. En la Península Ibérica, desde los tiempos más remotos, los pueblos primitivos anteriores a la invasión celta hablaban una lengua con una serie de dialectos que hoy en gran parte pueden ser traducidos a base del vascuence. Eran los iberos, llamados así porque habitaban en Iberia, cuyo nombre procedía del gran río Iber o Ebro. Así aparece explicado con toda clase de detalles en las obras de los más importantes lingüistas y prehistoriadores, tal como se desarrolla en la obra “Los Vascos en la Historia de España”. La demostración mejor está en la toponimia de toda la Península, cubierta de nombres vascos. Para los romanos todos los habitantes del norte de la Península eran cántabros, desde Galicia hasta Cataluña, y una de sus tribus habitaba en la Navarra pirenaica hasta Jaca, lo que llamaban el “Saltus Vasconum”, que por el sur se extendía hasta el Ebro. En contra de lo que creen algunos, esa región fue romanizada y lo prueban los puertos romanos desde Irún al Nervión y la calzada de Astorga a Burdeos, que cruzaba el País Vasco y Navarra, pasando por Roncesvalles.
Pero dejemos tan remotos aunque aleccionadores antecedentes, incluso los de la tardía cristianización de la región, así como los de la resistencia de la romanizada Vasconia a la invasión de los Bárbaros y al dominio visigodo, que volvió a encerrar a los vascones en las montañas y valles del Pirineo Navarro. Vamos al reino de Pamplona, donde por primera vez aparecen esos vascones como un pueblo histórico, uno de los núcleos clave de la Reconquista. 
Ya en el año 718 los árabes habían ocupado Navarra con muy escasa resistencia. La primera vino desde Asturias, con los reyes Alfonso II y Fruela. Fue por aquellos años, ya siglo noveno, cuando apareció Íñigo Arista (Rey de Pamplona), enfrentado a los francos y afirmando una personalidad histórica plenamente hispánica. 
Lo que es totalmente falso es que existiera en España un Ducado de Vasconia independiente, lo que fue sólo un gobierno provincial del Imperio franco, con jurisdicción únicamente en Francia y dependiente de París. Es un invento de los nacionalistas sabinianos, (Sabino Arana), como el fraile Bernardino de Estella. La verdad es que el ente histórico que hoy se llama Euzkadi, con zeta como lo escribía don Sabino, o Euskal Herría, como los que quieren extender el pequeño imperio a Navarra y a Francia, nunca tuvo entidad política independiente, ni como nación ni como Estado.


REINOS EN 1360
El cambio de milenio, año 1000, eleva al trono de Navarra a Sancho Garcés III, el gran Sancho el Mayor, que convierte a su reino en el centro político y de poder de toda la España cristiana. Ocupa por conquista o por herencia todo el norte de la Península, rey de las Españas, le llaman los códices medievales, rey en León, en Castilla, en Aragón, en su Navarra, en las provincias vasconizadas, hasta Cataluña, que le rinde tributo. Él es el padre y el creador de los reyes y de los primeros grandes reinos, Castilla y Aragón, que distribuye a sus hijos. Sancho el Mayor, (“Hispaniarum Rex”), gran rey vascón, protagonista de la Historia de España. Del reino de Pamplona surge, tras unos primeros años de expansión y la posterior merma territorial a manos de Castilla y Aragón, el Reino de Navarra que se estabilizó con dos territorios diferenciados: la Alta Navarra, al sur de los Pirineos y la Baja Navarra o Navarra Continental, al norte de la cordillera pirenaica, (actual Francia). 
Se fundan Vitoria y San Sebastián, hacia el 1200 con una labor repobladora. Pero Castilla después de un largo sitio se hizo con Guipúzcoa y Álava. El nombre de las tres provincias del País Vasco aparece por primera vez en el Cronicón de Alfonso III el Magno hacia el año 880. Vasca era Munia, la mujer de Alfonso II de Asturias.  Guipúzcoa (Lipuzcoa en los Códices) se incorpora voluntaria y definitivamente a Castilla el año 1200. Todos los reyes juraron los Fueros y juraron también no enajenar jamás dicha provincia, ni aún con la dispensa del Papa. El nombre de Álava, Araba en vascuence, es de origen árabe y ya en el siglo X figura como su señor el conde de Castilla, Fernán González, siendo gobernada la provincia por las Juntas de la Cofradía de Arriaga. 
Vizcaya, Bizcaia, en el siglo IX era un conjunto de unidades tribales, pequeños señoríos, merindades, anteiglesias las Encartaciones. Al margen de leyendas, Arigorriagas, Aitores, Jaun Zuria..., las diversas zonas de Vizcaya se fueron incorporando al naciente condado de Castilla y de modo completo a la Corona en 1379. 
Merindades, Villas, Señoríos ,Anteiglesias y otras son denominaciones de formas de administración que dependían de la Corona de Castilla. 
Bilbao fue fundada el año 1300 por Don Diego López de Haro, noble castellano, reinando Juan I de Castilla. Desde aquellos tiempos, los vascos en general fueron conocidos en la historia como los “vizcaínos”. Y los reyes, primero de Castilla y luego de la España unida por los Reyes Católicos, juraron los fueros bajo el roble de Guernica. 
En la guerra civil en Castilla por el dominio de España entre Castilla y Aragón en 1366-1367, el rey Pedro el Cruel, que había perdido el dominio de la mayor parte de Castilla. Pidió ayuda a Eduardo, príncipe de Gales, heredero de Inglaterra (llamado “el príncipe negro”) y a cambio prometió entregarle el Señorío de Vizcaya, incluyendo la villa de Castro Urdiales. 
Al principio pareció que esta alianza funcionaba. El ejército castellano-francés de Enrique fue derrotado por fuerzas inglesas en la batalla de Nájera,(abril de 1367). Pedro recuperó el trono castellano y el príncipe inglés pidió su recompensa. Pero entonces el rey Pedro le dijo que muy pronto todos los castillos y villas de Vizcaya le reconocerían como soberano pero en privado envió cartas a los caballeros de Vizcaya. La decisión quedó en manos de los linajes señoriales de Vizcaya. Si éstos hubiesen pensado que Vizcaya estaba oprimida por las armas por Castilla y no se hubiesen sentido castellanos tenían una oportunidad de oro para separarse de Castilla y de España para siempre. Pero hicieron todo lo contrario. Como indica el célebre historiador vizcaíno del siglo XIX Labayru, los caballeros vascos les dijeron claramente a los enviados ingleses que “Vizcaya nunca aceptaría como Señor a un príncipe extranjero”. El famoso cronista contemporáneo y futuro Canciller de Castilla, el alavés Pedro López de Ayala afirma en su célebre “Crónica sobre este periodo de la historia de España: “el príncipe de Gales no ovo la tierra de Vizcaya por cuanto los naturales de la tierra sabían non placía al rey fuese aquella tierra del príncipe”. Es decir, los vizcaínos optaron por la lealtad a Castilla. Quedó bien clara de nuevo la hispanidad vasca y vizcaína, quienes, junto a alaveses y guipuzcoanos llenarían las filas del ejército castellano del rey Enrique unos años más tarde en la guerra contra Navarra. Además la muerte del último señor de Vizcaya, don Tello, vasallo del rey de Castilla, propiciaría la unión definitiva entre Vizcaya y la Corona de Castilla, en 1369. 


En 1512 Fernando el católico conquista el reino de Navarra y aunque se había previsto adcribir a la Corona de Aragón, fue incorporado a Castilla, seguramente porque estaba más protegido. En el escudo todavía figura partido con los palos de Aragón.  Ni antes ni después ha existido nunca reseña emblemática ni en los escudos de los reinos, ni ya en otra época hasta el año 1978. 
Los vascos fueron siempre leales a los monarcas y Fernando e Isabel, que mostraron su preferencia por las tierras vascongadas. De allí salieron muchos de sus embajadores, grandes capitanes, almirantes, secretarios y ministros. Y lo mismo ocurrió con Carlos I y con Felipe II. Muchos de ellos, efectivamente, fueron protagonistas de grandes hechos por Europa, en el Mediterráneo y en el descubrimiento, conquista y colonización de las Españas de Ultramar, siempre al servicio de la Corona. Durante la Edad Moderna los vascos sobresalieron sobre todo por las artes náuticas, siendo famosos grandes navegantes y exploradores de la talla de Andrés de Urdaneta, Cosme Damián Churruca, Juan Sebastián Elcano, Juan de Garay, Francisco de Argañaraz y Murguía, Ignacio María de Álava, Blas de Lezo, Miguel López de Legazpi, Juan Martínez de Recalde y Antonio de Oquendo, entre otros muchos. 
Saltando de siglo en siglo, llegamos al XVIII, en el que los vascos fueron honor y gloria de España en el comercio, la navegación y la cultura. No hubo ni una sola gota de antiespañolismo y demostraron su patriotismo nacional, no reñido con su gran amor a su tierra vasca. Recordemos a los Caballeritos de Azcoitia, a la Real Sociedad Guipuzcoana de Cracas, y la Vascongada de Amigos del País. Los vascos lucharon contra la Convención Francesa, como habían combatido al lado de Castilla en favor de Felipe V y más tarde con valor y lealtad a la Corona en la Guerra de la Independencia. Todos sabemos que la mayor parte del País Vasco estuvo a favor de los carlistas. No contra España sino contra los gobiernos liberales con gotas masónicas de la época, no contra la unidad sino para “llevar al rey Don Carlos a la Corte de Madrid”. De la tergiversación política del carlismo nació el primer nacionalismo mal entendido, sectario, clericoide y excluyente. Y frente a opiniones equivocadas puede asegurarse que el carlismo fue siempre español como lo fueron los liberales vascos y más tarde, ya en el siglo XX, los socialistas. En plena guerra de 1936 a 1939, los carlistas lucharon en el bando nacional, y el gobierno del Frente Popular de la II República dio al PNV, a cambio de unirse a su bando, un Estatuto, muy inferior en atribuciones al de la actual Constitución. En aquella guerra, hace ya más de sesenta años, hubo vascos en los dos bandos. Baste recordar los Tercios de Begoña, de la Virgen Blanca, de San Ignacio... aparte de los famosos de Navarra. Y a los gudaris, en el otro bando, los que fueron a conquistar Villarreal de Álava y a defender el cinturón de hierro de Bilbao. La lista de grandes vascos, grandes españoles a lo largo de la historia y en los siglos XX y XXI, sería interminable. En estas líneas, a vuelapluma, no he hecho sino resumir en apretada síntesis algunos de los títulos del índice de mi obra “Los Vascos en la Historia de España”. He querido, como dice el profesor don Julián Marías, “combatir la ignorancia histórica que está adquiriendo proporciones inquietantes y está imponiendo la desfiguración negativa del pasado”. Y lo que es más triste, con la complicidad enfermiza con el terrorismo y la ceguera de algunas gentes “conservadoras”, hasta cientos de eclesiásticos que no quieren oír la voz del Sumo Pontífice.

 
Fuente: José Antonio Vaca de Osma. Embajador de España
“España en la Edad Media” 
 

LA VERDADERA HISTORIA DEL PAIS VASCO

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