lunes, 19 de diciembre de 2022

VIRREINATOS Y EMANCIPACIONES AMERICANAS

El virrey fue el representante directo y superior del monarca español en América y ya aparece en las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas por Colón en 1492.
El Consejo de Indias fueron órganos que tenían carácter consultivo asesorando al rey. Así, el Consejo Supremo y Real de las Indias se crea durante el reinado de Carlos I en 1524.
Los dos virreinatos más antiguos son el Virreinato de Nueva España (1535), con capital en México y jurisdicción en todo el territorio actual de América Central y del Norte; y el Virreinato de Perú (1542), con capital en Lima, y extensión por toda Sudamérica, excepto Venezuela y Panamá. También coexisten territorios casi independientes como los de las islas Filipinas, Marianas y Carolinas en el Océano Pacífico, y Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela en el Caribe.

En el siglo XVIII, se hace imposible el control de toda Sudamérica por la extensión territorial y, por ello, se crea, por un lado, el Virreinato de Nueva Granada en 1717, formado por los actuales Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela, con capital en Santa Fe de Bogotá, como medida para fortalecer la defensa del Caribe; y por otro, el Virreinato del Río de la Plata, en 1776, con capital en Buenos Aires, reuniendo los estados actuales de Argentina, Bolivia, sur de Brasil, parte de Chile, Paraguay, parte de Perú y Uruguay.
En esta época, también se estudia fundar un nuevo virreinato al Norte de Nueva España para frenar la expansión angloamericana. Pero sólo se crea la Comandancia General de las Provincias Internas de Nueva España, en 1776, con capital en Arizpe, y que comprende, de oeste a este, las provincias de California, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Nuevo Santander, Coahuila y Texas.
La Recopilación de Leyes de los reinos de Indias (1680), será ampliada en el nuevo Código de Leyes de Indias (1792). El Virreinato de Nueva España existió entre 1535 y 1821 y abarcaba lo que actualmente es México, algunos estados de Estados Unidos y Canadá, y el resto de estados de Centroamérica. Su extensión iba desde Alaska hasta Filipinas. Su independencia dio lugar al Imperio de México, aunque algunas de sus regiones pasaron a manos de Francia y Estados Unidos mientras que otras como Cuba o Filipinas se mantuvieron en manos españolas.
El Virreinato de Perú existió entre 1542 hasta 1824, abarcando en un principio casi toda Sudamérica, pero perdiendo gran parte de su territorio cuando se crearon nuevos virreinatos. Tras la perdida de territorios el virreinato ocupaba las actuales regiones de Chile y Perú, siendo la principal fuentes de riqueza de España en América. Su independencia con el tiempo terminaría originando los estados de Perú y Chile.
El Virreinato de Nueva Granada existió entre 1717 y 1723 y entre 1739 y 1819, sufriendo numerosos cambios. Del virreinato formaron parte los territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá y Guyana. Tras su independencia se creó la Gran Colombia, que con los años se separaron para formar Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. Y el Virreinato del Río de la Plata existió entre 1776 y 1810 y abarcó los actuales territorios de Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Después de un largo proceso y numerosas batallas, el 9 de julio de 1816 se firmó la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Sin embargo esta entidad política fue breve. Para el año 1853 la denominación de Provincias Unidas ya no existía. Fue en esa fecha cuando se formalizó la Constitución Nacional Argentina, que dio paso a lo que hoy conocemos como la República Argentina. Las Provincias Unidas del Río de la Plata nunca llegaron a controlar la totalidad del antiguo Virreinato, el cual acabó por subdividirse en diversos países: Paraguay, territorio que estuvo presente en las Provincias de manera intermitente y cuya primera independencia consta en 1811, Uruguay (1828), Bolivia (1828) y, finalmente, Argentina (1853). El caso de Uruguay fue una lucha contra España y contra Brasil. En 1821 ese territorio cayó bajo el poder del Reino Unido, Brasil y el Algarve portugués. José Gervasio Artigas el jefe de los orientales, había vencido al ejército colonial español. En 1825 se produce la batalla de los Treinta y Tres Orientales y en 1828 lidera la independencia de la Banda Oriental, separada de Brasil, y se le dio la denominación de Provincia Oriental, (futura República Oriental del Uruguay).
Pero hemos hablado de la configuración de los virreinatos, vayamos un poco más atrás.
Con la llegado de los Bobones en 1700 se va creando un estado centralista, tanto para la península como para las posesiones en América.
Los criollos eran un 10% de la población, eran la burguesía, comerciantes o terratenientes. Esa oligarquía de criollos descendientes de españoles fueron los que más adelante, molestos por la posibilidad de perder su estatus, llevaron el germen de las emancipaciones. Las insurrecciones populares e indígenas del siglo XVIII no eran contra España sino precisamente contra esa oligarquía criolla. Seguramente fue un gran error fue con Carlos III al expulsar a los jesuitas del territorio americano, (1767) ya que habían hecho una gran labor social y humanitaria con los indios.
Existieron varios hechos que marcaron profundamente el deseo de emancipación.
Uno fue la Ilustración de finales del XVIII, que en América llevó unos cambios fundamentales influyendo en el pensamiento de esos criollos, muchos de los cuales estudiaron en Europa. También la Independencia de las 13 colonias americanas del norte y su constitución liberal de 1787. La Revolución francesa (1789), marcó el inicio de una nueva era. Llevó como consecuencia la independencia de Haití en 1791. Para España la batalla naval de Trafalgar en 1805 debilitó su fuerza naval, necesaria para el comercio con América.
Otros asunto fue el Plan británico de Maitland sobre Sudamérica. Constituía un proyecto británico para separar las provincias sudamericanas de la Corona hispánica y poder someterlas a su propia esfera de influencia económica. Un ejército conformado por José de San Martín y planeado por Gran Bretaña, documento redactado por el Teniente General del Ejército Británico y gobernador colonial Thomas Maitland. Fue concebido en 1800. Se encuentra registrado en el Archivo General de Escocia.  Se publicó un libro en 1998 titulado “Maitland & San Martín”.  Según esta obra lo primero era ganar el control de Buenos Aires; a continuación, tomar Mendoza. Posteriormente, se centrarían en coordinar las acciones con un ejército separatista en Chile y cruzar los Andes. Los cuatro últimos pasos serían derrotar a los españoles, controlar Chile, continuar por mar y someter Perú. San Martín probablemente lo haya conocido a través de miembros de la Logia Lautaro. 
Esta logia fue fundada por Francisco de Miranda y el escocés Lord MacDuff. Gran Bretaña pretendía una América loteada, no unida, así, ninguno tendría gran poder de negociación ante el Imperio Británico, por entonces dueño y señor de los mares. Francisco de Miranda era un militar criollo que había luchado contra Inglaterra en la guerra de Independencia de los Estados Unidos. La masonería a la que pertenecía fue algo muy determinante. Muchos revolucionarios eran masones, como Bolívar y San Martín.
En 1806 y 1807 se realizaron dos intentos de invasión inglesa en el virreinato del Rio de la Plata. Los ingleses pese a un primer triunfo inicial fueron derrotados en ambas ocasiones, gracias a las fuerzas realistas allí concentradas y a la intervención del pueblo de Buenos Aires, que fue fundamental. Quedó en evidencia la eficacia de las milicias del imperio español para defender a sus territorios en el contexto de los conflictos internacionales de la época. Y aumentó el poder y la popularidad de los líderes criollos militares e incrementaron la influencia de los grupos independentistas.
América a pesar de todo había llegado a un grado de madurez de pensamiento y organización gracias precisamente a España. Pero aquí llegamos a 1808, donde se produce con engaños, la invasión napoleónica en España. Esto produce en el pueblo un levantamiento popular y se desarrolla la Guerra de Independencia que duraría hasta 1814,  donde los reyes Carlos IV y Fernando VII se encuentran “retenidos” por Napoleón quien coloca en el trono español a su hermano José. Lo que a su vez provoca que el pueblo americano rechaza al francés, pero da alas a los liberales del ejército español y piden ayuda a Inglaterra, que envía al General Wellington, quien se pone al frente de un ejército anglo -portugués para luchar contra las fuerza napoleónicas en España y se acuerda un pago por ello en comercio con los puertos americanos, consiguiendo así un reforzamiento de las ideas independentistas de los criollos.
El Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación Española a Don Fernando VII de Borbón”. La ocasión para los patriotas de América, léase oligarquía criolla, vino con el desmadre que supuso la guerra en la Península.  Pero en realidad el movimiento independentista no se inició contra la monarquía de Fernando VII, todo lo contrario, fue contra el invasor francés.  En años anteriores a las emancipaciones hubo multitud de conflictos entre indígenas y esclavos contra los terratenientes criollos. Éstos explotaban a los indios y a los esclavos negros. Por ejemplo, años antes la rebelión de Tupac Amarú no fue al principio contra los españoles. Tiempo después, en Venezuela los esclavos se alzaron los criollos como Bolívar y contra la administración. José Tomás Boves fue un auténtico caudillo popular de llaneros, que aunando de los resentimientos de las clases más bajas contra los abusos y explotación de la aristocracia criolla consiguió una fuerte ofensiva contra los ejércitos independentistas convirtiéndose en el azote de los seguidores de Bolívar. 
Muchos indígenas se mantuvieron neutrales debido a que ninguna de sus aspiraciones coincidía con los bandos en lucha, patriotas y realistas. Incluso algunos se incorporaron a los realistas para combatir a los hacendados, que al fin y al cabo eran sus opresores.
Desgraciadamente fue a partir de 1814 cuando Fernando VII, con la victoria de los españoles, inicia el absolutismo (1814-1820) y tuvo lugar la persecución y depuración de liberales y afrancesados. Y la persecución de la masonería. La ruina absoluta de la Hacienda Pública hacía imposible la añorada posibilidad de establecer una buena situación militar en América.
No obstante, la mentalidad revolucionaria de la burguesía colonial seguía descontenta. Algunos fueron radicales en sus ideas mientras otros se orientaron por intereses del librecambismo, ya instalado, que ofrecía posibilidades de enriquecerse. Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel.
Un apunte para comentar la soberanía de las islas Malvinas. Con la creación del virreinato del Río de la Plata, en 1776, todos los gobernantes de Buenos Aires cuidaron que el Reino Unido no se asentase en las islas. Los españoles ocuparon Puerto de la Cruzada durante la Guerra anglo-española en 1779. En 1780, siguiendo instrucciones del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, se destruyó por completo las instalaciones. La placa conservada en Buenos Aires sería capturada por los británicos durante la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806 y llevada a Londres.  España finalmente abandonó Puerto Soledad en 1811, tras la Primera Junta Revolucionaria en Buenos Aires, que suponía la independencia del gobierno de España en aquel territorio. Como la Banda Oriental no se adhirió a la junta de Buenos Aires, permaneció bajo control español.  Existe una tesis del arquitecto uruguayo Juan Ackermann que dice  que las Malvinas son uruguayas.  Fueron gobernadas entre 1777 y 1814, con total independencia del virreinato del Río de la Pata.  Cuando se disolvió el imperio español, éste nunca cedió a Argentina la soberanía sobre las Malvinas, algo que sí hizo en 1841 cuando firmó un convenio con Uruguay en el que se reconocían como uruguayos todos los territorios dominados por el Apostadero de Montevideo. Así pues, Argentina ocupó también de forma ilegítima las islas entre 1820 y 1833. Lo cierto es que más adelante las autoridades de Montevideo deciden retirar el establecimiento en las Malvinas por su baja utilidad y los elevados costos de conservación. Allí se dejó una placa proclamando la soberanía española sobre el archipiélago. Placa que los argentinos, ya independizados, quitaron.
Tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América. En la batalla de Ayacucho, en el bando realista aparte de los militares españoles, que no llegaban a 900, el resto eran el pueblo sencillo y campesino, indígenas y mulatos, que se sentían más seguros con el Régimen absolutista que con el Liberal.  El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico, los soldados se negaban a embarcar y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836, después de la muerte de  Fernando VII, la guerra prosiguió con extrema barbaridad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Las Juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, el ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Gente ilustre como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero fue decisivo para las independencias de Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, les dio la puntilla a los realistas. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana, en plan Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla, donde la insolidaridad, la envidia y la mala leche naturales de la madre patria habían hecho larga escuela. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida se limitaron a cambiar unos amos por otros; con el resultado de que, en realidad, siguieron jodidos por los de siempre. Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. 

BATALLA DE AYACUCHO

Ayacucho, 9 de diciembre de 1824 Es considerada la última batalla y desencadena el principio del fin del Imperio Español en América. En agos...