jueves, 10 de abril de 2025

ATENTADO A CARRERO BLANCO

Era el Presidente del Gobierno y hombre fuerte del régimen. Acude como cada mañana a misa en la iglesia de los Jesuitas de la Calle de Serrano. Él no lo sabe, pero el hombre que comulga detrás de él es Arriaga, miembro de un comando de ETA que lleva meses planeando su secuestro, y, posteriormente, su asesinato.


El 20 de diciembre de 1973, Carrero sale de la iglesia y sube al Dodge oficial para dirigirse a su despacho. Al pasar junto al número 104 de la calle de Claudio Coello, el coche salta por los aires, volando literalmente por encima del edificio y cayendo en el patio de manzana del mismo. 100 kilos de GOMA-2 en un túnel excavado debajo de la calzada acaban con la vida del almirante, de su escolta y del conductor del vehículo.
El día anterior al atentado, Carrero Blanco había recibido al Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. Según parece, el encuentro estuvo marcado por las profundas diferencias entre ambos respecto al futuro político del país.
Aquí se establece una hipótesis algo extraña, es la que señala que se observe que la embajada americana está exactamente enfrente de la iglesia del atentado. Si bien la explosión se produjo en la calle de atrás a la de Serrano, en Claudio Coello.
Los terroristas habían alquilado un semi sótano cercano en el número 104 de la calle Claudio Coello: "Deciden que la única persona que esté en el sótano, que dé la cara y que sea vista por los vecinos y por el portero sea el falso escultor", explica el periodista Manuel Cerdán sobre esta tapadera que serviría para justificar el ruido de excavar un túnel de 7 metros sin alertar a nadie. "Calculan que en tres días iban a hacerlo, cuando se encuentran muro de hormigón, ladrillos, escape de gas, creen que no van a llegar", señala.


A las 9:25 acaba la misa. Carrero Blanco sigue cumpliendo riguroso su rutina y sale de la iglesia para subirse a su Dodge negro sin blindar y volver a su casa, pero su ruta encara la calle Claudio Coello, donde hay un obstáculo inesperado colocado por ETA: "Colocan el coche en doble fila para que cuando pasara el automóvil de Carrero tuviera que ir por ahí sí o sí", detalla Cerdán.
A las 9:36, el coche de Carrero Blanco entra en la calle Claudio Coello y cuando alcanza la marca, “Argala”, el líder del comando, acciona el detonador. "Literalmente el coche desaparece porque salta un edificio entorno a los 30/35 metros y va a aparecer al patio interior del colegio de los jesuitas", apunta Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco
Arriaga se había entrevistado un año antes con el conocido como “hombre de la gabardina blanca”, un misterioso personaje que le proporcionó información sobre los itinerarios y costumbres del almirante. Nadie ha desvelado nunca su identidad.
El único que podría haberlo hecho, el propio Arriaga, fue asesinado en 1978 por un grupo de militares que se ocuparon así de vengar la muerte del almirante.
ETA acabó con las  vidas del presidente  del  Gobierno  franquista,  su  chófer  y  su  escolta.  Tuvo  importantes consecuencias tanto para la dictadura como para la banda terrorista. Basándose en las fuentes disponibles, los historiadores han elaborado un relato bastante verosímil de los acontecimientos. Sin embargo, el hecho de que ETA hubiese logrado asesinar a una figura tan prominente, algunos cabos sueltos en la investigación policial y la ausencia de una sentencia dieron pie a todo tipo de especulaciones.


Carrero era el “número 2” de Franco, el personaje principal de la dictadura, pero no tenía “familia” política. Su función era la de servir de equilibrio a las presiones encontradas de esas. Cuando murió, las facciones del franquismo se desarticularon y cada una respondió a su manera a aquello de “Después de Franco, ¿qué?”, y, desunidas, lo hicieron con mayor debilidad. El atentado imposibilitó un franquismo sin Franco, representado en el almirante, pero nada más.
Ni ETA ni nadie podía saber qué depararía el futuro; no estaba en sus manos. El magnicidio alteraba el impase del tardofranquismo, pero la respuesta de ese no era previsible.
 

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