En el Nuevo Mundo, en islas como Cuba, Puerto Rico y La Española, donde la alarmante tasa de mortalidad de la población nativa provocó las primeras leyes reales para proteger a la población local (Leyes de Burgos, 1512–1513). Aunque en Hispanoamérica hubo esclavos indios (en el Caribe), esta condición fue propia de los africanos. Los indios habían sido declarados libres por la Corona de Castilla, pero no a los africanos, situación que era considerada normal. Había esclavos negros en casi todas las ciudades costeras de España y hasta en la misma corte papal. Es más, la solución de importar negros en las Indias para aliviar el trabajo de los naturales fue sugerida por los mismos religiosos (dominicos) que luchaban en favor de los indios (el padre Bartolomé de Las Casas incluido). Ante las disputas habidas en la época y con motivo de la evangelización del Nuevo Mundo, en 1537, el papa Paulo III emite una bula donde prohibió que los indios fueran esclavizados. Sobre el comercio negrero la mentalidad era muy distinta a las consideraciones a los indígenas.
Los negros no eran considerados seres humanos como los demás. Por lo que no podían tener los derechos habituales y eran considerados como objetos en la práctica. Por supuesto que se debatió si tenían o no alma. Los indígenas fueron considerados personas con alma, por lo que no se les podía esclavizar. Por lo tanto salía económico comprar esclavos negros. El “Asiento de negros” era un convenio entre la Corona y un particular o sociedad comercial. La Corona concedía un arrendamiento de una explotación determinada, con exclusividad. Se utilizó para la explotación de minas y para el comercio de esclavos negros. La primera que se concedió el asiento de negros ocurrió en 1516 con una compañía genovesa. Muy pronto, los portugueses se hicieron con este lucrativo negocio y lo controlaron durante siglos. La legislación española se planteó muy pronto la ilegalidad de dicha práctica (gracias a los escritos de Bartolomé de las Casas y de la Escuela de Salamanca). A partir de 1595 comienza el régimen de asientos, mediante el cual la Corona delega (vende) su monopolio en una persona o entidad mercantil, por un tiempo determinado, señalándose también el número de negros a introducir. En la práctica, los beneficiarios de este sistema serán los comerciantes portugueses, que contaban con factorías en África y eran además, desde 1580, súbditos de Felipe II
El rey de Portugal sacaba beneficios de esto a través de la Casa de los Esclavos, con el asiento de la saca de negros de las factorías, y los monarcas españoles sacaban beneficios a costar de vender licencias para permitir llevar esclavos negros a América. La licencia para transportar un esclavo costaba ocho ducados. Como en muchas zonas de América ya no quedaban muchos indígenas debido a las epidemias, pero la demanda de mano de obra seguía creciendo, los españoles empezaron a importar esclavos africanos. Incluso el fraile Bartolomé de las Casas recomendó la importación de africanos para eliminar la escasez, si bien Las Casas cambiaría de idea posteriormente y se posicionaría también en defensa de los africanos.
En 1530 el Emperador Carlos V prohíbe la esclavitud de los
naturales de América pero en 1534 permite la esclavización de los rebeldes
capturados en guerra justa. Pero para reemplazar a los indios llegaron los
negros. La legislación española se planteó muy pronto la ilegalidad de dicha
práctica (gracias a los escritos de Bartolomé de las Casas y de la Escuela de
Salamanca), por lo que hizo que se importaran personas esclavizadas de África,
que además tenían mayor resistencia física y a las enfermedades, especialmente
las tropicales, comenzando así un comercio a gran escala de esclavos africanos:
el comercio negrero.
El cultivo de azúcar es intensivo en fuerza de trabajo. Para
cultivar el azúcar los portugueses hicieron uso de un importante número de
esclavos africanos. El fuerte San Jorge de la Mina en la Costa de Oro
británica, se convirtió en un importante depósito de esclavos que eran allí llevados
ESTATUA EN LA ISLA DE GOREA, SENEGAL
La doctrina de la Iglesia referente a la esclavitud de los negros se mantuvo en vigor durante los s. XV y XVI en España. En la práctica durante estos dos siglos para nada cambió la esclavitud de los negros en la España peninsular. Se siguieron comprando y vendiendo ,tanto entre seglares como entre eclesiásticos, como un bien suntuario, aunque su condición fue más llevadera que la de sus hermanos en América.
Pese a lo que se difunde en la famosa "Leyenda Negra" Las Nuevas Leyes de Indias son una decisión del emperador Carlos I que convocó en 1540 una junta legislativa que se reunió en la Universidad de Salamanca con la organización de un importante grupo de humanistas, legisladores y religiosos, economistas y abogados. Las disposiciones ponen coto a los abusos detectados en la aplicación torticera de la institución de la Encomienda. Recogen una serie de derechos a los indígenas. En el caso de los negros fueron esclavizados.
El primer asiento de negros fue firmado por la corona a cambio de 900.000 ducados, y obtuvo el monopolio de la introducción de negros a Cartagena de Indias, a donde llevó 25.338 esclavos entre 1595 y 1600. Y el sistema duró hasta mediado el siglo XVII, suspendiéndose en 1640 a raíz de la separación de Portugal. Por ello, hasta mediados del siglo XVI, Portugal se convirtió en el mayor traficante de esclavos de Europa. Los árabes continuaron con sus negocios de esclavos proveyendo, sobre todo, a países orientales. Cuando se abandona el Mediterráneo Oriental y se toma el Reino de Granada eso hace prácticamente imposible que se esclavicen blancos en la Península. Dentro de los esclavos negros estaban los llamados bozales, es decir, los que se habían culturizado en el norte de África o en algún reino cristiano. Los que no eran bozales tenían una vida más complicada, porque primero tenían que aprender prácticamente todo sobre la cultura que les rodeaba.
El jesuita Pedro Claver logró comunicar el cristianismo a
los esclavos. Fue el misionero y sacerdote jesuita español que pasó a la
posteridad por su entrega a aliviar el sufrimiento de los esclavos del puerto
negrero de Cartagena de Indias donde vivió la mayor parte de su vida. Se apodó
a sí mismo el “esclavo de los negros”. Fue santificado. Al llegar Pedro Claver
a las Indias en 1610, una primera toma de contacto con la plaza fuerte de Cartagena
de Indias, ésta era un hervidero de negreros, piratas e inquisidores. Cartagena
de Indias era, por su posición en el mar Caribe, el principal mercado de
esclavos del Nuevo Mundo. Mil esclavos llegaban allí al mes, y los mosquitos y
las enfermedades devoraban a los sanos. El precio de compra de un esclavo era
dos escudos. Aunque muriera la mitad del “cargamento”, el tráfico seguía siendo
rentable. Ni las repetidas censuras del Papa, ni las de los moralistas
católicos podían prevalecer contra ese comercio movido por la avaricia. Los
misioneros no podían suprimir la esclavitud, sólo mitigarla.