Cartagena de Indias era,
por su posición en el mar Caribe, el principal mercado de esclavos del Nuevo
Mundo. Mil esclavos llegaban allí al mes, y los mosquitos y las enfermedades
devoraban a los sanos. El precio de compra de un esclavo era dos escudos.
Aunque muriera la mitad del “cargamento”, el tráfico seguía siendo rentable. Ni
las repetidas censuras del Papa, ni las de los moralistas católicos podían
prevalecer contra ese comercio movido por la avaricia. Los misioneros no podían
suprimir la esclavitud, sólo mitigarla.
Así pues, un asiento sería un convenio entre la Corona y un particular. La primera vez que se concedió el asiento de negros se planteó en 1516-1517 con una compañía genovesa. Tras la Guerra de los 9 Años (1688 – 1697) en la que la hegemónica Francia se enfrentó a media Europa, fue firmado el Tratado de Rijswijk, mediante el que Francia consiguió Haití. La parte oeste de esa isla (“La Española”) no fue colonizada nunca, consiguiendo para sí tierras vírgenes donde creó una colonia esclavista. Muy pronto, los portugueses se hicieron con este lucrativo negocio y lo controlaron durante la época de los Austrias.
En 1765, el asiento de negros fue concedido a la Compañía Gaditana de Negros. Entre 1766 y 1770, la Compañía se valió de naves con bandera y tripulación francesa e inglesa para llevar los esclavos a América. Pero hubo que disolverla en 1779.
Debido a la insistencia cubana, reclamaban mano de obra, esta liberalización del tráfico comercial y negrero se consiguió por 1787 dándose licencia el año anterior a la empresa “Backer and Dawson” para introducir negros. Por la misma época se creó la “Compañía de Filipinas”, supliendo los puertos de Río de la Plata y Perú desde Brasil.
CAAMPOS DE CAÑAS DE AZUCAR
Sólo se prohibió la venta de productos que no hubiesen partido de puerto español y que los negros comprados se destinasen obligatoriamente al uso campestre y no servicial. Incluso los extranjeros podían introducir esclavos, aunque no en la Habana. En 1791, y ante su éxito, se prorrogó por 2 años más y se extendió al Virreinato de Santa Fe (Colombia) y Buenos Aires, pudiendo ahora los navíos exportar esclavos y útiles de trabajo.
En 1791 sólo se prohibió la venta del comercio esclavista que no hubiesen partido de puerto español. Desde sus inicios en 1789 hasta 1870, en la América hispana entraron más de 1.500.000 esclavos, de los cuales 600.000 en las islas. Llegó a ser tan efectiva esta introducción y a reportar semejantes beneficios que en 1820 y 1835 Inglaterra, más movida por intereses económicos que en una ética abolicionista, hizo firmar a España su derogación. Los abolicionistas, como el general Prim, quizá asesinado por este motivo, no lo tuvieron fácil. La abolición se decretó en 1886 en Cuba, último bastión esclavista español. La “Paz de Zanjón”, acababa la guerra en Cuba en 1878, consiguió un compromiso y se firmó concretó en 1880.
Amparados en la protección de la Corona Española una gran oleada de peninsulares llegados a las Antillas entre 1814 y 1833 hicieron fortuna con la trata o la explotación de esclavos en los ingenios cubanos, son los que luego serían llamados “Indianos”. Por ejemplo, Pablo Epalza, futuro fundador del Banco de Bilbao. Antonio López y López, Marqués de Comillas, fue el fundador también del Banco Hispano Colonial, cimentó su fortuna como negrero y dueño de cuatro cafetales y cuatro ingenios que aprovechaba para vender sus dotaciones de esclavos. Juan Manuel Manzanedo, natural de Santoña, cuyo pasada oscuro registró Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, llegó a Cuba como sirviente y acabó amasando una gran fortuna como traficante que después reinvirtió en la promoción del prestigioso barrio de Salamanca en Madrid.
El primer marqués de Comillas, que hizo fortuna con la trata de esclavos en las Antillas, su hija se casó con Eusebi Güell, mecenas de Antoni Gaudí e inspirador del espectacular parque Güell, que a la vez había recibido una considerable fortuna de parte de su padre, Joan Güell i Ferrer, que se había enriquecido también con la trata de esclavos. Josep Xifré, primer presidente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, el embrión de La Caixa, también se lucró con el negocio de los esclavos. La familia Vidal-Quedaras participaron del mercado esclavista en el siglo XIX. Joan Mas Roig, antepasado de Artur Mas, como capitán de una pequeña embarcación de astilleros catalanes, navegó entre julio y diciembre de 1844 llevando desde las costas de África hasta las de Brasil, esclavos a bordo. El hermano, Pere Mas Roig con solo 18 años de edad comandaba “La Goleta”, fue capturado con una carga de 259 esclavos, hombres y mujeres, que habían sido encadenados y embarcados en Angola.
Sólo se prohibió la venta de productos que no hubiesen partido de puerto español y que los negros comprados se destinasen obligatoriamente al uso campestre y no servicial. Incluso los extranjeros podían introducir esclavos, aunque no en la Habana. En 1791, y ante su éxito, se prorrogó por 2 años más y se extendió al Virreinato de Santa Fe (Colombia) y Buenos Aires, pudiendo ahora los navíos exportar esclavos y útiles de trabajo.
En 1791 sólo se prohibió la venta del comercio esclavista que no hubiesen partido de puerto español. Desde sus inicios en 1789 hasta 1870, en la América hispana entraron más de 1.500.000 esclavos, de los cuales 600.000 en las islas. Llegó a ser tan efectiva esta introducción y a reportar semejantes beneficios que en 1820 y 1835 Inglaterra, más movida por intereses económicos que en una ética abolicionista, hizo firmar a España su derogación. Los abolicionistas, como el general Prim, quizá asesinado por este motivo, no lo tuvieron fácil. La abolición se decretó en 1886 en Cuba, último bastión esclavista español. La “Paz de Zanjón”, acababa la guerra en Cuba en 1878, consiguió un compromiso y se firmó concretó en 1880.
Amparados en la protección de la Corona Española una gran oleada de peninsulares llegados a las Antillas entre 1814 y 1833 hicieron fortuna con la trata o la explotación de esclavos en los ingenios cubanos, son los que luego serían llamados “Indianos”. Por ejemplo, Pablo Epalza, futuro fundador del Banco de Bilbao. Antonio López y López, Marqués de Comillas, fue el fundador también del Banco Hispano Colonial, cimentó su fortuna como negrero y dueño de cuatro cafetales y cuatro ingenios que aprovechaba para vender sus dotaciones de esclavos. Juan Manuel Manzanedo, natural de Santoña, cuyo pasada oscuro registró Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, llegó a Cuba como sirviente y acabó amasando una gran fortuna como traficante que después reinvirtió en la promoción del prestigioso barrio de Salamanca en Madrid.
El primer marqués de Comillas, que hizo fortuna con la trata de esclavos en las Antillas, su hija se casó con Eusebi Güell, mecenas de Antoni Gaudí e inspirador del espectacular parque Güell, que a la vez había recibido una considerable fortuna de parte de su padre, Joan Güell i Ferrer, que se había enriquecido también con la trata de esclavos. Josep Xifré, primer presidente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, el embrión de La Caixa, también se lucró con el negocio de los esclavos. La familia Vidal-Quedaras participaron del mercado esclavista en el siglo XIX. Joan Mas Roig, antepasado de Artur Mas, como capitán de una pequeña embarcación de astilleros catalanes, navegó entre julio y diciembre de 1844 llevando desde las costas de África hasta las de Brasil, esclavos a bordo. El hermano, Pere Mas Roig con solo 18 años de edad comandaba “La Goleta”, fue capturado con una carga de 259 esclavos, hombres y mujeres, que habían sido encadenados y embarcados en Angola.
MARQUÉS DE COMILLAS (estatua retirada en 2018)
Alicia y Esther Koplowitz, dos de las empresarias más conocidas de España, son hijas de Esther Romeu de Juseu y Armenteros, aristócrata cubana y como ellas marquesa de Casa Peñalver, de Campoflorido, del Real Socorro y de Bellavista, pomposos títulos unidos a las grandes plantaciones familiares en Cuba con cientos de esclavos.
Cómo sería la cosa que los viejos maniseros solían cantar una copla y que todavía se recuerda en las calles viejas de la Habana:
“¡Desde el fondo de un barranco.
Grita un negro con afán:
¡Dios mío, quién fuera blanco,
Aunque fuera catalán”.
La reina María Cristina de Borbón, con monumento frente al Casón del Buen Retiro y célebre parada de metro en Barcelona, en compañía de su segundo esposo, practicó y promovió la trata de esclavos en las islas caribeñas y tuvo participaciones en diversos ingenios azucareros en el siglo XIX.
Otro ilustre, Leopoldo O’ Donnell, expresidente de gobierno que ejerció la Capitanía general de Cuba con puño de hierro entre 1843 y 1848, ordenó una cruel represión tras una revuelta esclava en la isla, conocida como “Conspiración de la escalera”, por ser el utensilio que utilizaron para torturar a los sediciosos.
Alicia y Esther Koplowitz, dos de las empresarias más conocidas de España, son hijas de Esther Romeu de Juseu y Armenteros, aristócrata cubana y como ellas marquesa de Casa Peñalver, de Campoflorido, del Real Socorro y de Bellavista, pomposos títulos unidos a las grandes plantaciones familiares en Cuba con cientos de esclavos.
Cómo sería la cosa que los viejos maniseros solían cantar una copla y que todavía se recuerda en las calles viejas de la Habana:
“¡Desde el fondo de un barranco.
Grita un negro con afán:
¡Dios mío, quién fuera blanco,
Aunque fuera catalán”.
La reina María Cristina de Borbón, con monumento frente al Casón del Buen Retiro y célebre parada de metro en Barcelona, en compañía de su segundo esposo, practicó y promovió la trata de esclavos en las islas caribeñas y tuvo participaciones en diversos ingenios azucareros en el siglo XIX.
Otro ilustre, Leopoldo O’ Donnell, expresidente de gobierno que ejerció la Capitanía general de Cuba con puño de hierro entre 1843 y 1848, ordenó una cruel represión tras una revuelta esclava en la isla, conocida como “Conspiración de la escalera”, por ser el utensilio que utilizaron para torturar a los sediciosos.
EUSEBI GÜELL
Incluso en los últimos años del negocio negrero, cuando solo subsistía en Brasil y en las Antillas, el ilustrísimo político español Antonio Cánovas del Castillo luchó ferozmente contra los proyectos abolicionistas que surgieron en las Cortes entre 1869 y 1870.
Algunos de muchos ejemplos que ligan nuestra galería de personajes políticos y financieros con la luctuosa y desconocida trata de esclavos española, un negocio grandioso que permitió financiar la revolución industrial que vivieron principalmente Cataluña y el País Vasco en la segunda mitad del siglo XIX. Una terrible lacra que pervivió en territorio español hasta la cercana fecha del 7 de octubre de 1886, cuando la puesta en libertad de los últimos 25.000 esclavos en Cuba y los territorios de ultramar ponía fin a más de 400 años de comercio esclavista español. Solo Brasil conservaba la esclavitud hasta entonces.
El Decreto de 1609 de expulsión de los moriscos se incluyó una salvedad en el reino de Valencia donde se excluía a los que fueran de esclavos.
La ley de abolición de la esclavitud se publicó el 13 de febrero de 1880 y debía hacerse finalmente efectiva en 1888, tras ocho años de transición. Así, el 7 de octubre de 1886 quedaban en libertad los últimos 25.000 esclavos africanos o hijos de africanos de los territorios españoles de ultramar. Únicamente Brasil conservó la esclavitud hasta 1888, ahora empezaba el largo camino del olvido de una terrible institución que, paradójicamente, ayudaría a modernizar a España.
Incluso en los últimos años del negocio negrero, cuando solo subsistía en Brasil y en las Antillas, el ilustrísimo político español Antonio Cánovas del Castillo luchó ferozmente contra los proyectos abolicionistas que surgieron en las Cortes entre 1869 y 1870.
Algunos de muchos ejemplos que ligan nuestra galería de personajes políticos y financieros con la luctuosa y desconocida trata de esclavos española, un negocio grandioso que permitió financiar la revolución industrial que vivieron principalmente Cataluña y el País Vasco en la segunda mitad del siglo XIX. Una terrible lacra que pervivió en territorio español hasta la cercana fecha del 7 de octubre de 1886, cuando la puesta en libertad de los últimos 25.000 esclavos en Cuba y los territorios de ultramar ponía fin a más de 400 años de comercio esclavista español. Solo Brasil conservaba la esclavitud hasta entonces.
El Decreto de 1609 de expulsión de los moriscos se incluyó una salvedad en el reino de Valencia donde se excluía a los que fueran de esclavos.
La ley de abolición de la esclavitud se publicó el 13 de febrero de 1880 y debía hacerse finalmente efectiva en 1888, tras ocho años de transición. Así, el 7 de octubre de 1886 quedaban en libertad los últimos 25.000 esclavos africanos o hijos de africanos de los territorios españoles de ultramar. Únicamente Brasil conservó la esclavitud hasta 1888, ahora empezaba el largo camino del olvido de una terrible institución que, paradójicamente, ayudaría a modernizar a España.