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En el Imperio Romano, desde Constantino y Teodosio la religión cristiana era el credo obligatorio para todos los ciudadanos y la Iglesia cristiana, apoyándose muy directamente en las instituciones del Estado, se había convertido en iglesia imperial. El Reino visigodo de Tolosa con capital en la ciudad gala, comenzó en el año 418, tras el pacto o foedus entre los visigodos y Roma, y duró hasta el 507 y la actuación de los visigodos se ve supeditada por las circunstancias históricas de este pueblo a dar paso al Reino visigodo de Toledo o hispano-visigodo, con capital en la hispana Toledo, que se extendió desde el 507 hasta el 711, año en el que comienza la invasión musulmana. Los cronistas insisten en presentar a Fernando e Isabel como los restauradores de aquella Hispania que arrancaba de Roma su legitimidad, pero que había perdido en el 711 su propio ser. Una larga serie de escritores insisten en que la tarea de recuperación no se refería tanto al territorio, la propiedad, como al cristianismo. Con ello remataban la reconquista. En 1491 Rodríguez de Almela al entregarles un ejemplar de su Crónica, en las vísperas de la caída de Granada, les recordaba a los reyes que el origen de su legitimidad estaba en la estirpe goda que la recibiera de roma por el pacto del 418. Se identificaba por tanto la política con la religión cristiana. Solo los bautizados estaban en condiciones de ser súbditos del rey y por tanto de estar bajo el amparo de las leyes, usos y costumbres del reino.
En el Imperio Romano, desde Constantino y Teodosio la religión cristiana era el credo obligatorio para todos los ciudadanos y la Iglesia cristiana, apoyándose muy directamente en las instituciones del Estado, se había convertido en iglesia imperial. El Reino visigodo de Tolosa con capital en la ciudad gala, comenzó en el año 418, tras el pacto o foedus entre los visigodos y Roma, y duró hasta el 507 y la actuación de los visigodos se ve supeditada por las circunstancias históricas de este pueblo a dar paso al Reino visigodo de Toledo o hispano-visigodo, con capital en la hispana Toledo, que se extendió desde el 507 hasta el 711, año en el que comienza la invasión musulmana. Los cronistas insisten en presentar a Fernando e Isabel como los restauradores de aquella Hispania que arrancaba de Roma su legitimidad, pero que había perdido en el 711 su propio ser. Una larga serie de escritores insisten en que la tarea de recuperación no se refería tanto al territorio, la propiedad, como al cristianismo. Con ello remataban la reconquista. En 1491 Rodríguez de Almela al entregarles un ejemplar de su Crónica, en las vísperas de la caída de Granada, les recordaba a los reyes que el origen de su legitimidad estaba en la estirpe goda que la recibiera de roma por el pacto del 418. Se identificaba por tanto la política con la religión cristiana. Solo los bautizados estaban en condiciones de ser súbditos del rey y por tanto de estar bajo el amparo de las leyes, usos y costumbres del reino.
El cristianismo es una fe que se proclama verdad
absoluta, “dogma de fe” y la vida es un tránsito durante el cual se deben
obtener los méritos para una posterior vida eterna, que es la importante. Norma
válida para todos, desde el rey hasta el último morador. Por lo tanto el
primer deber de un rey era eliminar los obstáculos que hubiera para que sus
súbditos pudieran alcanzar el logro de este fin sobrenatural.
Los
reyes, para los tiempos de Isabel tenían el mandato de Dios, es decir la
obligación de reinar, no sólo el derecho, y los súbditos eran los beneficiarios
de las leyes, fueros, cartas y privilegios usos y costumbres que juraban en el
momento que eran reconocidos como reyes.
Al
comienzo del reinado de Fernando e Isabel, judíos y musulmanes formaban
comunidades propias, pero habitaban en tierra ajena. Tenían casas de oración,
sus leyes y autoridades y escuelas. Tenían permiso del rey para ello. Abonaban
una cantidad de dinero por ello y no podían formar parte de las instituciones.
Todo esto es importante para entender los hechos que tanto se les reprochan a nuestros reyes y que inicia la enorme falacia de la “Leyenda Negra”.
Si se pierde este punto de vista, tan alejado de nosotros en nuestros días, no podremos comprender los hechos sucedidos, sus porqués y las decisiones que tomaron en aquella época. Por ejemplo la apostasía, la herejía el sacrilegio y los pecados contra natura, eran castigados duramente, incluso con la muerte, dado que eran crímenes horrendos que había que extirpar. Por el contrario el poder y la justicia estaban sometidos a fuertes limitaciones porque por encima de ellos existía el orden moral del cual la iglesia es la custodia.
Los españoles se identificaban más con "su ser católico" que con su "ser nacional". Esto es así por el gran peso que ha tenido en la formación de los españoles el Imperio Romano y la Iglesia Católica, que son universales.
No era posible que en un reino existieran dos religiones. Eso pasó en España desde la llegada de los judíos, (con el permiso de los romanos), y luego por la fuerza de las armas con la invasión musulmana. De ahí que los pobladores hispano-godos rechazaran al musulmán, creando reinos territoriales unidos por la fe.
Claro que hubo alianzas entre ellos e incluso entre cristianos y musulmanes para combatir al enemigo común. Y también tropas musulmanas en un ejército cristianos, como el del Cid. También sucedió que las Taifas, pequeños reinos provenientes de la caída del Califato de Córdoba en el 1031, fueron las más de las veces vasallos de un reino cristiano, pagando unas "parias". El propio reino nazarí de Granada era vasallo de la Corona de Castilla-León. El impago de ese tributo y la toma de la plaza de Zahara en 1481 por parte del gobernador de Ronda, Mohamed al Zagrí, hizo que Fernando e Isabel se organizaran y al año siguiente comenzó una guerra que duraría 10 años. Al reconquistar Granada, termina la presencia libre y la influencia de los musulmanes en el país. Quedando como extraños los judíos, que muchos eran conversos, es decir que se habían convertido al catolicismo.
Aunque en años anteriores los reyes Isabel y también Enrique IV habían defendido a los judíos de los ataques del pueblo que los rechazaba, la cuestión de los falsos conversos era insostenible.
Los reyes se debían a la religión cristiana y esa fue una de las razones para la expulsión de los falsos conversos y los judíos, con la promesa de que podrían volver si fueran bautizados.
La misma Monarquía Hispánica es un monarquía pactista, plurinacional y federal. Si se repasa los personajes de nuestra historia, uno enseguida se da cuenta que nos encontramos con gentes de todos los lugares de la tierra, porque lo que primaba era la lealtad al rey. Para la Monarquía Hispánica y para la Iglesia Católica lo importante no ha sido nunca la naturaleza (nacionalidad) de una persona, sino la lealtad al Rey y al Papa.
No ocurre lo mismo en los demás países de Europa que profesan religiones cristianas protestantes, que son iglesias nacionales desde el siglo XVI. Los reyes europeos protestantes lo son "Por la gracia de Dios". Los reyes españoles lo son "Porque son investidos en las Cortes después de jurar los fueros". Y, desde luego, lo que acrecentó más el nacionalismo, fueron las revoluciones republicanas, que en sí mismas son siempre nacionalistas.
La legalidad del poder en España la otorgaba la Santa Sede, pues por la "Donación de Constantino", era ella la heredera del Imperio romano. Es decir, que sin aprobación de la Santa Sede y el Sumo Pontífice, nadie legalmente podía ser rey. Los reyes españoles siempre se consideraron los herederos legales del Imperio Romano y, por tanto, sometidos al Sumo Pontífice o Papa. Si el Papa excomulgaba a un rey, cualquier súbdito estaba legitimado para destronarlo y que daban rotos automáticamente todos los vínculos de vasallaje y servidumbre.
La misma Reconquista es mucho más romana y católica que española. Fue impulsada mucho más por los Papas que por los reyes, siempre a través de cruzadas que tenían que ofrecer grandes beneficios espirituales y materiales (bulas) a los participantes.
A los reyes hispanos y a la alta nobleza militar les costaba mucho aventurarse en las cruzadas, porque para ellos era más ventajoso tener súbditos musulmanes que cristianos, que eran mucho más exigentes. Por eso en la Reconquista siempre tienen un papel militar protagonista los obispos, las órdenes religioso-militares, como el Temple, Hospitalarios y, después, las hispánicas creadas exprofeso, como la Orden de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, entre otras. Tenían más importancia los mesnaderos del Rey y las milicias concejiles, los caballeros pardos castellanos (sin nobleza natural) o en la corona de Aragón gentes de cualquier origen que dispusieran de un caballo y armas, como los almogávares, que la alta nobleza castellana o los ricoshombres aragoneses.
Estás características únicas de España respecto a los demás países europeos explica porque los españoles nunca fueron nacionalistas. Recién a principios del siglo XX, en que la pérdida de las últimas provincias de ultramar, de la que eran beneficiarios privilegiados los vascos y catalanes, y el republicanismo importado de Europa y América impulsa un nacionalismo regionalista.
Todo esto es importante para entender los hechos que tanto se les reprochan a nuestros reyes y que inicia la enorme falacia de la “Leyenda Negra”.
Si se pierde este punto de vista, tan alejado de nosotros en nuestros días, no podremos comprender los hechos sucedidos, sus porqués y las decisiones que tomaron en aquella época. Por ejemplo la apostasía, la herejía el sacrilegio y los pecados contra natura, eran castigados duramente, incluso con la muerte, dado que eran crímenes horrendos que había que extirpar. Por el contrario el poder y la justicia estaban sometidos a fuertes limitaciones porque por encima de ellos existía el orden moral del cual la iglesia es la custodia.
Los españoles se identificaban más con "su ser católico" que con su "ser nacional". Esto es así por el gran peso que ha tenido en la formación de los españoles el Imperio Romano y la Iglesia Católica, que son universales.
No era posible que en un reino existieran dos religiones. Eso pasó en España desde la llegada de los judíos, (con el permiso de los romanos), y luego por la fuerza de las armas con la invasión musulmana. De ahí que los pobladores hispano-godos rechazaran al musulmán, creando reinos territoriales unidos por la fe.
Claro que hubo alianzas entre ellos e incluso entre cristianos y musulmanes para combatir al enemigo común. Y también tropas musulmanas en un ejército cristianos, como el del Cid. También sucedió que las Taifas, pequeños reinos provenientes de la caída del Califato de Córdoba en el 1031, fueron las más de las veces vasallos de un reino cristiano, pagando unas "parias". El propio reino nazarí de Granada era vasallo de la Corona de Castilla-León. El impago de ese tributo y la toma de la plaza de Zahara en 1481 por parte del gobernador de Ronda, Mohamed al Zagrí, hizo que Fernando e Isabel se organizaran y al año siguiente comenzó una guerra que duraría 10 años. Al reconquistar Granada, termina la presencia libre y la influencia de los musulmanes en el país. Quedando como extraños los judíos, que muchos eran conversos, es decir que se habían convertido al catolicismo.
Aunque en años anteriores los reyes Isabel y también Enrique IV habían defendido a los judíos de los ataques del pueblo que los rechazaba, la cuestión de los falsos conversos era insostenible.
Los reyes se debían a la religión cristiana y esa fue una de las razones para la expulsión de los falsos conversos y los judíos, con la promesa de que podrían volver si fueran bautizados.
La misma Monarquía Hispánica es un monarquía pactista, plurinacional y federal. Si se repasa los personajes de nuestra historia, uno enseguida se da cuenta que nos encontramos con gentes de todos los lugares de la tierra, porque lo que primaba era la lealtad al rey. Para la Monarquía Hispánica y para la Iglesia Católica lo importante no ha sido nunca la naturaleza (nacionalidad) de una persona, sino la lealtad al Rey y al Papa.
No ocurre lo mismo en los demás países de Europa que profesan religiones cristianas protestantes, que son iglesias nacionales desde el siglo XVI. Los reyes europeos protestantes lo son "Por la gracia de Dios". Los reyes españoles lo son "Porque son investidos en las Cortes después de jurar los fueros". Y, desde luego, lo que acrecentó más el nacionalismo, fueron las revoluciones republicanas, que en sí mismas son siempre nacionalistas.
La legalidad del poder en España la otorgaba la Santa Sede, pues por la "Donación de Constantino", era ella la heredera del Imperio romano. Es decir, que sin aprobación de la Santa Sede y el Sumo Pontífice, nadie legalmente podía ser rey. Los reyes españoles siempre se consideraron los herederos legales del Imperio Romano y, por tanto, sometidos al Sumo Pontífice o Papa. Si el Papa excomulgaba a un rey, cualquier súbdito estaba legitimado para destronarlo y que daban rotos automáticamente todos los vínculos de vasallaje y servidumbre.
La misma Reconquista es mucho más romana y católica que española. Fue impulsada mucho más por los Papas que por los reyes, siempre a través de cruzadas que tenían que ofrecer grandes beneficios espirituales y materiales (bulas) a los participantes.
A los reyes hispanos y a la alta nobleza militar les costaba mucho aventurarse en las cruzadas, porque para ellos era más ventajoso tener súbditos musulmanes que cristianos, que eran mucho más exigentes. Por eso en la Reconquista siempre tienen un papel militar protagonista los obispos, las órdenes religioso-militares, como el Temple, Hospitalarios y, después, las hispánicas creadas exprofeso, como la Orden de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, entre otras. Tenían más importancia los mesnaderos del Rey y las milicias concejiles, los caballeros pardos castellanos (sin nobleza natural) o en la corona de Aragón gentes de cualquier origen que dispusieran de un caballo y armas, como los almogávares, que la alta nobleza castellana o los ricoshombres aragoneses.
Estás características únicas de España respecto a los demás países europeos explica porque los españoles nunca fueron nacionalistas. Recién a principios del siglo XX, en que la pérdida de las últimas provincias de ultramar, de la que eran beneficiarios privilegiados los vascos y catalanes, y el republicanismo importado de Europa y América impulsa un nacionalismo regionalista.