Un proceso tan largo como la
estancia de los musulmanes en la península, hizo que Ortega y Gasset se
preguntase irónicamente ¿Cómo puede llamarse Reconquista a una guerra que dura
ocho siglos?.
La respuesta para mí es clara,
no fue una guerra continua, declarada y contra un claro enemigo en toda regla,
ya que a veces fue incluso aliado.
El concepto de Reconquista
viene a significar un proceso militar que dura 800 años entre cristianos y
musulmanes. Se trata
de un concepto tan difundido que desvela una faceta ideológica y conservadora
de los dos últimos siglos de historia de nuestro país. Una idea nacida a
principios en el siglo XIX, cuando un pegamento ideológico era necesario,
explotada hasta la sociedad durante el siglo XX, y que ahora, existe un extraño
regreso, seguramente por rechazo al separatismo y nacionalismo regional.
No es que no hubiera luchas
por la recuperación de territorios en la Edad Media. Los cronistas medievales
hablan de conquistas, no de reconquistas.
En la Edad Media nadie pensó
en la Reconquista, y el término nació con unos contenidos totalmente ajenos a
la medievalidad peninsular. Desaparecido el Imperio romano en el 476 y
establecidos los visigodos en Hispania, no como invasores, sino con residentes
a través de un pacto con Roma, de religión arriana que luego abrazaron la
religión romana, los naturales de la península anteriores fueron llamado
hispano-romanos. Estos y los visigodos son los dueños propietarios de la
península y más adelante con un solo rey. Y no se trataba solamente de
territorio. En aquellos tiempos la religión era primordial.
El aporte que ayudó a
vertebrar aquella primitiva España fue la unidad que conseguía la religión
cristiana. Es evidente que esa época tan larga desde la llegada de los
musulmanes en el 711 hasta su derrota final en Granada en 1492 tiene unas
características comunes. Fundamentalmente es el rechazo a lo musulmán, por
haber sido una invasión y por tener una religión no ya diferente, sino
contraria a la cristiana. Y debemos llamarla de alguna manera. Pero aquella
invasión no fue a base de luchas y largas batallas exactamente. La mayor parte
del territorio lo consiguieron pactando con los pobladores.
Ya desde la época de Don
Pelayo, había un deseo ferviente de recobrar la unidad perdida tras la invasión
musulmana. Por lo tanto no es de extrañar que las rencillas familiares, los
matrimonios de conveniencia y las cuestiones hereditarias determinasen los
dominios sobre los territorios. Alianzas, enemistades y luchas en los
frecuentes cambios de los límites fronterizos. Esto no impedía tácticas entre
cristianos y musulmanes, ya fuese para combatir el credo contrario o a los
adversarios de lo propio. Aún con esa confusa situación, los reinos cristianos
fueron consolidando sus propias identidades a través de instituciones y normas
sociales.
Hay que tener presente que hubo
batallas de unos reinos contra otros, muchos entre cristianos entre sí y otros
contra los musulmanes y también entre sí. Por control del territorio y por defender una religión determinada.
El periodo histórico del Cid
es un ejemplo de la enorme mezcla que había entre cristianos y musulmanes y las
alianzas que había entre ellos. Y se producen batallas de cristianos contra
cristianos apoyados por musulmanes, que también tenían guerras internas y se
apoyaban en cristianos para vencerlas. El término Reconquista es un término que
a partir del siglo XIX se llenó de connotaciones nacionalcatólicas para darle
una identidad al estado-nación burgués que acababa de nacer y se llevó al
extremo de ese pasado glorioso medieval donde estaba la esencia de España
forjada en la lucha contra los musulmanes, sin tener en cuenta los intercambios
y esas alianzas que se habían dado en la propia Edad Media. Incluso una pluma
tan prestigiosa como la de José María Pemán, se derrumba ante la leyenda del
Cid, la engrandece, construye, si no lo estaba ya, un personaje nacional ,
épico y español, de caballero medieval que hace las delicias del lector
agradecido de novelas épicas de caballeros andantes, que además existió.
La Reconquista es verdad que
existía, en cierta forma, en aquellos tiempos. Pero los reinos eran propiedad
de las familias, y la nobleza y el clero estaban en el negocio. Las luchas
entre unos reinos y otros al igual que los matrimonios por buscar alianzas eran
con fines patrimoniales, para combatir a un enemigo común o para evitar una
guerra o batalla determinada, luchas, fratricidios, parricidios, asesinatos y
trampas de todo tipo, demuestran todo esto que no se luchaba por la unidad del
país, sino por conservar lo propio.
El Cid utiliza esa noción de
reconquista en algunos de sus diplomas para dar legitimación a su conquista de
Valencia utilizando un lenguaje parecido al que utilizaban reyes de su tiempo.
Y se habla de recuperación de territorios musulmanes para la cristiandad, de un
enemigo infiel, de héroes salvadores. Pero los años y las narraciones no dejan
ver la verdad de lo que fue aquello y además se topa a veces con un poco o nula
información contrastable. Todo queda a merced de ideas nobles, seguramente,
pero siempre con lugar para la duda. Lo de la jura de Santa Gadea, lo de la
batalla después de muerto y sobre todo que se hable de él como un mercenario.
Dudar de estos hecho, muchos no pueden soportarlo, porque lo tienen idealizado
como paladín de la cristiandad, que no es un invento del siglo XIX. Los
propagandistas del Cid ya trabajaban desde la Edad Media, otra cosa es que
después se haya amplificado este mito y dotado de otras significaciones. Pero a
la gente le dan urticaria ciertas cosas del personaje, como su relación con los
musulmanes.
Los componentes mayoritarios
de su ejército era musulmán y esto era así porque a la batalla no irían al
mando de un caballero sino algunos pocos. Y no era el Cid el único en esa
tesitura. Es exactamente lo mismo que hizo Hernán Cortés, que sin los indígenas
no podría haber conquistado a los mexicas. Los reyes musulmanes a los que sirve
Rodrigo Díaz son grandes eruditos, matemáticos y astrónomos. Usaba el
astrolabio, porque que se usaba mucho en Al-Ándalus, no en los ejércitos
cristianos. Y el astrolabio es un instrumento que permite moverte por la noche,
que es una de las claves del éxito militar de Rodrigo Díaz, que era de los
pocos militares que planteaba batallas nocturnas.
La Tizona es la espada del Cid
según todas publicaciones poco informadas. La Tizona es una espada de finales
del siglo XV y principios del siglo XVI. Mentiras que tienen éxito. Pero la
aportación más importante del Cid a la historia castellana no fue ni sus genes
ni tampoco las conquistas o batallas. Su principal herencia es su leyenda, su
épica; esas medias verdades sobre las que toda nación inventa su identidad para
buscarle un sentido a su navegación en el caos de la historia
E Cid pudo ver la caída por
corrupción interna del Califato de Córdoba en el 1031, unos 320 años después
del inicio de la invasión musulmana. Se desintegró en 33 reinos pequeños, o
Taifas. El término “taifas” significa “banderías”, y algunas de las taifas más
importantes fueron Almería, Murcia, Granada, Sevilla, Toledo y Zaragoza.
A finales del siglo XI la
expansión del Imperio almorávide terminó con las taifas de la Península Ibérica.
Pero a mediados del siglo XII se produjo una nueva fragmentación política que
dio lugar a los segundos reinos de taifas. Poco después, el Imperio almohade
absorbió las taifas, pero su derrota en la batalla de Las Navas de Tolosa
(1212) determinó una nueva etapa conocida como terceros reinos de taifas, que
concluyó en el mismo siglo XIII por las crecientes conquistas cristianas.
Los reinos de taifas solían
pagar tributos (llamados parias) a los reyes cristianos, y de esta forma eran
vasallos, por lo tanto estaban protegidos ante la invasión de otro reino. Pero
en ocasiones solicitaron el auxilio de Estados islámicos poderosos (los
imperios almorávide y almohade) para hacer frente al avance militar cristiano.
Al principio de la invasión,
pequeños grupos de cristianos se establecieron en las zonas montañosas de
Cantabria y Sur de los Pirineos, que habían quedado desocupadas por las fuerzas
de Córdoba. Aquí se formaron los reinos independientes de Asturias, León,
Castilla, Navarra, Aragón y los condados pirenaicos. A pesar de las incursiones
musulmanas que arrasaban regularmente sus territorios, los cristianos se
expandieron gradualmente hacia el Sur, estableciéndose primero en las tierras
al norte del Río Duero y después en el Valle del Río Tajo.
Este avance se detuvo
temporalmente debido a las invasiones almorávides y almohades a mediados del
siglo XII. Estas nuevas invasiones fueron para recuperar el territorio perdido
a manos de un reino cristiano. Como dijimos el años 1212 fue crucial con la derrota
de los almohades en Tolosa.
Echando cuenta vemos que
fueron independientes 320 años al principio, otros 180 desde la caída del
califato hasta la batalla de las Navas y el resto vemos que ya principios del
siglo XIII, las fuerzas cristianas estaban presionando una vez más hacia el Sur,
hacía el Río Guadiana y el Valle del Guadalquivir. A mediados de este siglo,
los reinos cristianos después de haber conquistado Córdoba (1236) y Sevilla
(1248), rodearon el emirato de Granada, último bastión musulmán. Ante esta
nueva situación, el primer gobernante del emirato granadino, Ibn al-Ahmar,
decidió convertirse en vasallo castellano en 1246, prometiendo asistencia a la
corte, servicio militar y un tributo anual a cambio de la preservación de su
autonomía. Granada fue un estado tributario de la Corona castellana durante los
siguientes 250 años, hasta que Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón
reunieron los recursos del reino para su conquista.
Desde el momento que el poder
cordobés empezó a disminuir, los reyes cristianos comenzaron a enfatizar la
importancia del engrandecimiento territorial como un objetivo central de la
guerra.
Se consideró la guerra como
instrumento para enriquecerse o elevar la posición social. Pelearon por tierras
para el cultivo o por la riqueza que había en al-Andalus.
Joseph Pérez, Historia de
España, Editorial Crítica, Barcelona, 2003.
David Porrinas, expertos sobre
la figura del Cid, doctor en Historia especialidad Historia Medieval
Juan José Primo Jurado,
historiador