viernes, 16 de agosto de 2024

LA RECONQUISTA Y EL CID

Un proceso tan largo como la estancia de los musulmanes en la península, hizo que Ortega y Gasset se preguntase irónicamente ¿Cómo puede llamarse Reconquista a una guerra que dura ocho siglos?.
La respuesta para mí es clara, no fue una guerra continua, declarada y contra un claro enemigo en toda regla, ya que a veces fue incluso aliado.
El concepto de Reconquista viene a significar un proceso militar que dura 800 años entre cristianos y musulmanes. Se trata de un concepto tan difundido que desvela una faceta ideológica y conservadora de los dos últimos siglos de historia de nuestro país. Una idea nacida a principios en el siglo XIX, cuando un pegamento ideológico era necesario, explotada hasta la sociedad durante el siglo XX, y que ahora, existe un extraño regreso, seguramente por rechazo al separatismo y nacionalismo regional.


No es que no hubiera luchas por la recuperación de territorios en la Edad Media. Los cronistas medievales hablan de conquistas, no de reconquistas.
En la Edad Media nadie pensó en la Reconquista, y el término nació con unos contenidos totalmente ajenos a la medievalidad peninsular. Desaparecido el Imperio romano en el 476 y establecidos los visigodos en Hispania, no como invasores, sino con residentes a través de un pacto con Roma, de religión arriana que luego abrazaron la religión romana, los naturales de la península anteriores fueron llamado hispano-romanos. Estos y los visigodos son los dueños propietarios de la península y más adelante con un solo rey. Y no se trataba solamente de territorio. En aquellos tiempos la religión era primordial.
El aporte que ayudó a vertebrar aquella primitiva España fue la unidad que conseguía la religión cristiana. Es evidente que esa época tan larga desde la llegada de los musulmanes en el 711 hasta su derrota final en Granada en 1492 tiene unas características comunes. Fundamentalmente es el rechazo a lo musulmán, por haber sido una invasión y por tener una religión no ya diferente, sino contraria a la cristiana. Y debemos llamarla de alguna manera. Pero aquella invasión no fue a base de luchas y largas batallas exactamente. La mayor parte del territorio lo consiguieron pactando con los pobladores.
Ya desde la época de Don Pelayo, había un deseo ferviente de recobrar la unidad perdida tras la invasión musulmana. Por lo tanto no es de extrañar que las rencillas familiares, los matrimonios de conveniencia y las cuestiones hereditarias determinasen los dominios sobre los territorios. Alianzas, enemistades y luchas en los frecuentes cambios de los límites fronterizos. Esto no impedía tácticas entre cristianos y musulmanes, ya fuese para combatir el credo contrario o a los adversarios de lo propio. Aún con esa confusa situación, los reinos cristianos fueron consolidando sus propias identidades a través de instituciones y normas sociales.
Hay que tener presente que hubo batallas de unos reinos contra otros, muchos entre cristianos entre sí y otros contra los musulmanes y también entre sí. Por control del territorio y por defender una religión determinada.


El periodo histórico del Cid es un ejemplo de la enorme mezcla que había entre cristianos y musulmanes y las alianzas que había entre ellos. Y se producen batallas de cristianos contra cristianos apoyados por musulmanes, que también tenían guerras internas y se apoyaban en cristianos para vencerlas. El término Reconquista es un término que a partir del siglo XIX se llenó de connotaciones nacionalcatólicas para darle una identidad al estado-nación burgués que acababa de nacer y se llevó al extremo de ese pasado glorioso medieval donde estaba la esencia de España forjada en la lucha contra los musulmanes, sin tener en cuenta los intercambios y esas alianzas que se habían dado en la propia Edad Media. Incluso una pluma tan prestigiosa como la de José María Pemán, se derrumba ante la leyenda del Cid, la engrandece, construye, si no lo estaba ya, un personaje nacional , épico y español, de caballero medieval que hace las delicias del lector agradecido de novelas épicas de caballeros andantes, que además existió.
La Reconquista es verdad que existía, en cierta forma, en aquellos tiempos. Pero los reinos eran propiedad de las familias, y la nobleza y el clero estaban en el negocio. Las luchas entre unos reinos y otros al igual que los matrimonios por buscar alianzas eran con fines patrimoniales, para combatir a un enemigo común o para evitar una guerra o batalla determinada, luchas, fratricidios, parricidios, asesinatos y trampas de todo tipo, demuestran todo esto que no se luchaba por la unidad del país, sino por conservar lo propio.
El Cid utiliza esa noción de reconquista en algunos de sus diplomas para dar legitimación a su conquista de Valencia utilizando un lenguaje parecido al que utilizaban reyes de su tiempo. Y se habla de recuperación de territorios musulmanes para la cristiandad, de un enemigo infiel, de héroes salvadores. Pero los años y las narraciones no dejan ver la verdad de lo que fue aquello y además se topa a veces con un poco o nula información contrastable. Todo queda a merced de ideas nobles, seguramente, pero siempre con lugar para la duda. Lo de la jura de Santa Gadea, lo de la batalla después de muerto y sobre todo que se hable de él como un mercenario. Dudar de estos hecho, muchos no pueden soportarlo, porque lo tienen idealizado como paladín de la cristiandad, que no es un invento del siglo XIX. Los propagandistas del Cid ya trabajaban desde la Edad Media, otra cosa es que después se haya amplificado este mito y dotado de otras significaciones. Pero a la gente le dan urticaria ciertas cosas del personaje, como su relación con los musulmanes.
Los componentes mayoritarios de su ejército era musulmán y esto era así porque a la batalla no irían al mando de un caballero sino algunos pocos. Y no era el Cid el único en esa tesitura. Es exactamente lo mismo que hizo Hernán Cortés, que sin los indígenas no podría haber conquistado a los mexicas. Los reyes musulmanes a los que sirve Rodrigo Díaz son grandes eruditos, matemáticos y astrónomos. Usaba el astrolabio, porque que se usaba mucho en Al-Ándalus, no en los ejércitos cristianos. Y el astrolabio es un instrumento que permite moverte por la noche, que es una de las claves del éxito militar de Rodrigo Díaz, que era de los pocos militares que planteaba batallas nocturnas.


La Tizona es la espada del Cid según todas publicaciones poco informadas. La Tizona es una espada de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Mentiras que tienen éxito. Pero la aportación más importante del Cid a la historia castellana no fue ni sus genes ni tampoco las conquistas o batallas. Su principal herencia es su leyenda, su épica; esas medias verdades sobre las que toda nación inventa su identidad para buscarle un sentido a su navegación en el caos de la historia
E Cid pudo ver la caída por corrupción interna del Califato de Córdoba en el 1031, unos 320 años después del inicio de la invasión musulmana. Se desintegró en 33 reinos pequeños, o Taifas. El término “taifas” significa “banderías”, y algunas de las taifas más importantes fueron Almería, Murcia, Granada, Sevilla, Toledo y Zaragoza.
A finales del siglo XI la expansión del Imperio almorávide terminó con las taifas de la Península Ibérica. Pero a mediados del siglo XII se produjo una nueva fragmentación política que dio lugar a los segundos reinos de taifas. Poco después, el Imperio almohade absorbió las taifas, pero su derrota en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) determinó una nueva etapa conocida como terceros reinos de taifas, que concluyó en el mismo siglo XIII por las crecientes conquistas cristianas.
Los reinos de taifas solían pagar tributos (llamados parias) a los reyes cristianos, y de esta forma eran vasallos, por lo tanto estaban protegidos ante la invasión de otro reino. Pero en ocasiones solicitaron el auxilio de Estados islámicos poderosos (los imperios almorávide y almohade) para hacer frente al avance militar cristiano.
Al principio de la invasión, pequeños grupos de cristianos se establecieron en las zonas montañosas de Cantabria y Sur de los Pirineos, que habían quedado desocupadas por las fuerzas de Córdoba. Aquí se formaron los reinos independientes de Asturias, León, Castilla, Navarra, Aragón y los condados pirenaicos. A pesar de las incursiones musulmanas que arrasaban regularmente sus territorios, los cristianos se expandieron gradualmente hacia el Sur, estableciéndose primero en las tierras al norte del Río Duero y después en el Valle del Río Tajo.
Este avance se detuvo temporalmente debido a las invasiones almorávides y almohades a mediados del siglo XII. Estas nuevas invasiones fueron para recuperar el territorio perdido a manos de un reino cristiano. Como dijimos el años 1212 fue crucial con la derrota de los almohades en Tolosa.
Echando cuenta vemos que fueron independientes 320 años al principio, otros 180 desde la caída del califato hasta la batalla de las Navas y el resto vemos que ya principios del siglo XIII, las fuerzas cristianas estaban presionando una vez más hacia el Sur, hacía el Río Guadiana y el Valle del Guadalquivir. A mediados de este siglo, los reinos cristianos después de haber conquistado Córdoba (1236) y Sevilla (1248), rodearon el emirato de Granada, último bastión musulmán. Ante esta nueva situación, el primer gobernante del emirato granadino, Ibn al-Ahmar, decidió convertirse en vasallo castellano en 1246, prometiendo asistencia a la corte, servicio militar y un tributo anual a cambio de la preservación de su autonomía. Granada fue un estado tributario de la Corona castellana durante los siguientes 250 años, hasta que Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón reunieron los recursos del reino para su conquista.


Desde el momento que el poder cordobés empezó a disminuir, los reyes cristianos comenzaron a enfatizar la importancia del engrandecimiento territorial como un objetivo central de la guerra.
Se consideró la guerra como instrumento para enriquecerse o elevar la posición social. Pelearon por tierras para el cultivo o por la riqueza que había en al-Andalus.
Joseph Pérez, Historia de España, Editorial Crítica, Barcelona, 2003.
David Porrinas, expertos sobre la figura del Cid, doctor en Historia especialidad Historia Medieval
Juan José Primo Jurado, historiador
 

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