sábado, 13 de diciembre de 2025

ISABEL DE TRASTÁMARA, REINA DE CASTILLA Y LEÓN

Hace hoy 551 años. Tenía 23 años y la cabeza en su sitio. 
Vayamos a esa puesta en escena con la que Isabel demostró a todos que nadie iba a marcar las líneas de su reinado, salvo ella misma.
¡Qué par de ovarios! ¡ Y sin Ministerio de Igualdad !!

Anulada por el papa los actos de Val de Lozoya, que fue una infructuosa jugada del rey Enrique IV, mal aconsejado para anular el Pacto de los Toros de Guisando, donde se nombraba a Isabel heredera a la corona de Castilla y León, por lo tanto Princesa de Asturias, a los ojos del pueblo de Segovia la situación era la del rey en buena armonía con su hermana de padre. A muchos les pareció que Isabel no debía demorar su proclamación como reina de Castilla y recordamos que no se necesitaba ser coronada o consagrada, como en Francia, sencillamente se le proclamada. Así, el 13 de diciembre de 1474, Isabel de Trastámara asiste a los solemnes funerales por el recientemente difunto rey Enrique IV, su hermano, en la Iglesia de San Martín Vera en Segovia. Isabel vestía la ropa de ceremonia cubierta de paños de luto. Pero a la salida se despojó de los paños apareciendo con todo el lujo que requería la siguiente ceremonia, la proclamación como reina de Castilla. Isabel no esperó a su esposo, de camino, para proclamarse reina.
Gutierre de Cárdenas, hombre de confianza de Chacón, y de Isabel, por una de las cosas por las que pasará a la historia es por sostener la espada abriendo la comitiva de Isabel, cuando fue proclamada reina, era un papel simbólico que en los acuerdos del matrimonio entre Fernando e Isabel estaba dispuesto para el aragonés. Pero ante su ausencia, Isabel no esperó y le otorgó ese encargo a Gutierre de Cárdenas. Fueron al Alcázar tomando Isabel posesión de su poder real.


Parece ser que al llegar Fernando con sus tropas, hubo de esperar a las puertas de la ciudad, dos días, en un campamento improvisado, para poder entrar por orden de la reina. Venía Fernando de luchar en la Guerra del Rosellón, defendiendo los intereses de la Crona de Aragón, de la que era heredero. Ante el enfado y la reclamación de Fernando, supo hacerle entender que había sido necesario porque de esa forma fue recibido por la reina ya proclamada y con los honores que correspondían el rey de Aragón y consorte de Castilla, de forma de que el pueblo se diera cuenta que Castilla tenía unos monarcas con autoridad. 
Se comunicó la noticia inmediatamente a las ciudades y en los días siguientes unos y otras obedecieron haciendo reconocimiento de la proclamación. Solo sabemos de dos rotundos silencios, Madrid, a la sazón residencia de Juana y su madre y de  Plasencia, en posesión de los Estúñiga, que sabían que podían serles reclamadas la devolución de Arévalo, ya que la nueva reino no consentiría el despojo cometido a su madre. Pero ambos casos, solo fueron abstenciones, lo que se interpretaba como un tiempo de espera y negociación.


El juramento de las Cortes y la Junta de la Hermandad podían esperar.
Fue el 2 de enero de 1475 cuando Fernando se unió a sus esposa, la Reina que le esperaba en la Catedral. Entraron en el templo asistir en el altar mayor a la ceremonia litúrgica de acción de gracias. Pasaron al Alcázar.
De que hablaron en la mesa, en su intimidad, no es posible saberlo, pero la reina supo convencer a Fernando de que se había hecho lo más conveniente.
Se pensó en un documento que dejara las cosas acordadas claras. Tres razones explicaron los reyes a Fernando del Pulgar, el cronista real para ello: Una; La tradición política y sobre todo la religión cristiana no admite diferencia sustancial entre varón y mujer. Segundo; pasados cinco años de matrimonio solo habían tenido una hija, y no debían a hacer peligrar sus derechos de herencia para pasarlos a otro miembro indirecto de la Monarquía, cosa que algunos pretendían aún. Tercero; La reina siempre manifestó y abrigaba el deseo de un poder compartido, como una función, no una propiedad. De este modo dos personas podían simultáneamente ejercerlo. En este sentido se les encargó a personas de ambas tendencias, Carrillo y Mendoza, que elaborasen un documento con forma de acta arbitral determinando la forma y circunstancia en que debía llevarse en adelante el ejercicio compartido del poder real. Aquella Concordia de Segovia, firmada el 15 de enero de 1475 estipulaba que todas las cartas, sellos y monedas llevarían ambos nombres, precediendo el del marido como era costumbre cristiana, pero anteponiendo las armas de Castilla a las de Aragón.


Todos los homenajes y rentas serían hechas a la reina, en Castilla, pero de todo aquel dinero ella daría cuenta a su marido para que juntos decidieran en que invertirlo. Lo mismo hará luego Fernando con la Corona de Aragón. En cambio la administración de justicia y nombramientos podrían hacerse por separado, conforme las circunstancias lo aconsejasen. El 28 de abril Isabel entregó a su marido un documento delegando en él sus propios poderes, sin renunciar a ninguno, de tal forma que encontrándose ella presente o ausente pudiera Fernando ejercer las funciones reales. A su vez Fernando el 14 de abril de 1481, cuando entró en posesión de la Corona de Aragón, entregaría a Isabel un documento similar. Este documento figura en los Registros de aquel Archivo con esa fecha. De esta forma se completaba un proceso iniciado en 1369 con la revolución que derribó al rey Pedro I comenzando la dinastía Trastámara. Se emprendió una tarea impresionante, proyectos de Alfonso X y Alfonso XI. La Monarquía Hispana surgía como primera forma de organización de un Estado, que busca una razón de existir. Esa forma de Estado se apoyaba en dos principios. España era una unidad preexistente a la que correspondía una conciencia histórica, y la monarquía aparecían como los garantes sobre todo, de la justicia, el cumplimiento de las leyes, cartas, fueron, privilegios, buenos usos y costumbres, considerados en conjunto como ejercicio de libertades en plural.


A punto de heredar la Corona de Aragón, nuestros protagonistas tuvieron que plantearse el modelo político que les convenía. La norma castellana, que se aplicaría en el caso de Granada, tendiendo al unitarismo institucional, mientras que la aragonesa se inclinaba por la unión de los reinos, conservando cada uno las tres características esenciales, un territorio, un fuero y unas Cortes. Cuando Navarra fue incorporada a la Corona de Castilla, años después, se hará mediante pacto que le permitía conservar esa condición de reino. Una demostración de que se había optado por la fórmula de unión de Reinos. Si bien esta fórmula no renunciaba a la condición de soberanía, definida además con el calificativo de “absoluto”,  que se define como independiente de cualquier otra autoridad superior.
Modelo en el espíritu de la caballería; tal debían ser los reyes. Esto nos revela el lema “Tanto Monta” No se refiere a la paridad de la pareja. Como Caballero del Toisón de Oro, Fernando necesitaba un emblema y una leyenda acorde. Isabel había escogido el haz de flechas, que significaba la reunión de los reinos, y la F era la inicial de su marido. Acudió Fernando al humanista Antonio de Nebrija, poniéndole como condición que comenzara por la letra Y, como ya lo hiciera en el signo del yunque utilizado por él en justas y torneos. El gran latinista le propuso una pequeña historia que Quino Curcio había introducido en la biografía de Alejandro Magno. Llegado éste a Gordión el macedonio se había encontrado un yugo con la letra Y, en torno a la cual se había atado un nudo con tal malas artes que nadie era capaz de desatar. A esto estaba la promesa de conquistar el mundo. Alejandro sacó su espada y la cortó de un tajo diciendo “Tanto Monta”, lo que en castellano del tiempo viene a decir, “da lo mismo cortar que desatar”. En otras palabras, se aclaraba que Fernando, haciendo valer su posición, tomase la vía recta, y que el fin justifica los medios, asunto hoy discutible, pero entonces no. Los dos emblemas, yugo y flechas, aparecen juntos en los escudos de armas y sirven para la identificación del reinado.

FERNANDO FERNÁN - GÓMEZ

miércoles, 10 de diciembre de 2025

BATALLA DE AYACUCHO – 9 de diciembre de 1824

Hace hoy 200 años de la batalla que marcó el fin del virreynato del Perú. El siglo XIX fue seguramente el peor de todos en la historia de España.
Aparte de la influencia revolucionaria y libertaria de la revolución francesa, nos topamos con el poderoso Napoleón, que por causa del “Pacto de Familia” con el rey francés Luis XVI nos vimos obligados a entrar con la Armada en la Batalla de Trafalgar en 1805, de trágico recuerdo.



Luego, ya autoproclamado Napoleón Emperador de Francia, sufrimos la ocupación que realmente fue una invasión de sus tropas y comienza la mal llamada Guerra de Independencia, (ya éramos independientes) que comenzó en 1808 y terminó en 1814. Entremedias tuvimos por rey al hermano del corso y al terminar vino nuestro rey, tan “deseado”, que fue Fernando VII, que terminó siendo llamado “el rey felón”.
Pero es en estos años cuando España pierde sus territorios de ultramar, la España americana. Un proceso que comenzó en Buenos Aires en 1810 y terminó en el Alto Perú, (hoy Bolivia), en 1825. Salvo el Virreinato de Nueva España donde la independencia de México se obtuvo de forma pacífica con el Plan de Iguala en 1821 en el resto se obtuvo combatiendo.
Los que propugnaban por la independencia de los territorios sobre la monarquía española lo lideraban los criollos, la rica burguesía originaria de españoles, hijos y nietos de españoles nacidos en suelo americano. Bebían de las ideal liberales difundidas por la masonería y los británicos, siempre deseosos de expulsar a España de aquellas tierras americanas para poder comerciar directamente con esa clase criolla.


En la península los masones se aliaron con el bando liberal y a nivel internacional era clara su vinculación con los intereses del Reino Unido. De hecho los principales personajes de la lucha de las independencias americanas habían viajado a Londres y allí fue donde conocieron de primera mano a la masonería, incluso llegando a crear logias nuevas, como la Logia Lautaro, creada seguramente por San Martin, que llevó a Buenos Aires posteriormente.
En América el bando realista, su ejército se alineaban además de la oficialidad y militares enviados desde la península, gente del pueblo, incluso indígenas, aymarás, quechuas, llaneros, campesinos, mulatos, etc. que se sentían más protegidos por la monarquía que con los caudillos criollos, que por lo general eran los terratenientes criollos, comerciantes y exportadores, la clase que manejaba la economía y dominaba la producción y su industria y desarrollo.
Realmente las sucesivas batallas entre realistas y libertadores eran un enfrentamiento entre absolutistas y liberales, monárquicos y republicanos pero por encima de todo una inmensa Guerra Civil entre americanos.
En este contexto se desarrollaron unas cuantas batallas, pero la batalla de Ayacucho fue el último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas y significó el final definitivo del dominio administrativo español en América del sur.
Casi después de 300 años desde que Francisco Pizarro conquistara el Imperio Inca, el Virreinato de Perú ganó su independencia el 9 de diciembre del año 1824 a través de la Batalla de Ayacucho. En este conflicto el país Ibérico fue derrotado gracias al debilitamiento previo de Fernando VII por las insurrecciones producidas en el país debido a las inconformidades por parte de los ciudadanos con las políticas autoritarias llevadas por el rey.
Volvamos atrás unos años. El pronunciamiento del coronel Riego y otros el 1 de enero de 1820 en Cádiz hizo que los 20.000 hombres que esperaban para embarcarse y partir hacia América con el fin de ayudar en la lucha y sofocar el movimiento independentista no partieran y obedecieran a Riego en su desobediencia al rey. Por entonces ya no quedaban los virreinatos del Río de la Plata y de Nueva Granada, pero quedaba el Virreinato del Perú, seguramente el más rico.


La guerra por el Perú se inició en 1820 con Simón Bolívar atacando por el norte y San Martín por el sur. Pero los ejércitos realistas supieron contener esos ataques, provocando derrotas a los independentistas en varias batallas. El virrey era José de la Serna, un héroe de la Guerra de Independencia en España, de ideas liberales, pero fiel al rey. Los refuerzos esperados nunca llegaron, consiguió retrasar la independencia tres años más. A principios de 1824 las fuerzas de José de la Serna se dividieron a causa de una rebelión encabezada por el general Pedro Olañeta, que generó en batallas mermando las fuerzas, cosa que aprovechó Bolívar para llevar sus tropas a las puertas de Cuzco en el mes de octubre, dejando al mando del final de la campaña a su lugarteniente José de Sucre.
En realidad el traidor de Olañeta había negociado con Bolívar y con San Martín, y se refugió en el alto Perú dejando a De la Serna solo frente al ejército independentista. La batalla se desarrolló en la Pampa de Quinua o Ayacucho. El ejército realista comandado por de la Serna contaba con unos 8.000 hombres de los cuales un 90% eran americanos que deseaban un autogobierno sin romper con la metrópoli y el 10% restante eran militares nacidos en la Península Ibérica.
Por su parte el ejército de Sucre lo componían entre 7.000 u 8.000 hombres, todos americanos y un contingente de militares mercenarios ingleses. Dado que había familiares en ambos bandos provocó la curiosa circunstancia que muchos de ellos se abrazaran antes de entrar en combate.
Los realistas ocupaban una zona elevada per no pudieron resistir mucho por la falta de víveres. Por lo cual ante una embestida enemiga, un flanco realista bojó atropelladamente por la colina y sin duda ahí se decidió la batalla, aunque los realistas tenían muy difícil ganar dada la traición de Olañeta. Los oficiales al frente de los realistas contenían el ataque y hasta pasaron a la ofensiva. El Virrey se lanzó al ataque en persona y cayó herido y fue capturado. Sus hombres fueron capturados y los jinetes huyeron. Poco después se firmó la rendición. El ejército Real del Perú renunciaba a seguir combatiendo y se le permitía el licenciamiento o el regreso a España. Los rebeldes aceptaban que puerto Callao siguiera en poder español. La batalla costó la vida a unos 2.100 hombres de los cuales 1.800 eran del ejército realista.

ANTONIO JOSÉ DE SUCRE
Al año siguiente Olañeta refugiado con sus fuerzas en el Alto Perú fue derrotado y muerto por Sucre.
Honrosa y heroica fue la defensa d la última guarnición española en el puerto del Callao, a 15 kilómetros de Lima. Hasta el 23 de enero de 1826 resistieron los españoles del brigadier José Ramón Rodil. Diez meses en la fortaleza Real Felipe, sabiendo que no llegarían refuerzos y hasta agotar los víveres y las municiones frente a una fuerzas muy superiores. Recibieron unas 20.000 balas de cañón. Cuando tras la rendición se iba a fusilar a Rodil y sus supervivientes, unos 400 hombres de los 2.800 que habían integrado la plaza, Bolívar dio la orden de no ejecutarlos ya que “El heroísmo no es digno de castigo”.
Ese día se arrió la última bandera española en tierra firme americana. Del glorioso Imperio solo quedaban las islas de Cuba y Puerto Rico en América.
A su regreso a España los supervivientes de Ayacucho y Callao tuvieron que aguantar las maledicencias de algunos que pensaban en un supuesto acuerdo masónico contra el rey Fernando VII.
Los muertos en combate, las heridas del Virrey de la Serna y el heroísmo de los supervivientes del Callao son pruebas más que suficientes para acallar esa teoría de la conspiración. Más bien habría que preguntar que hicieron en la Metrópoli por ayudar a aquellos hombres que defendían la causa del rey.
El gobernador del campo de Gibraltar les preguntó con mala intención “Señores, ¿Con que aquello se perdió masónicamente?” . A lo que el brigadier Francisco de Mendizábal respondió lacónicamente “Señor, aquello se perdió como se pierden las batallas”.
El rey recompensó a de la Serna con el título de Conde de los Andes y a Rodil con el de Marqués de Rodil.
Ellos y otros generales y oficiales veteranos desempeñarían puestos de importancia en la España Liberal una vez muerto el rey Fernando VII.
 
 

lunes, 8 de diciembre de 2025

ALCAZAR DE TOLEDO

Su nombre se debe a los árabes, que lo llamaron “Al Qasar”, que significa “fortaleza” 


Las investigaciones aseguran que en la época romana, en el siglo III fue un palacio romano donde, tras la reconquista de la ciudad, establecieron el pretorio, sede del magistrado o pretor, era un recinto amurallado que partía desde una construcción de carácter defensivo, situado en la zona más alta de Toledo y seguía en línea recta hacia Zocodover y el Miradero, para unirse de nuevo a él a través del Puente de Alcántara.

A partir de entonces se utilizaron las inmediaciones para “residencias regias” que se completaron con la construcción de las iglesias “pretorienses”, llamadas así por su proximidad al pretorio, como la de Santa Leocadia. Se cree que en esta iglesia están enterrados, flanqueando la tumba de la santa, los reyes Wamba y Recesvinto.
Su posición estratégica ha favorecido la ocupación humana durante milenios, existiendo vestigios de una fortaleza construida durante el período de dominación romana.

Las posteriores culturas establecieron aquí la residencia de sus dirigentes, es el caso de los visigodos y los musulmanes. En época visigoda, el rey Leovigildo (573-586 d.C.) estableció en Toledo su capitalidad y a partir de entonces se utilizaron las inmediaciones del Alcázar como residencias regias. Después, en época musulmana, se convirtió en una fortaleza árabe, residencia del cadí, mandada construir por Abderramán III en 932 d.C 
Los visigodos aprovecharon esta zona y los musulmanes (711-1085) dotaron de singular importancia este espacio creando en esta zona el denominado “Alfizén” (Al-Hizan) Las últimas investigaciones arqueológicas realizadas en esta zona, con motivo de su adaptación a Museo del Ejército, arrojan nuevos datos sobre este período, con notables estructuras recuperadas.

Reconquistado Toledo por Alfonso VI, recupera el espacio del Alfizén musulmán dotándole de nuevas funciones y dependencias palaciegas. Los Reyes Católicos se alojan en Toledo en numerosas ocasiones, el Alcázar es más un palacio para la monarquía que un emplazamiento militar. Aun así, nunca perderá su importancia estratégica, y durante la Guerra de las Comunidades (1520-23), el Alcázar vuelve a ser objeto de disputa, siendo controlado en primer lugar por las fuerzas de Carlos I y posteriormente por los comuneros. El monarca propone un nuevo impulso para el degradado edificio y convoca para su construcción a algunos de los mejores arquitectos de la época y con Felipe II, Juan de Herrera construye la magnífica fachada sur. Cuando decide en 1561 trasladar la corte a Madrid, el Alcázar pierde su función palaciega y comienza una etapa de abandono y decadencia. Durante esta etapa será cárcel, cuartel de caballería, residencia para la madre y para la viuda de Carlos II.


No volverá su función militar hasta la guerra de Sucesión, en el siglo XVIII, siendo convertido de nuevo en cuartel por el archiduque Carlos de Habsburgo. A consecuencia de esta función militar, sufre hacia 1710 un violento incendio, que no sería el único ya que en el siglo siguiente se repetiría, durante la ocupación francesa (1810).
Actualmente es un edificio representativo de la arquitectura renacentista española. Situado a 548 metros sobre el río Tajo, el Alcázar de Toledo domina el horizonte y las vistas panorámicas de la ciudad, además de ser uno de sus monumentos más importantes y visitados. Es una fortificación sobre rocas, ubicada en la parte más alta de la ciudad. Su privilegiada situación ha hecho de él un lugar de gran valor estratégico militar y así lo intuyeron los diversos pueblos que se asentaron en él.
Hacia 1875 será sede de la Academia de Infantería hasta la Guerra Civil (1936-1939) fue que utilizado como punto de resistencia de la Guardia Civil y resultó prácticamente destruido por las tropas republicanas y los milicianos. Un asedio desde el 21 de julio al 27 de septiembre de 1936. Fue liberado ese día por las tropas nacionales. El franquismo sacó provecho con la publicidad  del heroísmo de sus tropas.

En 1961 se finalizan las obras de reconstrucción y se reabre con un pequeño museo dedicado al “Asedio” y algunas funciones militares.
Durante el actual período Democrático (1998), se adecua parte del edificio para alojar la “Biblioteca de Castilla-La Mancha”, hoy en pleno funcionamiento. A partir de entonces, el Gobierno de Castilla-La Mancha inicia las gestiones en colaboración con el Central para alojar en las dependencias vacías del Alcázar el actual “Museo del Ejército”, abriendo sus puertas en el verano de 2010. En el interior se ubica hoy en día la exposición permanente distribuida entre 13 salas temáticas y 8 salas históricas ordenas cronológicamente.


Se puede visitar la sección de armas de fuego, armas blancas, armas defensivas, munición, artillería, uniformes, insignias, vexilia, fotografía, pintura, escultura, etnografía, numismática, maquetas o vehículos.

ARTE MUDEJAR EN ARAGÓN

Durante el medioevo en la península ibérica, después de la entrada de los musulmanes, aparte de los reinos cristianos que fueron formándose ...