miércoles, 20 de marzo de 2019
29- CARLOS III - LOS ADELANTOS
Este largo reinado del primer hijo de Felipe V posibilitó la incorporación de España al ritmo del crecimiento de las naciones más avanzadas de Europa mediante la superación del déficit acumulado en el siglo XVII. Vino de ser el rey de Nápoles, lo que le aportaba gran experiencia de gobierno. Posiblemente no fuera un hombre inteligente, pero supo rodearse de saber elegir a sus colaboradores. Carlos III deparó a los españoles el reinado más fructífero y positivo de todo el siglo. Para los madrileños en concreto con las grandes obras y embellecimiento de la ciudad, haciendo de ella una digna capital de un reino, ha quedado para siempre en el recuerdo como “El mejor alcalde de Madrid” Obras como la Puerta de Alcalá, de Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado.
El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva.
Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro.
Carlos III hizo que desaparecieran las grandes fiestas palaciegas, que habían sido tan numerosas. Fue el símbolo del Despotismo Ilustrado, impulsor de los grandes proyectos ministeriales, reforma fiscal, creación del primer banco Nacional, fomento de la industrialización, las comunicaciones y la colonización, patrocinio de las academias y de las asociaciones de amigos del país.
A poco de llegar contó con Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, hombre imbuido del pensamiento ilustrado que trabajó por el saneamiento de la hacienda pública y el recorte de las clases privilegiadas.
Después del famoso “Motín de Esquilache”, emboscada en la que el rey no pudo apoyarle, marchó al exilio. Le sucedió Pedro de Abarca, conde de Aranda, militar efectivo y adecuada para pacificar los disturbios ocasionados por las clases altas soliviantadas por la pérdida de sus privilegios, y unas clases populares que los combatían. Grandes ministros reformistas fueron Pedro Rodríguez de Campomanes y José Moriño, marqués de Floridablanca. Desde sus puestos contribuyeron a la modernización de la administración y del pensamiento político español.
“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” era el lema de los que pertenecían al Despotismo Ilustrado europeo. Es decir que la clase gobernante participaban que el monarca y el Estado eran garantes de la seguridad y bien del pueblo. Pero sin la participación de éste. De este modo el país estaba dirigido por un reducido número de personas y el rey gobernaba prácticamente sin intermediarios y sin tener que responder de sus actuaciones. Las medidas gubernamentales alcanzaban desde las esferas políticas y económicas a las religiosas, sociales y educativas.
Esquilache y el arquitecto italiano Sabatini fueron los encargados de hacer de Madrid una ciudad limpia, y a la altura de las grandes capitales europeas.
Se instalaron farolas de aceite, se empedraron las calles, se implantó la evacuación de basuras, se potenció el alcantarillado. También se diseñaron paseos y se levantaron numerosos edificios y monumentos públicos.
Aunque a menor escala esta política se extendió también a otras ciudades. Para conseguir el dinero necesario Esquilache potenció el rescate de rentas y propiedades enajenadas anteriormente y lo más importante inició una persecución de los fraudes que solían hacer al fisco las clases altas aprovechando sus privilegios.
La jerarquía eclesiástica y la alta nobleza, muy poderosa, iniciaron una campaña de desprestigio contra Esquilache, que, al coincidir con una época de malas cosechas, se sumó a ella la clase popular. Se había liberado el precio de los cereales, lo que favoreció la especulación, el alza de precio y por tanto el descontento popular. Finalmente, con la excusa de un bando poco importante que prohibía el sombrero de ala ancha y la larga capa castellana, porque favorecían la delincuencia, fue el detonante, manipulado, para el Motín que dio como resultado el exilio del ministro, y otras medidas de carácter económico.
Luego se inició una investigación para averiguar los verdaderos promotores de la revuelta y desde el principio la animadversión que tenían contra la Compañía de Jesús hizo que los investigadores les señalaran como los instigadores de los motines.
Ya Portugal y Francia habían decretado la expulsión de la Orden y eran una idea de los ilustrados europeos. Incluso dentro de la propia Iglesia. Los Jesuitas eran un grupo de presión contra Carlos III, por lo que fueran o no los culpables firmó la ley de expulsión y la confiscación de todos sus bienes. Unos dos mil de España y otro tanto de América fueron embarcados hacia Roma. Años después estos gobiernos consiguieron del papa la disolución de la Orden en 1773.
La Iglesia era un estamento de mucho poder y la política de Carlos III no pretendía combatir a la Iglesia, pero no mantener un estado dentro de otro estado.
El enfrentamiento en nuevos conflictos bélicos hacía necesaria la recaudación. Se creó la Lotería Nacional, se emitió deuda pública.
Las dificultades con las comunicaciones con América a causa de la guerra con Inglaterra, impedía la recaudación y la llegada de productos. En el interior una mala red de comunicaciones dificultaba la distribución. Se construyeron caminos y canales (de riego y navegables como los de Aragón y Tauste y el Canal de Castilla).
La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido.
Entre 1754 y 1763 se libró la llamada “Guerra de los Siete años”, que estaban implicados la mayoría de las potencias de Europa, aunque España se incorporó en 1761. Afectó también a Norteamérica, Centroamérica, parte de África, y Filipinas. Pero los principales contendientes fueron Inglaterra y Francia. Carlos III se ofreció como mediador, pero no fue atendido por Inglaterra que, al contrario, aumento sus ataques a buques y posesiones españolas en América. Esto hacía peligrar la seguridad del Virreinato de Nueva España en México. En tal estado de cosas se llegó a una alianza Hispanofrancesa, el Tercer Pacto de Familia (1761), lo que supuso aliarse con el bando perdedor. Al finalizar la guerra Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio.
A raíz de la sublevación de las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. La ayuda española al principio era la excusa para lograr Menorca y Gibraltar, en manos inglesas, a cambio de neutralidad. Segura de su superioridad naval, Londres rechazó la oferta y a través del Pacto de Familia se entró en la guerra con la invasión de Florida y Honduras. Pero el asedio a Inglaterra dificultó las maniobras navales inglesas y favoreció el abastecimiento de los independentistas americanos y ayudó a su victoria. España recuperó Manila y La Habana y devolvió Sacramento a Portugal.
Derrotada militarmente Inglaterra en Norteamérica, e imposibilitada de cualquier movimiento en Europa, un vertiginoso ascenso de la revolución industrial a causa del bloqueo del Canal se vio obligada en 1783 a concertar, la Paz de Versalles. Inglaterra reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar.
España consiguió logros y enjugaron las pérdidas, sin embargo, produjo profundas perturbaciones en el comercio con América y la independencia estadounidense influyó poco a poco en los ilustrados americanos, lo que tres décadas después comenzó el proceso de emancipación de los virreinatos americanos.
Cincuenta años de reinado, entre Nápoles y España, son muchos años de trabajo arduo y Carlos III, aunque estaba al tanto de los asuntos importantes fue lentamente retirándose. Estaba viudo, sus hermanos habían muerto salvo Luis, cuyas relaciones eran pocas. Con su hijo Carlos, el futuro heredero, su trato no era muy interesante de los que debía ser. El invierno de 1788 iba a ser el último para Carlos y para la Ilustración en España. El 14 de diciembre de 1788, falleció sin estar senil.
Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.
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