En Inglaterra desde el otoño
de 1710 tenían un nuevo gobierno que era proclive a acabar la guerra que estaba
durando demasiado sin resultados efectivos. Además en el mes de abril de
1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor precisamente su
hermano, el archiduque Carlos. Éste no renunció al trono español. Carlos se
marchó el 27 de septiembre de 1711 abandonando Barcelona para ser coronado
emperador con el nombre de Carlos VI pero había dejado a su mujer para
determinar su influencia todavía. Recién el 19 de marzo de 1713 abandonaba
Barcelona con toda solemnidad la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick
habiendo nombrado antes capitán general de Cataluña a Starhemberg.
Pero la posibilidad de que
apareciera un nuevo Carlos V, en la figura de Felipe V, Emperador y rey de España, incluso con el territorio
americano y aliado de Francia, no gustaba a la "Gran Alianza".Comenzaron a ver que sería más interesante
dejar que reinara Felipe en España y así no unir todo ese poder en una persona.
Inglaterra inició las
negociaciones para establecer la paz cuanto antes. Francia atravesaba momentos
económicos difíciles y era una oportunidad. Luis XIV negoció en secreto con
Inglaterra que si reconocían a Felipe como rey de España sería a cambio de Gibraltar
y Menorca incluso algunas ventajas en Hispanoamérica. Las negociaciones se
iniciaron formalmente en enero de 1712, a la que España no asistía. En
noviembre de 1712 Felipe, ante las Cortes, renuncia a sus derechos al trono
francés, mientras los otros príncipes franceses hacían lo mismo respecto al
español ante el Parlamento de París, lo cual eliminaba el último punto que
obstaculizaba la paz. El 11 de abril de 1713 se firma la Paz de Utrech.
Inglaterra fue la más beneficiada, pues consiguió Gibraltar, Menorca, el
comercio de esclavos y el permiso de navío en América. Portugal consiguió la
Colonia Sacramento, (la actual Uruguay), Holanda se hizo con lo que habían sido
los Países bajos y la isla de Sicilia, y Francia no hizo ninguna concesión. Es
decir, que se repartieron entre todos las posesiones españolas, rompiendo
Francia así el acuerdo que había llegado con Carlos II al otorgar a Felipe la
defensa del Imperio, que quedó de esta forma totalmente maltrecho.
Felipe V obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de la Gran Alianza.
Las tropas austriacas se marchan del principado de Cataluña en junio de 1713.
A partir de ahí las Cortes catalanas debían decidir si se entregaban a Felipe V, tal como
habían pactado una semana antes los representantes imperiales y borbónicos en
el Convenio de Hospitalet. La Diputación de Cataluña proclamó la resistencia.
La nobleza se opuso prestando obediencia a Felipe V. También el clero y las
ciudades de Vich y Valls. Se editó un folleto en el que
se justificó seguir la lucha, no por defender la secesión sino un estado
federal y por la lucha de la libertad de España.
Las tropas borbónicas sitiaron
Barcelona a finales de julio de 1713. en las luchas por ambos bandos se
cometieron atrocidades, quemados, torturados, etc.
En abril de 1714 comenzó el
bombardeo de Barcelona por la artillería borbónica que no pararía hasta su
rendición, que se produciría el 14 de septiembre de 1714.
Durante el sitio de Barcelona
por las tropas de Felipe V, todos, sitiadores y sitiados, ven claramente que la
ciudad tiene los días contados porque el asedio es poderoso y los límites de la
resistencia de los defensores están a punto de alcanzarse. Por ello, sus
propias autoridades lanzan un último llamamiento a los defensores y demás
habitantes de Barcelona para que acudan a las murallas rotas para el esfuerzo
final. Pero al poner un plazo para ello y la condición de que aparezcan fuerzas
suficientes para continuar la lucha, están revelando que lo que desean es
agotar la última posibilidad y llegar a negociaciones sobre los términos de la
rendición.
Proclaman sus deseos con un
escrito que finaliza así. “Derramar su sangre por su rey y por la libertad de
toda España. Dado en la Casa de la Excelentísima Ciudad residente en el portal
de San Antonio, estando presentes los citados Excelentísimos señores y personas
asociadas, a 11 de septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714.”
Cataluña no era un estado soberano en 1714, sino un territorio con
algunas instituciones propias, como en cualquier otro lugar de la Europa del
Antiguo Régimen, y parte constituyente de la Corona de Aragón, es decir, de
España. No se trataba de una guerra entre castellanos y catalanes, sino entre
partidarios de dos candidatos al trono de España. Felipe V no incorpora a
Cataluña a Castilla, sino que uniformizó legislaciones y centralizó el
gobierno, fenómeno general en toda la Europa de aquel tiempo.
No todos los catalanes eran
austracistas ni todos los castellanos borbónicos. Muchos de los más importantes
gobernantes castellanos fueron austracistas y en Cataluña hubo comarcas enteras
que se destacaron por su borbonismo. Cataluña no fue partidaria de Carlos siempre, pues las Cortes catalanas juraron por rey a Felipe V en
1702, tres años antes de hacer lo propio con el Archiduque Carlos tras el
desembarco anglo-holandés en Barcelona.
No es cierto que en el famoso
11 de septiembre de 1714 combatieran catalanes contra castellanos, pues hubo
castellanos defendiendo Barcelona del mismo modo que el ejército de Felipe V
contó con miles de voluntarios catalanes. Los catalanes austracistas no eran
separatistas, al contrario, presumieron de ser los más españoles de todos.
Por entonces no existía el
derecho individual de cada uno para elegir en cada ocasión en qué bando luchar.
Por lo tanto, hubo súbditos de Felipe V que, por decisión propia, se
convirtieron ante él en reos de Lesa Majestad al haberse puesto de parte de los
que querían arrebatarle la corona. Y fueron castigados conforme a los
estándares europeos de aquel siglo XVIII.
Las autoridades de Barcelona finalmente se rinden a las tropas de Felipe el 11 de septiembre de 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron el 11 de julio de 1715.
Las instrucciones precisas de Felipe V sobre el trato que debía dar a los resistentes cuando la ciudad cayera, en las que se decía que "se merecen ser sometidos al máximo rigor según las leyes de la guerra para que sirva de ejemplo para todos mis otros súbditos que, a semejanza suya, persisten en la rebelión".
Así como el rey castigó la deslealtad, premió la lealtad de diversos modos. Por ejemplo, Cervera (Lérida) fue agraciada con la única universidad autorizada en Cataluña, y el escudo de Murcia recibió un león coronado que sujeta una flor de lis y un lema laudatorio, en reconocimiento del apoyo que había prestado al rey. Honores similares fueron concedidos a otras localidades españolas.
El rey estaba casado con su prima María Luisa de Saboya, pero ésta murió en febrero de 1714, dejando cuatro hijos, el mayor Luis sería el futuro rey Luis I. Felipe V se casó en diciembre del mismo año con Isabel de Farnesio, una aristócrata italiana.
Felipe V en el tema cultural fue un buen rey. Bajo su gobierno la arquitectura brilló con luz propia. Ordenó la construcción del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, realmente un pequeño Versalles. Tapices, escultura, pinturas, etc. adornaron el palacio. Tras el incendio del Acazar de Madrid, ordenó la construcción de maravilloso Palacio Real.
También reformó y amplió el palacio de Aranjuez. Se preocupó en la fundación de la Real Academia española, (futura de la Lengua), la Real Academia de la Historia, la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Reformó la industria naval creando astilleros y la fabricación de nuevas embarcaciones. Se mejoró el sistema fiscal. También se aumentaron los impuestos y se crearon aduanas, encargadas de recaudar los impuestos del comercio interior y exterior.

Familia de Felipe V- Louis-Michel van Loo
La educación también fue reformada. La enseñanza primaria siguió en manos de la iglesia. Pero la educación universitaria fue reformada a fondo. Se crearon colegios mayores, que eran administrados por el Estado, como el Colegio de Minería; en ellos se implantó el sistema de provisión de becas. Las academias científicas completaron las reformas en este campo.
Felipe V también tenía lo suyo. En octubre de 1717 sufrió un ataque de histeria cuando salió a cabalgar: creía que el sol le atacaba. El carácter del Rey siempre había oscilado con rapidez de la euforia a la depresión. A partir de entonces, el Rey no era un ser normal. No se dejaba cortar por nadie el cabello ni las uñas. Así, las uñas de los pies le crecieron tanto que llegó un momento que ya no podía ni andar. Creía que no tenía brazos ni piernas. Y que era una rana.
Abdicó en su hijo Luis I, el 25 de enero de 1724. Nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años reinando menos de un año. Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que hacía lo que le salía del mismísimo, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá.
ISABEL DE FARNESIO
Todo podía haberse ido otra vez con mucha facilidad al carajo, pero esta vez hubo suerte porque los tiempos habían cambiado. Europa se movía despacio hacia la razón y el futuro.
La resistencia de los sectores más cerriles de la Iglesia y la aristocracia española no podían retener la entrada de ideas. Había nuevas aires por Europa.
Con Felipe V España estuvo en varios conflictos de los que no sacó malamente, pero en el interior las cosas acabaron mejorando mucho, en aquella primera mitad del siglo XVIII donde por primera vez en España se separaron religión y justicia. Y aquel país reducido a seis millones de habitantes, con una quinta parte de mendigos y otra de frailes, monjas, hidalgos, rentistas y holgazanes, la hacienda en bancarrota y el prestigio internacional por los suelos, empezó despacio a levantar la cabeza.
Felipe V murió la noche del 9 de julio de 1746.
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