Durante el siglo XVI, la rivalidad entre España e Inglaterra fue muy recurrente. Estamos acomplejados porque nos quedamos con verdades a medias, pero no podemos olvidar que somos de los países que mejor nos ha ido contra los británicos. Pero si algo diferencia sus derrotas del resto es su tendencia a esconder estos fracasos, como ocurrió en Cartagena de Indias. Lo que ha faltado en España es el interés por leer y estudiar estos episodios. Hemos permitido durante demasiado tiempo que nuestros enemigos escondieran los méritos españoles. Eso es culpa nuestra. Si hiciéramos caso a Hollywood que los británicos son invencibles en el mar. Pero es completamente falso. Cualquier inglés o español al que le pidamos que cite tres derrotas de la Armada española, si es mínimamente conocedor de la historia, lo hará sin muchas dificultades: la Armada invencible, Trafalgar y la Guerra de Cuba. Si pidiéramos lo mismo sobre la Royal Navy sería casi imposible encontrar siquiera tres. Derrotas inglesas que hoy día parecen estar recuperándose del olvido, como Cartagena de Indias, la Contra armada o Tenerife, hasta otras confrontaciones desconocidas para el gran público como Veracruz, Atacames, Cádiz o el Raid del Medway. Entre las más ignoradas tenemos la Incursión Castellana de 1380, cuando Fernando Sánchez de Tovar logró penetrar por nada menos que hasta el Támesis.
Isabel I
de Inglaterra era hija de enrique VIII, la bestia parda que se lio con Ana
Bolena dejando de lado a su mujer, Catalina de Aragón, que era nieta de
nuestros reyes católicos, o lo que es igual, hermana del Emperador Carlos. El
caso es que antes que ella había reinado María Tudor, que era hija la primera
hija de Enrique y la única de Catalina. María Tudor como buena hija de española
era cristiana apostólica romana, no protestante como había instituido su padre
para divorciarse. Con lo cual además de volver al cristianismo de Roma, también
se casó con nuestro Felipe II. Y aunque no parezca, Felipe fue rey, consorte,
de Inglaterra antes que de España. Pero no tuvieron hijos. Y María Tudor reinó
desde 1553 hasta su muerte en 1558. Con lo cual al morir ella, Felipe ya no
pintaba nada en Inglaterra. Y el problema estaba aquí, en la sucesión, porque
de haber tenido un hijo todo hubiera cambiado, pero heredó Isabel, que si el
padre era un animal la hija los tenía cuadrados. Y volvieron las cosas de la
religión donde habían quedado antes de María, es decir a las reformas
religiosas sin la autoridad del papa de Roma.
Isabel además de palmar en Holanda varias veces tuvo la feliz idea de apoyar a un ladrón de los mares como Francis Drake. Ya sabemos que en el amor y en la guerra todo vale, y eso lo debió haber pensado Isabel porque echó mano de lo que sea para defender lo suyo. Concedió numerosas “patentes de corso”, que era una especie de licencias pata convertir un oficio deplorable como era la piratería en su servicio útil al pueblo inglés. Así, contó con una armada formada por piratas “por cuenta ajena”. Por tanto, asaltar los buques españoles, asesinar a su tripulación y robar su mercancía ya no era un execrable crimen, sino que era una forma de servir a Dios y a su sagrado pueblo anglicano, puesto que se limpiaba el mar de católicos españoles. Además, esta práctica ayudaba a sanear las finanzas de Inglaterra, que era, casualmente también, la nación predilecta de Dios según la nueva religión. Pero claro, Felipe II gobernaba la gran potencia del mundo de entonces que era España, y eso de robar y asaltar galeones españoles no estaba bien visto. Felipe tenía ganas de dejarse de mamandurrias y asaltar Inglaterra entera. Necesitaba una razón de peso para ello. Y llegó, se enteró que había una conspiración para asesinar a Isabel y coronar a María Estuardo, que era cristiana. Fue descubierto el complot y aunque al principio se resistió, Isabel terminó por ordenar la ejecución de María, que en su testamento cedió todos sus derechos al trono inglés a Felipe II. María fue ejecutada en febrero de 1587. Y es aquí donde podemos decir que se inicia la guerra naval entre España e Inglaterra.
Aunque la guerra comenzó en 1585. En octubre de ese año Drake, saqueó Vigo y Santiago de Cabo Verde, además de intentar hacer lo mismo en La Palma, donde el asalto no tuvo éxito; cruzó a las Indias Occidentales capturando Santo Domingo y Cartagena de Indias, por cuya devolución exigió a las autoridades españolas el pago de un rescate, y San Agustín (en la Florida). Irritado por estos ataques, Felipe II mandó armar una gran flota con la misión de invadir Inglaterra. La ejecución de María I de Escocia en febrero de 1587 ultrajó a los católicos de la Europa continental. Su reivindicación al trono fue heredada por Felipe, que era viudo de María I de Inglaterra. En julio del mismo año, Felipe recibe autorización del Papa Sixto V para deponer a Isabel, que ya en 1570 había sido excomulgada por Pío V. Luego vino la victoria inglesa en Cádiz en 1587. La flota inglesa de Francis Drake destruyó la armada española fondeada en la bahía. Desembarcó en el Algarve destruyendo varias fortalezas, atacó la flota de Álvaro de Bazán amarrada en Lisboa, y poniendo rumbo a las islas Azores. En el transcurso de la expedición la flota inglesa consiguió destruir más de 100 barcos españoles, retrasando los planes españoles de invasión más de un año. Felipe II con este asunto y con que quería acabar con la piratería inglesa y sus constantes incursiones en las posesiones hispánicas, al tratarse Inglaterra de una isla de poco menos de 3.000.000 de habitantes, de los cuales menos de un cuarto se encargaban de su protección, una fuerza militar anticuada y falta de experiencia, Felipe II estimó que un pequeño contingente sería suficiente para someter en pocas semanas todo el país. Ya en el capítulo anterior hemos hablado de la “Gran Armada”, que al ser derrotada los ingleses la bautizaron “La Armada Invencible”, quedándose este nombre irónico incluso entre los españoles para siempre. ¡Seremos idiotas! La armada dirigida por el duque de Medina-Sidonia atacó a la flota inglesa liderada por Charles Howard en el canal de la Mancha. Las condiciones climatológicas adversas y los enfrentamientos con la flota inglesa provocaron la derrota en la que realmente los ingleses solo provocaron el hundimiento de un solo navío español. El resto lo hicieron la circunstancias climatológicas y la mala cartografía. La Contra armada inglesa, desplegó unas 160 naves de varios tipos y perdió 40 navíos entre hundimientos y capturas causando fuertes pérdidas en las arcas inglesas. A la vez permitió la reconstrucción de la flota española. Ayudados por corsarios, los ingleses continuaron con sus robos en alta mar. Pero un sistema de escolta frustraron los ataques. Expediciones de piratas como Martin Frobisher y John Hawkins fueron derrotadas. El navío “Revenge” uno de los más importantes de su marina fue apresado cerca de las Azores en la Batalla de Flores (1591), cuando una flota inglesa pretendía capturar la Flota de Indias. En 1592 Pedro de Zubiaur vencía a un convoy inglés de 40 buques incendiando la nave capitana y capturando otros tres barcos. En 1593 en la batalla de Blaye derrotaba a una pequeña flota de seis buques ingleses hundiendo sus dos unidades principales. Entre 1595 y 1596, Drake y Hawkins murieron en las derrotas sufridas por los enfrentamientos de una expedición inglesa contra los asentamientos españoles en el Caribe, primero en Las Palmas de Gran Canaria y luego en diferentes localizaciones caribeñas. En 1595, cuatro barcos españoles comandados por Carlos de Amésquita desembarcaron en Cornualles, al oeste de Inglaterra. También huyeron sin problemas de una flota enviada para destruirlos. En julio de 1596, una expedición angloholandesa dirigida por el Robert Devereux, II conde de Essex saqueó Cádiz, destruyendo la flota española fondeada en la bahía. Esta armada fue reorganizada y los ingleses no pudieron atacarla por otra tormenta en las costas gallegas. Entre junio y agosto de 1597, la flota inglesa organizó la expedición Essex-Raleigh a Ferrol y las Azores, donde no consiguió imponerse a la flota española de regreso de las Indias. Una nueva expedición española contra Inglaterra en octubre del mismo año fue desbaratada por un temporal en el canal de la Mancha. El sucesor de Felipe II, al morir éste, continuó la guerra.
Felipe III de España en mayo de 1600
se iniciaron conversaciones de paz en Boulogne-sur-Mer, que resultaron
fallidas. Las tropas españolas serían derrotadas a comienzos de 1602 en la
batalla de Kinsale, con la coalición perdiendo 1200 hombres, entre ellos 90
españoles, forzando así su regreso a España y dejando como prioritaria la
consecución de sus objetivos en Flandes. Tras la muerte de Isabel I en 1603, su
sucesor Jacobo I de Inglaterra firmó en 1604 el tratado de Londres con Felipe
III, mediante el cual ambos países acordaban el fin de la guerra. El resultado
para España fue mucho más positivo. Fue la principal potencia europea en el
siglo XVII, hasta que las derrotas contra Francia en la guerra de los Treinta
Años y el ascenso del poderío naval holandés acabaron reduciéndola a una potencia
más. Pero para Inglaterra llegaría el más grande de todas sus derrotas, la del
asedio de Cartagena de Indias. Esto se enclava ya en otra guerra y el sitio
acaeció en mayo de 1741. El almirante inglés Edward Vernon atacó con éxito
Portobelo en panamá. La plaza solo contaba con 700 hombres. Realmente Inglaterra
pretendía cortar la comunicación española y el comercio entre el Virreinato de
Nueva España y Nueva Granada. Para terminar por dificultar las posibilidades de
navegación entre América y España. Con este triunfo y ante un clima de euforia
y aprovechando un hecho extraño. Un capitán español capturó una nave inglesa
dedicada al contrabando en el mar Caribe. El capitán inglés, de apellido
Jenkins, fue llevado ante el capitán español. Este le cortó la oreja, pero le
perdonó la vida. Eso sí, le mandó un mensaje el rey de Inglaterra Jorge II, que
decía básicamente que le hubiera cortado también la oreja al rey, si lo hubiese
capturado también. Jenkins guardó su oreja en alcohol y volvió eventualmente a Inglaterra.
Contó lo acontecido a todos, incluso a la prensa inglesa. El rey, cuando oyó de
dicho incidente, montó en indignación. Y esto hizo que se le llamara “La
batalla de la oreja de Jenkins” Las incendiarias proclamas de un parlamentario,
decidieron dar un golpe decisivo, para lo que reunió una formidable flota de
186 buques, con 27 600 hombres, armada con 2000 cañones, que salió de Port
Royal (Jamaica) y fondeó a principios de marzo de 1741 junto a la costa de
Cartagena de Indias, la ciudad más importante del Caribe. La ciudad estaba
defendida militarmente por Blas de Lezo, marino con experiencia en batallar con
los británicos y los piratas africanos, que disponía solamente de unos 3600
hombres y de una flota de seis buques solamente. El asedio y la batalla se ha
contado infinidad de veces, porque el arrojo, la valentía y la inteligencia de
Blas de Lezo fueron tan determinantes, tan grandes que ha quedado para la
historia y los anales de las batallas casi imposibles de ganar. Pero se logró.
Blas de Lezo, manco, cojo y tuerto, con sólo seis barcos y la décima parte de
hombres, derrotó a la Armada de Vernon, que fue un desembarco solo superado en
la historia por el de Normandía de la II Guerra Mundial. El fracaso de la
Armada inglesa, se mire desde el punto de vista que se mire, fue muy superior
al de la Gran Armada de Felipe II.