La historia de España está llena de personajes que son dignos de novelas, películas y series, por lo de marivilloso de sus hehcos, por sus aventuras y por sus logros.
Traigo al recuerdo hoy un personaje muy olvidado, aunque tenga en su haber la fundación de la que es la más antigua ciudad de nada menos que de los todopoderosos EE.UU. de América. San Agustín.
La ciudad es San Agustín, en Florida, el año, el 1565, y su fundador, Pedro Menéndez de Avilés. Vamos, que no la fundó un inglés. Bueno, ni ésta en el Este ni tampoco en el Oeste, como por ejemplo Santa Fe, en 1573, bastantes años antes de que tuviera lugar el primer asentamiento inglés en Virginia, ya en el siglo siguiente, en 1606. La primera lengua europea que por allí se habló y escuchó, de océano a océano, desde el Atlántico al Pacífico, fue el español, aunque esté casi prohibido decirlo y que la raíz hispana fue la primera que el Viejo Continente plantó y arraigó en el Nuevo Mundo. Ejemplos son también San Francisco o Los Ángeles, y que por llegar, hasta Alaska llegó, donde detuvimos el avance de Imperio Zarista hacia el sur.
Florida, la Tierra Florida le puso el primer descubridor español, Ponce de León (1513), había sido intentada poblar antes y en más de una ocasión. El primero, el ya citado Ponce, fundador además de la capital actual de Puerto Rico, San José y, tras él, Pánfilo de Narváez (1527) y Hernando de Soto (1539), descubridor del Misisipi. Los tres perecieron en el intento. De la expedición de Narváez se salvó el increíble Cabeza de Vaca, el primer caminante de América, que a pie y siempre hacia el Oeste, logró llegar al Pacífico y conectar de nuevo con españoles. Hubo de ser a la postre el asturiano Menéndez de Avilés quien consiguiera establecerse allí. Y también le costó lo suyo, aunque en esta ocasión no fueran los flecheros indios quienes se lo pusieran difícil sino los franceses que pretendían establecer allí sus colonias. Para colmo no eran católicos, sino hugonotes, (protestantes Calvinistas), con lo que la religión se añadió como causa de enfrentamiento pues la corona española no quería ni protestantes, ni musulmanes ni judíos en sus dominios.
Hijo de una familia hidalga, de padre de Avilés y madre de Pravia, se quedó huérfano del primero antes de cumplir los diez años y vuelta su madre a casar acabó por ser uno entre 20 hermanos de los dos diferentes matrimonios. Así que poca herencia podía esperar y se buscó en cuanto pudo la vía donde podía buscarla. En el mar.
MONUMENTO A MÉNDE DE AVILÉS EN SAN AGUSTÍN
A los 16 ya estaba embarcado como grumete en un navío de guerra, al igual que lo habían hecho antes que él dos de sus hermanos mayores, Alvar y Bartolomé, con quienes, sobre todo el segundo, mantuvo una gran relación a lo largo de su vida. Pero Pedro tenía mucha más iniciativa que ninguno de ellos y antes de cumplir los 20 años ya se había logrado hacer con un patache, una nave ligera, y comandaba cincuenta hombres que hicieron del asalto a las naves francesas que surcaban el Cantábrico su medio de vida.Su más mentada hazaña de aquel entonces fue cuando en 1539, y contando con tan solo 19 años se topó con una escuadra francesa que había apresado en el puerto de Vigo a tres pequeñas embarcaciones españolas que transportaban un cortejo nupcial de 60 personas raptando a la novia y a la comitiva entera. El asturiano con su pequeño patache los alcanzó y a la mayor velocidad que podía, haciendo sonar el pífano, el tambor y desplegando gallardetes, llegó a su altura y les reclamó la rendición y la entrega de la joven. Los franceses le respondieron claro, y a risotadas, que subiera a buscarla. Entonces el patache emprendió la huida y tres barcos galos se lanzaron tras él. Era una engaño. Separados los perseguidores de su escuadra, viró en redondo y fue contra los dos que venían adelantados, abordándolos y haciéndose con su control. El tercero huyó. Entonces Menéndez de Avilés pactó con la flota francesa el canje de la novia y sus acompañantes por sus compatriotas presos. Pero se quedó con los dos barcos galos capturados como botín.
Aquello le dio un gran prestigio. Tanto fue así que en el año 1544 tras la captura por una escuadra francesa mandada por Jean Alphonse de Saintonge de 19 naves vizcaínas en Finisterre lo persiguió hasta el puerto de la Rochelle donde se había refugiado con sus presas. Logró infiltrarse, liberar cinco de los barcos retenidos, asaltar la capitana, combatir y lograr salir indemne del lugar. Aquello llegó a oídos del emperador Carlos V quien para que ya no tuviera que operar como pirata, pues así podían considerarse sus acciones, le dio la condición de corsario autorizado por la corona española para combatir las correrías francesas por aguas y puertos asturianos y gallegos. Una nueva hazaña y de nuevo con La Rochelle como escenario aumentó su fama ante el rey, pues al serle ordenado que capturara al corsario francés Juan Alfonso Portugués, no dudo en volver a meterse en aquel puerto y prenderlo en él.
Después de aquello es cuando ya comenzó sus viajes, como capitán, hacia América y en una de esas singladuras fue capturado por los piratas. Con prontitud se pagó su rescate y fue liberado. Tan solo dos años más tarde y prueba de la estima en que se le tenía se le encomendó el mando de la flota, de 70 barcos y 4000 personas entre las que había multitud de nobles castellanos, que llevaron a Felipe II a su boda con la reina inglesa María Tudor desde el puerto de La Coruña hasta el de Southampton y luego estuvo presente en la boda en la catedral de Winchester.
Otra de sus encomiendas por aquellos años consistió en llevar a la princesa de Eboli hasta Calais (Francia). Un fuerte temporal le obligo a intentar refugiarse en el puerto inglés de Dartmouth hasta que amainase la tormenta. Pero se le negó la entrada y hasta extendió una cadena para evitar el atraque. Entonces, con unos cuantos hombres cogió una lancha y desembarcó aprovechando la oscuridad. En un golpe de mano consiguió hacer caer las cadenas y que su barco pudiera resguardarse de la tempestad y poner a salvo a la princesa.
El rey Felipe II lo distinguió a lo largo de su vida con cargos y honores. Nombrado Caballero de Santiago se le otorgó el puesto de Comendador de Santa Cruz de la Zarza (Toledo) y con tan solo 35 años fue nombrado Capitán General de la Flota de Indias, cargo que ocuparía hasta en nueve ocasiones, hasta el año 1574.
Una de sus mayores hazañas fue el viaje rumbo a América al mando de la flota del virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, en el año 1555, con setenta y ocho mercantes y tan solo cinco de escolta, dos galeones y tres carabelas grandes, donde no perdió ni uno solo. Pero fue aún más trascendental su vuelta. El rey Felipe, sin contar con la Casa de Contratación de Sevilla, le encomendó la misión de retornar con los grandes tesoros que venían en más de setenta mercantes y con tan solo la protección de seis naves de guerra. No solo los burló a los piratas sino que llego con todos sus barcos a la península. Pero aquello le supuso y para siempre la enemiga de los oficiales de la casa de Contratación. Ya nombrado (1556) capitán general de la Armada de Indias, lo encontramos al año siguiente, lejos del mar, lo encontramos participando en la crucial batalla de San Quintín.
Su peor trance lo fue a pasar unos años más tarde, cuando después de trasladar, otra vez con éxito, en 1561 una flota de galeones que trajeron un gran cargamento de oro y plata desde México, pidió permiso para retornar en busca de un buque perdido en el que viajaba su hijo y algunos familiares más. No solo le fue denegado sino que una extraña acusación por parte de los oficiales de la casa de Contratación lo llevó a ser conducido preso y hubo de pasar casi dos años en la cárcel, en compañía de su hermano Bartolomé, hasta que la intervención de Felipe II, hizo que lo juzgasen de una vez y salir libre con tan solo el pago de una ridícula multa.
Fue entonces cuando se le permitió regresar en busca de su hijo, al que creía náufrago en La Florida, pero de nuevo con un mandato real del Rey Felipe, que le nombró Adelantado, de poblar aquellos lugares y despejarlos de protestantes franceses. Tras su éxito, empleó los años siguiente en limpiar de piratas el Caribe y al serle negada ayuda por parte del Gobernador de Cuba para los colonos establecidos en La Florida, y recurrir al rey, este no solo se la otorgó sino que destituyó al gobernador y le nombró a él mismo para el cargo en 1568.
El castillo de San Marcos es una fortaleza española de la ciudad de San Agustín, en Florida. Así que la primera misión en la Florida de Menéndez de Avilés, por cierto recién liberado de la cárcel, fue desalojarlos de allí. La orden real de Felipe II, cuando estaba a punto de zarpar hacia allí fue la de “eliminar a todos los protestantes que se encontraran en cualquier resguardo de las Indias”. No iba a serle fácil. Los franceses encabezados por el jefe hugonote, René Goulaine de Laudonniere, que llegó con tres barcos, avezados marineros, no pocos piratas y 300 colonos, había construido un fuerte que llamó Caroline y se había visto reforzado por otro cabecilla protestante, Jean Ribaul con siete navíos y 800 hombres más. Ribault ya había andado por aquella zona años atrás, aunque su intento de asentamiento acabó en catástrofe y apenas lograron sobrevivir un puñado. Pero ahora se sentían fuertes y lanzaron ataques contra asentamientos españoles cercanos, en particular en las costas de Cuba.
Fue nada más llegar a la bahía de San Juan, donde desemboca el río del mismo nombre, cuando Menéndez se tropezó con parte de aquella escuadra, a la que atacó de inmediato con su cuatro barcos. Pillados por sorpresa los franceses perdieron una de sus naves, dándose a la fuga los demás. El asturiano desembarcó, se fortificó, y fundó el lugar como San Agustín. Y rápidamente volvió a embarcarse para atacar desde el mar a Fuerte Caroline. Fracasó y antes de perder hombres y naves perseverando en un intento sin posibilidades, se retiró a su campamento. Fue entonces cuando Rilbaut con cinco barcos y 500 hombres, decidió contraatacar y se dirigió hacia San Agustín pero no llegó a alcanzar su objetivo pues un huracán lo mando a pique hundiendo todas las naves y ahogando a casi todos sus tripulantes entre ellos él mismo.
Destruida casi a la totalidad la flota enemiga, Menéndez de Avilés trazó un plan alternativo, pues no estaba dispuesto a perder sus naves con tales tormentas, y decidió un ataque por tierra, atravesando las terribles ciénagas, pantanos y cenagales que le separaban de Fuerte Caroline, algo que emularía siglos después Bernardo de Gálvez para atacar y sorprender también a los ingleses durante la Guerra de la Independencia norteamericana en Baton Rouge. Avilés marchó con cerca de medio millar de hombres, entre ellos indios de la etnia Timucua y aunque en el camino perdió más de 100, se presentó ante la colonia francesa y en un fulgurante ataque acabó con todos cuantos no consiguieron escapar en los barcos que les quedaban. Pero no les dio tregua. Con sus aliados indios inicio una verdadera cacería de todos cuantos habían escapado, tanto del naufragio anterior como de estos últimos barcos. La masacre fue total y el lugar se llama desde entonces Bahía de Matanzas.
San Agustín se consolidó y fue desde entonces el referente español en la zona, aunque no se libró de asaltos y ataques. Fue objetivo del pirata inglés Drake, que la incendió y saqueó (1586), pero se volvió a reconstruir de inmediato. Luego rechazó nuevos asaltos británicos ya en el siglo XVI de otro pirata, Robert Srarle, y dos nuevos intentos de asalto, también anglosajones, en los años 1702 y 1740.
Murió al poco de su regreso a España en 1574, de tifus, en Santander, en septiembre de 1574 cuando estaba organizando una armada para apoyar a Luis de Requesens en Flandes.
Nunca volvió Menéndez a ver La Florida. Dejó a su yerno natural Velasco en su lugar y se posesionó en Santander en 1574, de la flota pero ese mismo día enfermó gravemente y falleció.
Menéndez revolucionó la construcción naval diseñando navíos que acortaron la navegación. Ideó unas embarcaciones en las que se alargaba la quilla. Formó poderosos grupos de escolta para la navegación procedente de las Antillas, la creación de una base fuerte avanzada en las islas para atacar a los piratas ingleses en su propio cubil y el genial proyecto de creación de una verdadera Home Fleet. La colonia que Pedro Menéndez de Avilés fundó sobrevivió más de 250 años, y fue vendida a los Estados Unidos en 1821.
La Armada lo considera el padre del famoso sistema de flotas que permitió el comercio con América y donde, a pesar de la propaganda y las películas de Hollywood, la realidad es que los barcos perdidos y los galeones capturados por los piratas fueron muy pocos. Y galeones apresados, ninguno.
Murió de tifus, en Santander, en septiembre de 1574. La Armada lo considera el padre del famoso sistema de flotas que permitió el comercio con América y donde, a pesar de la propaganda y las películas de Hollywood, la realidad es que los barcos perdidos y los galeones capturados por los piratas fueron muy pocos. Y galeones apresados, ninguno. Su tumba se encuentra en la iglesia de San Antonio en su natal Avilés. La ciudad de san Agustín honra su memoria y en el año 2015 conmemoró el 450 aniversario de su fundación.
San Agustín, la primera ciudad fundada en América del Norte, amén de sobrevivir y florecer, se fue luego a convertir en refugio de esclavos negros de las colonias americanas de la vecina Carolina del Sur, cuyas condiciones eran mucho más duras que las de los españoles. El goteo de esclavos que buscaban acogerse a la real cédula de 1693 firmada por Carlos III en 1693, dejaba clara la intención española de que “dando libertad a todos, tanto a los hombres como a las mujeres, sea ello ejemplo de mi liberalidad y dé lugar a que otros hagan lo mismo”. Y tanto fue así que aquello supuso el construir una población fortificada situada no muy lejos de San Agustín, el Fuerte Mosé, al que se acogieron por cientos y convirtiéndose así en el primer lugar también donde los negros esclavos norteamericanos pudieron vivir en libertad, siendo en ello San Agustín, pues, la primera ciudad norteamericana en hacerlo.
Murió al poco de su regreso a España en 1574, de tifus, en Santander, en septiembre de 1574 cuando estaba organizando una armada para apoyar a Luis de Requesens en Flandes.
Nunca volvió Menéndez a ver La Florida. Dejó a su yerno natural Velasco en su lugar y se posesionó en Santander en 1574, de la flota pero ese mismo día enfermó gravemente y falleció.
Menéndez revolucionó la construcción naval diseñando navíos que acortaron la navegación. Ideó unas embarcaciones en las que se alargaba la quilla. Formó poderosos grupos de escolta para la navegación procedente de las Antillas, la creación de una base fuerte avanzada en las islas para atacar a los piratas ingleses en su propio cubil y el genial proyecto de creación de una verdadera Home Fleet. La colonia que Pedro Menéndez de Avilés fundó sobrevivió más de 250 años, y fue vendida a los Estados Unidos en 1821.
La Armada lo considera el padre del famoso sistema de flotas que permitió el comercio con América y donde, a pesar de la propaganda y las películas de Hollywood, la realidad es que los barcos perdidos y los galeones capturados por los piratas fueron muy pocos. Y galeones apresados, ninguno.
Murió de tifus, en Santander, en septiembre de 1574. La Armada lo considera el padre del famoso sistema de flotas que permitió el comercio con América y donde, a pesar de la propaganda y las películas de Hollywood, la realidad es que los barcos perdidos y los galeones capturados por los piratas fueron muy pocos. Y galeones apresados, ninguno. Su tumba se encuentra en la iglesia de San Antonio en su natal Avilés. La ciudad de san Agustín honra su memoria y en el año 2015 conmemoró el 450 aniversario de su fundación.
San Agustín, la primera ciudad fundada en América del Norte, amén de sobrevivir y florecer, se fue luego a convertir en refugio de esclavos negros de las colonias americanas de la vecina Carolina del Sur, cuyas condiciones eran mucho más duras que las de los españoles. El goteo de esclavos que buscaban acogerse a la real cédula de 1693 firmada por Carlos III en 1693, dejaba clara la intención española de que “dando libertad a todos, tanto a los hombres como a las mujeres, sea ello ejemplo de mi liberalidad y dé lugar a que otros hagan lo mismo”. Y tanto fue así que aquello supuso el construir una población fortificada situada no muy lejos de San Agustín, el Fuerte Mosé, al que se acogieron por cientos y convirtiéndose así en el primer lugar también donde los negros esclavos norteamericanos pudieron vivir en libertad, siendo en ello San Agustín, pues, la primera ciudad norteamericana en hacerlo.