sábado, 16 de junio de 2018
FELIPE IV -INDEPENDENCIA DE PORTUGAL
Se firmó la Paz de los Pirineos entre Francia y España, en noviembre de 1659, para poner fin a un conflicto iniciado en 1635, durante la Guerra de los Treinta Años. Dada la difícil situación económica española. Inglaterra y Francia se repartieron el Flandes español. Se cedía el Rosellón, la mitad de la Cerdeña, etc. Muchos años después, en 1793, las autoridades catalanas aprobaron la creación de un cuerpo de 20.000 “migueletes”, voluntarios para combatir junto al resto de fuerzas españolas contra los franceses.
La Guerra del Rosellón reavivó este cuerpo entre un enorme entusiasmo popular, a menudo relacionado con el deseo de los catalanes de recuperar las cuatro comarcas y media perdidas a raíz del Tratado de los Pirineos (el Rosellón, el Vallespir, el Conflent, el Capcir y media Cerdaña). Serían de nuevo disueltos a raíz de la Paz de Basilea (1795).
Pero estmos en 1640. Para no soliviantar más las cosas se estipuló el casamiento de la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, con Luis XIV de Francia. Así se impuso la hegemonía de Francia sobre España.
Por otra parte, el reino de Portugal que pertenecía a la Corona Española desde 1580, bajo el reinado de Felipe II, y luego durante todo el reinado de Felipe III, ahora había iniciado conflictos desde 1640 con Felipe IV. Llegó a Madrid la noticia preocupante, Lisboa se había pronunciado en favor del duque de Braganza, que se proclamó rey con el nombre de Juan IV. El gobierno de Madrid no disponía de posibilidades apenas para contener el problema catalán con lo cual el portugués era imposible afrontarlo. Salvo algunos enfrentamientos en Badajoz, no supuso obstáculo para la nueva casa portuguesa. El peligroso ascenso de otras potencias como Francia, Holanda e Inglaterra aconsejaban la separación con Portugal. Y así acabó la última posibilidad factible de ser un solo país Ibérico.
El período de 1640 a 1668 se había caracterizado por enfrentamientos periódicos entre Portugal y España, tanto pequeñas contiendas como graves conflictos armados, de los cuales muchos de ellos fueron ocasionados por conflictos de España y Portugal con terceras potencias.
Felipe IV moriría el 17 de septiembre de 1665, sin reconocer la independencia de Portugal. Esta se reconoció tres años después.
Las revueltas en Portugal contra la dominación española fueron frecuentes. La causa inmediata de estos alborotos fue la imposición de nuevos impuestos y las difíciles condiciones de vida de la población bajo el dominio español. El movimiento insurreccional no consiguió destituir el gobierno instaurado en Lisboa, sucumbiendo al refuerzo de tropas castellanas que acudieron en su auxilio para reprimir la revuelta.
La guerra estableció la casa de Braganza como nueva dinastía reinante de Portugal, en sustitución de la Casa de Habsburgo. Esto puso fin a la llamada Unión Ibérica.
Juan IV de Portugal
El levantamiento de 1640 fue planeado en Lisboa para considerar los males de que sufría entonces Portugal. El objetivo era la destitución de los Habsburgo y proclamar un rey de origen portugués. La virreina de Portugal, Margarita de Saboya, duquesa de Mántua, intentó, en vano, calmar los ánimos del pueblo. Aislada y sin apoyo local, incapaz de reconducir a los revoltosos a la obediencia del rey de España, su poder colapsó.
En su lugar aclamaron al Duque de Braganza como rey, con el título de Juan IV de Portugal, dando inicio a la cuarta dinastía, la Dinastía de Braganza. El nuevo gobernante autorizó a Margarita de Saboya que partiera para España en los primeros días de diciembre de ese mismo año. El momento fue oportunamente escogido, ya que la casa de Habsburgo afrontaba en esa época los problemas derivados de la Guerra de los treinta años y la Sublevación de Cataluña.
Posteriormente restableció las leyes militares de Sebastián I de Portugal, con el fin de reorganizar el ejército y emprendió una campaña diplomática centrada en restablecer buenas relaciones con Inglaterra.
Después de ganar varias pequeñas victorias, Juan trató de hacer las paces con rapidez. Sin embargo, su exigencia de que Felipe IV reconozca la nueva dinastía reinante en Portugal no se cumplió. Los enfrentamientos con España duraron veintiocho años.
España había disfrutado de la reputación de tener la fuerza militar más formidable de Europa, una reputación que se había ganado con la llamada Escuela Española. Sin embargo, esta reputación y táctica había disminuido con la Guerra de los Treinta Años.
El Tratado de los Pirineos, firmado el 7 de noviembre de 1659, para poner fin a un conflicto iniciado en 1635, durante la Guerra de los Treinta Años, entre otros términos Francia reconoció a Felipe IV de España como legítimo rey de Portugal.
Pero finalmente la restauración de la independencia de España fue claramente establecida, y Portugal demostró que podía valerse por sí mismo, aunque con dificultad. Sus victorias en el campo de batalla habían vuelto a despertar el nacionalismo portugués.
Sin embargo, Portugal permaneció económicamente débil, con su agricultura subdesarrollada, dependiente de grano inglés, y hambrientos de bienes del extranjero en general, especialmente textil.
El esfuerzo nacional portugués se mantuvo durante 28 años, con lo cual fue posible vencer en las sucesivas tentativas de invasión de los ejércitos de Felipe IV. En 1668 se firmó el tratado de Lisboa de 1668, (con la regente de Carlos II, su madre) por el cual España reconocía la soberanía del país vecino. La victoria de Portugal se debió a la Sublevación de Cataluña, ya que todos los mejores soldados castellanos estaban ahí, así como a los esfuerzos diplomáticos de Inglaterra, Francia, Holanda y Roma por limitar el poder del Imperio español, mientras mantenían la guerra en Alemania, Guerra de los Treinta Años, así como la Guerra de los Ochenta Años en Flandes.
Hay que tener en cuenta las guerras que se produjeron durante el reinado de Felipe IV (1665 - 1700)
Continuación de la Guerra de los Ochenta Años
1568 - 1648
Continuación de la Guerra de los Treinta Años
1618 - 1648
Guerra anglo-española de 1624
1624 - 1630
Guerra franco-española
1635 - 1659
Sublevación de Cataluña
1640 - 1659
Guerra de Restauración portuguesa
1640 - 1668
Sublevación de Nápoles y Sicilia
1647 - 1648
Guerra anglo-española de 1655
1655 - 1660
jueves, 14 de junio de 2018
FELIPE IV (Cataluña francesa)
Francia que había entrado en la Guerra de los 30 años de parte de los protestantes, aún siendo un país católico, pero es que veía el poder del Sacro Imperio y el de España. En 1635 declaró la Guerra a España y la situación de Cataluña era clave dado su posición fronteriza. Dejando a un lado las batallas habidas, recordamos que quiso invadir España por Navarra, y fue derrotada en Fuenterrabía. Los catalanes no quisieron acudir a esa asedio francés. Después de su derrota, casi había cortado el camino a Flandes, que usaban los Tercios para abastecerse. De ahí viene lo difícil que es poner una pica en Flandes. Se pensó abrir un segundo frente en los Pirineos, que permitiría un rápido abastecimiento a las tropas. Este frente se abriría en Cataluña, lo que posibilitaría una aportación del Principado. La presencia del ejército no era agradable para las poblaciones fronterizas. El pueblo despreciaba al ejército, los nobles no querían aportar y la situación económica que era grave, influía negativamente para que Cataluña, al igual que el resto de España, entrara en guerra. Los ecos de la protesta llegaron a Barcelona y en mayo de 1640, campesinos gerundenses atacaron a los tercios que acogían. A finales de ese mismo mes, los campesinos llegaban a Barcelona, y a ellos se unieron los segadores en junio que se dirigían a su manifestación.
En Cataluña, “El Corpus de Sangre” fue una rebelión en Barcelona, del 7 de junio de 1640 por un numeroso grupo de segadores, con la connivencia de una buena parte de la población local. Un pequeño incidente entre un grupo de segadores y algunos soldados castellanos, en el cual un segador quedó malherido, precipitó la revuelta.
En la resistencia de los vecinos el alguacil del Tercio encontró la muerte. La represalia llevada a cabo por los tercios en Riudarenas (3 de mayo) y en Santa Coloma de Farnés (14 de mayo) desencadenaría un rápido alzamiento armado de vecinos y campesinos que, de las comarcas gerundenses, se extendió rápidamente. La Revolución del Corpus de Sangre fue aprovechada por agitadores, secesionistas y población que no estaba dispuesta a alojar o aportar dinero para el mantenimiento de los Tercios en Cataluña. Encabezados por Pau Claris, jefe del estamento eclesiástico, se impusieron en Barcelona los radicales secesionistas. El valido de Felipe IV, el duque de Olivares comienza a preparar un ejército para recuperar Cataluña con grandes dificultades ese mismo año de 1640 y en septiembre, la Diputación catalana pide a Francia apoyo armamentístico.
En octubre de 1640 navíos franceses usaban los puertos catalanes y Cataluña pagaba a un ejército francés de tres mil hombres, para empezar, que Francia enviaría al condado.
Al mes siguiente un ejército del rey recuperó Tortosa camino de Barcelona. Al acercarse a la ciudad estalló una revuelta más importante que la del Corpus, por lo que se selló la alianza con Francia. El 16 de enero de 1641, la Junta de Brazos (Las Cortes sin el rey) aceptaron la propuesta de Clarís de poner a Cataluña bajo protección del rey de Francia en un gobierno republicano, y el Consejo de Ciento lo hizo al día siguiente. Pero la República Catalana fue tan solo una solución transitoria para forzar un acuerdo con el gobierno de Madrid ante la amenaza de intervención francesa. O eso se pensaba.
Olivares, hombre trabajador e inteligente, con visión de alcance, aconsejó al rey un estado centralista dado los inconvenientes de las particularidades de cada reino o condado.
Mientras tanto Francia jugaba sus cartas. El enviado del rey francés a Cataluña ofreció la intervención militar solo en el caso de ser reconocido como soberano el rey francés. Lo aceptaron de forma que Luis XIII de Francia pasó a ser el nuevo conde de Barcelona. Poco después, en enero, un ejército franco-catalán lucharon y vencieron en Barcelona al ejército de Felipe IV que se retiró y no volvería hasta diez años más tarde. Poco tiempo después de esta defensa victoriosa moriría Pau Clarís, un personaje controvertido en la historia de España. Presidente de la diputación catalana, proclama la República y se la ofrece al rey Francés que es nombrado Conde de Barcelona y se consideran subditos de la corona francesa.
PAU CLARÍS
Un llamamiento general de Olivares y de Felipe IV a todos los estamentos para la formación de un ejército de unidad, grande pero irregular, acabó en derrota en el intento de la toma de Lérida, incrementada en su repliegue anárquico hacia Zaragoza. Este fue el punto final de la carrera del duque de Olivares. El fracaso de su política centralista en un conglomerado de regiones poco dispuestas a ceder autonomía. Olivares se retiró y murió dos años después abatido e ignorado por todos. Para colmo todavía pudo ver como los mejores Tercios que le quedaban a España, eran derrotados en Rocroi por el nuevo ejército francés.
Al rey le llovían las desgracias. Morían su esposa Isabel, el príncipe heredero Baltasar Carlos y su antiguo valido fiel. La economía tocaba fondo y Cataluña permanecía vinculada a Francia. El campo de batalla entre Francia y España que era Cataluña, los catalanes querían evitar al comienzo de la guerra y por no querer costear algo su defensa en favor de España, ahora lo hacían en favor de Francia, para colmo cediendo parcialmente su administración a un extranjero. Francia además quería atacar Aragón y Valencia.
El rey francés Luis XIII nombró entonces un virrey y llenó la administración catalana de conocidos pro-franceses. A Cataluña el ejército francés le salía cada vez más caro y además se mostraban como un ejército de ocupación, un invasor. Por otro lado los comerciantes franceses competían con los catalanes favorecidos por Francia, y Cataluña se convirtió en una zona mercante más. Si a esto le sumamos la guerra, su costo, la consecuente inflación, para colmo hubo plagas y enfermedades generalizadas, llevó a la población a una situación límite. Advirtieron que su situación era peor con Francia que con Felipe IV.
En 1643, el ejército francés de Luis XIII conquista el Rosellón, Monzón (en Aragón) y Lérida. Richelieu y el rey francés murieron en 1643. La regente era Ana de Austria, hermana de Felipe IV. Toda una ironía del destino. La política del país apenas varió con el valido, cardenal Mazarino. Un año después Felipe IV recupera Monzón y Lérida, donde el rey juró obediencia a las leyes catalanas. En 1648 termina la guerra de los 30 años con el Tratado de Westfalia y con la retirada de la guerra de sus aliados, los Países Bajos, Francia comienza a perder interés por Cataluña. Pero la guerra en Cataluña prosiguió. Francia tuvo que soportar una guerra civil por la oposición a la regente y su valido por parte de los nobles franceses. En Barcelona y otras ciudades los desmanes de las tropas francesas alcanzaban niveles de asaltos. Felipe IV considera que es el momento de atacar y en 1651 un ejército dirigido por Juan José de Austria, (su hermano bastardo), comienza un asedio a Barcelona. El ejército franco-catalán de Barcelona se rinde en 1652 y se reconoce a Felipe IV como soberano y a Juan José de Austria, como virrey en Cataluña. Se reconocieron los fueron y privilegios catalanes y se procuró olvidar la rebelión. El fin de la guerra se saldó con la anexión del Rosellón (que jamás se recuperaría), y otras comarcas a la corona francesa, anexión confirmada en el Tratado de los Pirineos (1659), aunque en la Cataluña francesa los fueros catalanes fueron derogados en 1660. Se estipuló también el casamiento de la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, con Luis XIV de Francia. Así se impuso la hegemonía de Francia sobre España.
En el tratado se incluyó un indulto general durante los años de la sublevación catalana (1640-1659). En cuanto al Rosellón un año después los usos catalanes fueron derogados, lo que conllevó la abolición de las instituciones propias en Cataluña septentrional, así como la prohibición del uso del catalán en el ámbito público y oficial
Las condiciones del tratado fueron ocultados a las Cortes Catalanas hasta 1702, aunque de hecho era público y notorio. Tanto los afectados del Rosellón como las autoridades catalanas intentaron durante años resistirse a la partición.
Más adelante, en julio de 1793 se formó un cuerpo de voluntarios barceloneses bajo el lema “Por la Religión, el Rey y la Patria”. El llamamiento y la respuesta se repitieron por todas las comarcas catalanas, que aportaron miles de “miqueletes” que incluso subieron desde Valencia. El objetivo era recuperar el Rosellón.
Continuara-
martes, 12 de junio de 2018
FELIPE IV (El rey planeta)
La temprana muerte de Felipe III convirtió en rey a su hijo, de apenas 16 años, que subió al trono con el nombre de Felipe IV. Fue el reinado más importante del siglo pues significó el punto sin retorno de la decadencia española que ya lentamente se había manifestado desde Felipe II incluso. Fue de joven un buen estudiante, culto, amante de la historia, la teología, el derecho, la música y los idiomas. Le atrajeron el arte, el teatro y la poesía, pero no solo como espectador. Sabía pintar y escribir con soltura. Fue rey desde 1621.
El ejército de Flandes que España mantenía desde 1567, se inició con la rebelión de los Países Bajos, quedando divididos en la mitad norte, no sometida a Madrid, (con matices, la actual Holanda), y la mitad sur, parte integrante de la monarquía hispánica (también con matices, la actual Bélgica). Este ejército de fama bien conseguida eran los Tercios, unidades de élite, españolas, italianas, alemanas, valona, inglesa y borgoñona, además de la caballería ligera y pesada. No obstante al magnífico ejército le faltaba el buen complemento del apoyo naval, que se vio como un elemento imprescindible.
Los Habsburgo españoles siempre han tenido una visión del mundo en la que España tenía junto con sus derechos unas responsabilidades fundamentales, la primera garantizar la fe católica, amenazada por el protestantismo. Esto les hacía ver la grandeza de su linaje, del Imperio a gobernar y de ser un pueblo en el que Dios confiaba para consolidar y extender la religión de Roma. Esto es importante tenerlo en cuenta para entender el punto de vista de aquellos personajes cuyas ideas y decisiones son tan alejadas del concepto actual de la gobernación y la Justicia actuales.
Felipe estaba prometido con la hija de Enrique IV de Francia, Isabel de Borbón, dos años mayor que él. Y también se prometió a su hermana Ana de Austria para casarla con el rey francés Luis XIII. Con lo cual las dotes al ser de la misma cantidad quedaban compensadas, y se conseguía una alianza de matrimonios que convenía a ambos países.
Felipe IV pintado por Rubens -
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Felipe IV y la reina Isabel tuvieron cuatro hijas hasta 1627, de los cuales no sobrevivió ninguna más allá de los dos años. Luego nació un varón al que buscaron pareja, pero él moriría joven soltero aún. La reina enfermó y también murió. De modo que el rey se encontraba viudo y sin descendencia. Decidió casarse con la prometida de su hijo fallecido, su sobrina Mariana de Austria que en aquél momento ella tenía trece años y él cuarenta y dos. Tuvieron a su primera hija que llegó a ser emperatriz consorte y murió a los ventidos años. Tuvieron otros cuatro hijos de los cuales sobrevivió solamente el último, Carlos, destinado a suceder a su padre. Felipe IV tuvo seguramente una treintena de hijos extramatrimoniales, de los cuales hay que destacar, por su futuro, a Juan José de Austria. Andando el tiempo, fue importante en la vida del rey, sor María de Ágreda, religiosa de fama y cultura, consejera del rey, contraria al valido Conde-Duque de Olivares, favorable a la paz con Francia y circunspecta con la Inquisición.
Al llegar al trono, Felipe, como dijimos contaba con 16 años, con lo cual su preferido fue el Conde de Olivares, cuyo primer objetivo fue la modernización del gobierno y la recuperación del prestigio español. Olivares combatió la corrupción, el tráfico de influencias. Redujo el gasto de la corte, suprimió burocracia excesiva y creó la Junta de Poblamiento, destinada a aumentar la natalidad y redistribuir la población en zonas deshabitadas.
Al expirar la tregua con Holanda se reanudaron los enfrentamientos unidos esta vez a los avatares de la guerra de los Treinta Años, contienda comenzada en 1618 al conseguir los protestantes el nombramiento de un “anti-emperador”, y lo que empezó siendo un conflicto religioso, pasó a político en Alemania y se extendió por toda Europa.
Fernando III de Estiria fue elegido emperador de Sacro Imperio y era rey de Bohemia, (actual Eslovaquia) y había pasado a llamarse Fernando II. Era un católico convencido y era impopular en Bohemia, la cual era predominantemente calvinista. Fernando era un Habsburgo y se había asegurado el apoyo de la corona española en Felipe III. La elección del católico Fernando II como emperador había puesto a la nobleza de Bohemia, de mayoría protestante, en una situación prácticamente de rebelión.
El rechazo de Bohemia a Fernando fue el detonante de la guerra de los Treinta Años. Ordenó la destrucción de templos protestantes, estableció censura para algunos escritos, destituyó a funcionarios protestantes, prohibió la utilización de fondos católicos para pagar a ministros protestantes, etc. Esto hizo que los protestantes rompieran con los Habsburgo y en poco tiempo se extendió a las principales ciudades de Bohemia.
Puesta en marcha la guerra parecía favorable a los Habsburgo, pero intervino Dinamarca y podría caer entonces Flandes. Francia, que era un país extenso y muy poblado con abundantes recursos, con Luis XIII y su ministro el cardenal Richelieu, comenzó a ayudar a los protestantes, a pesar de ser un país católico, pero le interesaba la derrota de Flandes y por lo tanto de España. Se convertiría en la gran potencia. Se aliaron con Holanda y con Suecia y hasta el papa Urbano VIII fue partidario de la causa francesa. Francia intervino a partir de 1635 causando un el aumento de la virulencia militar, el costo de la contienda y el gran peligro directo para España. El frente de batalla se trasladó a los Pirineos y Francia intentó la invasión por Navarra, siendo derrotados.
Para hacer frente a tal cantidad de circunstancias el valido de Felipe IV, Olivares, trató de poner en práctica su idea de solidaridad entre los reinos de España, la “Unión de Armas”, que pretendía unir un ejército de 140.000 hombres al que cada región aportaría una cuota correspondiente a sus recursos y demografía. Se trataba de repartir equitativamente las cargas que hasta entonces solo la soportaba Castilla. Pero el asunto se mostró imposible. Las Cortes de Cataluña y Aragón distaban mucho de permitir la práctica del absolutismo de Felipe IV con sus recursos. El proyecto fue abandonado.
En Europa si la situación era mala, en España era preocupante. Desde finales de la década de 1620 y la década siguiente significó el ocaso del sistema económico monetario de los Austrias españoles. Corría el dinero falso, hubo malas cosechas, capturas de navíos españoles procedentes de América por francesas, holandeses e ingleses, crisis alimentarias, hambrunas, en fin un desastre.
Continuará
domingo, 10 de junio de 2018
FELIPE III (inicio de la decadencia)
Ya estamos con Felipe III. “El Piadoso” era gato, es decir que madrileño, nació el día que más adelante se proclamaría la II República Española, es decir un 14 de abril, pero de 1578, y murió un 31 de marzo de 1621, fue rey de España y de Portugal desde el 13 de septiembre de 1598 hasta su muerte.
Hijo de Felipe II y de Ana de Austria, se casó con Margarita de Austria-Estiria. Era aficionado al teatro, a la pintura y, sobre todo, a la caza, delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma, que terminó siendo el primer corrupto absoluto de España. El poder del duque de Lerma fue inmenso, consiguió controlar el reino y tomar él solo todas las decisiones políticas entre 1599 y 1618. Fue sustituido por el duque de Uceda, al que limitó las funciones. Durante su reinado España incorporó algunos territorios en el norte de África y en Italia y alcanzó niveles de esplendor cultural. La “Pax Hispánica” se debió a la enorme expansión del Imperio y a los años de paz que se dieron en Europa de comienzos del siglo XVII, que permitieron que España ejerciera su hegemonía sin guerras. Y de momento, la inmensa máquina militar y diplomática española seguía teniendo al mundo agarrado por las pelotas, había pocas guerras y el dinero de América seguía entrando y malgastándose. Llegaba y se iba como el agua, sin cuajar en cosa tangible real ni futura.
La monarquía, fiando en las flotas de América, se entrampaba con banqueros genoveses que nos sacaban el tuétano. Ingleses, franceses y holandeses, enemigos como eran, nos vendían todo aquello que éramos incapaces de fabricar aquí, llevándose lo que los indios en América sacaban de las minas y nuestros galeones traían esquivando temporales y piratas cabrones.
Crear industrias, investigar, avances tecnológicos realmente como que no. A la Inquisición esos cambios le daban alergia.
El comercio americano era monopolizado por Castilla a través de Sevilla, y el resto de España a verlas venir. Tampoco participaban en los gastos. Para Felipe III los hechos más importantes se produjeron en 1609 con la firma de la tregua con los Países Bajos y la expulsión de los moriscos. El Duque era partidario de dejar las cosas como estaban pero la oposición, que mantenía sustanciosos negocios con comerciantes moriscos, terminó cuando el Rey prometió compensaciones económicas para los nobles que pudieran verse afectados por una eventual deportación masiva. Así que el pillo del duque pasó de defensor a impulsor del plan. Pero la cosa no quedó ahí, la corrupción era enorme y hubo una investigación que dejó a todos con el culo al aire. Empezaron a caer culpables e implicados, entre otros el valido del duque, don Rodrigo Calderón de Aranda, que fue ejecutado en la plaza Mayor de Madrid en 1621. Se desencadena una indignación con la consiguiente presión en contra del régimen, pero, hete aquí, que el duque, consigue mediante una estratagema propia de un arlequín, salvar su vida, solicita de Roma y consigue ser cardenal en 1618.
La diplomacia española funcionaba sobornando a “tuti le cuanti”, desde ministros extranjeros hasta el papa de Roma. Fondo de reptiles, que se llama, donde los más rápidos para los recados no tuvieron más remedio que forrarse, el primero en mismo duque de Lerma, tan incompetente y cabrón que luego, al jubilarse, se hizo cardenal, claro, para evitar que lo juzgaran y ahorcaran por sinvergüenza. Al mismo tiempo que el rey le da permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma. Murió en Valladolid en 1625, retirado de la vida pública. Corrió por Madrid una copla que decía: «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado».
La corte de Felipe III se trasladó dos veces, de Madrid a Valladolid y de vuelta a Madrid, según los sobornos que Lerma recibió de los comerciantes locales, que pretendían dar lustre a sus respectivas ciudades. Un país lleno de nobles, hidalgos, monjas y frailes improductivos, donde al que de verdad trabajaba lo molían a impuestos, Hacienda ingresaba la ridícula cantidad de diez millones de ducados anuales; pero la mitad era para mantener el ejército, y la deuda del Estado con banqueros y proveedores extranjeros alcanzaba la cifra de setenta millones de castañas.
Después de la caída de Granada, los moros vencidos se habían ido a las Alpujarras, donde se les prometió respetar su religión y costumbres. Pero ya se lo pueden ustedes imaginar: al final se impuso el bautizo y el tocino por las bravas. Poco a poco les apretaron las tuercas, y como buena parte conservaba en secreto su antigua fe mahometana, la Inquisición acabó entrando a saco. Desesperados, los moriscos se habían sublevado en 1568, en una nueva y cruel guerra civil hispánica donde corrió sangre a chorros, y pese al apoyo de los turcos, e incluso de Francia los rebeldes y los que pasaban por allí, como suele ocurrir, se las llevaron todas juntas. Sin embargo, como eran magníficos agricultores, hábiles artesanos, gente laboriosa, imaginativa y frugal, crearon riqueza donde fueron. Eso, claro, los hizo envidiados y odiados por el pueblo bajo.
Pero también ante los planes del sultán Al-Mansur de Marruecos, aliado de Isabel de Inglaterra, para invadir la península el problema se hacía urgente. Había que acabar con la cuestión morisca. Como la asimilación de éstos a la confesión cristiana no había resultado, no se encontraba otra solución.
Y al fin, por su connivencia con los piratas berberiscos, Felipe III decretó la expulsión. En 1609, con una orden inscrita, se ordenó su expulsión de Valencia seguidos desde 1610 a 1614 de Castilla, Aragón, Andalucía y Murcia. En total unos 300.000 moriscos. Pero estas expulsiones planteaban un serio problema, dejar sin cultivar y despobladas las zonas más ricas del reino. Por lo que el rey tuvo en consideración esto y toda propiedad personal que los moriscos no pudieran llevarse pasaría a propiedad de sus señores. Se los embarcó rumbo a África. Con la pérdida de esa importante fuerza productiva, el desastre económico fue demoledor, sobre todo en Aragón y Levante. El daño duró siglos, y en algunos casos no se reparó jamás. En el momento de la expulsión un 33% de los habitantes de Valencia eran moriscos. Desde la perspectiva económica se trató de un duro golpe para muchas regiones españolas, pues no constituían nobles, hidalgos, ni soldados, supuso una merma en la recaudación de impuestos, y para las zonas más afectadas (se estima que en el momento de la expulsión un 33% de los habitantes del Reino de Valencia eran moriscos) tuvo unos efectos despobladores que duraron décadas y causaron un vacío importante en el artesanado, producción de telas, comercio y trabajadores del campo. Si bien los perjuicios económicos en Castilla no fueron evidentes a corto plazo, la despoblación agravó la crisis demográfica de este reino que se mostraba incapaz de generar la población requerida para explotar el Nuevo Mundo y para integrar los ejércitos de los Habsburgo, donde los castellanos conformaban su élite militar.
Los moriscos, por otra parte, no se disolvieron en el mar y aquellos que sobrevivieron a los episodios de violencia que acompañaron su expulsión terminaron dispersados por el norte de África, en Turquía, y otros países musulmanes. Muchos campesinos moriscos se vieron obligados, entonces, a convertirse en piratas berberiscos que usaron sus conocimientos de las costas mediterráneas para perpetrar durante más de un siglo ataques contra España.
En 103 había muerto Isabel de Inglaterra y gracias a la buena labor diplomática se firmó un tratado de paz con Jacobo I de Estuardo. En 1610 fue asesinado el rey francés Enrique IV, el acérrimo enemigo de España, y su viuda llegó a un acuerdo de amistad con Felipe III, ratificado por un doble matrimonio entre sus hijos. Quedaban dos importantes núcleos bélicos, Flandes y el norte de Italia.
La tregua de doce años en la guerra de los Países Bajos trajo un periodo de relativa paz para Europa conocido por la ”Pax Hispánica”. Ësta política exterior pacifista, aún en contra a veces de los intereses españoles se explican por la profunda crisis económica y monetaria que padecía en ese momento la monarquía. Se decidió acuñar moneda fraccionaria de baja ley, rebajando el porcentaje de plata que contenía el vellón hasta dejar la moneda en cobre puro. La consecuencia fue la inflación y el refugio en monedas de oro.
El Consejo de Castilla, elaboró un informe en 1619 llegando a la conclusión de que las causas de la ruina económica eran, los enormes tributos que pesaban sobre el país, la prodigalidad en repartir dones y mercedes, el exceso de lujo y el gran número de empleados innecesarios y venales; pero el rey, sin haber hecho nada para remediar esos males, murió el 31 de marzo de 1621 en Madrid.
Felipe III pudo ver el cénit de España ya que alcanzó su máxima extensión territorial y consiguió un papel fundamental en los conflictos militares de gran envergadura.
A la muerte del rey, la monarquía española conservaba íntegro su prestigio exterior, aunque en el orden interior se había afianzado la crisis económica, que se manifestaría plenamente en tiempos de su sucesor, Felipe IV.
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