El recuerdo de la batalla de Lepanto del 7 de octubre de
1571 parece que no tiene mucho interés entre los responsables de hoy. Tan solo
la Armada conmemora el aniversario de la batalla de
Lepanto. Se asistirá en el buque Juan Carlos I por autoridades de la Armada
Española. De autoridades políticas no se sabrá nada. Otra bofetada a la historia
de España.
Un entrañable recuerdo a todos aquellos que lucharon por una
causa justa. Don Juan de Austria, Barbarigo, Juan Andrea Doria, Álvaro de
Bazán, Lope de Figueroa, Sebastián Veniero, Alejandro Farnesio, Juan de
Cardona, Colonna, Luis de Requesens, Miguel de Cervantes, y otros y otros
valientes que dieron todo por su justa causa, Dios los tenga en su seno, por
siempre orgullosos!!!
En 1971 me encontraba yo en el puerto de Barcelona y entré
en un enorme local donde había un gran diorama, libros y folletos narrando la
batalla de Lepanto, de la cual se cumplían 400 años.
Más adelante supe que fue una de las más grandes batallas de
la Historia de la humanidad. El Turco
toma Chipre y amenaza a España. La decisión del sultán de intervenir en la
rebelión de los moriscos de las Alpujarras, y su clara amenaza sobre la cuenca
occidental del Mediterráneo después que sus escuadras recuperaron la plaza de
Túnez, presagiaban una amenaza directa por el Mediterráneo contra España desde
donde los turcos pretendían conquistar otra vez a Europa, como hicieron sus mayores en tiempos don Rodrigo el
rey visigodo de Hispania en el 711. Al
asegurarse tan importante base como era Túnez, el Turco pretendía sin la menor
duda, la destrucción de la escuadra española. En época de Selím II, los otomanos construyeron una poderosa escuadra
con la que estaban seguros de aniquilar a la española. Incrementaron el número de los jenízaros, hijos de
esclavas cristianas en su mayoría, con los que se instituyó una verdadera
nobleza militar ansiosa de dar su sangre por su señor y su fe. Todo el mar se
llenó con su nuevo terror.
Cuesta creer hoy día que las tranquilas aguas del mar
Mediterráneo fueran en otro tiempo escenario de asedios, batallas y guerras. El
papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con
los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el
Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Esto no
detuvo a los turcos que sin temor a las consecuencias, iniciaron el asedio a
Chipre. Esto colmó la paciencia y la flota de la nueva y flamante "Santa
Liga" decidió iniciar los preparativos para acabar de una vez por todas
con sus enemigos de la media luna. En 1571, los buques de la Santa Liga y la
armada turca mantuvieron uno de los combates marítimos más grandes de la
historia. La Batalla de Lepanto. La Santa Liga juntó una de las mayores flotas
que han surcado los mares. Además, entre
las tropas de la Santa Liga destacaban los famosos Tercios, que esos primero
mataban y después preguntaban, si acaso. Felipe II había ordenado el embarque
de unas 40 compañías procedentes de cuatro Tercios distintos. En total, la
Santa Liga sumaba unos 90.000 hombres, entre soldados, marineros y remeros. En
cuanto a la armada del Imperio Otomano, el número de hombres era muy similar, y
entre sus soldados sobresalían los temidos jenízaros (cristianos que, tras ser
capturados de pequeños, se convertían al islam y eran educados para la guerra,
como los yhaidistas de ahora) El buque más utilizado era una galeaza que se
trataba de un barco cuya función principal consistía en servir de plataforma
para la lucha cuerpo a cuerpo. El uso de las Galeazas fue determinante para los
cristianos.
Así, con las tropas preparadas para asestar el golpe
definitivo a los turcos, la flota partió hacia Grecia. El grupo, formado en su
mayoría por buques españoles, estaba dirigido de manera general por Don Juan de
Austria.
No obstante, cada nación aportó además un capitán para su facción. Tan
sólo unos pocos días después de partir, el 7 de octubre, ambas armadas se
encontraron cerca del Golfo de Lepanto dando lugar a lo que sería una de las
batallas más sangrientas de la historia. Durante la mañana, y con la extraña
calma que suele preceder a la amarga batalla, ambas escuadras finalizaron su
despliegue. En el bando español el centro estaba regido por "La
Real", la nave de Don Juan de Austria. En el flanco izquierdo, se situaba
amenazante el veneciano Agostino Barbarigo, a quién se le dieron órdenes de
impedir que el enemigo les envolviera. Finalmente, el ala derecha estuvo regida
por Juan Andrea Doria, genovés al servicio de España, y por último, el español
Álvaro de Bazán, seguramente el mejor marino que ha nacido en nuestro país, y
tenía bajo su responsabilidad las galeras de la reserva, que debían socorrer un
frente u otro.
Ninguno de los líderes sabía era que, en una de las galeras
cristianas se hallaba, espada en mano, un joven literato que no superaba los 24
años: Miguel de Cervantes.
Después de que se arbolaran los crucifijos y estandartes y
los sacerdotes absolvieran a los soldados por si morían en combate, los remeros
comenzaron a sacar las palas. Desde La Real, un grito, el de don Juan de
Austria, ahuyentó el miedo de los marinos: "Hijos, a morir hemos venido, o
a vencer si el cielo lo dispone". La situación no era mejor en el flanco
contrario, donde Uluch Alí había conseguido atravesar la línea cristiana
haciendo uso de una estratagema que alejó el ala derecha cristiana de la batalla.
Por suerte, la escuadra de reserva acudió a socorrer el centro de La Santa
Liga. No obstante, no llegó lo suficientemente rápido como para salvar a varias
galeras cristianas cuyos ocupantes fueron pasados a cuchillo sin piedad. A
partir de ese momento rindió la anarquía entre las diferentes naves, que
trataban de resistir, junto al buque aliado más cercano, la acometida del
enemigo. En este momento de incertidumbre, el joven Cervantes recibió varios
disparos, uno de los cuales le alcanzó en la mano izquierda, dejándosela inútil
para siempre. Por suerte, el posteriormente conocido como "El manco de
Lepanto" pudo seguir escribiendo durante años con su brazo derecho.
CERVANTES EN LA BATALLA DE LEPANTO
En esta situación, cuando la batalla se encontraba en el
momento más decisivo, un disparo de arcabuz mató a Alí Pachá, lo que provocó el
desmoronamiento de la resistencia a bordo de la Sultana. El estandarte musulmán
fue arriado, al tiempo que los gritos de victoria en las filas cristianas iban
pasando de una galera a otra. El pescado estaba vendido. La batalla de Lepanto
fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el
esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio
Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la
gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años
más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574,
Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y
traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía
ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a
Estambul y renunciar a Chipre. La paz era humillante para Venecia, pero, al fin
y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad
de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en
inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha
contra el expansionismo otomano, lo que parecía anunciar nuevas e inevitables
guerras. Sin embargo, el conflicto entre ambos imperios sólo duró hasta 1577.
Las galeras del sultán se pudrieron en los puertos y nunca más volvieron a
suponer una amenaza para la seguridad de los estados cristianos del
Mediterráneo. La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su
expansión hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena de donde
saldrá derrotado un siglo más tarde, su cambió de teatro al Indico, donde hizo
sufrir de los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los
reinos peninsulares.
No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que
no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo,
sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en
los libros de historia.
El propio Felipe II señaló que había arriesgado demasiado.
De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido.