miércoles, 6 de junio de 2018

COLONIZACIÓN DE AMÉRICA DEL NORTE

San Agustín, la ciudad más antigua del territorio actual de USA fue fundada por españoles. También fueron fundadas por españoles, San Francisco, San Antonio, Tucson, Los Ángeles, Santa Fe, San Diego … etc., etc.Ocho de los cincuenta estados que forman Estados Unidos conservan su nombre en español : California, Colorado, Florida, Montana, Nevada, Nuevo Méjico, Tejas y Utha. En rios: Bravo, Sacramento, Colorado, Grande. La presencia de España en USA a se extendió durante 309 años, desde que el 12 de abril de 1513, cuando Juan Ponce de León llegó a las costas de Florida; hasta 1822 coincidiendo con la independencia de México. El legado español en USA refleja los más de tres siglos de presencia de la cultura española en este territorio. Exportada a Norteamérica por los colonos españoles desde La Nueva España, el Virreinato creado por la Corona de España en México. Gracias a Ponce de León , USA entró hace más de 500 años en la historia de Occidente. 107 años después llegarían a bordo del Mayflower a Massachusetts los peregrinos puritanos. Durante el reinado de Jacobo I se poblaron las regiones que hoy constituyen los estados de Maryland, Pennsylvania y Virginia, que en la segunda mitad del siglo XVI sólo habían sido escenario de las correrías de corsarios como John Hawkins y Francis Drake, más enfrascados en acciones contra España que en algún objetivo fundacional. La verdadera colonización del territorio no comenzó hasta principios del siglo XVII, producto de los esfuerzos conjuntos de la Corona y de particulares. A finales de 1606 la Compañía de Londres envía tres buques a la bahía de Chesapeake, cuyos tripulantes fundan al año siguiente la villa de James-town, unas 30 millas curso arriba del río James. Los colonos estaban dirigidos por John Smith, quien disfrutó del favor de Pocahontas, hija del cacique Powhatan, el cual les permitió establecerse. Para hacer rentable la nueva colonia introdujeron en 1612 el cultivo del tabaco.
En el otoño de 1620 arribaron un conjunto de pilgrims (peregrinos) quienes, procedentes de Inglaterra pero refugiados en Holanda, víctima de las persecuciones religiosas de los anglicanos, consiguieron hacerse a la mar rumbo a América en el buque Mayflower y fundar el pueblo de Plymouth en Nueva Inglaterra. Sus inicios fueron duros, pues carecían de lo más elemental, pero en noviembre de 1621 recibieron un barco con provisiones, consiguieron una buena cosecha de maíz y con la caza de pavos y venados organizaron una fiesta de Acción de Gracias a Dios (Thanksgiving) por haber podido subsistir, tradición que mantiene hasta hoy el pueblo americano. Más tarde, en 1628 llegaron puritanos de Inglaterra y fundaron cerca de la anterior colonia las villas de Boston, Salem y otras. Estaban dirigidos por John Winthrop y su gente venía con abundantes vituallas y aperos que les permitieron organizar una colonia rica. Introdujeron en cambio una profunda intolerancia religiosa, reflejo de la situación inglesa. Hubo otras colonias, como las de Connecticut y Rhode Island, pero estas fueron iniciadas por gentes tolerantes y de espíritu democrático. En 1632 el rey Carlos I de Inglaterra propició una colonización católica, aunque bajo el espíritu de la tolerancia religiosa, a cuya cabeza puso a Lord Baltimore, a quien concedió las tierras entre el río Potomac y el paralelo 40 a cambio del simbólico precio de dos flechas indias al año. Fue el hijo de Lord Baltimore quien, en 1649, proclamó el Acta de Tolerancia, una de las primeras leyes de tolerancia religiosa de las colonias americanas. Para esta convivencia fundó la ciudad de Filadelfia («ciudad del amor fraterno» en griego), concediendo la igualdad de derechos a los blancos e indios de la región. Esta experiencia inspiró a algunos pensadores del Siglo de las Luces, como Voltaire. En su honor, la fraternal colonia fue denominada “la selva de Penn”, Pennsylvania.
La Corona inglesa intervino directamente en la colonización anglosajona de otros territorios. Para evitar el avance hacia el norte de los españoles de La Florida y realizar al mismo tiempo una obra humanitaria, el filántropo James Oglethorpe destinó las tierras al sur del río Savannah a la gente empobrecida y deudora de Inglaterra. Jorge II le concedió tierras que fueron denominadas Georgia en honor de dicho monarca. Sus inicios fueron difíciles a causa del paludismo endémico de aquella región pantanosa, pero pronto se introdujo el cultivo del arroz y, con la llegada de negros esclavos, la colonia comenzó a prosperar.
En el siglo XVIII la configuración de la primitiva Norteamérica estaba constituida por trece colonias: Nueva Jersey, Delaware, Nueva York, Nueva Hampshire, Virginia, Massachusetts, Connecticut, Rhode Island, Maryland, Pennsylvania, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia, en las que a mediados del siglo XVIII habitaban cerca de un millón y medio de habitantes. En la cúspide del poder político de las trece colonias se situaba un gobernador nombrado directamente por la Corona. Esta tradición de autogobierno en la América británica se remonta al pacto que los peregrinos del «Mayflower» firmaron para erigirse en gobierno, dotarse de leyes iguales para todos y en pro del bien común. La incipiente democracia se veía limitada por el hecho de que para ejercer el derecho al voto era necesario ser propietario de tierras, si bien el derecho a la crítica y a hacerse oír lo tenían en principio todos los ciudadanos. La colonización anglosajona se produjo un siglo después que la hispana y, en consecuencia, sus instituciones tenían una estructura más moderna; por otra parte, disfrutaban, al menos al principio, de una mayor autonomía respecto a la metrópoli y los colonizadores no aspiraban a retornar enriquecidos al Viejo Mundo, sino que, fugitivos de una situación de intolerancia religiosa, económica y política, deseaban echar raíces en América. Todos estos factores imprimieron a las colonias sajonas unas características que todavía hoy pueden detectarse en el entramado socioeconómico de los EE.UU. y Canadá. Con el desarrollo de las técnicas de cultivo y de comercialización, las estructuras hicieron que la sociedad se dividiera en propietarios aristócratas y comerciantes capitalistas de un lado, y en pequeños propietarios mercaderes y artesanos del otro. La propiedad agrícola, riqueza fundamental del país, variaba sus características según el tipo de suelos, de cultivos y de poblamiento. Al cabo de cierto tiempo el sistema fracasó, pues dio lugar a especulaciones fraudulentas que ya a principios del siglo XVIII habían hecho posible la formación de una nueva clase de terratenientes que arrendaban la mayor parte de sus tierras. Esto dio lugar a la aparición del latifundismo y a una profunda diferenciación social, una de cuyas manifestaciones fue la proliferación de los squatters u ocupantes ilegales de tierras. En las colonias del centro los agricultores pagaban renta por las tierras a la Corona o a dueños particulares, según fuesen propietarios o arrendatarios. En un país esencialmente agrícola, esto condujo a innumerables fricciones sociales y a encuentros violentos por el cobro de estas rentas, así como a una sociedad de castas liderada por los terratenientes adictos a la Corona. No obstante, esta situación tuvo un aspecto positivo, pues el agricultor, presionado por las rentas, tuvo que diversificar sus fuentes de ingreso y recurrir en régimen de economía familiar a la elaboración artesanal y comercialización de sus propios productos. En los territorios de Nueva Inglaterra las asambleas locales concedían a las nuevas comunidades de agricultores una porción de tierra, el town (seis millas cuadradas), libres de tributación durante cierto tiempo. En el centro del lote se construía la villa, y en el centro de ésta una casa comunal que servía como iglesia y ayuntamiento a un tiempo, y alrededor de la cual construían sus casas los vecinos. Éstos recibían un lote de terreno para su cultivo con arreglo a ciertas jerarquías, pues las mejores tierras eran para los funcionarios elegidos por la comunidad y los hombres de iglesia. También se dejaban tierras comunales para pasto, leña y forraje. La propiedad comunal de estas tierras desapareció a principios del siglo XVIII, al consolidarse la propiedad agraria. Los nuevos colonos tenían que comprar o arrendar sus tierras sin derecho al uso de las comunales, que se hizo privativo de los primeros pobladores. Nueva Inglaterra se dedicó más a la ganadería, y como la agricultura no era demasiado pródiga, se orientó al comercio y la industria. Las colonias del centro se especializaron en el cultivo de cereales, en especial el trigo, que exportaban a Las Antillas, donde no se podía cultivar por el clima. Las colonias del sur comenzaron a destacarse en el sistema de grandes plantaciones de un solo cultivo que dio origen al capitalismo de plantación, cuya producción se destinaba al comercio internacional, a base de una mano de obra que pronto fue la del trabajo esclavo de negros africanos. El primer cultivo extenso y de gran riqueza fue el del tabaco, en Virginia, que predominó hasta el auge posterior del algodón.
Las trece colonias inglesas tenían sistemas políticos, constitucionales y legales muy similares, y fueron dominadas por protestantes de habla inglesa. Eran solo una parte de las posesiones de Gran Bretaña en el Nuevo Mundo, que también incluyeron colonias en la actual Canadá y el Caribe, así como en el este y en el oeste de la Florida. Las trece colonias tenían un alto grado de autonomía y las elecciones locales eran activas, y cada vez más se resistieron a las demandas de Londres para un mayor control. En la década de 1750, las colonias comenzaron a colaborar entre sí, en lugar de tratar directamente con Gran Bretaña. Estas actividades inter-coloniales cultivaron un sentido de identidad americana compartida y condujeron a las peticiones de protección de los derechos como ingleses (Rights of Englishmen) de los colonos, especialmente el principio de «no hay impuestos sin representación». Las quejas contra el gobierno británico llevaron a la revolución americana, en la que las colonias establecieron un Congreso Continental y declararon la independencia en 1776.

miércoles, 30 de mayo de 2018

FELIPE II (parte final)

Para ser un hombre tranquilo y prudente, la verdad es problemas no le faltaron. Guerras las tuvo con Francia, con Su Santidad, con los Países Bajos, con los moriscos de las Alpujarras, con los ingleses, con los turcos, lo de la Gran Armada y Lepanto. Se casó cuatro veces, tuvo un hijo medio loco, un secretario (Pérez) traicionero y golfo y lo de Portugal, que fue una ocasión perdida para la unidad territorial definitiva con España, porque se embarcó en la construcción de El Escorial para celebrar la batalla de San Quintín a los franchutes, y al centrar su política de esa forma en vez de llevarse la capital a Lisboa, se enrocó en el centro de la Península, gastándose el dineral que venía de las posesiones ultramarinas hispanolusas, además de los impuestos con los que sangraba a Castilla en las contiendas antes citadas. Aragón, Cataluña y Valencia, con el rollo de sus fueron no pagaban ni un maravedí. Felipe II fue un buen funcionario, diestro en la administración, culto, sobrio y poco amigo del lujo, (ver su modesta habitación en El Escorial). La verdad es que como economista le falló la puntería. Se endeudó con banqueros alemanes y genoveses. Hubo tres bancarrotas que dejaron España con el culo al aire para el siguiente siglo, mientras la nobleza y el clero, que se escaqueaban, empezaron a vender títulos nobiliarios, cargos y toda clase de beneficios. Los compradores, a su vez los parcelaban y revendían para resarcirse. De manera que, poco a poco la peña fueron montando un sistema nacional de robo y papeleo, y de papeleo para justificar el robo. Hablando de la Inquisición se puede decir que Felipe II, no mandó al cadalso más que los luteranos, o Calvino, o el Gran Turco, o los gabachos la noche de San Bartolomé; o en Inglaterra María Tudor (Bloody Mary, de ahí viene), que se cargó a cuantos protestantes pudo, o la inglesa hija de Enrique VIII, Isabel I, que aparte de inventar la piratería autorizada, hoy héroes nacionales allí, mató a católicos todos los que pudo. Toda esta mierda de la Leyenda, y los gastos para defender la religión, surgida en el XVI se la debemos a Inglaterra y a Flandes (hoy Bélgica, Holanda y Luxemburgo), donde nuestro muy piadoso rey Felipe metió la pata hasta la ingle: “No quiero ser rey de herejes aunque pierda todos mis estados”. Pues los perdiste al final Felipe. Nos metimos en charcos ajenos porque con nuestra península y la América que dominábamos teníamos más que de sobra para andar sacándole las castañas del fuego al Papa de turno y embarcarnos en guerras con unos y otros, todo por establecer por fuerza una religión que estaba corrupta hasta las trancas, (de ahí Lutero), que en el fondo algo de razón tenía. Por ende también muchos no querían pagar impuestos, y el rey prudente, en esto no anduvo fino, porque escuchó más a los confesores que a los economistas. Y los flamencos, alemanes y demás, lo de tener una religión dura y además pagando, como que no. Pero vamos con lo de los moriscos. Eran islámicos, descendientes por parte de padre, siempre que éste no hubiera abrazado el cristianismo antes de la toma de Granada en 1492. Vivían separados de la sociedad cristiana. Eran buenos trabajadores, comerciantes, albañiles, regentaban talleres de diferentes gremios. Rondaban la cantidad de unas 300.000 personas. Cuando Carlos I llegó a Granada en 1526 conoció el problema morisco de primera mano y puso coto a los abusos que se les cometía. Pero dejó ordenes de no cejar en cristianizarlos. Pero cincuenta años después las diferencias se habían acentuado. Para colmo los contactos de moriscos granadinos y valencianos con los turcos fueron continuos y representaban un serio problema. Hacia 1560 el bandidaje y la piratería aumentó sobre todo en Aragón apoyados por los hugonotes huidos de su país, cuya enemistad contra España era manifiesta ya que se trataba de protestantes franceses de doctrina calvinista. Se prohibió la pesca a los moriscos para evitar que entraran en contacto con los piratas. Llegaron estos a desembarcar en Las Alpujarras, y el sistema defensivo era inútil ya que contaban con la ayuda de los moriscos. Se les confiscaron a éstos armas de fuego y blancas en los registros. Y se revisaron los límites de las fincas y las escrituras. Muchos no las poseían lo que era sancionado, si no pagaba se les expropiaba y funcionarios y el clero compraban en condiciones ventajosas. Esto acentuó el rencor de los moriscos. Además por los altos impuestos la industria de la que eran los amos, la cría de gusanos de seda, su fabricación, venta y exportación, cayó inexorablemente. Su calidad era excelente, pero su precio se había hecho prohibitiva. El problema se agudizó y los obispos exigieron y consiguieron medidas muy duras contra los moriscos, que aunque negociaron varias veces las condiciones no fueron atendidos por las autoridades de Granada y Madrid. El problema ya era gravísimo. Las medidas de inserción como a los protestantes o judíos conversos, no valían con los musulmanes. Aquellos optaban por vivir y dejar vivir. Éstos realmente perseguían la destrucción de las estructuras del Estado. Circulaban libros que profetizaban la recuperación para el Islám de lo que otrora fue Al-Andalus y que serían los berberiscos quienes lo lograrían. Las autoridades entendieron que no cabían soluciones intermedias, o aceptaban la integración inmediata y total o se les expulsaba. La respuesta fue el levantamiento en diciembre de 1568. Penetraron de noche en el barrio de Albaicín para sublevar a toda la población mora. No lo lograron pero se les sumaron centenares de hombres en su regreso a la Alpujarra. Pero eso solo fue el inicio. Las acciones bélicas duraron hasta noviembre de 1970, cuando ya había fallecido el monarca. Con lo cual, el resto del asunto lo abordaremos en la biografía de Felipe III. Felipe II había logrado un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar. Completó la obra unificadora iniciada por los Reyes Católicos. Se apartó la nobleza de los asuntos de Estado, siendo sustituida por secretarios reales procedentes de clases medias al mismo tiempo que se dio forma definitiva al sistema de Consejos. Se impuso prerrogativas a la Iglesia, se codificaron leyes y se realizaron censos de población y riqueza económica. Fue un gran rey, culto y un mecenas, quizá demasiado influído por su religiosidad que le llevó a empobrecer al país, defendiendo el cristianismo en la Europa central.
Felipe II por Sofonisba Anguissola, 1565 (Museo del Prado) La salud de Felipe II fue delicada durante la mayor parte de su vida, pero se fue deteriorando cada vez más. En mayo de 1595 le sobrevino un ataque de fiebre que le duró treinta días seguidos. Los médicos le dieron poco tiempo de vida. El 30 de junio de 1598 partió de Madrid con su séquito con destino al monasterio de El Escorial, construido entre 1563 y 1584 para conmemorar su victoria contra el ejército francés en la batalla de San Quintín. El monarca viajó postrado en una silla de manos especial, ya que la enfermedad de la gota, que le había atormentado durante varios años, no le permitía caminar. Sufrió unos dolores tan intensos que no se le podía mover, lavar o cambiar de ropa. La madrugada del 13 de septiembre de 1598, falleció a los 71 años de edad, en una alcoba de El Escorial, el rey prudente, que sus defensores lo presentan como arquetipo de virtudes y por los enemigos como fanático y despótico. En sus últimos días ordenó que no se publicaran biografías suyas y que se destruyera toda su correspondencia, como si quisiera mantener la prudencia y el misterio de su personalidad para siempre.

lunes, 28 de mayo de 2018

FELIPE II (Cuarta parte)

Habíamos quedado en que el 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda a península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte. Aunque en las clases altas y nobles española y portuguesa había vínculos familiares, las clases populares y el clero portugués siempre han mantenido una actitud contraria a los españoles, y a su vez en Castilla y en el resto de España se ignoraba a Portugal. Los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo resultaron un dardo envenenado, fueron territorios de continuas guerras y causa de buena parte del desastre posterior. El descontento que existía ya en tiempos de Carlos , como la unificación de Parlamentos fue constatada en la ceremonia de traspaso cuando Felipe no quiso hablar en Francés alegando desconocer la lengua. En los Países Bajos era fácil que arraigara el protestantismo y se sintiera amenazado por un rey absolutista y con el conflicto religioso en marcha, la Contrarreforma. Esa parte de Europa era el motor económico por lo que la oposición a Felipe estaba servida. Edictos contra la herejía, elecciones de los obispos por parte de Felipe, hicieron que el número de protestantes aumentaba, sobre todo el calvinismo. Los comerciantes se sumaron a la protesta ya generalizada que se transformó en revueltas. Felipe II envió un ejército al mando del duque de Alba. Éste inició un limpieza A todo esto los Tercios, mal pagados aprovechaban a cobrarse de los botines conseguidos. Las tropas españolas saquearon Amberes. Llegó con poderes Juan de Austria a los Países Bajos, y se firmó un pacto con una lista de demandas de los holandeses. España debería abandonar Flandes y don Juan sería reconocido gobernador. Guillermo de Orange entro con su ejército en Bruselas y otro ejército español se unió al de don Juan y derrotaron al holandés en Gemblox en enero de 1578. Murió Juan de Austria en octubre de ese año y el sustituto, Farnesio, consiguió pactos de paz. Muere también Guillermo de Orange y Farnesio se hace con victorias en Brujas, Gantes, Bruselas y Amberes. Aquí, en 1587, en Inglaterra ejecutan a María Estuardo, reina católica de Escocia. María fue declarada culpable por traición por un tribunal por estar implicada en la supuesta conspiración de Babington, donde habría dado su autorización para asesinar a la reina Isabel I, la hija de Enrique VIII. En defensa de la cristiandad, Felipe II decide intervenir.
Y es aquí donde podemos decir que se inicia la guerra naval entre España e Inglaterra. Aunque la guerra comenzó la Guerra anglo-española de 1585 a 1604. En octubre de 1585 Francis Drake, saqueó Vigo y Santiago de Cabo Verde, además de intentar hacer lo mismo en La Palma, donde el asalto no tuvo éxito; cruzó a las Indias Occidentales capturando Santo Domingo y Cartagena de Indias, por cuya devolución exigió a las autoridades españolas el pago de un rescate, y San Agustín (en la Florida). Irritado por estos ataques, Felipe II mandó armar una gran flota con la misión de invadir Inglaterra. Felipe II quería acabar con la piratería inglesa y sus constantes incursiones en las posesiones hispánicas. Por lo tanto, y al tratarse de una isla de poco menos de 3.000.000 de habitantes, de los cuales menos de un cuarto se encargaban de su protección, una fuerza militar anticuada y falta de experiencia, Felipe II estimó que un pequeño contingente sería suficiente para someter en pocas semanas todo el país. Pero una cadena de despropósitos se sucedió irremediablemente. El plan fue preparado por el marqués de Santa Cruz. Recogerían a los Tercios de Flandes para llevarlos a la isla Muere Santa Cruz y le sustituye el duque de Medina Sidonia. Se reunió una flota enorme, pero desigual. Muchos eran barcos mercantes. Partieron rumbo a Flandes casi sin tripulación. Cruzando el Canal de la Mancha fue acosada por la artillería naval inglesa desde lejos. Actuaban con barcos más pequeños, rápidos y manejables. Al llegar a Flandes no encontraron puerto donde atracar. Por lo que los Tercios no pudieron embarcar ni tampoco se pudo reponer municiones. En lugar de atravesar de nuevo el Canal la armada española emprendió el regreso a la península circunnavegando las Islas Británicas. Azotados por la tempestad las costas inglesas fueron el escenario del naufragio de la mitad de la flota y la pérdida del tercio de los hombres. Llegaron a la costa cantábrica y los ingleses con burla la llamaron “La Armada Invencible”. En 1589 Inglaterra llevó a cabo una expedición militar para destruir los barcos españoles que estaban siendo reparados en La Coruña, Santander y San Sebastián, así como para iniciar una insurrección antiespañola en Lisboa. Esta expedición fue conocida como Contraarmada y fracasó en sus objetivos. La Contraarmada inglesa, desplegó unas 160 naves de varios tipos y perdió 40 navíos entre hundimientos y capturas causando fuertes pérdidas en las arcas inglesas. A la vez permitió la reconstrucción de la flota española. Ayudados por corsarios, los ingleses continuaron con sus robos en alta mar. Pero un sistema de escolta frustaron los ataques. Expediciones de piratas como Martin Frobisher y John Hawkins fueron derrotadas. El navío “Revenge” uno de los más importantes de su marina fue apresado cerca de las Azores en la Batalla de Flores (1591), cuando una flota inglesa pretendía capturar la Flota de Indias. En 1592 Pedro de Zubiaur vencía a un convoy inglés de 40 buques incendiando la nave capitana y capturando otros tres barcos. En 1593 en la batalla de Blaye derrotaba a una pequeña flota de seis buques ingleses hundiendo sus dos unidades principales. Entre 1595 y 1596, Drake y Hawkins murieron en las derrotas sufridas por los enfrentamientos de una expedición inglesa contra los asentamientos españoles en el Caribe, primero en Las Palmas de Gran Canaria y luego en diferentes localizaciones caribeñas. En 1595, cuatro barcos españoles comandados por Carlos de Amésquita desembarcaron en Cornualles, al oeste de Inglaterra. También huyeron sin problemas de una flota enviada para destruirlos. En julio de 1596, una expedición anglo-holandesa dirigida por el Robert Devereux, II conde de Essex saqueó Cádiz, destruyendo la flota española fondeada en la bahía. Esta armada fue reorganizada y los ingleses no pudieron atacarla por otra tormenta en las costas gallegas. Entre junio y agosto de 1597, la flota inglesa organizó la expedición Essex-Raleigh a Ferrol y las Azores, donde no consiguió imponerse a la flota española de regreso de las Indias. Una nueva expedición española contra Inglaterra en octubre del mismo año fue desbaratada por un temporal en el canal de la Mancha. Continuará

FELIPE II (Tercera parte)

FLANDES-LEPANTO-PORTUGAL En el capítulo anterior supimos que en mayo de 1565, la armada otomana llegó a las costas de Malta e inició el asedio a la isla, defendida por los caballeros de la Orden de San Juan u Orden de Malta. Por suerte, este gran ataque fue detenido por los miles de soldados que envió España para socorrer a los sitiados. Pero se produjo otr ataque turco a Chipre en 1570 y cayó su capital Nicosia. El papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Dada la mayor participación española, se decidió que el mando recayera en don Juan de Austria, hermano de Felipe II. Cuesta creer hoy día que las tranquilas aguas del mar Mediterráneo fueran en otro tiempo escenario de asedios, batallas y guerras. En 1571, los buques de la Santa Liga y la armada turca mantuvieron uno de los combates marítimos más grandes de la historia. La Batalla de Lepanto.
La «Santa Liga» juntó una de las mayores flotas que han surcado los mares a través de la historia. Además, entre las tropas de la Santa Liga destacaban los famosos Tercios españoles, que esos primero mataban y después preguntaban, si acaso. Así, con las tropas preparadas para asestar el golpe definitivo a los turcos, la flota partió hacia Grecia. El grupo, formado en su mayoría por buques españoles.Tan sólo unos pocos días después de partir, el 7 de octubre, ambas armadas se encontraron cerca del Golfo de Lepanto dando lugar a lo que sería una de las batallas más sangrientas de la historia. En una de las galeras cristianas se hallaba, espada en mano, un joven literato que no superaba los 24 años; Miguel de Cervantes. Después de que se arbolaran los crucifijos y estandartes y los sacerdotes absolvieran a los soldados por si morían en combate, los remeros comenzaron a sacar las palas. Desde «La Real», un grito, el de don Juan de Austria, ahuyentó el miedo de los marinos: “Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone”.
Juan de Austria La escuadra de reserva acudió a socorrer el centro de “La Santa Liga” después de un fuerte ataque musulmán. No obstante, no llegó lo suficientemente rápido como para salvar a varias galeras cristianas cuyos ocupantes fueron pasados a cuchillo sin piedad. A partir de ese momento rindió la anarquía entre las diferentes naves, que trataban de resistir, junto al buque aliado más cercano, la acometida del enemigo. El joven Cervantes recibió varios disparos, uno de los cuales le alcanzó en la mano izquierda. En esta situación, cuando la batalla se encontraba en el momento más decisivo, el comandante en jefe de la flota otomana Ali Pasha que llevaba un gigantesco estandarte verde con bordados en oro versículos del Corán y el nombre de Dios repetido veintiocho mil veces. Ali Pasha recibió un disparo de mosquete en la cabeza, y a continuación fue decapitado por un soldado español y su cabeza puesta en una pica, hecho que, unido al de la derrota, minó la moral de los otomanos lo que provocó el desmoronamiento de la resistencia a bordo de la Sultana. El estandarte musulmán fue arriado, al tiempo que los gritos de victoria en las filas cristianas iban pasando de una galera a otra. El pescado estaba vendido. La batalla de Lepanto fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a Estambul y renunciar a Chipre. La paz era humillante para Venecia, pero, al fin y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha contra el expansionismo otomano. La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena, de donde saldrá derrotado un siglo más tarde. Cambió de teatro al Indico, donde hizo sufrir de los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los reinos peninsulares. No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia. El propio Felipe II señaló que había arriesgado demasiado. De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido. El emperador Carlos V había cedido a Felipe el ducado de Borgoña y por tanto, los diecisiete territorios de los Países Bajos. Era una zona económicamente fuerte, de modo que los impuestos nuevos, la defensa de sus privilegios y la difusión del calvinismo crearon un foco de resistencia que condujo a la rebelión general en la zona contra la política española. En 1568, comenzó la rebelión en los Países Bajos, que daría lugar a la Guerra de los Ochenta Años. Los católicos formaron la “Unión de Arras” y los protestantes constituyeron la “Unión de Utrecht” es decir, Holanda, Zelanda, Utrecht, Brabante y Flandes. Años después, en 1581 los protestantes anularon en los Estados Generales su vinculación con el Rey de España Felipe II mediante el Acta de abjuración, y eligieron como soberano a Francisco de Anjou. Felipe II no renunció a esos territorios, y Alejandro Farnesio, gobernador de los Paises Bajos por España inició la contraofensiva y recuperó gran parte del territorio, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau. La pérdida de Flandes se vio compensada por la unidad de la península Ibérica. En agosto de 1578 se produce la muerte en Marruecos del Rey Sebastián I de Portugal. Un Sebastián que por otro lado, es sobrino de Felipe II, hijo como es de su hermana Juana de Austria. Luego de una serie de carambolas dinásticas que enredan la comprensión del tema, la cuestión es que los derechos dinásticos recaen sobre Felipe II por ser hijo de Isabel de Avis, o sea nieto del Rey Manuel I de Portugal. Pero antes de que Felipe pueda hacer valer sus derechos, se proclama rey Portugués un fulano llamado Antonio, Prior de Crato, que aunque es nieto, como él, del rey portugués Manuel I, era lo que se decía “hijo no legítimo” de Luis de Avis, hermano de Isabel de Portugal, la madre de Felipe. Éste hace, sutilmente, es decir que lo hace enviando un potente ejército al frente del Duque de Alba. La batalla de Alcántara culmina con un “pies en polvorosa” de Antonio “el breve”.
Felipe II con armadura El 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda a península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte. Continuará

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN.

Nació en Villanueva de Arosa, en 1869 - Murió en Santiago de Compostela, 1935. Narrador y dramaturgo. Se le considera, junto con Federico Ga...