Nació en Sevilla en 1484 y murió en Madrid en 1565. Fue fraile Dominico, obispo, teólogo, defensor de los indios.
En
Granada firmaban los Reyes el nombramiento de Nicolás de Ovando como gobernador
de las Antillas. El 13 de febrero de 1502, junto con su padre zarpaban de
Sanlúcar y arribaron a Santo Domingo el 15 de abril de 1502.
Los
dominicos llegaron a La Española en 1510. Procedían de una vida religiosa
renacida y llevaban un alto sentido humanitario y la rica doctrina de santo
Tomás de Aquino. Las Casas tomó contacto con ellos, oyó el sermón-denuncia de
Montesinos: ¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los
preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y
sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo, no
somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de
convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la
crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Sermón de Fray Antonio. Santo Domingo, diciembre de 1511.
De
las Casas se ordenó sacerdote. A principios de 1513 pasó a Cuba y obtuvo una
excelente encomienda. Le visitaron unos padres dominicos, conversaron y
despertaron sus dudas. No era lógico predicar contra la encomienda siendo
encomendero. El resultado: su primera conversión. Devolvió la encomienda,
dispuesto a defender a los indios para siempre. Salió para La Española, se
entrevistó con fray Córdoba que le habló de un viaje a España, con Montesino y
otro fraile. Embarcaron, en efecto, en septiembre de 1515 y llegaron a Sevilla
el 6 de octubre. Visitó al arzobispo Deza, quien le dio cartas para el Rey:
quería “notificarle la perdición de estas tierras”; pero la audiencia, que
sería en Sevilla, nunca se celebró. El Rey murió el 23 de enero de 1516,
(Felipe I). Dirigió un Memorial de remedios (1516) a Adriano de Utrech, el que
fue valido del rey Felipe el hermoso. Propone la construcción de fortalezas
defensivas, que la penetración y la evangelización fuesen pacíficas, la
liberación de esclavos, la creación de diócesis, la restitución de todo lo
robado. Explica después la organización de comunidades mixtas y la radical
supresión de la encomienda. El cardenal Cisneros y Adriano le oyeron
complacidos, y le encargaron elaborar un plan de reforma de las Indias, estableciendo
comunidades indígenas libres, otras intervenidas por funcionarios reales, y el
cumplimiento de la Leyes de Burgos de 1512 de Fernando el católico.
FRAY ANTONIO DE MONTESINOS
En
su Informe (1 de abril de 1517), los indios no quedaban bien parados y se
desecha la idea de comunidades indígenas. Las Casas, aconsejado por los
dominicos, regresó a España el 3 de junio de 1517. Fue a ver a Cisneros, pero
estaba muy grave, y se fue a Valladolid a esperar al nuevo rey, Carlos I,
Emperador, que llegó el 18 de noviembre. Bartolomé se ganó a sus consejeros
flamencos y logró presentar su proyecto al Rey. Consciente de que no lograría
suprimir la encomienda, si antes no demostraba que la supresión no suponía la
ruina económica trazó un plan socioeconómico de colonización pacífica con una
consecuencia clara: el aumento de población y de riquezas, aunque no era fácil
ponerlo en práctica, pues significaba un cambio radical del sistema, con dificultades
insalvables. No llegó a discutirse. El Rey partió para Coruña el 25 de enero de
1520, y el día antes de embarcar firmó la capitulación para poblar la costa de
Paría (19 mayo 1520). Eran veintisiete puntos que precisaban su finalidad:
colonización y evangelización pacífica, tributos para el rey y modo y manera de
tratar a los indios. Las Casas embarcó con los labradores en Sanlúcar el 15 de
diciembre de 1520 y llegaron a Puerto Rico en febrero de 1521. La expedición
fue un fracaso, y casi una tragedia.
Las
Casas ingresó en el noviciado de los dominicos en 1522 y profesó a finales del
año siguiente. Abandonado su plan de colonización, siguió una etapa de silencio
y estudio y desarrolló su vocación de escritor. En 1526: “De único vocationis
modo”. El planteamiento es muy claro: “la única norma para llevar a los pueblos
la religión cristiana, es la evangelización pacífica”. Quiso decir dos cosas:
no hay más que un camino de evangelizar: la persuasión del entendimiento y la
invitación de la voluntad. Y este camino es común para todos los hombres. El
Papa trató de los derechos naturales de los indios, y aunque no tuviesen fe no
carecían de libertad y dominio, y no se les podía esclavizar. Su oponente,
Ginés de Sepúlveda en cuanto a métodos de evangelización, militó en campo
contrario. No trató de que se obligase, directa y absolutamente, a los indios a
hacerse cristianos. Tal sería la conquista previa, para que los indios pudiesen
ser más cómodamente catequizados. Las Casas concluyó categóricamente: la guerra
que se hace a los indios es temeraria, porque es contraria al derecho natural,
divino y humano; injusta, porque los indios no han injuriado a los españoles y
tiránica, porque es cruel y violenta. Y, en consecuencia, todos los que de
algún modo, han cooperado a esta guerra, han pecado gravemente; están obligados
a restituir, y los clérigos que castigan a los indios son culpables. El libro
es sorprendente por su alcance universal.
Volvió a España en 1540. Su propósito era plantear a Carlos V en 1542 la reforma general del gobierno de las Indias, para lo cual había preparado documentación. Los razonamientos teológicos, jurídicos, históricos son abrumadores. El autor no duda de la soberanía del Rey sobre las Indias, en virtud de la Bula de donación, compatible con la libertad de los nativos, que la pierden cuando son sometidos a la jurisdicción y servidumbre de los encomenderos. El otro documento fue la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, también de 1542 y editado en 1552. El más endeble y el más difundido. Pero se excedió e hizo daño a España, con relatos que la crítica histórica y el sentido común necesariamente han de calificar de inverosímiles.
La
Leyes Nuevas de 1542. La esclavitud de indios fue un hecho. Carlos V la
prohibió en 1530; pero ante la reacción de los españoles, la restableció cuatro
años más tarde. Las Leyes Nuevas vienen a recoger una parte importante de esta
corriente crítica. El 20 de noviembre de 1542 fueron promulgadas en Barcelona.
Cinco son los puntos que aquí se pueden subrayar: 1) la dignidad del indio,
considerándolo como un súbdito más de la Corona; 2) la eliminación de la
esclavitud; 3) la anulación de la encomienda, como principio de servidumbre; 4)
la supresión de la guerra de conquista; 5) las cláusulas de seguridad de estas
determinaciones, mediante vigilancia, procesos judiciales, castigos.
Las
Casas influyó en estas leyes, pero no las aprobó, pues, a pesar de los avances
indudables, mantenían la encomienda, aunque no serían ya hereditarias. En 1543
escribió al Emperador. Sus quejas fueron examinadas y se tuvieron en cuenta,
incluyendo en la Leyes algunas disposiciones complementarias. Fueron imprevistas
pero su contenido se fue imponiendo poco a poco e influyeron con su
humanitarismo.
El
dominico volvió a presentar nuevos Memoriales al Rey en 1543, protestó porque
no se hubiesen abolido inmediatamente las encomiendas. Expuso y fundamentó la
predicación pacífica y la abolición de la esclavitud, y esbozó su teoría de
soberanía imperial. Fue un gran momento para fray Bartolomé. El cenit de su
prestigio. Y fue nombrado obispo de Chiapas (1543). Consagrado en Sevilla
(1544), se trasladó a Indias y entró en su sede al año siguiente. Por la
oposición el fraile renunció a su obispado, pero no a su cargo de defensor de
los indios.
En
1547, regresa definitivamente a España. Es la época de sus grandes obras.
Interesan los Tratados, en los que sintetizó sus ideas con más precisión y
orden.
Ilustra
su negativa con el testamento de Isabel la Católica, “que debía tener entendida
la intención del Papa” algo mejor que Sepúlveda, y con la instrucción que los
Reyes dieron a Colón. Afirma que, antes de bautizarse, los infieles no eran
súbditos de la Iglesia, y “no se les puede poner o quitar señor”. Pero, después
de convertidos, “la Iglesia puede ejercer su jurisdicción temporal en ellos,
como en súbditos”, si fuera necesario para la conversión de la fe.
He
aquí algunos principios: 1) Todos los hombres son libres; la libertad es
inherente a la persona humana. La esclavitud es un fenómeno accidental, no
obedece a causas naturales. Su convicción de que los reyes de España eran
soberanos de las Indias, basada en un principio teocrático, era tan sólida como
siempre. Y lo que pretendía era concluir que la enajenación perpetua de la
encomienda era radicalmente injusta.
De
Las Casas defendió durante bastante tiempo que se llevaran esclavos negros a
América para sustituir a los indios en los trabajos más duros. Sin embargo, al
final de su vida se arrepintió y condenó la esclavitud de los negros. Su visita
a Lisboa en 1547, el principal puerto negrero en Europa, fue cuando los
dominicos portugueses le informaron sobre el brutal apresamiento de esclavos
negros en las costas africanas, realizada las por Portugueses, ingleses,
holandeses y franceses, con la ayuda pagada de otros negros africanos que se
internaban y “conseguían” hombres y algunas mujeres en las tribus.
SAN PEDRO CLAVER
Pero
a pesar de estar en contra de la esclavitud de los negros, nunca incluyó en sus
escritos a los negros en su lucha. Posiblemente fuera porque España no
participaba en ese comercio.
Los
últimos años de Las Casas fueron fecundos. Desde 1551 hasta su muerte, Las
Casas fue nombrado procurador de indios, con la misión de transmitir a las
autoridades las quejas de la población indígena de toda la América española.
Insatisfecho con lo logrado y dispuesto a seguir luchando (a pesar de recibir
una pensión vitalicia de la Corona.
En
Madrid, escribió dos tratados polémicos. Lo cierto es que Las Casas con su
publicación en 1552, de una serie de escritos críticos, entre los que se
incluía la Brevísima relación de la destrucción de las Indias; en ella
denunciaba los abusos de la colonización española con una amplitud de miras incomprensible
para su época, pero con tal acritud que sería empleada con fines
propagandísticos por los enemigos de los Habsburgo, contribuyendo a engrosar la
llamada “Leyenda negra”.
El
fraile falleció el 18 de julio de 1565 en el convento de Nuestra Señora de
Atocha, en Madrid.