jueves, 15 de febrero de 2024

SAN FRAY JUNÍPERO SERRA

Nació en Petra (Islas Baleares), 24.XI.1713 – Monterrey, California (Estados Unidos), 28.VIII.1784. Misionero franciscano iniciador de la evangelización de la Alta California y santo.
Recibió el nombre de Miguel José en el bautismo, pero él mismo lo sustituyó al profesar en la Orden Franciscana (1731) por el de Junípero, por su simpatía hacia el discípulo de san Francisco.
Con el fin de seguir avanzando en sus estudios, en 1729, se trasladó a Palma de Mallorca, tomó el hábito franciscano y en 1731 emitió la profesión religiosa.

Conocido como el misionero de California 
Siguiendo la costumbre general de la Orden, inició su el estudio de tres años de Filosofía (1731-1733) y cuatro de Teología (1734-1737), con lo que quedó capacitado para recibir la ordenación sacerdotal.
En 1737 ganó por oposición una cátedra de Filosofía en el convento de San Francisco de Palma de Mallorca, que ocupó tras obtener el grado de Teología, inició la enseñanza de Teología Escotista en la Universidad luliana de Palma.
Entre sus alumnos, figuraron varios franciscanos mallorquines que muy poco después lo imitaron en su viaje a América y colaboraron con él. En 1748 decidió viajar a Hispanoamérica en calidad de misionero.
Desde este momento se conoce la biografía reflejada por él mismo a través de los escritos que han llegado hasta hoy, lo cual independiza del relato y de las interpretaciones suministradas por su biógrafo, paisano, colaborador y hasta confesor, el padre Francisco Palou.
En una expedición de misioneros con destino a la América española compartió con los aproximadamente quince mil seiscientos que también lo hicieron desde 1493 hasta 1822, y en posesión de una preparación intelectual más elevada.
Tras embarcarse en Cádiz en agosto de 1749 desembarcó en Veracruz (México) a comienzos de diciembre. Desde Veracruz prosiguió viaje a pie hasta Ciudad de México, a la que llegó el 1 de enero de 1750 cojeando visiblemente a causa de una llaga en el pie izquierdo, de la que ya nunca llegaría a curarse, a pesar de lo cual nunca se sirvió de ninguna caballería para cubrir los casi diez mil kilómetros que llegó a recorrer por tierras americanas.
Como comisario de la Inquisición, en 1772 remitió al tribunal de México un informe en el que manifestaba que tenía varios indicios de enormes delitos de hechicerías, brujerías, adoración de los demonios, etc.
Desempeñó en 1761 el cargo de maestro de novicios en el colegio de San Fernando y sobre todo recorrió unos cuatro mil quinientos kilómetros, a pesar de su dificultad para andar, en el ejercicio de la continua predicación de misiones populares.


A este ministerio se estaba dedicando plenamente cuando en 1767, a sus cincuenta y cuatro años, fue destinado a las misiones de la Baja California (México), que acababan de abandonar los jesuitas debido a la supresión de la Compañía de Jesús, a las que se encaminó en calidad también de superior de los catorce franciscanos que lo acompañaron. Razones de índole política internacional obligaron a fray Junípero a cambiar la herencia de los jesuitas por la roturación del nuevo campo misional que ofrecía la Alta California, hoy California norteamericana, cediendo el primero a los dominicos en 1772.
Fray Junípero salió en marzo de 1769 hacia Monterrey en compañía de Gaspar de Portolá, gobernador de la región, para en julio llegar al puerto de San Diego, en el que se reunieron todos los expedicionarios, en un momento que iba a representar el comienzo de la evangelización de California, pues fue el día 16 de ese mes la fecha en la que fray Junípero estableció allí la primera de sus misiones mediante la colocación de una cruz en una colina próxima. Continuando este mismo viaje en busca del puerto, al que llegó con sus acompañantes en mayo de 1770, fray Junípero fundó en él en el siguiente mes de junio la misión de San Carlos Borromeo, a la que en julio de 1771 añadió la de San Antonio de Padua, en septiembre de ese mismo año, la de San Gabriel y, justo al año siguiente, la de San Luis Obispo, formando lo que él mismo denominaba un rosario extendido estratégicamente a lo largo de la costa del Pacífico utilizando el denominado camino real.
Al regresar a San Diego en septiembre de 1772, se encontró con una carta del virrey de Nueva España, Antonio María Bucareli, en la que le recordaba la obligación que tenían los misioneros de obedecer las órdenes del nuevo comandante militar, lo cual lo movió a dirigirse inmediatamente a Ciudad de México para entrevistarse con el virrey.
En la entrevista le entregó, en marzo de 1773, un amplio y detallado informe y le exponía las necesidades de cada misión sino también la situación militar del territorio, las modificaciones que era necesario introducir en este aspecto, el inadecuado comportamiento del nuevo Comandante. El documento le costó el puesto a Fages y además sirvió de base para la elaboración de una auténtica legislación californiana, que fue ratificada en Madrid en 1777.


De nuevo en San Diego, en marzo de 1774, se vio forzado a observar una especie de etapa de inactividad debido a las obstrucciones del nuevo comandante militar, Francisco Moncada y Rivero, hasta que en 1775 los indígenas incendiaron de nuevo esa misión y asesinaron a numerosos neófitos. Tras reedificar en 1776 esta misión, fundó la de San Francisco y reedificó San Juan Capistrano, y en 1777 añadió la de Santa Clara.
Con total sorpresa en junio de 1778 recibió un documento oficial de sus superiores en el que se le comunicaba que por fin había llegado de Roma lo que en 1768 él mismo había sugerido que se solicitara de la Santa Sede, es decir, que se les concediera a algunos misioneros de este santo Colegio [de San Fernando] la facultad de administrar el sacramento de la confirmación sin ser obispo, de la misma manera que el papa Benedicto XIV se la había concedido a los jesuitas de la Baja California.
La concesión de este privilegio sorprendió a las autoridades civiles de California, las cuales trataron de impedir su ejercicio y aconsejaron al biógrafo de fray Junípero dejar en claro que éste no aspiraba con ello a ningún obispado. No sorprende que, a pesar de la oposición de las autoridades civiles, él iniciara inmediatamente el ejercicio de esa facultad por tratarse de la administración de un sacramento encaminado a robustecer la fe recibida en el bautismo, o lo que es lo mismo, a ratificar el objetivo de la evangelización. Tampoco resulta extraño que desde este momento hasta su ya no lejana muerte se dedicara primordialmente a administrar la confirmación, sin más desvíos notorios de este menester que la fundación en marzo de 1782 de la misión de San Buenaventura, novena y última de las que fundó.


A partir de 1778, su correspondencia refleja en él una profunda preocupación por la actitud inamistosa de las autoridades civiles para con sus misiones, preocupación a la que desde 1782 se añadió una profunda tristeza, confesada por él mismo, ante el rumor de que los franciscanos tendrían que abandonar en breve California. El día 18 de agosto de 1782 sufrió una fuerte opresión en el pecho y una acusada inflamación de las piernas, tras lo cual el día 28 apareció muerto, como si estuviera plácidamente dormido, en su habitación de la misión de San Carlos Borromeo o del Carmelo, en Monterrey.
Se le atribuyen de manera oficial la conversión de 4.646 indígenas, la administración de 6.736 bautismos y 4.723 confirmaciones, más la asistencia a 1.436 matrimonios y 1.951 defunciones, y suprema dirección de nueve de las diez misiones, entrañaban, además la búsqueda de los medios necesarios (herramientas, semillas y ganado) para que los indígenas de estos poblados misionales, a veces acompañados por españoles, pudieran desarrollarse demográfica, religiosa, cultural y económicamente.
Esta labor, olvidada durante el siglo XIX, comenzó a ponerse de relieve a comienzos del XX. Es el único español con una estatua en el Capitolio de Washington, el de haber sido beatificado en 1988, el de contar con una abundantísima bibliografía. Como colofón al reconocimiento de su figura, el 23 de septiembre de 2015 fue canonizado por el papa Francisco en la ciudad de Washington.
Desgraciadamente vándalos indigenistas ignorantes han derribado varias estatuas del santo en EE UU y se pide la retirada de su estatua del Capitolio por parte del partido Demócrata, cosa que no se ha hecho. El papa Francisco evitó “in extremis” en 2015 que retiraran la estatua que llevaba en el Capitolio de Washington desde 1931, al rezar ante ella durante su visita a la capital estadounidense.

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