Eduardo de Woodstock nació el 15 de junio del 1330 en
Woodstock cerca de Oxford, siendo el hijo mayor de Eduardo III de Inglaterra y
Felipa de Henao (1314-1369). El príncipe recibió su primera armadura con sólo
siete años y de hecho, resultaría ser uno de los guerreros más grandes que
jamás haya producido Inglaterra.
Con quince años fue armado caballero. Era el 12 de julio de 1345, él era el primogénito. Pasó a la historia con el apodo de “Príncipe Negro”, después de su muerte en referencia al color de su armadura. Lucho con su padre en la Guerra de los Cien Años, enfrentándose a Francia en los siglos XIV y XV. El trono de Francia recaía en Felipe VI de Valois. En realidad es que el rey inglés se negaba a rendir vasallaje al que era su señor natural. El Príncipe Negro usaba ropas con los distintivos de las casas reales de Francia y de Inglaterra. El yelmo lo adornaba con el león de la casa de los Plantagenet. Los cuarteles decorados sobre fondo azul a lado de los tres leopardos era una demostración pública de las pretensiones inglesas sobre el trono de Francia. Con su padre vencieron en la batalla de Crécy y con dieciséis años no pudo tener mejor bautismo de fuego. Al año siguiente conquistaron Calais, que fue donde se instituye la Orden de la Jarretera. Otra resonante victoria se saldó con la prisión del rey Francés Juan II y las operaciones militares terminaron en 1360. Durante la paz que siguió el tratado de Bretígny, el príncipe negro dirigió sus pasiones marciales, hacia Castilla, en España.
En 1367 vino a Castilla a ayudar a Pedro I el cruel a luchar contra su hermanastro Enrique de Trastámara que se había coronado rey de Castilla. La reputación ambigua de Pedro está indicada por sus apodos contrastantes: "el cruel" y "el justo". Se había arreglado que Pedro se casara con Juana la hija de Eduardo III de Inglaterra, pero ella había muerto en el camino cuando viajaba por una zona afectada por la peste negra. Enrique II de Castilla, por su parte, contó con el apoyo de los franceses. Entonces, en efecto, España se convirtió en un escenario para que Inglaterra y Francia continuaran su rivalidad sin luchar en el territorio de ninguna de las partes.
Pedro pidió ayuda a Eduardo, príncipe de Gales y a cambio
prometió entregarle el Señorío de Vizcaya, incluyendo la villa de Castro
Urdiales. Al principio pareció que esta alianza funcionaba. El ejército
castellano-francés de Enrique fue derrotado por fuerzas inglesas en la batalla
de Nájera,(abril de 1367). Después de la batalla, Eduardo incluso logró
capturar y vender por un rescate masivo a uno de sus rivales por el título del
mejor caballero de todos los tiempos, Bertrand (Beltrán) du Guesclin, "el
águila de Bretaña" (1320- 1380) Eduardo había permitido que Du Guesclin,
diera el monto de su rescate, lo cual aceptó, eligiendo en vano la escandalosa
cantidad de 100,000 francos. Pedro recuperó el trono castellano y el príncipe
inglés pidió su recompensa. Pero entonces el rey Pedro le dijo que muy pronto
todos los castillos y villas de Vizcaya le reconocerían como soberano pero en
privado envió cartas a los caballeros de Vizcaya para que no reconocieran al
inglés. La decisión quedó en manos de los linajes señoriales de Vizcaya. Si
éstos hubiesen pensado que Vizcaya estaba oprimida por las armas por Castilla y
no se hubiesen sentido castellanos tenían una oportunidad de oro para separarse
de Castilla y de España para siempre. Pero hicieron todo lo contrario. Como
indica el célebre historiador vizcaíno del siglo XIX Labayru, los caballeros
vascos les dijeron claramente a los enviados ingleses que “Vizcaya nunca
aceptaría como Señor a un príncipe extranjero”. El famoso cronista
contemporáneo, el alavés Pedro López de Ayala afirma en su célebre “Crónica
sobre este periodo de la historia de España: “el príncipe de Gales no ovo la
tierra de Vizcaya por cuanto los naturales de la tierra sabían non placía al
rey fuese aquella tierra del príncipe”. Es decir, los vizcaínos optaron por la
lealtad a Castilla. Quedó bien clara de nuevo la hispanidad vasca y vizcaína.
Pedro demostró ser reacio o simplemente incapaz de pagarles
a Eduardo y a su ejército, y el príncipe negro se llevó incluso su salud;
probablemente malaria o tal vez un edema (hidropesía) que lo acosarían por el
resto de su vida. Otra consecuencia desafortunada fue el descontento de sus
súbditos en Aquitania que habían tenido que pagar fuertes impuestos para pagar
toda la escapada. El príncipe negro recibió al menos un recuerdo de Pedro, la
piedra que se conoce como el rubí del príncipe negro, en realidad se trata de
una bala o espinela, pero considerada durante mucho tiempo un verdadero rubí.
Esta piedra de forma irregular se colocó en varias coronas pertenecientes a las
joyas de la corona británica y hoy ocupa un lugar de honor en el centro de la
corona del estado imperial. Sin embargo, a pesar de las joyas y los rescates,
Nájera fue a la vez una brillante victoria militar y un desastre financiero
para el príncipe Eduardo. Para colmo los franceses tenían nuevo rey que había
iniciado una campaña para expulsar a los ingleses de Francia. Sin embargo con
tropas mercenarias logro defender las posiciones. Pero ya muy debilitado
regresó a Inglaterra donde aseguró la sucesión a su hijo el futuro Ricardo II.
Murió en junio de 1376, antes que su padre y después de ver como se derrumbaban
sus conquistas.
La Orden de la Jarretera, según la leyenda proviene de una
anécdota. En las fiestas realizadas por los sitiadores ingleses la princesa de
Kent, futura esposa del Príncipe Negro, perdió una liga (jarretera), mientras
bailaba con el monarca. El rey cogió la liga y se la colocó sobre su rodilla
izquierda diciendo: “Honni soit qui mal y pense” (Mal haya quién piense
mal). La frase se convirtió en la divisa
de la nueva orden que el rey tenía en mente crear y aún hoy se mantiene
vigente.
La corona británica distingue a algunos monarcas con la pertenecía a
la Orden. En España se concedió a Alfonso XIII y a Juan Carlos I y a Felipe VI.