sábado, 9 de agosto de 2025

CONDADOS DE LA MARCA HISPANICA

Dado la expansión musulmana, Carlomagno pacta con los musulmanes la creación de unos límites territoriales, que llamó la Marca Hispánica. Territorios del sur de Francia y del norte de la península ibérica y derivó en la formación de un conjunto de pequeños condados vinculados a los monarcas francos. Los condados que hoy llamamos catalanes, por entonces eran: Condado de Barcelona, de Berga, de Cerdaña, de Conflent, Besalú, de Ampurias, de Gerona, de Manresa, de Osona, de Pallars, el Rosellón y el de Urgel. Los condados de Ribagorza y Sobrarbe son los que formarían más adelante el reino de Aragón.                                   


El control de la Marca Hispánica como único territorio hispano de influencia carolingia, es sin duda la circunstancia del hecho diferencial catalán, zona dependiente de los reyes francos. Y aunque los musulmanes consiguieron penetrar en los Pirineos occidentales, no fue por mucho tiempo dejando aislada por ejemplo Navarra, no entrando de esta forma en la Marca Hispánica que había establecido el Imperio Carolingio. Los montes cantábricos y pirenaicos quedarían libres del efectivo dominio musulmán y en ellos se formarían prontamente dos reinos, Asturias y Navarra, resultado del pacto alcanzado entre las gentes autóctonas y los refugiados godos. En lo que hoy conocemos como Navarra el norte de la comunidad permaneció poco tiempo bajo dominio musulmán y pronto se organizó en un núcleo cristiano de fugaz sometimiento al Imperio carolingio y con centro en la ciudad de Pamplona. Su primer soberano conocido fue Íñigo Arista, hacia el 810, cabeza de la primera dinastía navarra. De este modo se conformó el Reino de Pamplona, más tarde llamado Reino de Navarra. Íñigo Arista, señor de Pamplona, se le considera como el fundador del reino de Navarra (810-840) .   
El primer conde de Barcelona fue Bera (801-820) personaje de origen franco-visigodo. Esta autoridad era favorable a la paz con los musulmanes, por lo que fue acusado de traición. Fue destituido y el gobierno pasó totalmente a manos de los francos. Se establecieron regiones administrativas, (los condados), y los más importantes fueron Pamplona, Aragón que se haría condado independiente en el 809 con el conde Aznar, Urgel, condado con dinastía propia desde el 815 y el condado de Barcelona dinástico desde el 878, que se convirtió en hegemónico sobre otros como Gerona. La Marca Hispánica, de hecho, se conformó como una débil unión de condados independientes, coordinados por una asamblea anual, en los cuales todos los nobles al frente soñaban con consolidar un poder vitalicio a su favor. La realeza astur-leonesa, la aragonesa y también los Condes de Barcelona, reivindicarán su estirpe visigoda como factor de legitimación histórica de los nuevos poderes resultantes de la articulación territorial de la resistencia hispánica frente al invasor islámico. Entramos aquí, lentamente, en otro periodo histórico, sucesivo de la Monarquía gótica, la llamada Reconquista, denominado así por la pretensión de los nuevos poderes autóctonos de recuperar el territorio peninsular ocupado por los musulmanes. La Península Ibérica es para Carlomagno una de las joyas de la corona imperial. A él no le vale sólo con defender la cruz; defiende, además, determinada cruz, esto es, la unidad eclesial total, pues Roma teme, y hace bien, las tendencias centrífugas entre los cristianos; que son tan fuertes que en Constantinopla generarán incluso crueles masacres en los siguientes 500 años. Poco después de la invasión peninsular, un grupo de musulmanes se entrevista con Carlomagno. Le ofrecen su apoyo si entra en la península y le prometen la entrega de Zaragoza                                                                               TRATADO DE CORBEIL

 
Hacemos un aparte para recordar que estos condados que formaron la “Marca Hispánica” franco-carolingia, fue gobernada por Carlomagno y sus descendientes en la corona francesa desde el año 801 hasta que el rey de Francia Luis IX y el rey de Aragón Jaime I el Conquistador firmaran el Tratado de Corbeil en 1258, con el fin de llegar a un acuerdo de paz y establecer unas fronteras estables entre Francia y Aragón, renunciando Luis IX a los condados (actualmente catalanes), que pasan a ser feudatarios del Rey de Aragón y Jaime I renuncia a su parte de Lanquedoc, salvo Montpellier. Queda claro entonces que en dicho tratado ambos reyes cedieron derechos sobre territorios, Jaime I de Aragón sobre territorios Occitanos y el francés sobre los condados, que pasaron a depender únicamente del monarca de la Corona de Aragón. Pero habíamos dejado a Carlomagno reunido con los musulmanes. Con la palabra de apoyo ofrecida por los musulmanes, las fuerzas de Carlomagno se atreven a entrar en territorio español para tomar Zaragoza. Serán rechazadas en la ciudad y en su retirada son emboscados en Roncesvalles por vascos, o tal vez gascones, esto posiblemente en el 778. Carlomagno, que de todas formas controla los Pirineos, pone sus ojos en la iglesia hispana. Este movimiento permite el control total por parte de los clérigos carolingios de la sede de Urgel, elemento fundamental para la consolidación del poder franco en la Marca Hispánica. Y, lo que es más importante, sella la alianza entre los monarcas asturianos y el Imperio Carolingio, una alianza que marcará el destino de España. Carlomagno enviará mucho dinero a la sede compostelana, y Santiago se convertirá en la gran luz de la cristiandad medieval, construyendo un cordón umbilical entre la España y la Europa cristianas.                                                                                        CARLOMAGNO 

En la Historia, Santiago se le aparece en sueños a Carlomagno y lo anima a ir a España, mostrándole el camino de estrellas que desde Frisia (Países Bajos) le llevará a Galicia, donde se encuentra su cuerpo y donde también, tras la liberación del sepulcro de manos musulmanas por el propio Carlomagno, gentes de todos los países irán en peregrinación por los siglos. Sin embargo en los condados pirenaicos termina el imperialismo carolingio en España. Carlomagno sólo conseguirá el control y el impulso de la ruta jacobea. Su gran fracaso será controlar a la Iglesia de los condados. La peregrinación jacobea será fundamental para España y para Europa. Se rompe la línea dinástica carolingia en París lo que generará toda una serie de rebeliones de nobles que, a lo largo de todo el territorio franco, entenderán que dicha ruptura les otorga fuerza moral a ellos para independizarse. Flandes, Borgoña o Aquitania inician estos procesos, como lo inicia Cataluña de la mano de Vilfredo el Velloso, considerado el primer gobernante autónomo de la región, y que a su muerte dejará sus tierras a sus hijos. No se puede decir, por lo tanto, que la huella carolingia en España sea ni débil ni despreciable.

jueves, 7 de agosto de 2025

LA CONQUISTA DEL NORTE DE ÁFRICA

La muerte de Felipe el hermoso, rey consorte de Castilla, permitía a Fernando el católico volver a ocupar el poder en Castilla, (Isabel murió 2 años antes), esta vez como regente en nombre de su hija Juana I y de su nieto, el futuro emperador Carlos V, por entonces un niño de seis años.

El Cardenal Cisneros 
Es una persona de probada honestidad y fiel a la corona, por lo que es elegido para ser regente de la corona, en colaboración con un Consejo del Reino, en medio de aquel avispero. Fernando marcha a Aragón y luego a Italia. Mientras en Castilla siguen las disputas entre los partidarios de Fernando y los todavía partidarios de Felipe. Etapa muy  complicada para Cisneros que debía calmar los ánimos.
Fernando el católico quedó como regente de Castilla por segunda vez, aunque se centró en Italia y dejó en su lugar al cardenal Cisneros como Canciller Mayor de Castilla.
En 1507 Cisneros también fue nombrado Inquisidor general de Castilla. Desempeñando Cisneros un papel importante en la conquista de Orán, al igual que en los tiempos de Isabel la Católica había participado de manera activa en la conquista de Granada.

CONQUISTA DE ORÁN 
En Cardenal Cisneros, en 1509 inicia la conquista de Orán con su financiación y la aprobación del rey Fernando. A la hora de idear un asalto a Orán, Cisneros quiso que la campaña fuese calculada en todos sus aspectos: geográficos, económicos, militares y religiosos. Sin embargo, la expedición se preparó con una celeridad inusitada y zarpó la armada desde Cartagena hacia Orán. Se produjo el asalto, acaso con complicidad de los moradores.
Pero la idea de Cisneros era muy ambiciosa. Ansiaba hacerse con el control geopolítico de todo el norte de África hasta Egipto, establecer allí una especie de protectorado y recuperar los Santos Lugares. Para Cisneros y muchos otros, la África del norte había sido romana y cristiana, la patria de San Agustín, de ahí que una vez terminada la Reconquista en la Península, debía proseguir en África, rechazar a los moros y proseguir hacia Egipto. Regresó de prisa: tenía que asegurar el sustento militar y económico de la plaza, organizar su vida municipal y configurar su ordenamiento religioso dentro de la Iglesia de Toledo, que tendría allí una de sus colegiatas. No obstante regresa con un botín, camellos obras de arte y libros, incluso el Corán, lo que indica que ya no es aquel Cisneros de veinte años atrás cuando fue Inquisidor.

Orán en la actualidad 

Lo que hoy es Marruecos, formaba parte de los objetivos a largo plazo de la corona de Castilla. La península ibérica y el norte de África constituían una unidad geográfica, política y también cultural, por más que ahora nos resulte extraño y más bien lo contrario. Además, el gran puntal de la expansión en el norte de África estaba relacionado con la propia seguridad del reino de Castilla: el peñón de Gibraltar no era suficiente y se necesitaban plazas al otro lado para contrarrestar la amenaza del corso berberisco. "El estrecho de Gibraltar no alarga las distancias, sino que les acorta", escribe Ramiro Feijóo en 'Corsarios Berberiscos' (Belacqva), "no supone ninguna barrera geográfica, sino más bien una suave cortina sobre la que deslizarse al otro continente". Esta defensa de una nueva frontera, de la retaguardia de Granada, recién conquistada del Reino nazarí y tras las capitulaciones de Santa Fe, es el motivo esencial, siguiendo con la recomendación de Isabel, asegurar el norte de África: Orán y Argel. 
El momento clave fue la expansión castellana con la toma de Melilla en 1497 por parte del duque de Medina Sidonia, la de Mazalquivir (Argelia) en 1505, según los designios del arzobispo de Toledo en 1508 por parte del conde Pedro Navarro y la de Orán dirigida por el cardenal Cisneros en 1509. De esa misma época y estrategia data el enclave del Ifni y las Islas Canarias. Estas islas habían sido conquistadas a instancias de la Corona de Castilla, después de que los señores de las islas hubiesen cedido sus derechos sobre Gran Canaria, La Palma y Tenerife a los Reyes Católicos en 1477. El resto de las islas estaban conquistadas con anterioridad.  El Ifni en el Sáhara, que ahora controla Marruecos, fue de hecho la última guerra colonial de España, ya en 1958 y por el mandato de la ONU, el terreno a descolonizar que ahora ha entregado el gobierno actual.

Ni Canarias, ni el Sáhara, ni Ceuta y Melilla fueron fruto del colonialismo europeo del XIX, sino del mismo nacimiento del imperio español en el XV y XVI. Diego García de Herrera desembarca en las Islas Canarias en 1476 y el cardenal Cisneros, siguiendo la última voluntad de Isabel la Católica, prepara la conquista de Orán, justo cuando los últimos cabos sueltos del futuro imperio se están atando.  La expedición de Cisneros culminó con éxito y tras la toma de Orán, lo que supuso que los corsarios de Argel reconocieran en 1510 la autoridad del reino cristiano, para asentarse en el peñón de Argel después de otra victoria naval contra el corso. Argel, temiendo ser la siguiente en la lista de ciudades conquistadas y cuidadosamente saqueadas, acata finalmente el vasallaje al rey de Castilla. Al sometimiento argelino le siguió Trípoli, en la actual Libia, consolidando la presencia de la monarquía hispánica en el norte de África siguiendo la voluntad de la reina Isabel en su testamento. El resultado fue que entre 1505 y 1510 toda la costa norteafricana, desde Melilla hasta Trípoli, se convierte en española. La expansión en el norte de África tenía un interés defensivo y de consolidación en el Mediterráneo, ya que sus ciudades eran pobres y no se sacaba un especial provecho de su ocupación y vasallaje. Sin embargo, el dominio de las orillas era un puntal necesario y de increíble valor estratégico para el imperio en ciernes. A mediados del XV, la reacción de los corsarios berberiscos, apoyados por el sultán otomano, supuso más de dos siglos de guerras y batallas en el Mediterráneo. 
España abandonaría Argelia en 1830 poco antes  de la invasión francesa, que le convertiría en una de las colonias europeas del XIX. Había llegado antes y tuvo que renunciar a Argel, pero no a Ceuta y Melilla, y además con las Canarias, pasarían a formar parte del suelo español, a pesar de estar en otro continente. No fueron colonias sino territorios. El problema se intensificaría siglos después y España sí tuvo que ceder el protectorado de Marruecos tras la Segunda Guerra Mundial, pero las plazas de Ceuta, Melilla y Canarias  ya eran parte del reino y así ha seguido. 

La clave de esa expansión norteafricana se revelaría en los siguientes pasos del gran imperio que acaba de nacer con el testamento de Isabel I de Castilla. El mayor impulsor de ese proyecto sobre el norte africano isabelino, fue el cardenal Cisneros, hombre a quien la historia de España le debe mucho ya que a la muerte de Isabel y las regencias de Fernando fue el hacedor del gobierno de toda Castilla y cumpliendo al pie de la letra las órdenes que recibía de Fernando y las testamentarias de Isabel. 
Todo esto para entregarle un Imperio Español al nieto de su reina, Carlos I, que luego se convertiría en el Emperador católico que conocemos.
 

miércoles, 6 de agosto de 2025

MUSEOS DE MADRID

Madrid merece la pena por muchas cosas: sus vistas, su gente, su comida, su ocio nocturno... pero sobre todo por el atractivo cultural que supone a millones de personas que se desplazan cada año a ver alguno de sus museos. Además muchos son gratis. La oferta cultural en la capital es de lo más amplia, y existen distintos centros que abarcan buena parte de la historia del arte de nuestro país, desde el más clásico al más contemporáneo. 
La mayoría de estos centros son de pago, pero existen una serie de días y horas en los que uno puede acudir de manera gratuita. Si no dispones de ningún tipo de descuento para poder ir en cualquier momento a un precio reducido no pasa nada, porque aquí te traemos cuándo ir a cada museo para que la entrada te salga completamente gratis, desde el ilustre Museo del Prado a otros como el Reina Sofía o la Casa Museo Cerralbo.

Museo Thyssen-Bornemisza
Inaugurado en 1992, el Thyssen es uno de los museos modernos más completos de Madrid, pues tienen una colección que abarca todo tipo de épocas y estilos artísticos, además de contar con exposiciones temporales de lo más interesantes. Si bien la entrada general vale 13 euros, uno puede acceder al museo gratis todos los lunes del año, aunque si no puedes ir ese día dispones de varios descuentos que reducen considerablemente el precio de la entrada.

Museo Sorolla
Sin duda uno de los museos más bonitos de Madrid, porque en realidad es mucho más que un museo, es también la casa del pintor Joaquín Sorolla. Ubicada en el número 37 del Paseo del General Martínez Campos, entre las estaciones de Iglesia, Ruben Darío y Gregorio Marañón, se puede encontrar este majestuoso complejo con un precioso jardín que da acceso a la casa museo, en la que se puede encontrar buena parte de la obra del pintor valenciano. El acceso vale 3 euros, aunque es gratuito si acudes los sábados a partir de las 14:00 y hasta el cierre de la misma a las 20:00, pero también es gratis los domingos si vas por la mañana, entre las 10 y las 15 horas.

Museo Reina Sofía
Situado junto a la antigua estación de Atocha, ahora rebautizada como Estación del Arte en buena medida por este museo y por el Prado, el Museo Nacional Reina Sofía es el indicado si estás buscando algo de arte más contemporáneo y exposiciones que se salgan de lo normal. La entrada general tiene un precio de 12 euros, pero puedes acudir de forma gratuita más días que en cualquier otro museo. El Reina Sofía es gratuito los lunes, miércoles, jueves, viernes y sábado de 19 a 21, siempre y cuando acudas de manera individual y no en un grupo organizado. Además, los domingos está abierto a todo tipo de público, grupal o individual, y de manera gratuita entre las 12:30 y las 14:30, así que hay momentos de sobra para pasarse por allí.  Te puede interesar: La Galería de las Colecciones Reales.

Museo del Romanticismo
Uno de los grandes desconocidos del panorama museístico madrileño es el Museo del Romanticismo, que se encuentra cerca la salida de la estación de metro de Tribunal, en el número 13 de la calle de San Mateo. Se trata de un antiguo palacio del siglo XVIII que, como bien indica su nombre, contiene algunas de las obras más representativas del Romanticismo. Su entrada general vale 3 euros, pero puedes acceder de forma gratuita todos los sábados a partir de las 14 horas y los domingos durante todo el día, así como días festivos señalados como el 18 de abril,18 de mayo,12 de octubre o 6 de diciembre.

Museo Arqueológico
En la calle de Serrano número 13, junto a la Estación de Recoletos, se encuentra el icónico MAN, el Museo Arqueológico Nacional que lleva en pie desde que fuera fundado en 1867 por la reina Isabel II. Si bien su entrada cuesta 3 euros, se puede acceder gratuitamente si uno se desplaza hasta allí tanto los sábados desde las 14 horas como los domingos durante toda la mañana.
Museo Cerralbo
Otra opción interesante para ver un tipo de museo distinto, como sucede con el de Sorolla, es la Casa Museo Cerralbo, la antigua residencia del marqués de Cerralbo y que alberga todo tipo de piezas en su sede de Ventura Rodríguez 17, junto a la estación de Plaza de España. La entrada vale 3 euros, pero es gratis los jueves de 17 a 20 horas y todos los domingos.

Museo del Prado
Por último, pero no menos importante, se encuentra el que probablemente sea el más ilustre de todos los museos de Madrid, el Prado. Ubicado en la calle C. de Ruiz de Alarcón 23 junto al paseo que da nombre el museo, este histórico museo es uno de los más demandados por los turistas y los propios madrileños. La tarifa general es de 15 euros, pero existen varias franjas al día en las que es gratuito. 



Biblioteca Nacional
No es un museo, pero merece la pena una visita.La Real Biblioteca se abrió en 1712. Felipe V firmó el Real Decreto fundacional, que aclaraba el carácter público de la biblioteca, abierta a “todos los estudiosos” y establecía las normas fundamentales para su funcionamiento. Es un organismo autónomo encargado del depósito del patrimonio bibliográfico y documental de España. Dedicado a reunir, catalogar y conservar fondos bibliográficos, custodia alrededor de treinta millones de publicaciones producidas en territorio nacional desde comienzos del siglo XVIII: libros, revistas, mapas, grabados, dibujos, partituras y folletos.
Difunde este patrimonio bibliográfico a través de su catálogo y de la elaboración de la Bibliografía Española y desarrolla servicios al público que van desde las salas de consulta y los servicios a distancia a través su página web, a los servicios de información bibliográfica especializada y el préstamo interbibliotecario. 

martes, 5 de agosto de 2025

RESTAURACIÓN BORBÓNICA - REGENTE MARÍA CRISTINA

La Restauración es la vuelta de la Casa Borbón y la consolidación de Fernando VII en 1814 hasta su muerte en septiembre de 1833. Su hija hereda, en virtud de la ley promulgado por Fernando VII, pero como era menor de edad tuvo de regente primero a su madre, María Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII, que ocupa la Regencia de 1833 a 1840, tras la muerte de su marido.

MARÍA CRISTINA DE BORBÓN - A LOS 66 AÑOS 
Durante ocho años y madre de la futura Isabel II, no debe confundirse con otra María Cristina que también fue regente años después, María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII y regente en nombre de su hijo Alfonso XIII desde 1885 hasta 1902.
Durante la regencia de María Cristina de Borbón, las revoluciones urbanas habían potenciado el acceso de los liberales progresistas a los Ayuntamientos y ello hacía más difícil el control gubernamental de las grandes ciudades. Isabel tenía tres añitos cuando murió su padre. Reinaría durante poco más de cuarenta años, de 1833 a 1874.
La primera y mayor preocupación de la regente y el Gobierno fue controlar a los partidarios de don Carlos, hermano de Fernando, que desde Portugal, se había proclamado rey de España al conocerse la muerte del rey.
El movimiento Carlista surgió cuando Fernando VII abolió la “Ley de Sucesión Fundamental” que había instaurado Felipe V. Según las condiciones, las mujeres podrían heredar el trono aunque únicamente de no haber herederos varones en la línea principal, hijos, o lateral, hermanos y sobrinos. Fernando decretó la “Pragmática Sanción”, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como así lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. 

Carlos María Isidro de Borbón.
También los liberales eran mirados con recelo, los futuros progresistas. Ante la presión carlista María Cristina decidió acercarse a los liberales pues era la única manera de defender el trono de su hija. Sin embargo, la separación de lo que se ha denominado las dos Españas era mucho más compleja. Con Don Carlos se encontraban la mayoría de la opinión de País Vasco, parte de Cataluña y Navarra, hostil a la dinastía que les había privado de sus libertades particulares (fueros). La nobleza en cambio, al frente de los grandes latifundios apoyaba a la Corona, que era el régimen en que se habían perpetuado esos privilegios. El importante retraso que España había acumulado con respecto a las otras potencias europeas a nivel económico y social no fue solucionado después de la guerra.
La regente rompió toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real de 1834. Sustituyó a Cea Bermúdez por el liberal "moderado" Francisco Martínez de la Rosa, quien mantuvo al absolutista "reformista" Javier de Burgos.  El proyecto del gobierno fue iniciar una controlada transición política. Esa estrategia reformista fue la promulgación del "Estatuto Real" en abril de 1834.

ESTATUA DEL GENERAL ESPARTEROS EN MADRID 

Estallidos revolucionarios se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837 que imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones.
A excepción del Gobierno presidido por el liberal progresista Mendizábal —que logró sacar adelante su Decreto desamortizador de 1836 y dejó preparada la Ley desamortizadora de 1837—, los otros tres Gobiernos eran de signo moderado.
En el verano de 1836 se desencadenaron una serie de levantamientos en Málaga, Granada, Cádiz y demás provincias andaluzas, Aragón, Valencia y luego al resto de España. Finalmente, la noche del 12 de agosto de 1836, en el Real Sitio de La Granja —donde la reina María Cristina y sus hijas se encontraban pasando el verano— se consumó el pronunciamiento de los sargentos, siendo obligada la Reina gobernadora a restablecer la Constitución de 1812 poniéndose fin de este modo al Estatuto Real de 1834.
María Cristina se vio obligada a encomendar el poder a los progresistas. El nuevo presidente del Consejo de Ministros fue Calatrava, y éste nombró a Mendizábal ministro de Hacienda, quien pudo entonces sacar adelante su Ley desamortizadora de 1837.
Se convocaron Cortes Constituyentes en octubre de 1836, para revisar la Constitución de 1812. Se designó una Comisión encargada de la reforma constitucional, se elaboró un nuevo texto constitucional: la Constitución de 1837, que fue sancionada por la Reina gobernadora el 18 de junio de 1837.
El gobierno de Calatrava cayó y a consecuencia de esta inestabilidad política, los carlistas aprovecharon para reiniciar su ofensiva, llevando a cabo personalmente el pretendiente Carlos la llamada Expedición Real, llegando a las puertas de Madrid con sus tropas en septiembre de 1837. Pero Carlos no atacó Madrid, pues venía con la intención de pactar con su cuñada y sobrina María Cristina.

ISABEL II DE JOVEN 
Los sucesos del mes de agosto de 1836 habían supuesto una humillación que, desde entonces, pensó en la posibilidad de hacer un acuerdo secreto con Carlos María Isidro, ofreciéndole para su hijo, la mano de Isabel II. Pero María Cristina se arrepintió y no abrió la capital a Carlos, quien tuvo que abandonar Madrid sin pacto alguno y en su retirada, sufrir la derrota en Guadalajara por el general Espartero.
Al caer Calatrava, la Reina gobernadora ofreció el Gobierno a Espartero, pero éste lo rechazó con el pretexto de tener que ponerse al frente del ejército que combatía a los carlistas.
Acababa la Guerra Carlista, el general Espartero, ya conde de Luchana y ahora duque de la Victoria tras el abrazo de Vergara, era considerado el héroe de la Guerra Carlista y el militar de máximo prestigio del momento. María Cristina ya se dio cuenta claramente de que Espartero se había convertido en el hombre fuerte del progresismo.
La Reina gobernadora y su hija Isabel II llegaron a Barcelona el 30 de junio de 1840. Dejó bien patente el enfrentamiento que existía una gran diferencia entre la postura de María Cristina, identificada por completo con los moderados, y la de Espartero, vinculado totalmente a los progresistas. Espartero presionó personalmente a la reina María Cristina con la amenaza de un estallido popular si Pérez de Castro seguía al frente del Gobierno.
Espartero envió a la Reina regente su programa en forma de ultimátum: disolución de las Cortes, convocatoria de nuevas elecciones. María Cristina sancionó la Ley de Ayuntamientos, lo cual supuso la inmediata ruptura con Espartero, quien dimitió de todos sus cargos.
Unas fuertes manifestaciones hicieron caer al Gobierno de Pérez de Castro. La reina María Cristina tuvo que dar paso a un nuevo Gobierno de carácter progresista.
La Familia Real decidió marcharse a Valencia y estalló el 1 de septiembre de 1840 en Madrid primero y después en toda España un movimiento revolucionario que cristalizó en la creación de juntas revolucionarias de gobierno. Ante la gravedad de los acontecimientos, María Cristina llamó a Espartero y le pidió que pusiera fin a aquella revolución, a lo que Espartero contestó que no podía hacerlo porque él se sentía plenamente identificado con ella.
La Reina gobernadora se dio cuenta de que no le quedaba más remedio que abdicar la Regencia en la persona del general Espartero. Depuesta como regente en 1840 y desterrada junto a su esposo don Fernando Muñoz, volvió a España tres años después, coincidiendo con la mayoría de Isabel II. No obstante, este hecho le llevaría otra vez el exilio temporal en 1856, que habría de convertirse en definitivo con el destronamiento de su hija en 1868. Falleció en Sainte-Adresse (Francia) en 1878, poco después de ver con satisfacción la restauración borbónica en España en la persona de su nieto Alfonso XII. Foto de los generales Espartero y Maroto poniendo fin a las guerras Carlistas. 


El pronunciamiento incruento de Torrejón de Ardoz, del 22 de julio de 1843, puso punto final a la regencia del duque de la Victoria, quien tuvo que abandonar España el 30 de julio y refugiarse en Inglaterra.
Los moderados, con el general Narváez a la cabeza, llegaban de nuevo al poder y era proclamada reina de España Isabel II, a los trece años, adelantándose cinco años su mayoría de edad.
Con los moderados gobernando, la reina María Cristina había regresado a España en 1844, sin pensar en corregir el gran error que la había conducido al exilio: identificarse por completo con el Partido Moderado, además de constituirse en un apoyo básico para la exclusión política del Partido Progresista, lo que a la larga le trajo graves consecuencias.
A su regreso del exilio María Cristina fijó su residencia habitual con su esposo en el palacio de la madrileña calle de las Rejas —próximo al Palacio Real—, ejerció una gran influencia sobre su hija Isabel II, interviniendo directamente en muchos temas políticos durante la Década Moderada (1843-1853), temas que no eran de su competencia sino de su hija, reina constitucional de España.
Más adelante María Cristina se volvió a instalar con su familia en Francia y, aunque su hija Isabel II, durante el Gobierno Largo de la Unión Liberal (1858-1863), pidió al general O’Donnell que autorizase la vuelta de la Reina madre a España, el duque de Tetuán se opuso a ello. Quedaba muy lejos la antigua identificación del joven general O’Donnell con la Reina gobernadora, que no volvería ya nunca a España.

viernes, 1 de agosto de 2025

LA DIVISIÓN AZUL ESPAÑOLA

Fue la 250ª División de Infantería de las fuerzas armadas alemanas que luchó en el frente del Este. La formaron unos 45.500 hombres, de corte mayoritariamente falangista al principio (voluntariado azul) y militar al final (“caquis” obligados).

El ataque alemán a la URSS se desencadenó en la madrugada del 22 de junio de 1941, 3.050.000 hombres en total, con la ayuda de 18 divisiones finlandesas y 12 rumanas, embistieron las posiciones soviéticas a lo largo de un frente de 2.400 kilómetros, desde el océano Ártico hasta el mar Negro.
Pero volvamos a España y sus problemas de aquellos tiempos. Terminada la guerra civil en 1939, con la derrota del gobierno, poco tiempo después estalla la II Guerra Mundial. Alemania trata de conseguir la adhesión de la España fascista, la Falange pero no lo consigue y ésta se declara neutral. De todas formas Franco estaba en deuda con Alemania por la aportación de la legión Cóndor durante la guerra, y después de la adhesión de Italia, Franco se declara “no beligerante”, que es una forma de tomar parte por un bando sin participar directamente en la guerra.
En el verano de 1941 se lanzó la Operación Barbarroja, que fue la invasión de la Unión Soviética de Stalin por parte de las tropas de Hitler lo que consigue que Franco encuentre la ocasión para saldar su deuda con Alemania, seguir siendo no beligerante, pues no declara la guerra a la URSS.

El Ministro español de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, informó a Franco, su cuñado, y le planteó la posibilidad de contribuir a la lucha alemana con un contingente falangista voluntario.
Se aprueba el envío de tropas de voluntarios, una división, que sería la llamada División Azul.  El mando español estaría compuesto por oficiales, pero los soldados muchos no eran profesionales. Se organizó una serie de oficinas de reclutamiento por el país y el éxito fue grande. Aunque se realizó propaganda, se desbordaron las expectativas. Al principio fueron militares con experiencia y muchos simpatizantes de la causa falangista. Se les garantizaba un doble sueldo y las familias cobrarían un subsidio, cartilla de racionamiento más amplia, etc.
Los que se alistaron lo tenían claro. No era para ayudar a Hitler, era para luchar contra el comunismo, que era el gran peligro que amenazó a España años atrás. Fueron casi 50.000 soldados, no todos profesionales los que participaron en varias batallas en Rusia, entre 1941 y 43. No voy a entrar en la ideología de si estuvo bien o estuvo mal, solo en el hecho de aquellos hombres que fueron a pelear, sufrir, morir congelados, ametrallados, en campos de concentración otros y muchos heridos, amputados, etc. solo porque querían participar en algo que motivaba una acción de ese calibre. Casi 5.000 españoles murieron, cerca de 9.000 heridos. Los que fueron hechos prisioneros, muchos no pudieron sobrevivir al cautiverio en los Gulag, campos de trabajo forzado. Los que fueron liberados lo consiguieron diez años después, una vez muerto Stalin. Los que murieron en combate se encuentran en un cementerio en Novgodod, en Rusia, pero muchos están enterados en el mismo sitio donde cayeron.

Es verdad que tuvieron que jurar fidelidad a Hitler, pero exigieron que constase que lo hacían para combatir al comunismo.
Marcharon y se concentraron en la localidad bávara de Grafenwörhr donde tuvieron un intenso programa de entrenamiento durante más de un mes.
El viaje hacía Rusia fue muy duro. Necesitaron 53 días, hasta mediados de octubre de 1941, para llegar al frente. La primera parte del viaje la hicieron en tren, pero desde Suwalki (Polonia) hasta las proximidades de Moscú lo hicieron a pie, casi 900 kilómetros. Se impuso un ritmo de entre 30 y 40 kilómetros diarios.
Cuando la División Azul transitaba ya por la autopista que la conducía a Smolensko, Muñoz Grandes recibió la inesperada orden de virar. En lugar de dirigirse a Moscú, debía hacerlo hacia el norte, hacia Novgorod. Era una decisión de Hitler ante la necesidad de refuerzos en la zona y ante los malos y prejuiciosos informes alemanes sobre los españoles. La unidad mantenía una ambigua relación con sus colegas alemanes, cuyo “orgullo racial” y concepto del orden dificultaban la interacción con personas de ámbito mediterráneo, más propensas al individualismo y la improvisación. 

Durante la marcha, en la ciudad de Grodno, los divisionarios confraternizaron con las muchachas judías, para disgusto de los alemanes. Cantaban, iban con los primeros botones de la guerrera desabrochados y se relacionaban con los residentes, al margen de credos y prejuicios raciales. Sus tratos con los civiles rusos generalmente fueron sencillos y amables, afectuosos incluso.

Pero una vez en el frente, los españoles se ganarían la confianza de los alemanes por su manera de entender el combate, sin concesiones a los reveses, lo reconoció Hitler ante los suyos, en privado, y ante los micrófonos de la radio. Y cuando se cambiaran las tornas para los invasores, sabrían resistir e improvisar. La reconciliación hispano-alemana de manos de la lucha lo sería hasta tal punto que, tras su repatriación, la “Blaue Division” se echaría en falta.
El momento del combate llegó en la zona del río Voljov, en torno a la ciudad de Novgorod. El avance español, que empezó con el cruce del río y la toma de diversas localidades, duró unos días y alcanzó Posselok, Otenski y Possad. Pero la reacción soviética obligó a los divisionarios a una dura lucha en el invierno de 1941 y 1942 que fue el más frío de cuantos se habían vivido en lo que se llevaba de siglo.
Las noticias que fueron llegando a España con el tiempo, durante el invierno de 1941 a 1942, del primer contingente sobre la dureza del invierno hizo más difícil conseguir reemplazos. Opositores al régimen se alistaron para obtener una “limpieza de antecedentes”.


En Rusia se dio una de esas amargas paradojas propias de nuestra Historia y nuestra permanente guerra civil; porque en el frente de Leningrado volvieron a enfrentarse españoles contra españoles.
De una parte estaban los encuadrados en las guerrillas y el ejército soviético, y de la otra, los combatientes de la División Azul: la unidad de voluntarios españoles que Franco había enviado a Rusia como parte de sus compromisos con la Alemania de Hitler.
Sabemos de primera mano que un exsoldado republicano, se alistó en la División Azul para ayudar a su padre encarcelado tras la Guerra Civil. Ése fue el caso de muchos de los voluntarios para Rusia, en cuyas filas, junto a falangistas y anticomunistas, hubo otros que fueron por necesidad, hambre o deseo de aventura. El caso es que, sin distinción de motivos, y aunque su causa fuese una causa equivocada, todos ellos, compatriotas nuestros, combatieron allí con mucho valor y mucho sufrimiento. Por eso, para recordarlos, voy a contar hoy la historia de los españoles del lago Ilmen.
10 de enero de 1942: nieve hasta la cintura, un lago helado, grietas y bloques que cortan el paso, temperatura nocturna de 53º bajo  cero. En una orilla, medio millar de soldados alemanes cercados y a punto de aniquilación por una gigantesca ofensiva rusa. En la orilla opuesta, a 30 kilómetros, la compañía de esquiadores del capitán José Ordás: 206 extremeños, catalanes, andaluces, gallegos, vascos… La orden, cruzar el lago y socorrer a los alemanes cercados en un lugar llamado Vsvad. La respuesta, muy nuestra: “Se hará lo que se pueda y más de lo que se pueda”. El historiador Stanley Payne definió aquella acción en tres escuetas palabras: “Una misión suicida”. Y lo fue.

“Nosotros, los españoles, sabemos morir”, escribe un joven teniente a su familia en vísperas de la partida. Apenas se internan en el lago empiezan a cumplirse esas palabras. Arrastrando entre la ventisca los trineos con las ametralladoras  la columna de hombres vestidos de blanco avanza por el infierno helado. Veinticuatro horas después, la mitad está fuera de combate: 102 muertos o afectados por congelación. El resto, tras superar seis grandes barreras de hielo y grietas con el agua hasta la cintura, con casi todas las radios y brújulas averiadas, alcanza la otra orilla. Allí, uniéndose a 40 letones de la Wehrmacht, los 104 españoles bordean el Ilmen hacia la guarnición cercada, peleando.
El 12 de enero, los españoles toman una aldea y la defienden de los contraataques soviéticos. A esas alturas sólo quedan 76 hombres. El 17 de enero, 37 de ellos toman varias aldeas. El contraataque ruso es feroz. Dos días más tarde, otra sección encaja el contraataque de una masa de blindados, artillería, aviación e infantes soviéticos, y sólo logran replegarse, tras defender tenazmente sus posiciones, cinco españoles y un letón (mensaje del capitán Ordás) “La guarnición no capituló. Murieron con las armas en la mano»” Veinticuatro horas después, otro violento avance de blindados rusos es detenido con cócteles molotov (mensaje de Ordás: “Punta de penetración enemiga frenada. Los rusos se retiran. Dios existe”.


El 24 de enero, retirándose ya todos, los rusos les cortan el paso. Quedan 34 españoles vivos, la mitad heridos. Los que pueden combatir se presentan voluntarios para recuperar la aldea y los cadáveres de sus compañeros muertos cinco días atrás. Apoyados por un blindado alemán, 16 españoles atacan y la toman de nuevo. El termómetro marca 58º bajo cero y el frío hiela los cerrojos de los fusiles. Por fin los españoles regresan a su punto de partida. De los 206 hombres que salieron dos semanas atrás, sólo hay 32 supervivientes. Todos recibirán la Cruz de Hierro alemana, la Medalla Militar colectiva, y el capitán Ordás, la individual. El más exacto resumen de su epopeya entre Ordás y el cuartel general: “Dime cuántos valientes quedáis en pie”… “Quedamos doce”.
Hay gente que no se rinde nunca. Su origen y destino fue diverso: de entre los niños enviados a la URSS durante la Guerra Civil, de los marinos republicanos exiliados, de los jóvenes pilotos enviados para formarse en Moscú, de los comunistas resueltos a no dejar las armas, salieron numerosos combatientes que se enfrentaron a la Wehrmacht encuadrados en el ejército ruso, como guerrilleros tras las líneas enemigas o como pilotos de caza. Uno de éstos, José Pascual Santamaría, conocido por Popeye, ganó la orden de Lenin a título póstumo combatiendo sobre Stalingrado. Y cuando el periódico Zashitnik Otechevsta titulaba "Derrotemos al enemigo como los pilotos del capitán Alexander Guerasimov", pocos sabían que ese heroico capitán Guerasimov se llamaba en realidad Alfonso Martín García, y entre sus camaradas era conocido por El Madrileño. 

O que una unidad de zapadores minadores integrada por españoles, bajo el mando del teniente Manuel Alberdi, combatió desde Moscú hasta Berlín, dándose el gusto de rebautizar calles berlinesas escribiendo encima, con tiza, los nombres de sus camaradas muertos. En cuanto a lucha de guerrillas, la relación de españoles implicados sería interminable, haciendo de nuevo verdad aquel viejo y sombrío dicho: "No hay combatiente más peligroso que un español acorralado y con un arma en las manos". Centenares de irreductibles republicanos exiliados lucharon y murieron así, en combate o ejecutados por los nazis, tras las líneas enemigas a lo largo de todo el frente ruso, y también en Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia y otros lugares de los Balcanes. El balance oficial lo dice todo: dos héroes de la Unión Soviética, dos órdenes de Lenin, 70 Banderas y Estrellas Rojas (una, a una mujer: María Pardina, nacida en Cuatro Caminos), otras 650 condecoraciones diversas ganadas en Moscú, Leningrado, Stalingrado y Berlín, y centenares de tumbas anónimas.

Y en Rusia, en el frente de Leningrado volvieron a enfrentarse españoles contra españoles. De una parte estaban los encuadrados en las guerrillas y el ejército soviético, y de la otra, los combatientes de la División Azul: la unidad de voluntarios españoles que Franco había enviado a Rusia como parte de sus compromisos con la Alemania de Hitler. En ella, conviene señalarlo, había de todo: un núcleo duro falangista y militares de carrera, pero también voluntarios de diversa procedencia, desde jóvenes con ganas de aventura a gente desempleada y hambrienta o sospechosos al régimen que así podían ponerse a salvo o aliviar la suerte de algún familiar preso o comprometido. Y el caso es que, aunque la causa que defendían era infame, también ellos pelearon en Rusia con una dureza y un valor extremos, en un infierno de frío, nieve y hielo, en el frente del Voljov, en la hazaña casi suicida del lago Ilmen (los 228 españoles de la Compañía de Esquiadores combatieron a 50º bajo cero, y al terminar sólo quedaban 12 hombres en pie), en el frente de Leningrado o en Krasny Bor, donde todo el frente alemán se hundió menos el sector donde, durante el día más largo de sus vidas y muertes, 5.000 españoles pelearon como fieras, a la desesperada, aguantando el ataque masivo de 44.000 soldados soviéticos y 100 carros de combate, con el resultado de una compañía aniquilada, varias diezmadas, y otras pidiendo fuego artillero propio sobre sus posiciones, por estar inundados de rusos con los que peleaban cuerpo a cuerpo. Obteniendo, en fin, del propio Hitler este comentario: “Extraordinariamente duros para las privaciones y ferozmente indisciplinados”. Y confirmando así unos y otros, rojos y azules, otra vez en nuestra triste historia.

CEMENTERIO DE LOS DIVISIONARIOS ESPAÑOLES EN RUSIA 

Moscú no había sido tomada y Leningrado resistía. A principios de 1943, un ataque soviético en Krasny Bor, otra barriada de Lenningrado, provocó 2.252 bajas entre los españoles en un solo día con 1.125 muertos.
En octubre la División Azul abandonaba el frente de combate. Sin embargo, quedó allí una Legión Azul como una especie de parche del régimen de Franco para justificar ante Alemania la retirada de la División Azul. Sólo vivió un mes en el frente. A finales de febrero, Hitler decidió su repatriación. Acabada también la Legión Azul, quedaron aún al lado de Alemania unos cientos de combatientes españoles, pero ya no como unidad oficial, sino como voluntarios que luchaban clandestinamente, pues el régimen abominó de ellos. La causa aliada se imponía de forma clara a un Eje en paulatina descomposición. Franco cambió de rumbo: la de congraciarse con los aliados. Y ello hasta el extremo de olvidarse a varios cientos de divisionarios en el presidio soviético durante más de 10 años (entre 1941 y 1954). Éstos llegaron el viernes 2 de abril de 1954 al puerto de Barcelona a bordo del buque Semíramis.

Sin embargo al regresar a casa el régimen de Franco les da la espalda. Los exdivisionarios siempre se quejaron de que en comparación con los excombatientes de la Guerra Civil a ellos se les consideraba medio proscritos, medio malditos. Esto se debe a que el franquismo se tenía que reinsertar en el concierto internacional. Es a partir de los años 50, cuando el Gobierno español presenta a la División Azul como suerte de abanderada, de precursora de la guerra fría. Se había ido a combatir contra el comunismo, al lado de Alemania, pero no por Alemania.
Al volver a casa cada divisionario se las tuvo que apañar de acuerdo con sus conocimientos previos y sus conocidos. Unos ocuparon puestos como funcionarios y otros fueron a alcaldes. 

Sin embargo otros terminaron marginados, como el caso del divisionario que en Bilbao estaba pidiendo por la calle, con la Cruz de Hierro prendida, para escándalo del cónsul alemán.
 
 

CONDADOS DE LA MARCA HISPANICA

Dado la expansión musulmana, Carlomagno pacta con los musulmanes la creación de unos límites territoriales, que llamó la Marca Hispánica. Te...