miércoles, 12 de noviembre de 2025

BÁRBAROS EN HISPANIA

El Emperador romano, Teodosio el Grande  que nació en Hispania, en la ciudad de Cauca, la actual Coca en el año 347 d.C., se convierte máximo dirigente del Imperio Romano en el año 378 y toma dos importantes decisiones. Por un lado declara al Cristianismo como la nueva religión del Imperio, de esta forma la iglesia cristiana llegó a desempeñar importantes cargos administrativos.
Por otro lado decide hacer un pacto con los Godos y les ofrece territorios dentro del Imperio a cambio de que sirvan en las legiones romanas.
Teodosio reunió las porciones oriental y occidental del Imperio, siendo el último emperador en gobernar todo el mundo romano.

TEODOSIO EL GRANDE 
Las invasiones germánicas en la península ibérica (o invasiones bárbaras) surgen en el siglo V, en el contexto de las grandes migraciones que alteraron la distribución de los pueblos en Europa y precipitaron el final del Imperio romano de Occidente. La península ibérica, en particular, sufrió la ruptura de la organización política y administrativa que el Imperio romano había adoptado, en las distintas provincias en que se dividía administrativamente Hispania.
Teodosio trasladó la corte a Constantinopla en el año 380. En este momento, el Imperio Romano se hallaba en una situación novedosa, los dos emperadores eran católicos.
Teodosio convocó el primer concilio de Constantinopla en el año 381, donde el arrianismo fue condenado. Endureció las penas contra los herejes.
Bajo los emperadores Graciano y Teodosio el Grande los ciudadanos romanos se convirtieron en masa al cristianismo. Muchos tal vez sólo para evitar perjuicios, pero los hijos de estos conversos por conveniencia recibieron una educación cristiana.
Algunos arrianos se hicieron católicos, otros adoptaron otras religiones menos perseguidas, especialmente el maniqueísmo, y otros decidieron abandonar el Imperio y predicar el arrianismo entre los germanos.
A medida que los bárbaros germanos entraban en contacto con la civilización fueron aceptando también el cristianismo, pero lo hicieron en la versión arriana, en parte porque eso les daba una excusa para seguir considerando a los romanos como enemigos.
Después de la muerte de Valentiniano II en el año 392, Graciano renunció al control de las provincias ilirias y se retiró a Tréveris en la Galia para dejar que Teodosio actuara sin estorbos. Los romanos presentan una gran debilidad tras la derrota de Adrianópolis y como solución buscan el reclutamiento de los bárbaros para luchar contra otros bárbaros.
Teodosio gobernó como emperador único de todo el Imperio Romano. Nombra co-augusto para Occidente a su hijo menor Honorio. Reunifica bajo su mando, en el año 394, a todo el Imperio romano y siendo por ello el último emperador en gobernar la totalidad del Imperio.

CONSTANTINOPLA 
Los godos y sus aliados, vándalos, taifalae, bastarnos y los nativos carpianos, afianzados en las provincias de Dacia, Panonia inferior y oriental absorbieron la atención de Teodosio. Pactó finalmente con los godos y los dejó asentarse al sur del río Danubio como un reino independiente con la condición de que custodiasen la frontera. Los tratados finales con el resto de las fuerzas godas, firmados en  octubre del 382, permitieron a amplios contingentes de godos, principalmente tervingios establecerse a lo largo de la frontera del río Danubio en su zona meridional en la provincia de Tracia.
Después de la muerte de Graciano en el año 383, el interés de Teodosio se centró en el Imperio Romano de Occidente. Teodosio favoreció el alistamiento de godos y otros bárbaros en las legiones romanas. Convirtió en generales a un buen número de ellos. Los godos entonces tuvieron obligaciones militares de luchar por los romanos como un contingente nacional, en lugar de integrarse completamente en las fuerzas romanas. Las legiones de Britania eligieron emperador a su general, Magno Clemente Máximo, quien se adueñó de la Galia en el año 383, y mató a Graciano. Teodosio nombró Augusto a su hijo menor Flavio Honorio en el año 393, que sólo contaba con nueve años de edad y le otorgó el gobierno del Imperio Romano de Occidente.  Teodosio se encontraba todavía en Milán en el año 395, cuando cayó enfermo y murió poco después.


VÁNDALOS, SUEVOS y ALANOS
en el 409 llegaron a Hispania varias oleadas de  estos pueblos germánicos, denominados (étnicamente iranios), que habían sido violentamente desposeídos de sus tierras por las invasiones hunas y que, después de esa expulsión, habían vagado por Europa hacia occidente en busca de nuevas tierras donde instalarse. Los alanos eran oriundos de la región del Cáucaso, los vándalos eran de origen escandinavo; los suevos, también germánicos, estaban emparentados con los anglos y los sajones que en ese tiempo se instalaron en Inglaterra.
Aunque los romanos reconocieron los hechos, llegando a acuerdos para el asentamiento de estos pueblos en distintas zonas de Hispania, los suevos fueron los únicos que alcanzaron una mayor estabilidad y se organizaron políticamente. Crearon un reino que abarcaba Galicia y la zona norte del actual Portugal, con capital en Braga. El reino se expandió luego hacia el sur del Duero.
Mientras en Roma, Constantino III se hizo proclamar emperador desafiando a Honorio, que había heredado los derechos tras la muerte de su padre, Teodosio. Constantino III se hizo con la Galia y Hispania. A pesar del éxito conseguido cometió dos errores importantes, que provocaron el descontento entre los hispanos: por una parte, saqueó indiscriminadamente algunas zonas conquistadas, y por otra, encargó la defensa de los Pirineos occidentales a sus tropas, rompiendo así la tradición de confiarla a las tropas locales. El general romano Geroncio, se subleva contra su emperador. Geroncio concedió a las tropas bárbaras el derecho a saquear los campos palatinos y el deber de proteger los pasos de los pirineos. Realizó un pacto con los bárbaros que se habían instalado en el sur de la provincia de Aquitania para que atravesaran los Pirineos y entraran en Hispania. Así llegaron los Godos, Suevos, Vándalos y Alanos a Hispania. A los Alanos les concedió las provincias de Lusitania y la Carthaginensis, los Vándalos recibieron la Bética, los Suevos ocuparon la actual Callaecia y los Godos controlaban la Tarraconensis, Pretendía que le ayudaran en la lucha contra Constantino III. Una vez en Hispania, siempre por medio de pactos, les permitió la libre circulación y el asentamiento en las zonas dominadas.
Geroncio se dirigió hacia el sur de Galia para finiquitar a Constantino III. Sitió a la ciudad de Arles, donde se encontraba Constantino III y también el general Honorio.

MONEDA DE CONSTANTINO III 
Honorio solicitó la ayuda de quienes habían arrasado Roma: los visigodos, que a la sazón se hallaban decidiendo qué rumbo tomar tras la muerte de su primer gran rey, Alarico.
El poder legítimo de Roma volvía a imponerse en la península, pero sólo en una mínima parte, la franja costera de la Tarraconense y las zonas del curso medio y bajo del Ebro. El resto del territorio estaba ya en manos de aquellos bárbaros a los que otros romanos, usurpadores, que se lo habían servido en bandeja. Los visigodos, tras esta primera incursión en Hispania, regresaron al sur de la Galia. Volverían pocos años después para instalarse definitivamente.

sábado, 8 de noviembre de 2025

ASEDIO A CARTAGENA DE INDIAS. BLAS DE LEZO Y VIRREY ESLAVA

Durante los últimos años se ha desarrollado un meritorio esfuerzo por ensalzar a uno de los héroes navales de España, Don Blas de Lezo. Pero lamentable mente por hacer aún más grande la figura del personaje, se le han atribuido méritos que nos son suyos y se han menospreciado a otros militares con los que compartió plaza. Este es el caso del navarro Don Sebastián de Eslava, máxima autoridad en la batalla de Cartagena de Indias, en la que España venció, contra todo pronóstico, a Inglaterra, logrando mantener la hegemonía en el continente americano. Sebastián de Eslava y Lazaga nació Navarra en 1685.
Tuvo una temprana vocación por la carrera de las armas y sentó plaza en 1702 de soldado distinguido en el Tercio de Navarra. Asistió a toda la primera campaña de Portugal. Terminada la campaña, concurrió al sitio de Gibraltar. En el transcurso de la guerra de sucesión, donde coincidiría en diversas ocasiones con su hermano Rafael, se halló en el sitio de Barcelona en 1706, en las campañas de Extremadura y Portugal, en las batallas de Almansa, Almenara y Zaragoza y en las victorias de Brihuega y Villaviciosa, y por último, en el sitio de Barcelona, con el empleo de primer ayudante de Guardias en Septiembre de 1714. En 17 años de servicio, Eslava, no sólo ha ascendido al empleo de coronel, sino que brilla como uno de los más destacados. 
En 1732 participó en el sitio de Orán y la reconquista de Ceuta y a su regreso de esta campaña le encomiendan la reorganización del regimiento de Castilla. En Toscana se incorporó al ejército expedicionario del Duque de Montemar, encargado de la con quista de Sicilia, y con él pudo asistir a la cabeza de su brigada, y contribuir a la gloriosa victoria de Bitonto y Bari. Después de tomar parte en el largo asedio y conquista de Capua, el año 1734, fue promovido al empleo de Mariscal de campo y destinado como inspector de infantería en Italia. En 1739 el rey Felipe V le encomendó la gran empresa que marcaría su vida para siempre, ser Virrey del restaurado Virreinato de Nueva Granada. La propuesta la realizó el ministro de Marina e Indias José de Quintana.

SEBASTIÁN ESLAVA 
La elección se fundamentaba en el conocimiento que se tenía en España de la gran flota inglesa que se preparaba para la con quista de las Indias, y Eslava representaba a uno de los generales más expertos en sitios y por su acreditada experiencia en gestión de operaciones.
En abril de 1740 Eslava hace su entrada en Cartagena de Indias. Tras su revista a la ciudad se encuentra una situación lamentable, sin ningún estado de defensa, ni armas ni pólvora y sin casi tropa. no coincidieron en la estrategia y tuvieron graves desavenencias. Además, la situación económica de las arcas de la ciudad era desastrosa por la corrupción y los negocios perjudiciales a su real servicio. Los siguientes meses fueron de una actividad frenética, reparando fuertes, armando castillos, y organizando todas las tropas existentes y las venidas desde la península. Contaba en la plaza además con 6 buques de guerra a los que mandaba el almirante Blas de Lezo y que aportaron hombres, cañones y municiones a las defensas. El 13 de marzo de 1741 aparecían en el horizonte los primeros palos de la flota del Almirante inglés Vernon. Compuesta por 186 barcos, 11.000 soldados de desembarco y 12.600 marinos. Eslava contaba para la defensa con 1.905 hombres más los 6 citados barcos de Lezo.
Lo que no se difunde es que en Cartagena no era él quien comandaba la defensa de las fortificaciones, sino el virrey de Nueva Granada, don Sebastián Eslava, un hombre culto, decidido y de carácter. Lezo estuvo enfrentado a su jefe. Ambos tenían el grado de teniente general, siendo Lezo de mayor antigüedad y el comandante directo de los buques de la Armada, lo que no quitaba que el virrey Eslava fuera la máxima autoridad en la plaza.

MONUMENTO A BLAS DE LEZO EN CARTAGENA DE INDIAS DETRAS 
EL FUERTE SAN FELIPE 
Al igual que Blas de Lezo, Eslava era un hombre de hierro, enemigo de los halagos y sin pelos en la lengua. Felipe V por Real Cédula de 20 de agosto de 1739, el Rey restauró el Virreinato de Nueva Granada y lo puso a cargo don Sebastián de Eslava, caballero de la Orden de Santiago.
Algunos estudios mantienen a modo de dogma todo lo dicho por Lezo en su diario y lo expresado por los otros protagonistas es tildado de opinión viciada, despreciada o simplemente obviada. Lo cierto es que la lectura de estos diarios no deja duda de la alta autoestima en la que Lezo se tenía a sí mismo”, señalan Jesús Dolado y Eduardo Robles.
Mientras Edward Vernon mandó acuñar en 1741 para conmemorar una supuesta victoria inglesa sobre Cartagena de Indias. Las medallas, acuñadas en anticipación al triunfo, representan a Vernon como vencedor.
Muestra un retrato del almirante Vernon y la leyenda "ADMIRAL VERNON VEIWING THE TOWN OF CARTHAGANA" (Almirante Vernon contemplando la ciudad de Cartagena). Y en el reverso: Presenta una bahía con barcos y la leyenda "1741 THE FORTS OF CARTHAGENA DESTROYD BY ADM VERNON" (1741 los fuertes de Cartagena destruidos por el almirante Vernon). La medalla se acuñó antes de la batalla, por lo que es una "noticia falsa" del siglo XVIII que anticipaba una victoria que nunca sucedió.

Cuando en marzo de 1741 se materializó el tercer intento británico de tomar Cartagena de Indias, la relación entre Eslava y Blas de Lezo, ambos igual de temerarios.
En un informe que Eslava envió por Vía Reservada el 1 de junio de 1741 a José Quintana, expuso lo poco útil que fue la estrategia del vasco de hundir los navíos: “Todo el interés de Lezo estaba en hundir sus navíos para que no cayeran en poder del enemigo y resultase él responsable, y pretender tapar con los cascos hundidos los canales por donde Vernon tendría que meter sus barcos; pero hundieron todos los barcos mal, no solo los suyos, sino que hizo hundir además nueve barcos mercantes que había en el puerto, y semejante ruina no sirvió para nada, porque los que debían desfondarlos los abandonaron antes de tiempo y así los buques no se hundieron donde debían sino donde el viento los llevó, de manera que ninguno estorbó para la entrada de Vernon, quien llegó con sus barcos hasta la misma bahía de las Ánimas, el puerto de la ciudad”.
El paso de las semanas derivó en un choque directo entre los mandos españoles. Si bien Eslava exigió con palabras gruesas en su informe a la Corte que cesara al marino por insubordinación hasta que explicara su comportamiento, Blas de Lezo no se quedaba corto en el fragmento de su diario que hizo llegar a Madrid al presentar al virrey como un cobarde y un incompetente: “A Eslava no le obedecía nadie, que nunca se arrimó al fuego, y que solo la tropa de marina salvó el honor porque la infantería tuvo un comportamiento pésimo”.

DESEMBARCO INGLÉS EN BOCACHICA 
El choque de pareceres entre ambos hombres no debe tenerse hoy, en cuenta ya que lo importante son los resultados, y queda claro que ambos fueron héroes en aquella batalla tan peligrosa para España.
Sólo hay que destacar que si Blas de Lezo fue olvidado mucho tiempo, solamente recordado en el ambiente de la marinería, la figura de Sebastián de Eslava, ha sido empañada, cuando no olvidada completamente.
Durante sus 9 años de administración, el virrey Eslava fundó hospitales y ciudades, construyó carreteras, promovió la pacificación de los indios Motilones y aportó armas, dinero y provisiones para defender algunas ciudades, también mantuvo la navegación en el río Zulia. Construyó 20 iglesias, reparó y agrandó otras, protegió la instalación de misiones y organizó las de la Provincia del Darién en Panamá. Así mismo, mejoró las finanzas del territorio y la administración de justicia. 

Ataque inglés a Cartagena de Indias - José Ferré Clauzel
En 1750 finaliza su estancia americana y regresa a la península. Es nombrado primeramente capitán general de las costas del mar océano en Andalucía y el Rey Fernando VI le concedió la llave de Gentilhombre de Cámara. Seguidamente le nombra director general de Artillería española y poco más tarde le responsabiliza de la Dirección general de Infantería. El 26 de agosto de 1754 fue nombrado ministro de la Guerra (secretario de Estado y de Despacho Universal de la Guerra), cargo que desempeñó hasta su muerte en 1759.
En 1760 Carlos III crea en honor de Sebastián de Eslava el Marquesado de la Real Defensa, entregándoselo a su sobrino Gaspar de Eslava y Monzón, pues su tío ya había fallecido en Madrid.
Y por idéntica razón, el 26 de agosto de 1760 la Corona otorgó el título de marqués de Ovieco al hijo de Blas de Lezo, Blas Fernando de Lezo y Pacheco, en honor a su padre que murió cuatro meses después de liberada Cartagena, a causa de una infección. De esta forma, el rey premió a ambos protagonistas igualando de esta forma a los héroes de la famosa victoria de Cartagena de Indias.
 
 

viernes, 7 de noviembre de 2025

LEGIONES BRITÁNICAS EN LUCHAS INDEPENDENTISTAS DE AMÉRICA

Estos voluntarios de Gran Bretaña e Irlanda, lucharon junto a líderes independentistas  en las guerras contra los ejércitos realistas (leales a la corona), a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Estos soldados, muchos veteranos de las guerras napoleónicas, ayudaron a profesionalizar los ejércitos rebedes e intervinieron en batallas cruciales como Boyacá y Carabobo, jugando un papel fundamental en la independencia de varias naciones sudamericanas.

Capitulación de la batalla de Pichincha 
San Martín asumió el 3 de agosto de 1821 el mando y el poder del Perú con el título de “Protector”. Renunció al protectorado del Perú el 20 de septiembre de 1822. Su gobierno duró un año y un mes y medio.
¿Cuáles fueron los actos más significativos de su gobierno?
1. Lord Cochrane (inglés), el jefe de la flota, se apoderó de todos los fondos del gobierno peruano (Tesoro de la Real Hacienda), y de fondos particulares de Lima, que San Martín había resguardado en los buques peruanos Jerezana, La Perla y La Luisa “para evitar que cayeran en poder de las fuerzas realistas en caso de que éstas tomasen la ciudad de Lima”.
Sin entrar a considerar justificaciones, explicaciones o excesos, tenemos lo siguiente: tan inmensa cantidad de caudales colocados en tres buques fueron fácil presa de Lord Cochrane, quien parte inmediatamente hacia Londres. Ocurrió lo mismo que en Buenos Aires en 1806, donde Beresford embarca el Tesoro de la Real Hacienda (40 toneladas de oro amonedado) en el navío Narcissus con rumbo a Londres. Es lo mismo que sucedió en Potosí, donde Pueyrredón asalta y destruye la Casa de Moneda (agosto de 1811), enviando a Buenos Aires un millón de piezas de plata que el gobierno entrega por títulos de crédito a comerciantes británicos, que lo envían a Londres. En 1822 los británicos se apoderan de doce toneladas de oro amonedadas en Sant Fe de Bogotá (ahora Colombia). Coetáneamente acontece lo mismo en Guatemala (América Central Unida) y México.
 Dr. Julio C. González, “La involución hispanoamericana” “San Martín, Inglaterra y el oro peruano” . “Merecen una mención particular… las Compañías Británicas. A las que Su Excelencia, el Presidente de la República, les ha concedido la ‘Estrella de los Libertadores’ en premio de su constancia y de su valor.” – Coronel Manuel Manrique, Jefe del Estado Mayor, durante la batalla del Pantano de Vargas (Boyacá).

Willam Beresford  

Bajo el mando de Simón Bolívar, los voluntarios británicos llegaron a ser más de siete mil. En el Cono Sur, su número fue menor, aunque no despreciable, pero dado que combatieron en unidades menores mezcladas con tropas de otras procedencias es más difícil seguir sus peripecias.
En general se trataba de veteranos de las Guerra Napoleónicas, originarios de Inglaterra, Escocia e Irlanda, pero también de los territorios alemanes que pertenecían a la Corona británica. Su motivación era tanto política como económica.
Aunque Gran Bretaña había ayudado a liberar la Península Ibérica de las fuerzas de Napoleón, (1808-1814), lo hizo también por lo que se jugaba. Napoleón quería inadir Inglaterra y por eso necesitaba hacerse con España y Portugal. Para la mayoría de los británicos España era “el enemigo”. El Parlamento londinense, según se desprende de sus sesiones, tenía bien en claro que no debía permitirse a España recuperar su antiguo esplendor imperial,  a pesar de los compromisos contraídos en el Congreso de Viena. A nivel popular, la “leyenda negra” estaba muy presente y la posibilidad de liberar a los americanos de la opresión del “papismo” español, era un mandato casi religioso. Por otro lado, en plena revolución industrial con salarios de miseria y el hacinamiento urbano, las historias de un continente extensísimo, rico y casi despoblado, iluminaban la imaginación de los más aventureros. Finalmente, un factor nada despreciable era el de una enorme cantidad de veteranos de casi treinta años de guerra que estaban ahora peligrosamente desocupados y que el gobierno británico quería sacar de la metrópoli.

Francis Burdett 

Por su parte, el gobierno de Londres, si bien extraoficialmente siempre les prestó apoyó, tuvo públicamente una actitud ambivalente frente a ellos: por momentos los condenó como mercenarios; por otros, los alabó como luchadores de la libertad. En cualquier caso, muchos de los oficiales de estas tropas de voluntarios, luego serían reincorporados con sus mismos rangos en el Ejército o la Armada de Gran Bretaña, como si hubiesen estado cumpliendo servicios a Su Majestad británica durante su estancia en América del Sur.
En marzo de 1819, Bolívar decidió unificar a las tropas británicas bajo su mando en una única brigada, que tuvo a James Rooke como comandante. El irlandés Rooke, veterano de las campañas contra la República Francesa y luego Napoleón, amigo íntimo del Príncipe de Gales, se había unido a Bolívar en Angostura, quien le dio el mando del 1º Regimiento de Húsares de Venezuela (compuesto mayormente por voluntarios británicos) y junto a quien combatió durante la campaña.
Luego de combatir en la batalla del Pantano de Vargas, donde Rookeperdió un brazo que le fue amputado.
English, hijo de un comerciante de Dublín, había sido proveedor y, luego, oficial de intendencia del Ejército Británico durante las Guerras Napoleónicas. En mayo encontró a López Méndez, el agente de Bolívar en Londres, y se hizo pasar como teniente de caballería. Fue así que, como Capitán en comisión, se unió en diciembre de ese año a los Húsares venezolanos.
En mayo, el coronel English firmó un contrato con el gobierno “patriota” para reclutar mil hombres en las Islas Británicas. Obtendría un beneficio de 50 libras esterlinas por cada hombre y el grado de General de Brigada en comisión, así como el mando de esta nueva Legión. English tuvo mayor éxito del esperado, y logró embarcar rumbo a Venezuela un grupo de dos mil voluntarios. El nuevo general británico desembarcó en Margarita tomando inmediatamente el mando de todas las tropas de voluntarios extranjeros.

General Johann von Uslar

En julio de 1819, las tropas de English participaron de la toma de la fortaleza de El Morro y la ciudad de Barcelona. Los mercenarios británicos cometieron toda clase de vejaciones, violaciones, robos y destrozos. Hasta las iglesias fueron profanadas.
Impresionado, el general Rafael Urdaneta, encargó a la Legión Británica capturar el fuerte de Agua Santa. English alegó estar enfermo, mientras sus mercenarios eran masacrados por los defensores realistas. Como consecuencia de esto, Blossett tomó el mando de la Legión, mientras English era enviado a Margarita, donde murió en extrañas circunstancias en ese año.
Aylmer en 1798 se había unido a la rebelión irlandesa que, imitando la revolución francesa, los llamados Irlandeses Unidos habían intentado para liberar la Isla Esmeralda y convertirla en una república democrática. Luego de ser derrotado en Ovidstown, sostuvo una guerra de guerrillas en el llamado “bog” de Allen contra las tropas británicas. Finalmente, a cambio de un salvoconducto hacia el exilio, se entregó.
Terminadas las Guerras Napoleónicas y sin perspectivas revolucionarias en Irlanda, en 1819 partió con otros doscientos irlandeses hacia Venezuela. Creada la Legión Irlandesa por el Tte. Coronel O’Connor, Aylmer quedó como segundo al mando.
Herido en la batalla de Río Hacha, murió en Jamaica el 20 de junio de 1820. Nacido en Irlanda, Francis Burdett O’Connor pertenecía a una familia protestante de terratenientes. La Revolución estaba en la genética de este futuro prócer venezolano.

George Canning

Junto con Aylmer, organizó y dirigió la Legión Irlandesa, arribando a la isla Margarita en septiembre de 1819. La vida de estos irlandeses voluntarios en Margarita fue terrible. Bolívar no había encargado preparativos y no había vituallas ni refugios para ellos. Muchos murieron de enfermedades y otros decidieron regresar a Europa. Recién en diciembre la Legión fue reorganizada como regimiento y comenzó a prepararse para desembarcar en Venezuela. En marzo del 20, desembarcaron y tomaron Río Hacha, bajando la Cruz de San Andrés y colocando en su lugar la bandera verde irlandesa con el harpa en el centro. O’Connor y sus lanceros irlandeses tuvieron una actuación destacada en el combate de Laguna Salada, donde —según la propaganda “patriota”— 170 voluntarios derrotaron a más de 1700 realistas. Amotinados por no recibir los pagos prometidos, los irlandeses debieron ser desarmados y conducidos bajo vigilancia a la isla de Jamaica.
Bolívar tuvo en mucha estima a O’Connor y, tras regresar de Panamá, lo hizo Jefe de su Estado Mayor para la campaña de “liberación” del Perú. Fue posteriormente asesor del Ejército Peruano-Boliviano, junto a Otto Braun, y tuvo un papel primordial en la derrota al Ejército Argentino en la batalla de Montenegro/Cuyambuyo. En ese tiempo abandonó su ateísmo y se convirtió a la religión católica, falleciendo en Tarija en 1871.
George Elsom fue el primero en arribar a Angostura con sus legionarios. (Curiosamente lo hizo en la fragata HMS “George Canning”, que tiempo después traería a Buenos Aires a San Martín y demás miembros de la Logia Lautaro.) Luego formará en el 2º Regimiento de Lanceros de Venezuela a las órdenes de Skeene, y finalmente comandará el 2º Regimiento de Rifles de Venezuela. Junto a los hombres de Elsom, venía un grupo de doscientos hanoverianos (alemanes vasallos del Rey británico) a las órdenes de Johan Uslar, o Uzlar.


Lord Thomas Cochrane

Posteriormente, llegarían a Venezuela más voluntarios en expediciones comandadas por los coroneles del Ejército Británico: MacDonald, Campbell y Wilson. El escocés Donald MacDonald comandaba el 1º Regimiento de Lanceros de Venezuela, que habían dejado Portsmouth a fines de julio con destino a Venezuela. El Cnel. MacDonald había sido un simple soldado en el Ejército Británico, pero supo aprovechar las oportunidades. Sirvió en las Antillas, contra españoles, holandeses y franceses. Pero abierta la guerra contra Napoleón en la Península Ibérica, se presentó voluntario en el Ejército Portugués. Así llegó a ayudante de campo el Gral. Ballesteros. Pero el fin de las Guerras Napoleónicas no le sentó bien y pronto se vio abrumado por las deudas.
Por su parte, Peter Campbell reclutó y mandó un Regimiento de “Rifles Negros” en Venezuela y Colombia.
Henry C. Wilson tenía a su mando los llamados “Húsares Rojos”. Estuvo en la Península Ibérica y logró un buen dominio del castellano. Fue por eso que López Méndez lo pondría al frente de los otros coroneles británicos
El 1º Regimiento de Artillería de Venezuela quedó al mando de Joseph Gillmore. De origen irlandés, sirvió como Guardiamarina en las Antillas. Junto con otros oficiales británicos, se unió al Ejército Portugués; en su caso integrándose a la artillería de montaña.
Otro oficial británico que se destacó fue Gustavus M. Hippisley, jefe del 1º Regimiento de Húsares de Venezuela. Ya el 14 de mayo de 1817 acordó con López Méndez los términos del contrato que fue reproducido por el diario Morning Chronicle sin provocar ninguna reacción adversa por parte del gobierno de Londres.

Francis Burdett 

Otros muchos próceres británicos hubo en la América del Sur. Los nombres de Daniel Florence O’Leary, Gregor MacGregor, John Devereux, los hermanos James y John Mackintosh, Richard Trevithick, Thomas C. Wright, Alexander Alexander, George L. Chesterton, William Davy, Thomas I. Ferrier, Thomas Foley, Peter A. Grant, James Hamilton, John Johnstone, Laurence McGuire, Thomas Manby, Richard Murphy, John Needham, Robert Piggot, William Rafter, James Robinson, Athur Sandes, Richard L. Vowell, etc. Asimismo y simultáneamente, los buques británicos “Indian”, “Prince”, “Britannia”, “Dawson” y “Emerald”, servirán a los “patriotas”.
Las historias al servicio de los intereses británicos merecen ser contadas.

martes, 4 de noviembre de 2025

BANDERAS Y ESCUDOS DE LA I Y II REPUBLICA

Sobre la bandera de la I República Española, sólo decir se utilizó la misma bandera rojigualda que se había adoptado en 1785. Lo único que se cambió fue la ausencia de la corona real en el escudo, unificándose bajo este símbolo la bandera del ejército. Vigente en 1873 y parte de 1874. Pero no hay que confundirla con la de la II República, de la cual no se sabe con exactitud quién fue su diseñador, pero sí que hacia finales del siglo XIX ya se venía usando en diversos círculos republicanos. 

BANDERA DE LA I REPÚBLICA 

En 1904 el pintor catalán Antonio Estruch la plasmó en un óleo titulado “Manifestación por la República”.  Unos días después de la instauración de la Segunda República, el nuevo gobierno establecía la bandera tricolor como oficial de España en su Decreto del 27 de abril de 1931. El texto oficial argumentaba así el cambio de bandera: “Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España”. Además, las tres franjas pasaban a ser iguales, perdiendo así la bandera española su singularidad.

ESCUDO DE LA I REPÚBLICA

El primer error fue que la bicolor no era la bandera de la monarquía, sino de la Nación Española. El Real Decreto de 28 de mayo de 1785 con el que Carlos III estableció el nuevo pabellón naval español hablaba de “Bandera nacional”, no de “Bandera real”. De igual forma, en el Real Decreto de 13 de octubre de 1843 que convirtió ese pabellón naval en bandera oficial de España en todos los ámbitos, se la cita también como “bandera nacional”. Lo que representaba a la monarquía era, en todo caso, el escudo, o más particularmente la corona que lo timbraba.
Por otra parte, cuando el gobierno republicano se refería a la “insignia de una región ilustre” estaba haciendo alusión al pendón de Castilla. Es probable que el deterioro de las banderas con el paso del tiempo pudo llevar a la confusión de que el pendón castellano era morado. También es posible que el carmesí, verdadero color del pendón de Castilla, se confundiese con morado, cuando es en realidad una variante del color rojo, tirando hacia el granate. El actual guion del Rey Felipe VI es carmesí, recogiendo esa tradición castellana. Carmesí, no morado.
Al error cometido con la bandera hay que añadir los errores cometidos con el escudo. El citado Decreto del 27 de abril de 1931, paradójicamente, hablaba de “escudo de España” para referirse al formado por las armas de Castilla, León, Navarra, Aragón y Granada, con las columnas de Hércules y el lema de “Plus Ultra”. Lo curioso es que todos esos elementos habían sido introducidos por la monarquía, igual que la bandera bicolor: ¿por qué conservarlos y al mismo tiempo cambiar la bandera? Hay que recordar que las distintas partes de ese escudo se corresponden a otros tantos reinos medievales. La República no tenía inconveniente en reconocer esos reinos ¿por qué cambiar la bandera?

BANDERA DE LA II REPÚBLICA 
Además, el escudo elegido para la Segunda República iba timbrado por una corona mural. Éste es otro de los errores cometidos, pues dicha corona es un símbolo que se usa en la heráldica de ciudades. 
En la antigua Grecia se usaba como corona de la diosa Tyche, que personificaba la prosperidad de una ciudad. En Roma se otorgaba al primer soldado que conseguía situar la enseña militar sobre las murallas de una ciudad enemiga. 

ESCUDO DE LA II REPÚBLICA 

En Italia, Portugal y Rumanía esa corona se usa para timbrar exclusivamente escudos de ciudades. Su primer uso en un emblema nacional tuvo lugar en España en 1869, cuando el gobierno provisional establecido tras la Revolución que derrocó a Isabel II acuñó monedas con el mismo escudo que luego usaría la Segunda República. 
El objetivo, claro, era no dejar sin corona un escudo que tradicionalmente la había tenido, aunque para ello se cometiese un claro error heráldico. Sólo hay otro caso en que se haya usado esa corona mural en un emblema nacional: tras la caída del Imperio Austrohúngaro, la nueva República de Austria cambió la corona imperial que coronaba la antigua águila bicéfala por una corona mural coronando un águila de una sola cabeza. 
Todas las demás repúblicas prescinden del uso de coronas, con algunas salvedades, como Polonia, cuyo águila blanca conserva la corona real, señal de que en esa República no tienen reparos en asumir su historia.

sábado, 1 de noviembre de 2025

CAIDA DEL IMPERIO ROMANO - HISPANIA

El pueblo astrogodo de los Tervingios apelaron al emperador romano Valente para que le permitiera establecerse con su pueblo en la orilla meridional del Danubio, donde esperaban refugiarse de los hunos que eran enemigos.

Valente se lo permitió, sin embargo, estalló el hambre, y Roma no estaba dispuesta a proporcionarles la comida que les prometieron, ni tampoco la tierra; se produjo una revuelta que llevó a seis años de saqueo y destrucción en los Balcanes, la muerte de un emperador romano y la aniquilación de todo un ejército romano. La batalla decisiva fue la de Adrianópolis, en 378, en la que los tervingios derrotaron al ejército del Imperio romano de Oriente mandado por el emperador Flavio Julio Valente, que murió en la batalla. Fue este el último combate en el que se emplearon las clásicas legiones.
Los alanos fueron destrozados, más adelante, por los visigodos que, muerto su rey y destruido el reino, los pocos que quedaron se acogieron al patrocinio del rey de los vándalos, que se había retirado a la Gallaecia. En 418 derrotaron a los vándalos silingos en la Bética. Alanos y silingos, como pueblos independientes, desaparecieron para siempre.
Los visigodos en Hispania con su caudillo Valia (o Walia) al frente, cumpliendo lo que habían prometido a Constantino: liberar Hispania de los vándalos asdingos y silingos y de suevos y alanos. Sin embargo, esta segunda invasión acabó de hecho con las esperanzas de la población hispanorromana, que siempre había confiado en una milagrosa recuperación del Imperio.

Quedó así Hispania despejada para que los suevos fueran el poder predominante, más asentados que vándalos y alanos, no desaprovecharon la oportunidad de expandir su reino ocupando primero las comarcas abandonadas por los asdingos, en 422, y la mitad de Gallaecia para luego bajar por el valle del Tajo y del Guadiana y llegar a establecer guarniciones en Lisboa y en Mérida, en 439. Para esta expansión partían desde su afianzado asentamiento en la Gallaecia, que les proporcionaba una retaguardia segura. Además sus reyes, de religión católica, eran vistos por muchos hispanorromanos como un alivio frente a los desmanes de alanos y vándalos, de religión arriana oficialmente, pero que la mayoría de las veces resultaban ser simplemente paganos.
Las tropas visigodas cruzaron los Pirineos y en 456 capturaron al rey Requiario, relegando a los suevos al territorio comprendido entre las actuales Galicia, parte de Asturias y León y la mitad norte de Portugal. El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI. El resto del territorio peninsular era de control visigodo. El reino suevo perduró con altibajos hasta el año 585. Los visigodos ya llevaban asentados más de un siglo.

VISIGODOS

En el  414, el general romano Constancio atacó al rey visigodo Ataúlfo, que proclamó de nuevo emperador a Atalo. Ataúlfo fue forzado por Constancio a refugiarse en Hispania.
Atalo, perdiendo otra vez la ayuda de los visigodos, fue capturado y depuesto. Aquí es donde nace la monarquía en Hispania, con el rey visigodo Ataúlfo.
En 415, en virtud de un pacto (foedus) celebrado entre el emperador romano Honorio y el rey  visigodo Walia, los visigodos se asentaron en la provincia romana de Aquitania Secunda, en el sur de las Galias. Para frenar el avance, el Imperio romano de Occidente autorizó a los visigodos a asentarse y controlar territorios de Hispania. Los visigodos recibieron tierras donde establecerse, a cambio de la obligación de defender el Imperio frente a los enemigos, las “bagaudae” (rebeliones),  y otros pueblos germánicos.

Los visigodos constituyeron un reinado en suelo imperial, con capital en Tolosa, (Toulouse) que perduró hasta el 507 en la batalla de Vouillé entre francos y visigodos, con derrota de estos, que tuvo como consecuencia el traslado del reino visigodo de Toulouse actual en       Francia, a Toletum,(Toledo) en Hispania.  Y aquí permanecería hasta la invasión musulmana en el 711.
El Imperio Romano de Occidente había desaparecido en el 476, y los visigodos alcanzaron su independencia. En ningún momento los visigodos se consideraron invasores ya que su asentamiento en Hispania había sido legalizado por el ya muerto Imperio Romano de Occidente. La población autóctona, hispano-romanos tampoco los vio como invasores.
Odoacro, rey de los hérulos, tribu germana que procedía de Escandinavia, derroca al último emperador de Roma, Rómulo Augústulo, en septiembre del 476. Este hecho marca el fin del Imperio Romano: desaparece el imperio occidental mientras que el imperio oriental bizantino sobrevive hasta la caída de Constantinopla, en 1453.
La caída del Imperio Romano en el año 476 d.C. marcó un hito en la historia europea. Fue un evento que cambió el rumbo de un continente y dio lugar a una era de transformaciones profundas conocida como la Edad Media.

PINTURA EXALTANDO LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO 
Con la caída de Roma, Europa Occidental se sumió en un profundo vacío de poder. Las estructuras políticas y administrativas romanas desaparecieron, dejando a las provincias occidentales en manos de una variedad de grupos bárbaros, entre ellos los visigodos, ostrogodos, vándalos y francos. Estos grupos establecieron sus propios reinos y sistemas de gobierno en las tierras que alguna vez fueron parte del Imperio.
El colapso de la autoridad romana llevó al surgimiento del feudalismo, un sistema en el que los señores feudales gobernaban sus territorios a cambio de servicios militares y lealtad de sus vasallos. Esto condujo a una sociedad altamente estratificada, con una nobleza guerrera en la cima y campesinos en la base. La descentralización del poder político se convirtió en la norma, y la lealtad personal reemplazó en gran medida a las estructuras de gobierno centralizado.

A medida que las estructuras políticas se desmoronaban, la Iglesia Católica emergió como una institución de poder y estabilidad en Europa. Los monasterios se convirtieron en refugios de conocimiento y aprendizaje, y los monjes preservaron textos antiguos, incluidos los escritos de los filósofos griegos y romanos. La Iglesia también desempeñó un papel crucial en la conversión de los bárbaros al cristianismo, lo que contribuyó a unificar espiritualmente a Europa, que vivió un período de invasiones y migraciones continuas. Los vikingos se aventuraron desde el norte, saqueando y comerciando, mientras que los musulmanes avanzaron hacia el oeste desde el sur. Estos eventos contribuyeron a la inestabilidad y al cambio constante en las fronteras políticas y culturales.
A pesar de la inestabilidad, surgieron destellos de renovación cultural en este período. Uno de los más destacados fue el Renacimiento Carolingio, promovido por Carlomagno y su imperio franco.
Se fomentó la educación y la cultura clásica, lo que allanó el camino para el renacimiento cultural posterior.

ESTADOS CRISTIANOS-495 D.C.
La caída del Imperio Romano marcó el inicio de la Edad Media en Europa. Un período caracterizado por la fragmentación política, el feudalismo, el crecimiento de la Iglesia Católica y la migración de pueblos. A pesar de los desafíos, Europa emergió de esta época tumultuosa con una identidad cultural única y un legado de aprendizaje y desarrollo que sentó las bases para el Renacimiento y la Edad Moderna.
La caída de Roma no fue el fin, sino el comienzo de una nueva y compleja etapa en la historia europea.

viernes, 31 de octubre de 2025

CONSTITUCIÓN DE 1812

Popularmente llamada La Pepa, fue promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1912, por las Cortes Generales Españolas en Cádiz. Se trata de la primera Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo. Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España del borbón Fernando VII. Posteriormente se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837.

"Promulgación de la Constitución de 1812', por Salvador Viniegra (1912).
La Constitución se aprobó durante la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), y fue la respuesta del pueblo español a las intenciones invasoras de Napoleón Bonaparte que, aprovechando los problemas dinásticos entre Carlos IV y su hijo Fernando VII, aspiraba a constituir en España una monarquía del Imperio,  con “Los Acuerdos de Bayona”, carta otorgada por Napoleón Bonaparte a la familia Borbón, que establecía el primer texto constitucional español. Aunque era una carta otorgada con fuerte poder para el rey José Bonaparte, incluyó algunas libertades y elementos de la tradición española.  
Una monarquía satélite, como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia, destronando en España a los Borbones y coronando a su hermano José Bonaparte.
Pero la respuesta de los ciudadanos, jalonada por sucesos como el Motín de Aranjuez, las Renuncias de Bayona y el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo, encerró un segundo significado para una pequeña parte del pueblo español. Sin embargo, apenas si entró en vigor, puesto que buena parte de España se encontraba en manos del gobierno de José I Bonaparte, y otra en poder Juntas opuestas a José I. El resto de los territorios de la Corona Española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra contra el invasor. La Constitución establecía la soberanía en la Nación, que residía en el pueblo, ya no en el rey, se establecía una monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey, el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones. Además, incorporaba la ciudadanía española para todos los nacidos en territorios americanos, prácticamente fundando un solo país junto a las colonias americanas. Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución». No contempló derechos para la mujer, ni siquiera la ciudadanía, aunque hoy sería impensable este hecho, por entonces esto sucedía en los usos y costumbres de toda Europa. No obstante fue la Constitución más liberal de las existentes. Pensemos que solo eran anteriores a esta la de Estados Unidos de 1787 y la de la Revolución Francesa de 1789.

JOSÉ BONAPARTE
La España patriota, disgregada en un movimiento acéfalo de Juntas, entre levantamientos, sitios y guerrillas se unió finalmente en una Junta Central Suprema, y después en una Regencia de cinco miembros, cuyos cometidos principales fueron la dirección de la guerra y la reconstrucción del Estado. La designación de los Diputados a las mismas se realizó de manera anómala, explicable por la situación del país, y su aportación fundamental fue la Constitución de 1812. La obra de las Cortes de Cádiz combinó las tendencias constitucionales netamente españolas y la afrancesada. En efecto, la constitución enlazaba con las Leyes tradicionales de la Monarquía española pero, al mismo tiempo, incorporaba principios del liberalismo democráticos. La separación de poderes, la más rígida de nuestra historia, siguió el modelo de la constitución francesa de 1791 y la de los Estados Unidos, inspirada en el pensamiento de Montesquieu. Las Cortes se organizaban en una Cámara única, pues se temía que el clero y la nobleza consiguieran apoderarse de una Asamblea de Próceres, obstaculizando la renovación política, social y económica que se pretendía operar. Los diputados a Cortes eran elegidos mediante sufragio indirecto, siendo necesario para ser candidato poseer una renta anual procedente de bienes propios, con lo cual, el Parlamento quedaba en manos de las clases acomodadas. En lo que a los poderes del Rey se refiere, se introdujeron modificaciones sustanciales. Si en el Antiguo Régimen el Rey había ostentado su condición en virtud de un título divino, ahora lo hacía por la gracia de Dios y la Constitución. Su poder se vio limitado, conservando una participación en el Poder legislativo, con una tímida iniciativa y un veto suspensivo así como la titularidad del Poder ejecutivo, aunque sus actos debían ser refrendados por los Secretarios de despacho. Fernando VII fue de los pocos monarcas que disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español, que había luchado contra las tropas francesas por el restablecimiento de su rey al que llamaban “el deseado”.
Obligado a abdicar en Bayona por Napoleón, pasó toda la Guerra de Independencia preso en Valençay, siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas Españolas, por el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz. Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España.
Sin embargo, el “Deseado” pronto se reveló como un soberano absolutista. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia. Derogó la Constitución a su vuelta a España en 1814, implantando el más férreo absolutismo durante seis años.

Tras el pronunciamiento de Riego en 1820, precisamente con las tropas que debían viajar a América para detener la emancipación, el Rey juró la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio liberal. “Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella Constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812. He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré siempre su más firme apoyo. Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional” Manifiesto del Rey el 10 de marzo de 1820. El pronunciamiento de Riego, dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. A medida que los liberales moderados eran desplazados por los exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, que fueron un contingente francés con voluntarios españoles que combatió en 1823 en defensa de Fernando VII de España, poniendo fin a la Guerra Realista y al Trienio Liberal. Con ello terminó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente, durante el resto del ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España, tanto en América, en las constituciones de las viejas colonias españolas al independizarse, como en Europa, en la que durante años operó como un auténtico mito, influyendo en las ideas constitucionales portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en la Rusia zarista.

martes, 28 de octubre de 2025

URRACA I DE LEÓN – PRIMERA REINA EN EUROPA

Hija y sucesora de Alfonso VI y de la reina Constanza de Borgoña, a su muerte la sucedió su hijo Alfonso VII. Urraca, vino al mundo seguramente en 1081.
La primogénita legítima conoció las dificultades que le acarreaba ser mujer: su infancia estuvo dominada por la contradicción entre el hecho de ser la heredera del Trono de su padre y el deseo de éste de suplantarla, en esa condición, por un vástago varón. Carente de legítima descendencia masculina, no dudó Alfonso VI en convertir en heredero del Trono al fruto de sus relaciones con la princesa musulmana Zaida. Y, tal vez para asegurar una legitimidad que se presentía insegura, el Rey procuró la presencia del pequeño Sancho, un niño de pocos años, en los actos propios del gobierno real.


Entre los nobles francos estuvo el duque Eudes de Borgoña, sobrino de la reina Constanza; le acompañaban su hermano Enrique y Raimundo, miembro de la familia condal de Borgoña. Los integrantes de la expedición visitaron a la Reina. Se concertó entonces el matrimonio de Raimundo y la princesa Urraca.
La infanta era una niña de seis años que se convertía en prometida de un hombre mucho mayor que ella. El noble borgoñón llegó a León tras la batalla de Sagrajas respondiendo al llamamiento que Alfonso VI realizó a la cristiandad europea con la intención de organizar una cruzada contra los almorávides que asolaban sus reinos. Urraca concibe dos hijos legítimos, Sancha y Alfonso, llamado a ser su sucesor.
El año de su primera boda fue también el año de la muerte de su madre y el año del nacimiento de su medio hermano Sancho. Las expectativas políticas cambiaban radicalmente. De heredera del Trono de León, Urraca pasaba a ser condesa consorte de Galicia.
De su matrimonio con Raimundo de Borgoña nacieron dos hijos, Sancha y Alfonso. El niño Alfonso recibe en el bautismo el nombre del abuelo, el Monarca reinante, a quien, después de Urraca, está destinado a suceder.
Su esposo, Raimundo de Borgoña falleció en Grajal, en septiembre de 1107. Urraca lo enterró en Galicia y mantuvo el señorío de Galicia, a condición de permanecer soltera; en caso de casarse nuevamente, el gobierno de la región pasaría a su hijo Alfonso. Urraca sucedió a su difunto esposo en el señorío del oeste del reino leonés. Sus tierras abarcaban Galicia, la comarca de Zamora y el suroeste de León, Coria, Salamanca y Ávila.
A partir de aquí gobernó como reina en sus posesiones.
La muerte de Sancho, el hijo varón del Rey, ocurrida en Uclés, en mayo de 1108, volvía a desordenar la política leonesa. La vida de Urraca cambió de manera sustancial: de nuevo se convirtió en la legítima heredera del Trono. Roto definitivamente el sueño del heredero varón, Alfonso VI reconocía antes de morir los derechos de su hija. Alfonso VI, antes de fallecer, le impone a su hija una "bodas malditas" con Alfonso I de Aragón "El batallador" temiendo que las rivalidades que existían entre los nobles castellanos y leoneses se incrementaran por este motivo, decidió casar a Urraca con el rey aragonés Alfonso I de Aragón.


Uno y otro acordaron que, si tenían un hijo en el matrimonio, el cónyuge superviviente y luego el hijo de ambos heredaría el conjunto de lo que pertenecía a los dos. Si no hubiera hijos, Alfonso Raimúndez sería el heredero. El cumplimiento del acuerdo quedaba condicionado a que el comportamiento de Urraca se ajustase al que la buena esposa debía tener para con su buen señor, es decir, para con su marido. El modelo feudal de la relación entre el señor y el vasallo se insertaba en el núcleo de la familia y era aceptado por la Reina, que admitía convenir con el rey Alfonso, “señor y esposo mío”. Por más que Urraca fuera la sucesora legítima en el Trono de León y por más que se empeñara en ejercer plenamente la función de Reina, había de hacerlo desde su condición de mujer.
En Toledo los nobles del reino se mostraron disconformes con que se materializase este matrimonio, a este acuerdo se opusieron tanto la propia Urraca como parte de la nobleza. Pero la muerte de Alfonso, en julio de 1109 en Toledo, precipitó que Urraca heredara la corona y se convirtiera así en la primera mujer en Europa en ejercer de pleno derecho un reinado.
El alto clero estuvo, en general, en contra del segundo matrimonio de Urraca desde el principio, mal avenido con el rey aragonés. Una segunda facción tenía su centro en Galicia y su rechazo a la unión entre Urraca y Alfonso venía motivado por la pérdida de los derechos al trono leonés del hijo de Urraca, Alfonso Raimundez. Recordemos que mantendría el señorío de Galicia a condición de quedarse soltera, pero el sucesor era el primer hijo que ya había muerto como dijimos. 
Desde junio de 1110 las relaciones entre Alfonso de Aragón y Urraca de León, unidos en matrimonio, habían empeorado. Urraca concedía en agosto importantes privilegios a Diego López de Haro, a la sazón señor de Álava, Vizcaya y Nájera (donde la reina comenzó a reunir tropas) para atraerse partidarios a su causa, apoyada por ciertos sectores de la nobleza de León, Castilla y Galicia, que se acogieron a los derechos al trono de su hijo, el nieto de Alfonso VI, el infante Alfonso Raimundez (futuro Alfonso VII), que habían quedado relegados en el contrato matrimonial de Urraca y el Batallador. Toda esta facción se levantó en rebeldía contra el rey de Aragón, a quien veían como un intruso, por lo que propagaban una imagen del Batallador muy negativa que posteriormente reflejaron las crónicas leonesas, como la Crónica compostelana. Por otro lado, Bernardo de Toledo, el arzobispo primado de España, recibía en Sahagún ante la presencia de los obispos de León y Oviedo misivas del Papa en que declaraba la nulidad matrimonial de Alfonso y Urraca con el pretexto de una lejana consanguinidad, y amenazaba con excomulgar a ambos esposos de no llevar a cabo su mandato.

BATALLA DE CANDESPINA 
Así pues, se generó un ambiente hostil contra el rey Alfonso I que escondía una auténtica guerra civil entre partidos enfrentados en el fondo por ambiciones de poder feudal y que obtuvieron apoyo de la población descontenta a causa de un periodo de escasez. Dada esta situación, la reina Urraca encabezó un partido rebelde contra su esposo y congregó en Burgos las fuerzas de importantes prelados y magnates leoneses, castellanos, portugueses y gallegos, entre cuyos caudillos cabe citar al conde Pedro Ansúrez, Fruela Díaz o Rodrigo Muñoz, todos ellos comandados por Gómez González (supuesto amante de Urraca) y Pedro González de Lara, cuya actuación sería decisiva en el resultado de la batalla. Alfonso I, por su parte, consiguió contar con el apoyo del conde Enrique de Portugal.
La rebelión gallega contra el poder real fue solo el comienzo de una serie de conflictos políticos y bélicos que los caracteres opuestos de Urraca y Alfonso y su antipatía mutua alentaron en años sucesivos y que sumieron a los reinos hispánicos en una continua guerra civil.
La ruptura llegó muy pronto. El día 13 de junio de 1110 la Reina encabezó un documento de donación al Monasterio de Silos como Urraca, reina de toda España e hija del emperador Alfonso. Era la expresión en términos políticos del rechazo de la tutoría del Rey de Aragón y la afirmación de la propia independencia sobre la tradición de la idea imperial leonesa.
En la segunda mitad de 1110, la reina fue recabando apoyos en todo el reino; los obtuvo en Castilla,] León, La Rioja, la Extremadura castellana y parte de Galicia. A final de año su posición se había fortalecido tanto que Alfonso acudió a negociar con ella durante las fiestas navideñas celebradas en Sahagún.
Pronto se diferenciaron dos tendencias en la facción opuesta al matrimonio radicada en la propia corte. Una apoyaba a Alfonso como soberano y estaba integrada por parte de la nobleza y la burguesía de las ciudades que bordeaban el Camino de Santiago, La otra facción apoyaba a Urraca y estuvo formada por otra parte de la nobleza y el clero, que trabajaron activamente para lograr la anulación eclesiástica del matrimonio argumentando ante el papa Pascual II que el mismo era incestuoso, debido a la consanguinidad de los esposos. La reina afirmaba, según escribe Jerónimo Zurita, que aunque el matrimonio se efectuó muerto el rey, su padre, con voluntad y orden los grandes de su reino, fue contra la suya y que recibió muchos denuestos y se le hicieron malos tratamientos por el rey de Aragón y que usaba gran tiranía y echó a los obispos de Burgos y León
Urraca decidió alejarse de Alfonso y se refugió en el monasterio de Sahagún. Alfonso I recibió noticias de que el arzobispo de Toledo estaba maniobrando para obtener la nulidad matrimonial. Este hecho, unido a los rumores de que la reina mantenía una relación amorosa con el conde Gómez González, hizo que decidiera encarcelar a Urraca en la fortaleza de El Castellar. Alfonso I tomó Palencia, Burgos, Osma, Orense y Toledo.
El conde Gómez González, junto con el conde Pedro González de Lara, logró liberar a la reina, que buscó refugio en la fortaleza de Candespina, ubicada en Fresno de Cantespino, en Segovia.


Urraca pactó con los partidarios gallegos de su hijo. Como consecuencia de este acuerdo, el joven Alfonso se asoció formalmente a su madre en el trono y fue coronado en Santiago de Compostela el 11 de septiembre de 1111. A cambio, Urraca obtuvo tropas gallegas con las que combatir a su esposo. El reforzamiento de la posición de la reina inquietó al conde Enrique de Borgoña, recién vuelto de Francia, que se unió con el rey aragonés.
Los dos bandos chocaron cerca de Sepúlveda en la batalla del Campo de la Espina o Candespina el 26 de octubre de 1110.
La Batalla De Candespina enfrentó a los ejércitos de Alfonso I el Batallador contra tropas leonesas, castellanas y gallegas que defendían el partido de su mujer, la reina Urraca I.
La batalla tuvo un desarrollo discutido, y se sabe que Alfonso I de Aragón obtuvo una clara victoria. Generalmente, se admite que en esta victoria influyeron las disensiones internas del contingente opuesto al Batallador. Pedro González de Lara comandaba la vanguardia del ejército y huyó al poco de comenzada la lid, dejando en desventaja al ejército castellano-leonés y en evidencia al otro comandante, el conde de Candespina que perecería en combate.
La victoria de Alfonso I el Batallador, aunque fue aplastante, no tuvo mayores consecuencias. Tras una continua oposición y numerosas dificultades, el rey aragonés acabaría renunciando al trono de León, al título de emperador (que había heredado de Alfonso VI) y, en definitiva, a la posibilidad de una unión dinástica entre los reinos de León y Aragón que podría haber constituido una gran unidad de reinos.
Tras la desaparición del conde Gómez en la batalla librada en Candespina contra Alfonso el Batallador, se inició la relación entre Urraca y el conde Pedro González de Lara. Las cincuenta y nueve apariciones del aristócrata castellano en los documentos reales demuestran su presencia continuada junto a Urraca. Fruto de esa relación estable fueron, por lo menos, dos hijos: Fernando y Elvira. La unión entre la Reina y el conde Pedro de Lara fue de las que duró hasta que fue disuelta por la muerte.
Murió la reina Urraca, de parto, el día 8 de marzo de 1126, en Saldaña. El lugar parece escogido voluntariamente para hacer frente a las dificultades de un embarazo problemático y de un parto que se presumía difícil. No era la primera vez que la Reina buscó refugio en estas tierras del borde norte de la Tierra de Campos. No hubo, por tanto, accidente o enfermedad repentina. Sabedora del peligro que corría, Urraca quiso acogerse a los paisajes familiares, a los lugares de la infancia.
El recuerdo del reinado de Urraca llega a las historias oficiales compuestas por los clérigos del siglo XIII.
Urraca tenía título de reina sólo porque era hija, esposa y madre de rey. Los cronistas del siglo XII, compusieron una imagen más amable de Urraca, aseguran que reinó y lo hizo durante más de cuatro años. Un poder que la reina Urraca, con el apoyo de los clérigos y aristócratas que estuvieron a su lado, ejerció plenamente en la última parte de su vida. El mantenimiento de la unidad del Reino frente a la presión aragonesa.
En los documentos y crónicas hay evidencias más que suficientes de energía, independencia, constancia, capacidad de amar, es decir, de rasgos del carácter de la reina Urraca que poco o nada tienen que ver con el papel que le asignaron, pensando en la mujer en general, los forjadores principales de la mentalidad colectiva en el tiempo de la plenitud feudal.
 

BÁRBAROS EN HISPANIA

El Emperador romano, Teodosio el Grande   que nació en Hispania, en la ciudad de Cauca, la actual Coca en el año 347 d.C., se convierte máxi...