miércoles, 30 de julio de 2025

BATALLA DE TRAFALGAR – 1805

Napoleón se había proclamado emperador en 1804.  Fue cuando Carlos IV de España y Napoleón I de Francia, merced los varios tratados firmados con la anterior República Francesa (1792-1804), el de Basilea en 1795 que puso fin a la guerra entre ambos países y España cedió su parte de Santo Domingo a Francia, y el Tratado de San Ildefonso en 1800 que entregó Luisiana a Francia a cambio de la creación del reino de Etruria con capital en Florencia.


España, como siempre deseaba recuperar Gibraltar, por lo que esa ocasión podría interesarle. Además de que esos acuerdos obligaban a España a poner a disposición de éste la Armada para combatir a la flota británica. Con lo cual nos hicimos aliados de Francia para invadir a Inglaterra comenzando por la famosa y batalla de Trafalgar. Tuvo lugar el 21 de octubre de 1805.
El origen del conflicto es en mayo de 1803. Los ingleses que rechazaban a Napoleón por su interés en dominar Europa, comenzaron las hostilidades contra Francia pese a un acuerdo firmado anteriormente. Ambas potencias sabían que la posición de España sería vital. Poseía un poderosa flota.
Napoleón reclamó a España su adhesión reclamando su compromiso de acuerdo con los Tratados que ya hemos expuesto.

HORATIO NELSON
La postura  de España estaba comprometida y se convino la aportación de la flota, hombres y gastos. Su neutralidad por tanto no existía y así lo entendió el gobierno británico, y tomó medidas registrando cualquier barco español. Esto ya en 1804 y en el mes de octubre varias fragatas atacaron un convoy español proveniente de América y hundieron un barco con pasajeros.
Esto fue lo que ya España no podía dejar sin respuesta, por lo que declaró la guerra a Gran Bretaña el 12 de diciembre de 1804 y firmó un tratado con Francia en enero del año siguiente.

FEDERICO GRAVINA 

Napoleón decidió reunir en el campo de Boulogne un ejército de 200.000 hombres para intentar un desembarco en Inglaterra. España, aportaba a disposición de Francia una treintena de navíos de línea. Ya era necesario componer una buena estrategia para distraer a la flota británica del canal de la Mancha.
Tres escuadras francesas con la incorporación de las españolas, debían reunirse en las Antillas para atraer hacia allí a la armada británica.
Un plan complejo, y la descoordinación de las distintas escuadras dio al traste con la operación. Sólo el almirante francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve consiguió salir de Tolón evitando la escuadra del almirante británico Horatio Nelson, que vigilaba el Mediterráneo. Una vez la escuadra española, al mando del teniente general Federico Gravina, se incorporó a la flota francesa, las naves pusieron rumbo al Caribe.
Tras realizar varios ataques se vio que Nelson había mordido el anzuelo, Villeneuve volvió a Europa. Pero en Finisterre, la flota combinada se topó con la escuadra británica que bloqueaba El Ferrol. El combate pese a la superioridad numérica franco-española, quedó en tablas. Dudoso Villeneuve no esperó en aguas gallegas la llegada de refuerzos franceses y acabó por poner rumbo a Cádiz, donde llegó en agosto.

DIONISIO ALCALÁ GALIANO 

Cuando Napoleón supo de la maniobra de Villeneuve, montó en cólera y le obligó a abandonar la ansiada invasión de Inglaterra. Napoleón decidió sustituir a Villeneuve y envió en su lugar, a Cádiz, al almirante François Étienne de Rosily. Pero, mientras este no llegaba, dio orden a Villeneuve de adentrarse en el Mediterráneo para apoyar las operaciones terrestres en Nápoles. Esta orden acabaría resultando fatal.
La bahía de Cádiz estaba entonces bloqueada por una escuadra  de Nelson, que esperaba la ocasión. Villeneuve se aprestó a cumplir las instrucciones de Napoleón y hacerse cuanto antes a la mar. En octubre en una reunión los españoles aconsejaron a Villenueve esperar a los británicos en la bahía y no arriesgar la salida ya que se anunciaba mal tiempo. “Aquí lo único que baja es el valor”, exclamó el contra-almirante francés Charles Magon, acalorando los ánimos. El brigadier español Dionisio Alcalá Galiano exigió una disculpa y acabó retando a Magon a un duelo que nunca tuvo lugar porque ambos murieron días más tarde. Al final, se decidió permanecer en Cádiz. Federico Gravina y otros altos mandos españoles, como Cosme de Churruca (al mando del navío San Juan Nepomuceno) o el general Cisneros (al mando del enorme Santísima Trinidad), y otros mantuvieron fuertes discusiones con los mandos franceses. Estos optaban por salir de Cádiz, mientras que los españoles recomendaban esperar, por ser el viento desfavorable y aproximarse un temporal en la zona.

COSME DE CHURRUCA

Pero Villeneuve se decidió arriesgarse para recuperar su prestigio. Ordenó la salida de la flota combinada. El brigadier Cosme Damián Churruca le dijo a un familiar que servía a sus órdenes: “Despídete de tus padres, porque mi suerte será la tuya: antes de rendir mi navío lo he de volar o he de echarlo a pique”. Cuando Rosily llegó a Cádiz, el desastre ya se había consumado.
Hasta el amanecer del 20 de octubre, la flota combinada no pudo dejar la bahía debido a la falta de viento. Se componía de 33 navíos de línea,  entre ellos el más grande de la época, el barco de la Real Armada española Santísima Trinidad, al mando del general Baltasar Hidalgo de Cisneros, con cerca de 1.200 hombres y 136 cañones. Por la tarde, Villeneuve ordenó a la flota poner rumbo a Gibraltar. Nelson sabía de las evoluciones de Villeneuve y su flota navegaba hacia la franco-española para interceptarla.
La madrugada del 21 de octubre, ambas flotas se avistaron. A las 8 de la mañana, Villeneuve tomó una decisión que resultó catastrófica. Ordenó virar en redondo para evitar que Nelson pudiera cortarle la retirada a Cádiz. Al ver la señal, Churruca exclamó: “El almirante no sabe lo que hace, estamos perdidos”. La maniobra fue ejecutada, pero, al ser el viento más flojo en cabeza que en cola, se provocaron apelotonamientos y la línea de batalla quedó confusa. El almirante Gravina, que había quedado en retaguardia con su barco, el Príncipe de Asturias, dio órdenes para rectificar la formación, pero poco se pudo hacer ante la llegada de la flota británica.

BALTASAR HIDALGO CISNEROS

Nelson disponía de 27 navíos en dos columnas, una encabezada por su buque insignia Victory, y otra al mando del vicealmirante Cuthbert Collingwood. Antes de mediodía, Nelson envió la señal de batalla a sus buques. Los españoles izaron en el mástil una cruz de madera, a la vieja usanza de su marina desde Lepanto, y se dispusieron a recibir a los británicos. Villeneuve dio orden de abrir fuego.
La columna de Collingwood se interpuso entre la retaguardia y el centro de la línea franco-española, y la de Nelson más retrasada, marchaba directa a incrustarse en el centro aliado, donde se hallaban el Bucentaure y el Santísima Trinidad. La genial maniobra del inglés consiguió cortar la línea aliada en dos partes, quedando 10 barcos en vanguardia. Los otros 23 navíos se enzarzaron con los británicos en escaramuzas que terminaron  a favor de los ingleses.
El Bahama se enfrentó inicialmente contra dos navíos de la columna de Collingwood y después contra otros dos hasta que un proyectil arrancó la cabeza a su comandante, Alcalá Galiano. Aunque antes del combate había gritado a su tripulación: “¡Tengan todos entendido que la bandera está clavada! ¡Este barco no se rinde!”. Pero, ya muerto el comandante el Bahama, capituló.
Magon, el contraalmirante francés que tenía una cuenta pendiente con Alcalá Galiano, también resultó mortalmente herido en el Algesires, y también el vasco Churruca en el San Juan Nepomuceno. Este ocupaba el último lugar de la línea de batalla y se enfrentó sucesivamente a cinco navíos británicos. Churruca perdió la pierna de un cañonazo, pero, en un gesto heroico, pidió un barril de arena a fin de cortar la hemorragia y permanecer erguido para continuar dando órdenes. Muerto su jefe y tras cuatro horas de combate, el Nepomuceno acabó rindiéndose a los ingleses. Como había escrito Churruca a su hermano: “Si oyes hablar de la captura de mi barco, piensa que he muerto”.
El Victory de Nelson sufrió el fuego de cuatro navíos antes de recibir refuerzos. Arrimado al Redoutable francés, hubo  tentativas de abordaje y fuego de fusilería sobre las cubiertas intenso. Una bala hizo saltar una astilla de la cubierta que hirió al capitán Thomas Hardy, comandante del Victory. Al rato, otra bala hacía blanco en el almirante inglés: “¡Por fin lo han conseguido, Hardy!  ¡Me han roto la espina dorsal!”. Eran las 13:25; Nelson fallecería tres horas más tarde, sabedor de la victoria.
Ante la superioridad británica, Dumanoir huyó con cuatro barcos franceses hacia Gibraltar sin apenas haber luchado, en tanto que Gravina, con la batalla ya decidida y mientras acechaba el temporal, logró reunir 11 navíos y los dirigió a Cádiz en busca de refugio. Hacia las seis de la tarde, el combate acabó tras la explosión de un navío francés, el Achille, que fue el único barco hundido durante la jornada.
La flota franco-española perdió 23 de los 33 barcos que iniciaron el combate en Trafalgar.
Collingwood, al mando de la escuadra británica tras la muerte de Nelson, decidió afrontar el temporal mar adentro llevándose consigo los 17 navíos apresados. Al día siguiente, a pesar del mal tiempo, algunos barcos de la flota combinada volvieron a salir de Cádiz y liberaron a los españoles Santa Ana y Neptuno.
En Londres, la victoria quedó ensombrecida por la muerte de Nelson, un héroe nacional. Villeneuve fue llevado prisionero a Inglaterra y asistió al funeral de su adversario. Liberado bajo palabra, volvió a Francia e intentó justificarse ante Napoleón, pero no fue recibido y acabó suicidándose. “Era un hombre valiente, pero sin talento”, comentó el emperador. Diferente consideración tenía de Gravina, “todo genio y decisión en el combate”, muerto seis semanas antes por las heridas recibidas en Trafalgar.
La pérdida de tantos bravos soldados y la tragedia humana vivida en Trafalgar harían decir a Galdós, en boca de uno de sus personajes: “¡Cuánto desastre, Santo Dios, causado por las torpezas de un solo hombre!”.


Una pequeña información de alguno de los hombres que participaron en esta famosa batalla.
Horatio Nelson Fue un vicealmirante de la Marina Real británica, conocido por sus victorias durante las Guerras revolucionarias francesas y las Guerras napoleónicas, particularmente por su victoria en Trafalgar.
Federico Carlos Gravina y Nápoli (Palermo, 12 de agosto de 1756-Cádiz, 9 de marzo de 1806) fue un marino y militar siciliano naturalizado español. Resultó gravemente herido, perdió un brazo, y esa herida terminaría causando su muerte meses más tarde. A pesar de ello, logró llegar con su navío Príncipe de Asturias a Cádiz.
Cosme Damián de Churruca, fue un científico, marino y militar español, brigadier de la Real Armada y alcalde de Motrico. En la batalla de Trafalgar estuvo al mando del navío de línea San Juan Nepomuceno, a bordo del cual encontró la muerte.
Dionisio Alcalá-Galiano fue un destacado marino, cartógrafo, militar y científico español, brigadier de la Real Armada Española, célebre por su heroica actuación y muerte en la batalla de Trafalgar al mando del navío de línea Bahama.
Baltasar Hidalgo de Cisneros y de la Torre (Cartagena, España, 6 de enero de 1756 - Cartagena, 9 de junio de 1829) fue un marino y administrador virreinal español que llegó al grado de almirante y que fue el último virrey del Río de la Plata. Fue uno de los marinos españoles más destacados que participaron en Trafalgar. Ostentaba además el rango de general y Jefe de escuadra y enarboló su insignia en el navío Santísima Trinidad, que era el barco mayor de todos los que tomaron parte en la batalla y que protagonizó uno de los episodios más intensos

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