Las Ventas es el nombre que se le dio a la plaza de toros de
Madrid porque así se llamaba la zona en la que se sitúa. Desde 1994, la plaza
de toros es un edificio considerado como “bien de interés cultural con
categoría de monumento histórico-artístico”.
De estilo neomudéjar, con
estructura metálica y fachada de ladrillo visto, construcción iniciada en 1919
durante la dictadura del General Primo de Rivera y se finalizó en la Segunda
República. La anterior plaza, situada en la carretera de Aragón, donde se encuentra
ahora el Palacio de los Deportes, tenía una capacidad inferior a la demandada
por el público. En la fachada, los escudos realizados en cerámica, representan
todas las provincias españolas.
Fue inaugurada el 17 de junio de 1931, con el nombre de plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, por ser el nombre de la zona en esa época, en una corrida a beneficio del paro obrero.
Salvo en circunstancias muy determinadas por agenda institucional, el rey Felipe VI suele acudir a la Corrida de la Prensa. Se sienta en el palco que tantas veces utilizó su abuela, la condesa de Barcelona, y su padre, don Juan Carlos. En la feria de San Isidro, la tarde de la Prensa es una de las más tradicionales junto a la de la Beneficencia, marcada en el calendario taurino.
Fue inaugurada el 17 de junio de 1931, con el nombre de plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, por ser el nombre de la zona en esa época, en una corrida a beneficio del paro obrero.
Salvo en circunstancias muy determinadas por agenda institucional, el rey Felipe VI suele acudir a la Corrida de la Prensa. Se sienta en el palco que tantas veces utilizó su abuela, la condesa de Barcelona, y su padre, don Juan Carlos. En la feria de San Isidro, la tarde de la Prensa es una de las más tradicionales junto a la de la Beneficencia, marcada en el calendario taurino.
Mucho se ha hablado y escrito sobre el tendido siete de Las Ventas en Madrid.
Casi siempre para mal; casi siempre para demonizar, casi siempre para
desacreditar.
En cualquier festejo fuera de San Isidro: de todos los de la plaza, es el más concurrido. Los demás, como de temporada, son ocupados por unos y otros según la temperatura; el siete no. Su temperatura la da el estar al calor de lo que podríamos denominar “el sentirse arropado”... por la afición. Difícil será una tarde aburrida si usted ha caído, aunque sea por casualidad, en el famoso tendido; de cualquier compañero de localidad que le toque, podrá aprender. Distinto será en San Isidro, pues si no se es abonado o muy aficionado, será difícil acudir allí. Sin que nadie lo diga ni exija: hace falta carné que avale los conocimientos.
En cualquier festejo fuera de San Isidro: de todos los de la plaza, es el más concurrido. Los demás, como de temporada, son ocupados por unos y otros según la temperatura; el siete no. Su temperatura la da el estar al calor de lo que podríamos denominar “el sentirse arropado”... por la afición. Difícil será una tarde aburrida si usted ha caído, aunque sea por casualidad, en el famoso tendido; de cualquier compañero de localidad que le toque, podrá aprender. Distinto será en San Isidro, pues si no se es abonado o muy aficionado, será difícil acudir allí. Sin que nadie lo diga ni exija: hace falta carné que avale los conocimientos.
BUEN PASE DE PECHO MIRANDO AL TENDIDO DEL 7
Decenas de años que me han permitido ver los toros desde la
grada del siete, y puedo asegurar que el tendido siete no existe, es fruto de
la imaginación de la gente. Cierto es que está allí, y son de piedra sus
incómodos asientos, y en las barreras, que dan al callejón, llevan marcado el
guarismo “7”; todo eso es cierto, pero no existe como un ente, una agrupación,
una peña, una asociación, ni tan siquiera como una corriente. No existe, sin
más. Quizás, para muchos, sea de interés que exista, tal como lo tienen acuñado
“El tendido siete”, pero, al caer la tarde, cuando todo se acaba y cada
espectador enfila la puerta de salida y coge la calle de Alcalá o el metro, ese
“tendido siete” se deshace como un azucarillo y no vuelve a aparecer ante los
ojos de los que les critican, -insisto, que para los demás no existe- hasta que
una nueva corrida se vuelve a dar y en ella aparezcan signos de alguna
manipulación.Es evidente, siempre igual: la sombra para el 9,10, 1 y 2;
el sol para el 4, 5, 6 y 7; y entre medias, a dos tendidos les tocaba aparecer
en los carteles como sol y sombra, el 3 y el 8. Y era verdad, no engañaban ni
los carteles ni el precio. ¡Ay, el precio!, diferencias abismales.
Conociendo la plaza sabemos que en el cuatro da más pronto la sombra, pero todo cuanto sucede en la lidia se hace junto al siete.
Tengan en cuenta que la suerte de varas ha de realizarse entre el 7 y el ocho; que el burladero de matadores se encuentra a un paso, entre el ocho y el nueve; y, naturalmente, los matadores tienen querencias, como los toros, y suelen girar sus saludos capoteros y faenas alrededor del burladero de referencia. Por si fuera poco todo eso, la Puerta Grande está ahí en el siete, para ver salir triunfantes a los toreros buenos. Todo esto, casi es un tratado de conocimiento de la plaza, pero para ello, para conocerla hay que acudir muchas veces.
Conociendo la plaza sabemos que en el cuatro da más pronto la sombra, pero todo cuanto sucede en la lidia se hace junto al siete.
Tengan en cuenta que la suerte de varas ha de realizarse entre el 7 y el ocho; que el burladero de matadores se encuentra a un paso, entre el ocho y el nueve; y, naturalmente, los matadores tienen querencias, como los toros, y suelen girar sus saludos capoteros y faenas alrededor del burladero de referencia. Por si fuera poco todo eso, la Puerta Grande está ahí en el siete, para ver salir triunfantes a los toreros buenos. Todo esto, casi es un tratado de conocimiento de la plaza, pero para ello, para conocerla hay que acudir muchas veces.
Es fácil deducir quienes son los que pueblan ese sector de
la plaza; los que más van y saben buscar el mejor sitio para presenciar la
lidia. Sólo se podrá poner un pero, y ese afecta al bolsillo. Se puede tener
visión igual en el nueve o diez, pero ahora mismo les digo la diferencia: tres
veces más de valor de las entradas. Además de ser menos las gentes que disponen
de esos dineros, también son menos proclives, los adinerados, a manifestarse en
una plaza o cualquier otro lugar, ¿o es que alguien ha visto alguna
manifestación de protesta, donde todos lleven corbata y trajes de Armani?, A
más dinero, más ocupaciones y más opciones donde gastarlo. Eso impide verlos
con más asiduidad en las localidades. Y los aficionados de verdad, que los hay,
por la primera razón, se les oye poco. Exigen, pues saben mucho de esto, protestan,
pues saben de lo que va y conocen sus derechos. Son celosos del toro que ha de
salir, pues como aficionados que son, requieren el toro íntegro para dar
sentido a cuanto ha de venir después. Rigurosos con los toreros, sobre todo con
los anunciados en San Isidro, pues conocen las condiciones de todos los
matadores que pueblan el escalafón y con ello, tienen escalafón propio, que no
coincide en casi nada con el que se nos ofrece en el carrusel en el que están
montadas las ferias. Y sueñan y luchan, y eso nunca será un delito, por una
Fiesta mejor y más digna.
El siete es eso y algo más: una referencia a seguir, una
reliquia que da sentido a la Fiesta, cuando el público asistente tenía
participación.
Es equivocado el tachar de reventadores a cuantos pueblan las localidades del 7, que tan difícil digieren los figurantes -es decir, los que rellenan- del resto de la plaza. Cuando un cualquier domingo de agosto, todos ellos no están, siempre podrás ver, allí, aprendiendo de toros y de toreros, un día más, a cualquiera de los odiados del siete.
El siete es la suma, así de claro, de la afición de muchos cientos de aficionados de siempre en Madrid. Eso les une, nada más... y nada menos. Unos conocimientos arraigados en una afición señera, en muchos casos heredada de sus mayores, que sigue teniendo a bien entender de toros y de toreros (razón importante, cuando saben que en el ruedo hay algunos -toros o toreros- que tienen muchos menos méritos que otros que ellos conocen, aunque los desconozcan en el resto de España pues no pertenecen al circuito ferial) y que no quiere perder aquello que ama: una Fiesta de verdad, donde el toro ostente el papel tan importante que le corresponde.
Tras sus abonos está la experiencia y a pesar de haber mejorado económicamente, muchos ya no se marchan de allí. No soportan compartir localidad con algunos de los que allí van a figurar. Como en todo, los hay gritones, inoportunos, insolentes, educados, generosos, sensibles, silenciosos; de esto último, tanto o más que en otros tendidos, doy fe, pero el peso no está en sus protestas aunque eso es lo que se ve y se oye; su peso está en que es la afición más entendida y con más horas de vuelo de Madrid. Y diciendo Madrid, se dice el mundo, pues no hay lugar donde se den más festejos, festejos que utilizan, utilizamos, para seguir aprendiendo cada día más.
Es equivocado el tachar de reventadores a cuantos pueblan las localidades del 7, que tan difícil digieren los figurantes -es decir, los que rellenan- del resto de la plaza. Cuando un cualquier domingo de agosto, todos ellos no están, siempre podrás ver, allí, aprendiendo de toros y de toreros, un día más, a cualquiera de los odiados del siete.
El siete es la suma, así de claro, de la afición de muchos cientos de aficionados de siempre en Madrid. Eso les une, nada más... y nada menos. Unos conocimientos arraigados en una afición señera, en muchos casos heredada de sus mayores, que sigue teniendo a bien entender de toros y de toreros (razón importante, cuando saben que en el ruedo hay algunos -toros o toreros- que tienen muchos menos méritos que otros que ellos conocen, aunque los desconozcan en el resto de España pues no pertenecen al circuito ferial) y que no quiere perder aquello que ama: una Fiesta de verdad, donde el toro ostente el papel tan importante que le corresponde.
Tras sus abonos está la experiencia y a pesar de haber mejorado económicamente, muchos ya no se marchan de allí. No soportan compartir localidad con algunos de los que allí van a figurar. Como en todo, los hay gritones, inoportunos, insolentes, educados, generosos, sensibles, silenciosos; de esto último, tanto o más que en otros tendidos, doy fe, pero el peso no está en sus protestas aunque eso es lo que se ve y se oye; su peso está en que es la afición más entendida y con más horas de vuelo de Madrid. Y diciendo Madrid, se dice el mundo, pues no hay lugar donde se den más festejos, festejos que utilizan, utilizamos, para seguir aprendiendo cada día más.
(Tendido del 7, autor: Adofo Jiménez. Expresidente de la Peña)
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