viernes, 3 de febrero de 2017

CARLOS III- (El ejemplo a seguir)

Como sabemos, extinguida la dinastía de la Austria llegaron al trono los Borbones, el primero Felipe V (Septiembre de 1724 a Julio 1746), luego su hijo Fernando VI (Julio de 1746 hasta Agosto de 1759), y ahora toca a Carlos III (de Agosto de 1759 a Dic. de 1788) El país vivió una etapa de reformas, con la centralización del Estado y la sustitución de los validos corruptos por ministros competentes. A pesar de ello las ideas ilustradas no acabaron de calar en gran parte de la población. Habíamos dicho antes que como consecuencia de la muerte de esposa en 1758, Fernando VI se volvió tremendamente melancólico, sumido en profunda locura, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando hasta que llegó de Nápoles su hermano por parte de padre, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando, el 10 de agosto de 1759. El pueblo lo recibió con gran esperanza, desde un recibimiento entusiasta que se le brindó en Barcelona a su llegada hasta su entrada en Madrid. No defraudó. Además de convertir Madrid y otros lugares en sitios bonitos, dentro de lo que cabe, Carlos III no era nada del otro mundo, sino de intenciones y maneras. Venía de Nápoles, de donde por esos chanchullos dinásticos de entonces había sido rey, y traía de allí aficiones, ideas y maneras que lo acercaban mucho a la modernidad. En España, claro, aquello chocaba con la oscuridad tradicional de los rectores más reaccionarios, que seguían tirando para el otro lado. Fue un rey ilustrado que procuró rodearse de gente competente. Podemos admirar la cantidad de leyes justas y oportunas con la que aquel Borbón logró airear el ambiente a cerrado que existía. Hubo leyes de apoyo a la investigación y la ciencia, repoblación con inmigrantes de regiones abandonadas, y eficaces que hacían justicia a los desfavorecidos, rompían el inmovilismo de gremios y corporaciones de talante medieval, permitían ejercer oficios honorables a los hijos ilegítimos y abrían a las mujeres la posibilidad de ejercer oficios que hasta entonces les estaban vedados. Pero no todo fueron alegrías. En lo militar la cosa no fue del todo bien. Los pactos con Francia y el apoyo a las colonias rebeldes de Norteamérica en su guerra de independencia, hicimos el lila. Apoyamos a quienes luego nos desollaría y nos zambullimos en un par de guerras con Inglaterra de las que, como siempre, pagamos los platos rotos perdiendo unas posesiones y recuperando sin conseguir recuperar Gibraltar.
Las bases ideológicas del Despotismo Ilustrado comenzaron en la primera mitad del siglo XVIII. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, genial frase que lo define todo. Con Carlos III se cumple el periodo de plenitud de la Ilustración. Carlos supo rodearse de colaboradores inteligentes, preparados y trabajadores. Deparó el reinado más fructífero de España desde los Austria. Teníamos un rey que no es que fuera muy inteligente, pero supo tener sentido común y no perdía el tiempo. No le interesaban las fiestas palaciegas. También creó una reforma fiscal importante, creó el primer banco nacional (El de San Carlos) fomentó la industrialización, amplió las comunicaciones. A su muerte en 1788 España había recuperado su posición entre las grandes potencias europeas. Supo rodearse de gentes inteligentes y preparadas, como Esquilache, el Conde de Campomanes, el Conde de Aranda, que supo poner orden en la sociedad soliviantada y el marqués de Floridablanca. Pero no fueron los únicos. La ciudad le pareció poco importante para ser la capital del reino con lo que creó un vasto plan de acondicionamiento. Entre las reformas destaca el embellecimiento y saneamiento de Madrid, empedrando las calles, poniendo alumbrado público, evacuación de basuras, construcción de paseos y monumentos como la Puerta de Alcalá, obra del arquitecto Francesco Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado. El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva. Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro. Por algo Carlos III es llamado “El mejor alcalde de Madrid”. Por supuesto que continuaba el absolutismo, que concentraba el poder en un selecto grupo de personas, garantes de la seguridad y bien del pueblo. Tenían una enorme facultad de decisión en todas las esferas y poder absoluto para le ejecución de las medidas adoptadas. Pero el poder no era un fin en si mismo, sino un medio para realizar la voluntad de transformación de una sociedad que había estado encerrada, anquilosada en viejas maneras, costumbres y con naftalina mental. La poderosa Compañía de Jesús era todo lo que los ilustrados pretendían derribar. Tenían una vasta red de colegios, influencia en la nobleza, estaban apoyados por el papa, etc. De modo y manera que con el pretexto del Motín de Esquilache, que era un ilustrado italiano que no sabía donde se había metido, Carlos III decretó su expulsión de España. Pero la Iglesia católica siguió atrincherada en sus privilegios, púlpitos y confesonarios, y también metieron un gol por toda la escuadra con la detención y proceso de Olavide, un progresista empapelado por ejecutar al fin y al cabo unas reformas que le habían encargado y al que todo el mundo, Carlos III incluido, dejaron tirado. Pero lo del Motín de Esquilache es para contarlo. Ocurrió en marzo de 1766, con la ocasión del descontento en Madrid a causa de la subida de los precios del pan y de otros productos de primera necesidad, fue el detonante para que estallara el conflicto por las medidas promulgadas por Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, un napolitano favorecido por Carlos III. Detrás de las revueltas se encontraban personajes opuestos a Esquilache, clero incluido. En realidad lo que pretendía Esquilache era sustituir las capas largas y los sombreros de ala ancha usados por los madrileños por capas cortas y sombreros de tres picos.. Alegaba que las capas largas facilitaban el ocultamiento de las armas y los grandes sombreros eran una salvaguardia para los delincuentes, porque podían ocultar el rostro. Concebidas como una medida de seguridad pública, estas disposiciones en un principio no llamaron mucho la atención de la población, preocupada como estaba por el aumento de los precios del pan, el aceite, el carbón y la carne seca, causado en parte por la liberalización del comercio del grano. Además, en un primer momento, las medidas relativas a la vestimenta sólo se aplicaron a la Casa Real y a su personal. Bajo amenaza de arresto, los funcionarios reales acataron la orden masivamente y sin protestar. Posteriormente, Esquilache la hizo extensiva a la población general pese a ser advertido por el Consejo de Castilla La reacción popular fue inmediata: los carteles fueron arrancados de las paredes y las autoridades locales sufrieron ataques por parte de la población.  El domingo de Ramos, en torno a las 4 de la tarde, dos ciudadanos vestidos con las prendas prohibidas cruzaron provocativamente la plazuela de Antón Martín. Varios soldados les dieron el alto y les pidieron explicaciones Se amotinaron y con la ayuda prevista asaltaron un cuartelillo. 2.000 manifestantes marcharon hasta la Plaza Mayor gritando insultos contra Esquilache, ya habían destruido las 5.000 farolas. Hubo un par de muertos. El rey seguía sin hacer nada. El 24 de marzo la situación empeoró. Un sacerdote se erigió en representante de los manifestantes y logró abrirse camino hasta Carlos III y presentarle las peticiones. El discurso del cura fue tajante: o se satisfacían las demandas, o el palacio del rey quedaría reducido a escombros en menos de dos horas. Las demandas eran echar a Esquilache del país. Reducir los precios básicos. Y otra serie de medidas que el rey debía prometer al salir al balcón personalmente. Se asomó al balcón del palacio y las aceptó. Esto calmó a la población, pero el rey, temiendo por su seguridad, cometió el error de huir a Aranjuez acompañado de toda su familia y de sus ministros. Esto despertó las iras de la población, que creyó que el rey había aceptado las demandas para calmarlos y posteriormente huir. Unas 30.000 personas se dedicaron entonces a saquear almacenes y cuarteles y a liberar a los presos. El rey entonces envió una carta donde se comprometía a satisfacer todas las demandas y la población se tranquilizó de nuevo. Esquilache fue destituido y enviado a Italia.
En febrero de 1767 firmó la expulsión de los Jesuitas y la confiscación de todos sus bienes tanto en la península como en América. Años después los gobiernos de Francia, Portugal, Nápoles y España consiguieron del papa la disolución de la orden mediante bula. La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido. A raíz de la sublevación del las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. A todo esto Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio. En 1783 Inglaterra en la Paz de Versalles reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar. Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.

jueves, 2 de febrero de 2017

FERNANDO VI (El melancólico)

Sabemos que Felipe V se había casado en segundas nauseas con Isabel de Farnesio, arpía, mala malísima, madrastra de blancanieves del momento. Felipe tenía dos hijos, Luis y Fernando. Abdicó en su hijo Luis I, que nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años, y Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que hacía lo que le salía del mismísimo, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá. Pero Felipe murió en julio de 1746. La cosa se afianzó más a partir de 1746 con el nuevo rey, Fernando VI, hijo de Felipe de su primera mujer. Por suerte dijo nones a las guerras y siguió con la costumbre de nombrar ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. En aquella primera media centuria se favoreció las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal se fundaron las academias de la Lengua, de Medicina y la Biblioteca Nacional. Por ahí nos fueron llegando funcionarios eficaces y ministros brillantes como Patiño o el marqués de la Ensenada. Este último, por cierto, resultó un fuera de serie: fulano culto, competente, activo, prototipo del ministro ilustrado, que mantuvo contacto con los más destacados científicos y filósofos europeos, fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias: uno de esos grandes hombres, resumiendo, con los que España y los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. Pero todos esos triunfos y avances tuvieron su resistencia, el interior fue el sector más reaccionario de la Iglesia que veía la Ilustración como quién ve a Satanás. El exterior, como no, Inglaterra, el peor y más vil enemigo que tuvimos durante todo el siglo XVIII. Ya hablaremos de los hijos de la Gran Bretaña.
PALACIO DE LA GRANJA Fernando VI fue un hombre que buscó la paz y el progreso para España, siempre con las amenazas conspiratorias de su malvada madrastra la de Farnesio a la cual desterró a La Granja de San Ildefonso. Con Fernando VI y luego Carlos III, Europa estaba en la época de la ilustración y modernidad, mientras España sacaba poco a poco la cabeza del agujero, se creaban sociedades económicas de amigos del país y la ciencia, la cultura y el progreso se ponían de moda. Pero había adversarios, los de siempre, que no querían perder sus prebendas así como así, los sectores ultraconservadores de la iglesia católica, que llevaban siglos montados en la burra. Por lo que desde púlpitos y confesonarios, los sectores radicales de la institución procuraban desacreditar la impía modernidad reservándole todas las penas del infierno. Pero entre la propia clase eclesiástica había gente docta y leída, con ideas avanzadas. El problema era que la ciencia, les desmontaba dogmas y consignas para ellos irrefutables. Reacios a perder su influencia, seguían defendiéndose como gatos panza arriba. En otros países como Inglaterra y Francia los hombres de ciencia gozaban de atención y respeto, pero España en eso era diferente, la Inquisición podía caerles encima si pretendían basarse en la experiencia científica antes que en los dogmas de fe. Acabó imponiéndose el “cállate colega que estás más guapo” y pasó, por ejemplo, la barbaridad de Jorge Juan y Ulloa, los dos marinos científicos más brillantes de su tiempo, a la vuelta de medir el grado del meridiano en América tuvieron que autocensurarse en algunas conclusiones para no contradecir a los teólogos. Y así llegó a darse la circunstancia siniestra de que en algunos libros de ciencia figurase la pintoresca advertencia: «Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica». Ésa, entre otras, fue la razón por la que, mientras otros países tuvieron a Locke, Newton, Leibnitz, Voltaire, Rousseau o d´Alembert, y en Francia tuvieron la Encyclopédie, aquí lo más que tuvimos fue el Diccionario crítico universal del padre Feijoo, porque todo cristo andaba acojonado por si lo señalaban teólogos y moralistas que dominaba las universidades y los púlpitos
FERNANDO VI Pese a todo, hombres doctos y valientes, algunos fueron dignos eclesiásticos, dieron en la correcta dirección pese a las trabas y peligros; como cuando el Gobierno decidió implantar la física newtoniana en las universidades y la mayor parte de los rectores y catedráticos se opusieron a esa iniciativa, o cuando el Consejo de Castilla encargó al capuchino Villalpando que incorporase las novedades científicas a la Universidad, y los nuevos textos fueron rechazados por los docentes. Así, ese camino inevitable hacia el progreso y la modernidad lo fue recorriendo España más despacio que otros. Por un lado se inició el participar en la red de correspondencia y libros que circulaban entre las élites cultas europeas, y si fuera posible traer a España a obreros especializados, inventores, ingenieros, profesores y sabios de prestigio. La otra era irse a estudiar o de viaje al extranjero, recorrer las principales capitales de Europa donde cuajaban las ciencias y el progreso, y regresar con ideas nuevas y a ver si se podían aplicar. Pero eso era para unos pocos. El pueblo llano, seguía siendo una sociedad inculta, ajena al cambio de los tiempos y por un lado seguía la España apegada a la tradición y al trono. Al altar y a las esencias patrias desechando que lo cortés no quita lo valiente, o sea que se puede ser muy español y a la vez pertenecer a la vanguardia de las ideas y la cultura. De todo hubo. El rey Fernando VI en sus 13 años de reinado, intentó siempre por todos los medios mantener la neutralidad de España en los conflictos entre Francia e Inglaterra que intentaron su implicación, primero Francia conquisto Menorca a los ingleses y la ofreció a España a cambio de su alianza, más tarde Inglaterra ofreció Gibraltar  a cambio de su alianza contra Francia, Fernando VI había visto tantas guerras innecesarias, provocadas por las ambiciones de su madrastra, que evito su implicación en cualquiera por muy bien que le sirviesen las propuestas.
ISABEL DE FARNESIO Fernando sufría, como su padre, crisis de melancolía, carácter indolente y una esposa a la que idolatraba, Barbara de Braganza. Cuando ella murió, en 1758, Fernando se volvió tremendamente melancólico, (con lo cual le quedó el mote) permaneciendo encerrado  en Villaviciosa de Odón (Madrid), donde paso a sumirse en profunda locura. Un año entero en que Isabel de Farnesio volvió de su destierro y despachaba cartas a su hijo, Carlos, rey de Nápoles, informándole de su pronta coronación en España. La administración quedo paralizada en una España sin rey, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando gracias al impulso acumulado en años anteriores hasta que llegó de Nápoles su hermanastro Carlos, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando VI, el 10 de agosto de 1759.

martes, 31 de enero de 2017

SIGLO XVIII- EL REINADO MÁS LARGO

Felipe V se marchó de Paris dejando Versalles y entró en España el 22 de enero de 1701, haciendo su entrada triunfal en Madrid el 18 de febrero. Tenía 17 años. El rey caía muy bien al pueblo. en septiembre de 1701 Luis XIV logró que Felipe V se casara con María Luisa Gabriela de Saboya, que se convertiría en su mayor apoyo en los difíciles momentos. Con ella tuvo cuatro hijos de los que dos se convertirían en reyes de España, Luis I, que murió al año de reinar, y el que sería Fernando VI. En mayo de 1702 la Gran Alianza, Ingesa y Austríaca declaró la guerra a Francia y España, dando así comienzo formal a la Guerra de Sucesión Española. mientras la Corona de Castilla y Navarra se mantenían fieles al candidato borbónico, la mayor parte de la Corona de Aragón prestó su apoyo al candidato austriaco, el archiduque Carlos. En el interior los combates fueron favorables a las tropas felipistas, que tras la victoria de Almansa (1707) obtuvieron el control sobre Aragón y Valencia. Pero de todo esto ya lo contamos en el capitulo anterior. Por terminar la odisea de la que temían los RR CC y que desgraciadamente se cumplió, con la bajada de pantalones de nuestros gobernantes de entonces y la rapiña histórica que caracterizó siempre a Gran Bretaña. El pacto del rey francés Luis XIV con Inglaterra se produjo en secreto. Inglaterra se comprometía a reconocer a Felipe V como rey de España a cambio de conservar Gibraltar y Menorca y ventajas comerciales en Hispanoamérica. Las conversaciones formales se abrieron en Utrecht en enero de 1712, sin que España fuese invitada a las mismas en este momento. El 11 de abril de 1713 se firmaba en Utrecht el primer tratado entre Francia, Gran Bretaña, Prusia, Portugal, el ducado de Saboya y las Provincias Unidas (aproximadamente la actual Bélgica). Como se ve, España queda excluida de este primer acuerdo. En tanto que es el botín principal que se disponen a despojar y repartirse las potencias beligerantes, Inglaterra le reserva un tratamiento especial y aislado.
CARLOS VI- SACRO IMPERIO ROMANO GERMANICO Tres meses después, los representantes de Felipe V, retenidos en París casi un año para que no interfirieran en las negociaciones entre Francia e Inglaterra, con la excusa de que necesitaban un pasaporte para ir a Utrecht, se incorporaban al acuerdo con la firma del tratado entre Gran Bretaña y España.  Merced a ese acuerdo, Gran Bretaña recibía Gibraltar y Menorca, así como amplias ventajas comerciales en el imperio español, haciéndose con el monopolio del asiento de negros, es decir, la trata de esclavos. Un auténtico nuevo diseño territorial de Europa hecho a costa de España. La cesión de Gibraltar, y la presencia de una base militar y una colonia extranjera es la máxima expresión del grado de postración. Pero además nos quedaron graves flecos internos, resumibles en la cuestión catalana. Durante la guerra, los de allí se habían declarado a favor del archiduque Carlos, entre otras cosas porque la invasión francesa de medio siglo atrás, cuando la guerra de Cataluña bajo Felipe IV, había hecho aborrecibles a los libertadores gabachos, y ya se sabía de sobra por dónde se pasaba Luis XIV los fueros catalanes y los otros. Y ahora, encima, decidido a convertir esta ancestral casa de putas en una monarquía moderna y centralizada, Felipe V en 1707 había promulgado los “Decretos de Nueva Planta”. Conjunto de decretos por los cuales quedaron abolidas las leyes e instituciones propias de la Corona de Aragón, es decir, del Reino de Valencia, del Reino de Aragón, del Principado de Cataluña y del Reino de Mallorca, terminando de esta forma la estructura compuesta y mantenida por la monarquía de los Austrias. También fue aplicada a la organización jurídica y administrativa de la Corona de Castilla, es decir los antiguos reinos de Navarra, Castilla, León, Asturias y Galicia. Solo las Provincias Vascongadas y Navarra, así como el Valle de Arán, conservaron sus fueros e instituciones forales tradicionales por su demostrada fidelidad al nuevo rey durante la Guerra de Sucesión Española.  Felipe V promulgó una variante de la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres y a sus descendientes. Solo podrían heredar el trono de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos), con lo que se pretendía bloquear el acceso de dinastías extranjeras al trono español. Se establece el castellano como la lengua oficial del estado. Aparece el catastro. Se disminuye el poder de la Iglesia. Pero en febrero de 1714 muere la reina y Felipe queda sumido en una profunda depresión. Gracias a las gestiones de un cardenal italiano en diciembre de 1714 se casa con Isabel de Farnesio, con la cual tuvo siete hijos, el primero de ellos el que sería rey de España, el futuro Carlos III. Cataluña era un territorio con algunas instituciones propias, como en cualquier otro lugar de la Europa del Antiguo Régimen, y parte constituyente de la Corona de Aragón, es decir, de España. Pero la guerra no se trataba de un conflicto entre castellanos y catalanes, sino entre partidarios de dos candidatos al trono de España. No es cierto que Felipe V incorporara Cataluña a Castilla, sino que uniformizó legislaciones y centralizó el gobierno, fenómeno general en toda la Europa de aquel tiempo, lo que también conllevó grandes cambios en la vieja planta castellana, detalle que no suele recordarse. Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas y en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. Las cortes catalanas juraron por rey a Felipe V en 1702, tres años antes de hacer lo propio con el Archiduque Carlos tras el desembarco angloholandés en Barcelona. No es cierto que en el famoso 11 de septiembre combatieran catalanes contra castellanos, pues hubo castellanos defendiendo Barcelona del mismo modo que el ejército de Felipe V contó con miles de voluntarios catalanes. Los catalanes austracistas no eran separatistas, al contrario, presumieron de ser los más españoles de todos. Durante el sitio de Barcelona por las tropas de Felipe V, todos, sitiadores y sitiados, ven claramente que la ciudad tiene los días contados porque el asedio es poderoso y los límites de la resistencia de los defensores están a punto de alcanzarse. Por ello, sus propias autoridades lanzan un último llamamiento a los defensores y demás habitantes de Barcelona para que acudan a las murallas rotas para el esfuerzo final. Pero al poner un plazo para ello y la condición de que aparezcan fuerzas suficientes para continuar la lucha, están revelando que lo que desean es agotar la última posibilidad y llegar a negociaciones sobre los términos de la rendición. Proclaman sus deseos con un escrito que finaliza así. “Derramar su sangre por su rey y por la libertad de toda España”. Dado en la Casa de la Excelentísima Ciudad residente en el portal de San Antonio, estando presentes los citados Excelentísimos señores y personas asociadas, a 11 de septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714.”
FELIPE V---------- Por entonces no existía el derecho individual de cada uno para elegir en cada ocasión en qué bando luchar. Por lo tanto, hubo súbditos de Felipe V que, por decisión propia, se convirtieron ante él en reos de Lesa Majestad al haberse puesto de parte de los que querían arrebatarle la corona. Y fueron castigados conforme a los estándares europeos de aquel siglo XVIII. Las instrucciones precisas de Felipe V sobre el trato que debía dar a los resistentes cuando la ciudad cayera, en las que se decía que «se merecen ser sometidos al máximo rigor según las leyes de la guerra para que sirva de ejemplo para todos mis otros súbditos que, a semejanza suya, persisten en la rebelión». Así como el rey castigó la deslealtad, premió la lealtad de diversos modos. Por ejemplo, Cervera (Lérida) fue agraciada con la única universidad autorizada en Cataluña, y el escudo de Murcia recibió un león coronado que sujeta una flor de lis y un lema laudatorio, en reconocimiento del apoyo que había prestado al rey. Honores similares fueron concedidos a otras localidades españolas.  Felipe V en el tema cultural fue un buen rey. Bajo su gobierno la arquitectura brilló con luz propia.Ordenó la construcción del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, realmente un pequeño Versalles. Tapices, escultura, pinturas, etc. adornaron el palacio. Tras el incendio del Acazar de Madrid, ordenó la construcción de maravilloso Palacio Real. También reformó y amplió el palacio de Aranjuez. Se preocupó en la fundación de la Real Academia española, (futura de la Lengua), la Real Academia de la Historia, la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, una de las manufacturas reales para la fabricación de objetos de lujo. Reformó la industria naval con la creación de astilleros y la fabricación de nuevas embarcaciones. Se mejoró el sistema fiscal. También se aumentaron los impuestos y se crearon aduanas, encargadas de recaudar los impuestos del comercio interior y exterior. La educación también fue reformada. La enseñanza primaria siguió en manos de lla iglesia. Pero la educación universitaria fue reformada a fondo. Se crearon colegios mayores, que eran administrados por el Estado, como el Colegio de Minería; en ellos se implantó el sistema de provisión de becas. Las academias científicas completaron las reformas en este campo. Felipe V también tenía lo suyo. En octubre de 1717 sufrió un ataque de histeria cuando salió a cabalgar: creía que el sol le atacaba. El carácter del primer Rey de la dinastía Borbón siempre había oscilado con preocupante rapidez de la euforia a la depresión. A partir de entonces, el Rey no era un ser normal. No se dejaba cortar por nadie el cabello ni las uñas porque pensaba que sus males aumentarían. Así, las uñas de los pies le crecieron tanto que llegó un momento que ya no podía ni andar. Creía que no tenía brazos ni piernas. Y que era una rana. Abdicó en su hijo Luis I, que nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años, y Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que hacía lo que le salía del mismísimo, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá. Todo podía haberse ido otra vez con mucha facilidad al carajo, pero esta vez hubo suerte porque los tiempos habían cambiado. Europa se movía despacio hacia la razón y el futuro, y la puerta que la nueva dinastía había abierto con Francia dejó entrar cosas interesantes. La resistencia de los sectores más cerriles de la Iglesia y la aristocracia española no podía poner diques eternos al curso de la Historia. Había nuevas ideas galopando por Europa. Durante los dos reinados de Felipe V, España se vio envuelta en varios conflictos europeos de los que no sacó, como era de esperar, sino los pies fríos y la cabeza caliente; pero en el interior las cosas acabaron mejorando mucho, o empezaron a hacerlo, en aquella primera mitad del siglo XVIII donde por primera vez en España se separaron religión y justicia, y se diferenció entre pecado y delito. Y aquel país reducido a seis millones de habitantes, con una quinta parte de mendigos y otra de frailes, monjas, hidalgos, rentistas y holgazanes, la hacienda en bancarrota y el prestigio internacional por los suelos, empezó despacio a levantar la cabeza. Felipe V murió la noche del 9 de julio de 1746, siendo el reinado más largo de España.

domingo, 29 de enero de 2017

FELIPE V-GUERRA DE SUCESIÓN ( y 2)

Felipe V volvió a entrar en Madrid el 4 de octubre ante el clamor popular. Por contra, el mismo día se proclamaba en el reino de Mallorca a Carlos de Habsburgo como su rey tras la toma austracista de Mallorca. El 10 de octubre Carlos III, el Archiduque, juraba en Valencia los Fueros y quedaba asimismo consagrado como monarca del Reino de Valencia. En el resto de los frentes europeos los borbónicos eran derrotados en la batalla de Ramillies, en mayo de 1706, y 15000 soldados eran hechos prisioneros, con lo cual el ya duque de Marlborough tomaba casi todos los Países Bajos españoles, (de ahí viene,(“¡Mambrú se fue a la guerra, tralalí tralalá que pena!”)… y en Italia el duque de Saboya toma Milán y conquistaba para el archiduque Carlos el reino de Nápoles. En 1710 Carlos volvió a intentar ocupar Madrid por segunda vez. Victorias en Almenar y en Zaragoza el reino de Aragón pasó a manos austracistas y Carlos III cumplió su promesa y restableció los fueros de Aragón, abolidos por el Decreto de Nueva Planta de 1707. Finalmente se produjo la segunda entrada en Madrid del Archiduque Carlos el 28 de septiembre, Felipe V y su corte no les quedaba otra que pirarse a Valladolid aunque sólo permanecería allí un mes. Casi al mismo tiempo se organizó una expedición marítima en Barcelona para reconquistar el reino de Valencia, en las que se enrolaron mil catalanes y mil valencianos austracistas que se habían refugiado allí tras la conquista borbónica de su reino, pero la empresa fracasó. «Esta ciudad es un desierto» dijo Carlos cuando entró en Madrid por segunda vez. Mientras Felipe V al estilo de los Reyes Católicos, volvió a entrar por tercera vez en Madrid el 3 de diciembre, en medio de un clamor estruendoso. Vendôme comentaría: «Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey».
Sin mediar batalla alguna el archiduque Carlos se había retirado del hostil y frío terreno castellano. Sus tropas saquearon iglesias en la retirada, lo que les granjeó el odio del pueblo. Felipe V salió con sus tropas sin perder tiempo en pos del ejército austracista, que había cometido el error de dividir sus fuerzas en la Alcarria. Aquí pasó una gilipollez militar. Se refugiaron en  Brihuega, que es una población situada en una zona baja, rodeada de terrenos altos. El ejército borbónico no vaciló en colocar piezas de artillería en las alturas circundantes y bombardear la ciudad para desencadenar después un asalto, dando así inicio la batalla de Brihuega. Al cabo de unas horas, capituló y la plaza fue tomada junto con 4000 prisioneros. Otra victoria en Villaviciosa hizo evidente una cosa: el pueblo castellano colaboraba con entrega casi pasional con el rey borbónico. La Gran Alianza de La Haya entendió que aunque ganasen la guerra nunca ganarían al pueblo que nunca lo aceptarían. El 17 de abril de 1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor su hermano el archiduque Carlos. Tres días antes había fallecido Luis de Francia, apodado el «Gran Delfín» y padre de Felipe V. Estos decesos dieron un giro a la situación. La posible unión de España con Austria en la persona del archiduque podía ser más peligrosa que la unión España-Francia: suponía la reaparición del bloque hispano-alemán que tan perjudicial había sido a los otros países en los tiempos del emperador Carlos V. Los demás estados europeos, y sobre todo Inglaterra, aceleraron las negociaciones de cara a una posible paz cuanto antes, ahora que la situación les era conveniente, y comenzaron a ver las ventajas de reconocer a Felipe V como rey español. Al final, la España borbónica y su aliada Francia ganaron la guerra; pero éramos ya tal piltrafa militar y diplomática que hasta los vencidos ganaron más que nosotros, y la victoria de Felipe V nos costó un huevo de la cara. Con la paz de Utrech, todos se beneficiaron menos el interesado.
FELIPE V ---- Resumiendo la historia de Carlos III, que así lo llamaban en Cataluña,  había desembarcado en España en 1705 y permaneció durante seis años, sólo pudiendo ejercer su gobierno en Cataluña, hasta que en 1711 la muerte de su hermano, José I lo hizo regresar a Viena para asumir la corona del Sacro Imperio Romano. Abandonaba así, realmente derrotado, sus pretensiones de reinar en España. Con lo que nos abocamos al Tratado de Utrech.

AL-ANDALUS DURANTE 800 AÑOS

Solemos escuchar y leer incluso a historiadores refutados que los musulmanes dominaron la península Ibérica durante 800 años. Pues bien, nad...