La Restauración es la vuelta de la Casa Borbón y la
consolidación de Fernando VII en 1814 hasta su muerte en septiembre de 1833. Su
hija hereda, en virtud de la ley promulgado por Fernando VII, pero como era
menor de edad tuvo de regente primero a su madre, María Cristina de Borbón,
cuarta mujer de Fernando VII, que ocupa la Regencia de 1833 a 1840, tras la
muerte de su marido.
MARÍA CRISTINA DE BORBÓN - A LOS 66 AÑOS
Durante ocho años y madre de la futura Isabel II, no debe
confundirse con otra María Cristina que también fue regente años después, María
Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII y regente en nombre de su
hijo Alfonso XIII desde 1885 hasta 1902.Durante la regencia de María Cristina de Borbón, las revoluciones urbanas habían potenciado el acceso de los liberales progresistas a los Ayuntamientos y ello hacía más difícil el control gubernamental de las grandes ciudades. Isabel tenía tres añitos cuando murió su padre. Reinaría durante poco más de cuarenta años, de 1833 a 1874.
La primera y mayor preocupación de la regente y el Gobierno fue controlar a los partidarios de don Carlos, hermano de Fernando, que desde Portugal, se había proclamado rey de España al conocerse la muerte del rey.
El movimiento Carlista surgió cuando Fernando VII abolió la “Ley de Sucesión Fundamental” que había instaurado Felipe V. Según las condiciones, las mujeres podrían heredar el trono aunque únicamente de no haber herederos varones en la línea principal, hijos, o lateral, hermanos y sobrinos. Fernando decretó la “Pragmática Sanción”, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como así lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón.
También los liberales eran mirados con recelo, los futuros
progresistas. Ante la presión carlista María Cristina decidió acercarse a los
liberales pues era la única manera de defender el trono de su hija. Sin
embargo, la separación de lo que se ha denominado las dos Españas era mucho más
compleja. Con Don Carlos se encontraban la mayoría de la opinión de País Vasco,
parte de Cataluña y Navarra, hostil a la dinastía que les había privado de sus
libertades particulares (fueros). La nobleza en cambio, al frente de los
grandes latifundios apoyaba a la Corona, que era el régimen en que se habían
perpetuado esos privilegios. El importante retraso que España había acumulado
con respecto a las otras potencias europeas a nivel económico y social no fue
solucionado después de la guerra.
La regente rompió toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real de 1834. Sustituyó a Cea Bermúdez por el liberal "moderado" Francisco Martínez de la Rosa, quien mantuvo al absolutista "reformista" Javier de Burgos. El proyecto del gobierno fue iniciar una controlada transición política. Esa estrategia reformista fue la promulgación del "Estatuto Real" en abril de 1834.
La regente rompió toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real de 1834. Sustituyó a Cea Bermúdez por el liberal "moderado" Francisco Martínez de la Rosa, quien mantuvo al absolutista "reformista" Javier de Burgos. El proyecto del gobierno fue iniciar una controlada transición política. Esa estrategia reformista fue la promulgación del "Estatuto Real" en abril de 1834.
ESTATUA DEL GENERAL ESPARTEROS EN MADRID
Estallidos revolucionarios se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837 que imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones.
A excepción del Gobierno presidido por el liberal progresista Mendizábal —que logró sacar adelante su Decreto desamortizador de 1836 y dejó preparada la Ley desamortizadora de 1837—, los otros tres Gobiernos eran de signo moderado.
En el verano de 1836 se desencadenaron una serie de levantamientos en Málaga, Granada, Cádiz y demás provincias andaluzas, Aragón, Valencia y luego al resto de España. Finalmente, la noche del 12 de agosto de 1836, en el Real Sitio de La Granja —donde la reina María Cristina y sus hijas se encontraban pasando el verano— se consumó el pronunciamiento de los sargentos, siendo obligada la Reina gobernadora a restablecer la Constitución de 1812 poniéndose fin de este modo al Estatuto Real de 1834.
María Cristina se vio obligada a encomendar el poder a los progresistas. El nuevo presidente del Consejo de Ministros fue Calatrava, y éste nombró a Mendizábal ministro de Hacienda, quien pudo entonces sacar adelante su Ley desamortizadora de 1837.
Se convocaron Cortes Constituyentes en octubre de 1836, para revisar la Constitución de 1812. Se designó una Comisión encargada de la reforma constitucional, se elaboró un nuevo texto constitucional: la Constitución de 1837, que fue sancionada por la Reina gobernadora el 18 de junio de 1837.
El gobierno de Calatrava cayó y a consecuencia de esta inestabilidad política, los carlistas aprovecharon para reiniciar su ofensiva, llevando a cabo personalmente el pretendiente Carlos la llamada Expedición Real, llegando a las puertas de Madrid con sus tropas en septiembre de 1837. Pero Carlos no atacó Madrid, pues venía con la intención de pactar con su cuñada y sobrina María Cristina.
Estallidos revolucionarios se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837 que imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones.
A excepción del Gobierno presidido por el liberal progresista Mendizábal —que logró sacar adelante su Decreto desamortizador de 1836 y dejó preparada la Ley desamortizadora de 1837—, los otros tres Gobiernos eran de signo moderado.
En el verano de 1836 se desencadenaron una serie de levantamientos en Málaga, Granada, Cádiz y demás provincias andaluzas, Aragón, Valencia y luego al resto de España. Finalmente, la noche del 12 de agosto de 1836, en el Real Sitio de La Granja —donde la reina María Cristina y sus hijas se encontraban pasando el verano— se consumó el pronunciamiento de los sargentos, siendo obligada la Reina gobernadora a restablecer la Constitución de 1812 poniéndose fin de este modo al Estatuto Real de 1834.
María Cristina se vio obligada a encomendar el poder a los progresistas. El nuevo presidente del Consejo de Ministros fue Calatrava, y éste nombró a Mendizábal ministro de Hacienda, quien pudo entonces sacar adelante su Ley desamortizadora de 1837.
Se convocaron Cortes Constituyentes en octubre de 1836, para revisar la Constitución de 1812. Se designó una Comisión encargada de la reforma constitucional, se elaboró un nuevo texto constitucional: la Constitución de 1837, que fue sancionada por la Reina gobernadora el 18 de junio de 1837.
El gobierno de Calatrava cayó y a consecuencia de esta inestabilidad política, los carlistas aprovecharon para reiniciar su ofensiva, llevando a cabo personalmente el pretendiente Carlos la llamada Expedición Real, llegando a las puertas de Madrid con sus tropas en septiembre de 1837. Pero Carlos no atacó Madrid, pues venía con la intención de pactar con su cuñada y sobrina María Cristina.
ISABEL II DE JOVEN
Los sucesos del mes de agosto de 1836 habían supuesto una
humillación que, desde entonces, pensó en la posibilidad de hacer un acuerdo
secreto con Carlos María Isidro, ofreciéndole para su hijo, la mano de Isabel
II. Pero María Cristina se arrepintió y no abrió la capital a Carlos, quien
tuvo que abandonar Madrid sin pacto alguno y en su retirada, sufrir la derrota
en Guadalajara por el general Espartero.Al caer Calatrava, la Reina gobernadora ofreció el Gobierno a Espartero, pero éste lo rechazó con el pretexto de tener que ponerse al frente del ejército que combatía a los carlistas.
Acababa la Guerra Carlista, el general Espartero, ya conde de Luchana y ahora duque de la Victoria tras el abrazo de Vergara, era considerado el héroe de la Guerra Carlista y el militar de máximo prestigio del momento. María Cristina ya se dio cuenta claramente de que Espartero se había convertido en el hombre fuerte del progresismo.
La Reina gobernadora y su hija Isabel II llegaron a Barcelona el 30 de junio de 1840. Dejó bien patente el enfrentamiento que existía una gran diferencia entre la postura de María Cristina, identificada por completo con los moderados, y la de Espartero, vinculado totalmente a los progresistas. Espartero presionó personalmente a la reina María Cristina con la amenaza de un estallido popular si Pérez de Castro seguía al frente del Gobierno.
Espartero envió a la Reina regente su programa en forma de ultimátum: disolución de las Cortes, convocatoria de nuevas elecciones. María Cristina sancionó la Ley de Ayuntamientos, lo cual supuso la inmediata ruptura con Espartero, quien dimitió de todos sus cargos.
Unas fuertes manifestaciones hicieron caer al Gobierno de Pérez de Castro. La reina María Cristina tuvo que dar paso a un nuevo Gobierno de carácter progresista.
La Familia Real decidió marcharse a Valencia y estalló el 1 de septiembre de 1840 en Madrid primero y después en toda España un movimiento revolucionario que cristalizó en la creación de juntas revolucionarias de gobierno. Ante la gravedad de los acontecimientos, María Cristina llamó a Espartero y le pidió que pusiera fin a aquella revolución, a lo que Espartero contestó que no podía hacerlo porque él se sentía plenamente identificado con ella.
La Reina gobernadora se dio cuenta de que no le quedaba más remedio que abdicar la Regencia en la persona del general Espartero. Depuesta como regente en 1840 y desterrada junto a su esposo don Fernando Muñoz, volvió a España tres años después, coincidiendo con la mayoría de Isabel II. No obstante, este hecho le llevaría otra vez el exilio temporal en 1856, que habría de convertirse en definitivo con el destronamiento de su hija en 1868. Falleció en Sainte-Adresse (Francia) en 1878, poco después de ver con satisfacción la restauración borbónica en España en la persona de su nieto Alfonso XII. Foto de los generales Espartero y Maroto poniendo fin a las guerras Carlistas.
Los moderados, con el general Narváez a la cabeza, llegaban
de nuevo al poder y era proclamada reina de España Isabel II, a los trece años,
adelantándose cinco años su mayoría de edad.
Con los moderados gobernando, la reina María Cristina había regresado a España en 1844, sin pensar en corregir el gran error que la había conducido al exilio: identificarse por completo con el Partido Moderado, además de constituirse en un apoyo básico para la exclusión política del Partido Progresista, lo que a la larga le trajo graves consecuencias.
A su regreso del exilio María Cristina fijó su residencia habitual con su esposo en el palacio de la madrileña calle de las Rejas —próximo al Palacio Real—, ejerció una gran influencia sobre su hija Isabel II, interviniendo directamente en muchos temas políticos durante la Década Moderada (1843-1853), temas que no eran de su competencia sino de su hija, reina constitucional de España.
Más adelante María Cristina se volvió a instalar con su familia en Francia y, aunque su hija Isabel II, durante el Gobierno Largo de la Unión Liberal (1858-1863), pidió al general O’Donnell que autorizase la vuelta de la Reina madre a España, el duque de Tetuán se opuso a ello. Quedaba muy lejos la antigua identificación del joven general O’Donnell con la Reina gobernadora, que no volvería ya nunca a España.
Con los moderados gobernando, la reina María Cristina había regresado a España en 1844, sin pensar en corregir el gran error que la había conducido al exilio: identificarse por completo con el Partido Moderado, además de constituirse en un apoyo básico para la exclusión política del Partido Progresista, lo que a la larga le trajo graves consecuencias.
A su regreso del exilio María Cristina fijó su residencia habitual con su esposo en el palacio de la madrileña calle de las Rejas —próximo al Palacio Real—, ejerció una gran influencia sobre su hija Isabel II, interviniendo directamente en muchos temas políticos durante la Década Moderada (1843-1853), temas que no eran de su competencia sino de su hija, reina constitucional de España.
Más adelante María Cristina se volvió a instalar con su familia en Francia y, aunque su hija Isabel II, durante el Gobierno Largo de la Unión Liberal (1858-1863), pidió al general O’Donnell que autorizase la vuelta de la Reina madre a España, el duque de Tetuán se opuso a ello. Quedaba muy lejos la antigua identificación del joven general O’Donnell con la Reina gobernadora, que no volvería ya nunca a España.
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