jueves, 7 de agosto de 2025

LA CONQUISTA DEL NORTE DE ÁFRICA

La muerte de Felipe el hermoso, rey consorte de Castilla, permitía a Fernando el católico volver a ocupar el poder en Castilla, (Isabel murió 2 años antes), esta vez como regente en nombre de su hija Juana I y de su nieto, el futuro emperador Carlos V, por entonces un niño de seis años.

El Cardenal Cisneros 
Es una persona de probada honestidad y fiel a la corona, por lo que es elegido para ser regente de la corona, en colaboración con un Consejo del Reino, en medio de aquel avispero. Fernando marcha a Aragón y luego a Italia. Mientras en Castilla siguen las disputas entre los partidarios de Fernando y los todavía partidarios de Felipe. Etapa muy  complicada para Cisneros que debía calmar los ánimos.
Fernando el católico quedó como regente de Castilla por segunda vez, aunque se centró en Italia y dejó en su lugar al cardenal Cisneros como Canciller Mayor de Castilla.
En 1507 Cisneros también fue nombrado Inquisidor general de Castilla. Desempeñando Cisneros un papel importante en la conquista de Orán, al igual que en los tiempos de Isabel la Católica había participado de manera activa en la conquista de Granada.

CONQUISTA DE ORÁN 
En Cardenal Cisneros, en 1509 inicia la conquista de Orán con su financiación y la aprobación del rey Fernando. A la hora de idear un asalto a Orán, Cisneros quiso que la campaña fuese calculada en todos sus aspectos: geográficos, económicos, militares y religiosos. Sin embargo, la expedición se preparó con una celeridad inusitada y zarpó la armada desde Cartagena hacia Orán. Se produjo el asalto, acaso con complicidad de los moradores.
Pero la idea de Cisneros era muy ambiciosa. Ansiaba hacerse con el control geopolítico de todo el norte de África hasta Egipto, establecer allí una especie de protectorado y recuperar los Santos Lugares. Para Cisneros y muchos otros, la África del norte había sido romana y cristiana, la patria de San Agustín, de ahí que una vez terminada la Reconquista en la Península, debía proseguir en África, rechazar a los moros y proseguir hacia Egipto. Regresó de prisa: tenía que asegurar el sustento militar y económico de la plaza, organizar su vida municipal y configurar su ordenamiento religioso dentro de la Iglesia de Toledo, que tendría allí una de sus colegiatas. No obstante regresa con un botín, camellos obras de arte y libros, incluso el Corán, lo que indica que ya no es aquel Cisneros de veinte años atrás cuando fue Inquisidor.

Orán en la actualidad 

Lo que hoy es Marruecos, formaba parte de los objetivos a largo plazo de la corona de Castilla. La península ibérica y el norte de África constituían una unidad geográfica, política y también cultural, por más que ahora nos resulte extraño y más bien lo contrario. Además, el gran puntal de la expansión en el norte de África estaba relacionado con la propia seguridad del reino de Castilla: el peñón de Gibraltar no era suficiente y se necesitaban plazas al otro lado para contrarrestar la amenaza del corso berberisco. "El estrecho de Gibraltar no alarga las distancias, sino que les acorta", escribe Ramiro Feijóo en 'Corsarios Berberiscos' (Belacqva), "no supone ninguna barrera geográfica, sino más bien una suave cortina sobre la que deslizarse al otro continente". Esta defensa de una nueva frontera, de la retaguardia de Granada, recién conquistada del Reino nazarí y tras las capitulaciones de Santa Fe, es el motivo esencial, siguiendo con la recomendación de Isabel, asegurar el norte de África: Orán y Argel. 
El momento clave fue la expansión castellana con la toma de Melilla en 1497 por parte del duque de Medina Sidonia, la de Mazalquivir (Argelia) en 1505, según los designios del arzobispo de Toledo en 1508 por parte del conde Pedro Navarro y la de Orán dirigida por el cardenal Cisneros en 1509. De esa misma época y estrategia data el enclave del Ifni y las Islas Canarias. Estas islas habían sido conquistadas a instancias de la Corona de Castilla, después de que los señores de las islas hubiesen cedido sus derechos sobre Gran Canaria, La Palma y Tenerife a los Reyes Católicos en 1477. El resto de las islas estaban conquistadas con anterioridad.  El Ifni en el Sáhara, que ahora controla Marruecos, fue de hecho la última guerra colonial de España, ya en 1958 y por el mandato de la ONU, el terreno a descolonizar que ahora ha entregado el gobierno actual.

Ni Canarias, ni el Sáhara, ni Ceuta y Melilla fueron fruto del colonialismo europeo del XIX, sino del mismo nacimiento del imperio español en el XV y XVI. Diego García de Herrera desembarca en las Islas Canarias en 1476 y el cardenal Cisneros, siguiendo la última voluntad de Isabel la Católica, prepara la conquista de Orán, justo cuando los últimos cabos sueltos del futuro imperio se están atando.  La expedición de Cisneros culminó con éxito y tras la toma de Orán, lo que supuso que los corsarios de Argel reconocieran en 1510 la autoridad del reino cristiano, para asentarse en el peñón de Argel después de otra victoria naval contra el corso. Argel, temiendo ser la siguiente en la lista de ciudades conquistadas y cuidadosamente saqueadas, acata finalmente el vasallaje al rey de Castilla. Al sometimiento argelino le siguió Trípoli, en la actual Libia, consolidando la presencia de la monarquía hispánica en el norte de África siguiendo la voluntad de la reina Isabel en su testamento. El resultado fue que entre 1505 y 1510 toda la costa norteafricana, desde Melilla hasta Trípoli, se convierte en española. La expansión en el norte de África tenía un interés defensivo y de consolidación en el Mediterráneo, ya que sus ciudades eran pobres y no se sacaba un especial provecho de su ocupación y vasallaje. Sin embargo, el dominio de las orillas era un puntal necesario y de increíble valor estratégico para el imperio en ciernes. A mediados del XV, la reacción de los corsarios berberiscos, apoyados por el sultán otomano, supuso más de dos siglos de guerras y batallas en el Mediterráneo. 
España abandonaría Argelia en 1830 poco antes  de la invasión francesa, que le convertiría en una de las colonias europeas del XIX. Había llegado antes y tuvo que renunciar a Argel, pero no a Ceuta y Melilla, y además con las Canarias, pasarían a formar parte del suelo español, a pesar de estar en otro continente. No fueron colonias sino territorios. El problema se intensificaría siglos después y España sí tuvo que ceder el protectorado de Marruecos tras la Segunda Guerra Mundial, pero las plazas de Ceuta, Melilla y Canarias  ya eran parte del reino y así ha seguido. 

La clave de esa expansión norteafricana se revelaría en los siguientes pasos del gran imperio que acaba de nacer con el testamento de Isabel I de Castilla. El mayor impulsor de ese proyecto sobre el norte africano isabelino, fue el cardenal Cisneros, hombre a quien la historia de España le debe mucho ya que a la muerte de Isabel y las regencias de Fernando fue el hacedor del gobierno de toda Castilla y cumpliendo al pie de la letra las órdenes que recibía de Fernando y las testamentarias de Isabel. 
Todo esto para entregarle un Imperio Español al nieto de su reina, Carlos I, que luego se convertiría en el Emperador católico que conocemos.
 

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