viernes, 3 de febrero de 2017

CARLOS III- (El ejemplo a seguir)

Como sabemos, extinguida la dinastía de la Austria llegaron al trono los Borbones, el primero Felipe V (Septiembre de 1724 a Julio 1746), luego su hijo Fernando VI (Julio de 1746 hasta Agosto de 1759), y ahora toca a Carlos III (de Agosto de 1759 a Dic. de 1788) El país vivió una etapa de reformas, con la centralización del Estado y la sustitución de los validos corruptos por ministros competentes. A pesar de ello las ideas ilustradas no acabaron de calar en gran parte de la población. Habíamos dicho antes que como consecuencia de la muerte de esposa en 1758, Fernando VI se volvió tremendamente melancólico, sumido en profunda locura, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando hasta que llegó de Nápoles su hermano por parte de padre, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando, el 10 de agosto de 1759. El pueblo lo recibió con gran esperanza, desde un recibimiento entusiasta que se le brindó en Barcelona a su llegada hasta su entrada en Madrid. No defraudó. Además de convertir Madrid y otros lugares en sitios bonitos, dentro de lo que cabe, Carlos III no era nada del otro mundo, sino de intenciones y maneras. Venía de Nápoles, de donde por esos chanchullos dinásticos de entonces había sido rey, y traía de allí aficiones, ideas y maneras que lo acercaban mucho a la modernidad. En España, claro, aquello chocaba con la oscuridad tradicional de los rectores más reaccionarios, que seguían tirando para el otro lado. Fue un rey ilustrado que procuró rodearse de gente competente. Podemos admirar la cantidad de leyes justas y oportunas con la que aquel Borbón logró airear el ambiente a cerrado que existía. Hubo leyes de apoyo a la investigación y la ciencia, repoblación con inmigrantes de regiones abandonadas, y eficaces que hacían justicia a los desfavorecidos, rompían el inmovilismo de gremios y corporaciones de talante medieval, permitían ejercer oficios honorables a los hijos ilegítimos y abrían a las mujeres la posibilidad de ejercer oficios que hasta entonces les estaban vedados. Pero no todo fueron alegrías. En lo militar la cosa no fue del todo bien. Los pactos con Francia y el apoyo a las colonias rebeldes de Norteamérica en su guerra de independencia, hicimos el lila. Apoyamos a quienes luego nos desollaría y nos zambullimos en un par de guerras con Inglaterra de las que, como siempre, pagamos los platos rotos perdiendo unas posesiones y recuperando sin conseguir recuperar Gibraltar.
Las bases ideológicas del Despotismo Ilustrado comenzaron en la primera mitad del siglo XVIII. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, genial frase que lo define todo. Con Carlos III se cumple el periodo de plenitud de la Ilustración. Carlos supo rodearse de colaboradores inteligentes, preparados y trabajadores. Deparó el reinado más fructífero de España desde los Austria. Teníamos un rey que no es que fuera muy inteligente, pero supo tener sentido común y no perdía el tiempo. No le interesaban las fiestas palaciegas. También creó una reforma fiscal importante, creó el primer banco nacional (El de San Carlos) fomentó la industrialización, amplió las comunicaciones. A su muerte en 1788 España había recuperado su posición entre las grandes potencias europeas. Supo rodearse de gentes inteligentes y preparadas, como Esquilache, el Conde de Campomanes, el Conde de Aranda, que supo poner orden en la sociedad soliviantada y el marqués de Floridablanca. Pero no fueron los únicos. La ciudad le pareció poco importante para ser la capital del reino con lo que creó un vasto plan de acondicionamiento. Entre las reformas destaca el embellecimiento y saneamiento de Madrid, empedrando las calles, poniendo alumbrado público, evacuación de basuras, construcción de paseos y monumentos como la Puerta de Alcalá, obra del arquitecto Francesco Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado. El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva. Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro. Por algo Carlos III es llamado “El mejor alcalde de Madrid”. Por supuesto que continuaba el absolutismo, que concentraba el poder en un selecto grupo de personas, garantes de la seguridad y bien del pueblo. Tenían una enorme facultad de decisión en todas las esferas y poder absoluto para le ejecución de las medidas adoptadas. Pero el poder no era un fin en si mismo, sino un medio para realizar la voluntad de transformación de una sociedad que había estado encerrada, anquilosada en viejas maneras, costumbres y con naftalina mental. La poderosa Compañía de Jesús era todo lo que los ilustrados pretendían derribar. Tenían una vasta red de colegios, influencia en la nobleza, estaban apoyados por el papa, etc. De modo y manera que con el pretexto del Motín de Esquilache, que era un ilustrado italiano que no sabía donde se había metido, Carlos III decretó su expulsión de España. Pero la Iglesia católica siguió atrincherada en sus privilegios, púlpitos y confesonarios, y también metieron un gol por toda la escuadra con la detención y proceso de Olavide, un progresista empapelado por ejecutar al fin y al cabo unas reformas que le habían encargado y al que todo el mundo, Carlos III incluido, dejaron tirado. Pero lo del Motín de Esquilache es para contarlo. Ocurrió en marzo de 1766, con la ocasión del descontento en Madrid a causa de la subida de los precios del pan y de otros productos de primera necesidad, fue el detonante para que estallara el conflicto por las medidas promulgadas por Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, un napolitano favorecido por Carlos III. Detrás de las revueltas se encontraban personajes opuestos a Esquilache, clero incluido. En realidad lo que pretendía Esquilache era sustituir las capas largas y los sombreros de ala ancha usados por los madrileños por capas cortas y sombreros de tres picos.. Alegaba que las capas largas facilitaban el ocultamiento de las armas y los grandes sombreros eran una salvaguardia para los delincuentes, porque podían ocultar el rostro. Concebidas como una medida de seguridad pública, estas disposiciones en un principio no llamaron mucho la atención de la población, preocupada como estaba por el aumento de los precios del pan, el aceite, el carbón y la carne seca, causado en parte por la liberalización del comercio del grano. Además, en un primer momento, las medidas relativas a la vestimenta sólo se aplicaron a la Casa Real y a su personal. Bajo amenaza de arresto, los funcionarios reales acataron la orden masivamente y sin protestar. Posteriormente, Esquilache la hizo extensiva a la población general pese a ser advertido por el Consejo de Castilla La reacción popular fue inmediata: los carteles fueron arrancados de las paredes y las autoridades locales sufrieron ataques por parte de la población.  El domingo de Ramos, en torno a las 4 de la tarde, dos ciudadanos vestidos con las prendas prohibidas cruzaron provocativamente la plazuela de Antón Martín. Varios soldados les dieron el alto y les pidieron explicaciones Se amotinaron y con la ayuda prevista asaltaron un cuartelillo. 2.000 manifestantes marcharon hasta la Plaza Mayor gritando insultos contra Esquilache, ya habían destruido las 5.000 farolas. Hubo un par de muertos. El rey seguía sin hacer nada. El 24 de marzo la situación empeoró. Un sacerdote se erigió en representante de los manifestantes y logró abrirse camino hasta Carlos III y presentarle las peticiones. El discurso del cura fue tajante: o se satisfacían las demandas, o el palacio del rey quedaría reducido a escombros en menos de dos horas. Las demandas eran echar a Esquilache del país. Reducir los precios básicos. Y otra serie de medidas que el rey debía prometer al salir al balcón personalmente. Se asomó al balcón del palacio y las aceptó. Esto calmó a la población, pero el rey, temiendo por su seguridad, cometió el error de huir a Aranjuez acompañado de toda su familia y de sus ministros. Esto despertó las iras de la población, que creyó que el rey había aceptado las demandas para calmarlos y posteriormente huir. Unas 30.000 personas se dedicaron entonces a saquear almacenes y cuarteles y a liberar a los presos. El rey entonces envió una carta donde se comprometía a satisfacer todas las demandas y la población se tranquilizó de nuevo. Esquilache fue destituido y enviado a Italia.
En febrero de 1767 firmó la expulsión de los Jesuitas y la confiscación de todos sus bienes tanto en la península como en América. Años después los gobiernos de Francia, Portugal, Nápoles y España consiguieron del papa la disolución de la orden mediante bula. La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido. A raíz de la sublevación del las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. A todo esto Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio. En 1783 Inglaterra en la Paz de Versalles reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar. Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.

VIDA EN UN BARCO HACIA AMÉRICA SIGLOS XVI-XVII

A partir del Descubrimiento los viajes fueron incesantes. Los barcos se armaban por lo general en Sevilla bajo condiciones estrictas.   Los ...