viernes, 24 de noviembre de 2023

NACE EL REINO DE ARAGÓN –(1)-

Al hundirse el estado visigodo ante el Islam en el siglo VIII, surgen algunas resistencias cristianas en el norte. La cornisa cantábrica no les interesaba mucho a los musulmanes porque lo consideraban de poco interés económico y estratégico al ser una región pobre, fría y montañosa. Estos pobladores, hispano visigodos, (astures y cántabros) llamaron al rey de los francos, Carlomagno y en el 778 éste entró en la península. Cuando el Imperio Carolingio gana terreno a los musulmanes establece una zona denominada Marca Hispánica, dependiente de los reyes francos. Se establecieron regiones administrativas, condados. Destaca la figura de Aureolo, u Oriol que con la protección de Carlomagno estableció una guarnición en el castillo de Loarre, aunque hay diversas versiones, lo cierto es que la zona gobernada estaba al sur de los Pirineos, frente a Zaragoza y Huesca. A la muerte del caudillo los musulmanes ocuparon el territorio, pero fueron desplazados posteriormente por Carlomagno quien nombró nuevo conde a Aznar I Galíndez quien fundaría la dinastía condal del condado de Aragón.
Aragón que se haría condado independiente en el 809 con el conde Aznar, Urgel condado con dinastía propia desde el 815.

AZNAR I GALÍNDEZ 

En el 824 un gran ejército de francos y gascones al mando de Aznar I se dirigió a Pamplona donde el rey Íñigo Arista rey de Pamplona los mantuvo a raya y fueron atacados por la retaguardia obligándolos a huir y debido al desconocimiento del terreno fueron derrotados por los vascones en la llamada segunda batalla de Roncesvalles. Pero Aznar I fue apresado y así Pamplona y Aragón quedaron como aliados. Por matrimonio se unieron el condado de Aragón y el reino de Pamplona.
Galindo I Aznárez (conde de Aragón del 844 al 867), recibió los dos condados de su padre (Urgel y Cerdaña) y, en algún momento anterior a 833, fue designado gobernante en Pallars y Ribagorza hasta que fue expulsado. Tras un período de gobierno en Pamplona, volvió a Aragón en 844 para asumir la herencia de Galindo Garcés, que había muerto sin descendencia.
Ya en el 922 a la muerte del conde Galindo II Aznárez, Sancho Garcés de Pamplona ocupó las tierras aragonesas. A partir de aquí hubo diversas transferencias y ocupaciones de poco tiempo por diferentes condes y así llegamos al año 1035 que es cuando Ramiro I se proclama rey de Aragón, el primer rey de Aragón, al morir su padre y heredó el condado de Aragón y con trono en Jaca, que no era más que una villa, que ocupaba la Marca Superior o Extrema que estaba en la zona fronteriza. Como rey le reconocieron los reyes de Pamplona.

RAMIRO I DE ARAGÓN 

Cuando era zona de los  musulmanes existía un jefe de la marca, nombrado por el Califato de Córdoba, que residía en Zaragoza, esto hasta el siglo X, pero el Califato desaparece en el 1035 y se constituyeron reinados musulmanes independientes llamados Taifas. En el 1044 fue asesinado su hermanastro menor, Gonzalo, rey de Sobrarbe y Ribagorza por lo que se agregaron al reino de Aragón y se establece una sólida alianza, y la unión de sus fuerzas permitió a Ramiro conquistar los castillos con lo que impedía a Ramón Berenguer I, conde de Barcelona, que había comprado castillos en la zona, en tierras que los condes “catalanes” reconocieron pertenecer al condado de Ribagorza como parte del reino de Aragón.
Esto hizo asaltar a la poderosa fortaleza de Graus, que el rey de Zaragoza Al-Muqtadir fue a defender en persona al frente de un ejército que incluía un contingente de tropas castellanas al mando de Sancho, el futuro Sancho II de Castilla, que pudo contar en su mesnada con el joven caballero 

RODRIGO DÍAZ DE VIVAR     
Los castellanos socorrían al emir zaragozano en virtud del vasallaje que este había prestado al rey leonés. Al-Muqtadir primeramente perdió plazas al norte de Barbastro, pero consiguió rechazar a los aragoneses que perdieron en esta batalla a su rey Ramiro I en mayo de 1063 en Huesca siendo asesinado por  un musulmán que hablaba romance  y disfrazado de  cristiano le clavó una lanza en la frente. No pudo apoderarse de Navarra, pero consiguió reforzar las fronteras.  Tras ese primer rey de Aragón le sucedieron otros cinco monarcas, hasta que Ramiro II de Aragón y el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV unieron el reino y el condado al desposarse la hija del aragonés, Petronila,  constituyendo así la Corona de Aragón.
Le sucedió su hijo, Sancho Ramírez de Aragón, quien también fue proclamado rey de Pamplona como Sancho V. Esta nueva situación en que Aragón y Pamplona estaban gobernadas por el mismo rey  duraría cincuenta y ocho año.
Retrocediendo unos años, en el 1076, cuando Sancho IV de Pamplona es asesinado en Peñalén a manos de su hermano Ramón, ése quiso ser rey  pero el pueblo de Pamplona se opuso. Este vacío de poder fue aprovechado por los reyes de Aragón y de Castilla y León para ocupar los territorios de Pamplona. Por lo que, despreciando a los hijos herederos menores de edad, el reino de Pamplona quedó dividido en dos, uno para Sancho Ramírez I de Aragón con Pamplona y la parte oriental de Guipúzcoa y fue aclamado como rey de Pamplona y el otro territorio constituido por Las Rioja, Álava, Vizcaya y la parte restante de Guipúzcoa, ocupada por Alfonso VI de Castilla y de León, quien lo anexionó a Castilla. Por lo que Pamplona dependía de Aragón y eso duraría cincuenta y ocho años, hasta 1134.

CASTILLO DE LOARRE

Sancho Ramírez I se iba asegurando con la construcción de castillos para protección de los territorios conquistados. Fortificó el castillo de Loarre y construyó importantes fortalezas como Montearagón, Artasona o Castilicar.
Conquistó Estada gracias a su hijo Pedro que gobernaba tomó la plaza de Monzón.
Fortificó varias localidades para rodear Huesca, en manos musulmanas. Apoyó a Alfonso VI de León en la batalla de Sagrajas y en la defensa de Toledo, firmando un acuerdo con Rodrigo Díaz de Vivar. Murió en una batalla en el sitio a Huesca en junio de 1094.
Pero continuemos con cada rey. Murió  Sancho Ramírez de Aragón en el 1094 y fue sucedido por su hijo Pedro I quien solo reino diez años. Siguió expandiendo el territorio aragonés. Conquistó Huesca en 1096. En la batalla de Alcoraz. Combatió junto al Cid en la batalla de Bairén al año siguiente derrotando a los almorávides que habían acudido con objeto de recuperar Valencia, que había sido conquistada por el Cid.
Tomó Barbastro en el 1101 e intentó tomar  Zaragoza. No lo consiguió pero consolidó la supremacía de las tropas cristianas y murió en septiembre de 1104 en el Valle de Arán.

CASTILLO DE MONTEARAGÓN 
Ascendió al trono Alfonso I el Batallador y amplió radicalmente el reino. Fue rey de Aragón y Pamplona. Ascendió al trono al morir su hermanastro. Luchó contra los musulmanes y duplicó el territorio con la conquista fundamental de Zaragoza, además de Tarazona y Calatayud. Por su matrimonio con Urraca I de León, gobernó sobre León, Castilla y Toledo y se hizo llamar entre 1109-1114 “Emperador de León y rey de toda España” hasta la anulación del matrimonio. Sus campañas militares lo llevaron hasta Córdoba, Granada y Valencia y a infligir a los musulmanes severas derrotas.

jueves, 23 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEÓN - (10) -

 Juan II de Aragón estaba interesado en casar a su hijo Fernando con la princesa con lo cual envió emisarios para ir tratando el matrimonio. Estamos en 1468. El arzobispo Carrillo fue un entusiasta defensor de esta causa, ya que buscaba reforzar su influencia.


Isabel envió a sus fieles hombres Chacón y Cárdenas, personas de su absoluta confianza a Cataluña para negociar y firmar los capítulos sobre su matrimonio con Fernando. Dejando de lado la literatura, para los historiadores es importante destacar que para Isabel revelaba su decisión de ejercer funciones de soberana y que tampoco quería reducir a Fernando al mero papel de consorte en Castilla. Debía establecerse un sistema que pudiera compartirse. Para Isabel estaba claro que la mujer podía estar capacitada para gobernar, y que había diferencias, pero no debía haber desigualdad. Por ejemplo, ya casados, los bastardos que Fernando había tenido, fueron llevados a la Corte, donde la reina se cuidó de situarlos convenientemente. 

Durante el matrimonio no hay documentación ni seguridad para afirmar que hubiese aventuras extramatrimoniales, y si las hubo, fueron silenciadas cuidadosamente.
En febrero de 1469 en nombre del soberano aragonés a quién representaban, Peralta y Carrillo juraron que se cumplirían al pie de la letra todos los capítulos que por los procuradores de ambas partes acordaron. La princesa Isabel poco después les entregó una nota, escrita de su propia mano, diciendo que desde ese momento consideraba a Fernando, ya como su esposo “y a mi mandéis lo quisierais que haga ahora, pues lo tengo que hacer” Una palabra dada para toda la vida.
Fernando firmó las capitulaciones tal cual estaban negociadas, bastante perjudiciales para Aragón, a las que Isabel incluyó una solo condición, que Fernando reconociera a Enrique IV como el único y verdadero rey de Castilla. Esto demuestra la firmeza y honestidad de las ideas de Isabel. Isabel sería soberana en Castilla y Fernando su consorte, mientras que Fernando sería soberano en Aragón e Isabel asumiría el papel de consorte. No suponía la creación de un Estado unificado, sino la unión dinástica. A la postre, ambos serían conjuntamente soberanos y compartirían la toma de decisiones y la dirección efectiva de los asuntos de cada reino. Ambos reinos mantendrían, además, sus propias leyes y costumbres, su moneda, lengua e incluso aduanas para el tráfico de mercancías. También se reunirían por separado las Cortes de cada reino, debiendo legislarse de forma individual para cada territorio. En resumen, la unión dinástica significaba una especie de alianza entre dos Estados que se iban a apoyar mutuamente en todo lo que fuera necesario, pero que no iban a fundirse en una misma estructura estatal.
Como dijimos quedaba la cuestión de la dispensa papal. Solicitada esta, es de suponer que Paulo II debió estar en un mar de confusiones. Deseaba la paz entre cristianos y a la vez no podía enemistarse con los reyes y los futuros reyes de Castilla ni con el de Aragón, como tampoco con el de Portugal. Con lo cual, dejó pasar el tiempo. Dejó en suspenso la solicitud de Fernando, dado que era unilateral. Sólo la solicitaba Aragón.

JUAN II DE ARAGÓN 

Los eclesiásticos que rodeaban a Isabel, con Carrillo a la cabeza la convencieron de que podía casarse sin preocupaciones de conciencia. No había orden papal de casarse con el portugués ni tampoco rechazo a casarse con Fernando. Carrillo aseguró que guardaba una bula con fecha de cinco años atrás a nombre de Fernando, para incluirla en el acta en su momento. No figuraba el nombre de la futura esposa para evitar un escándalo. A Veneris, el nuncio papal ante la corte de Enrique IV, y además embajador en Roma, doy su consentimiento al igual que Carrillo, con lo cual Isabel quedó convencida de la legalidad. El embajador de la Santa Sede y el más importante arzobispo de Castilla-León apoyaban la decisión, lo cual no era cualquier cosa. Al nuncio se le pagó generosamente, según era costumbre en la Cámara de Sicilia, la promesa de la sede episcopal de Orihuela y la villa de Tortosa cuando fuera posible.
Quedó entendido que la ceremonia de la boda sería en Castilla, donde luego se radicarían. Se necesitaba organizar el viaje de Fernando y sacar a Isabel de Ocaña, donde era prácticamente una prisionera. Enrique IV tenía que ir a Andalucía e hizo jurar a Isabel que no innovará nada en su matrimonio entes de que él volviera. Con lo cual queda claro que conocía las negociaciones con Aragón.


Dado que pronto se cumpliría el primer aniversario de la muerte de su hermano Alfonso, con la excusa de organizar las honras fúnebres, anunció a las damas que le cuidaban que viajaría a Ávila o a Arévalo. Le llegaron noticias que los caminos estaban siendo vigilados. Cambió la ruta y se fue a Madrigal. Estando allí llegaron otra vez los embajadores franceses para volver a ofrecer a su candidato, el de Guyena. Rechazado nuevamente por Isabel. Carrillo llegó oportunamente y con sus fuerzas la condujo a Valladolid, donde se sintió protegida y libre. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos cada territorio, cada señorío era una especie de isla con medios para defenderse. Desde allí Isabel escribió al rey explicándole que de los tres pretendientes había escogido a Fernando, y que éste le reconocía también como su legítimo rey. Isabel se movía dentro de la legalidad con astucia.
Fernando tenía dieciocho años, pero era todo un hombre, incluso iba a contar con dos hijos bastardos concebidos antes de casarse. En septiembre de 1469 Fernando estaba en Zaragoza y el camino hasta Valladolid era largo, pasaba por Calatayud a Soria. Se enteró que el duque de Medinaceli, Luis de la Cerda, había ordenado bloquear los caminos. Los aragoneses idearon un plan, se enviaría a dos negociadores para las cuestiones que interesaban a ambos reinos, y en la comitiva vestidos de forma de confundirse con los criados se insertaron Fernando, y otros dos personajes importantes. Salieron de Zaragoza y sin hacer un alto llegaron a Dueñas donde pasaron la noche en casa de un hermano de Carrillo.

ISABEL ACUERDA CON CHACÓN 

Isabel volvió a escribir al rey anunciándole que venía Fernando, sin armas ni intención de escándalos y males. Y pedía la aprobación del rey. Pero el rey que no había respondido a la carta anterior, tampoco lo hizo a esta. Sabemos que el que calla otorga con lo cual Isabel se consideró libre para obrar en consecuencia. Carrillo envió a ambos un escrito que debían firmar donde se especificaban los pasos que se darían a continuación. Eso es lo que entendieron los novios, pero Carrillo había redactado un documento para que le reconocieran como gobernante a él mismo, al igual que lo había sido Álvaro de Luna en su día.
El día 14 de octubre de 1469, por la noche ya, llegó la comitiva al caserón de los Vivero, (hoy Palacio de los Vivero) donde se conocieron Fernando e Isabel. Dado que nunca se habían visto, Cárdenas señalando con el dedo a Fernando, le dijo a Isabel “ese es”. En recuerdo de ese detalle, años después dispuso la reina que dos eses figurasen en su escudo.
El día 19 jueves, se celebró la misa de velaciones en el altar mayor de la iglesia románica de Santa María la Mayor, que ya no existe, y aquella noche, marido y mujer consumaron matrimonio cumpliendo con las rudas condiciones que entonces eran preceptivas. Fue exhibida la sábana de cómo la princesa había entregado su virginidad al marido y al reino, anulando de este modo aquellos actos que pudieran quedar pendientes de que el papa quisiera confirmarlos.
Nadie, absolutamente nadie formuló acusaciones o dudas de la validez del matrimonio.
Bueno, pues ya se habían casado el jueves, 19 de octubre de 1469 en Valladolid. La boda no tenía el consentimiento expreso del rey Enrique. Lo sabía y tampoco había dicho algo al respecto. Pero los contrarios a Isabel comenzaron a difundir comentarios y tratar de socavar la legitimidad del enlace. Los esposos y el arzobispo Carrillo escribieron al rey explicándole como se había realizado el enlace y que se declaraban obedientes al monarca y a los pactos habidos. Por otra parte, veladamente señalaban que no había alternativa. En román paladino, todos querían meter mano en la cuestión. Carrillo se consideraba el gestor único del proceso y a partir de ahora decidiría los pasos a seguir. Juan II de Aragón, el padre de Fernando también enviaba cartas con sus consejos. Otros nobles y prelados también aconsejaban “desinteresadamente”, ya que el asunto, tarde o temprano se convertirían en reyes de Castilla y Aragón, y había que ir tomando posiciones. Fernando demostró que no se dejaba manejar fácilmente, e Isabel ahora con más razón, al verse apoyada por su marido y coincidiendo en sus planes, escuchaban, callaban y procuraban ganarse a la mayor cantidad de gente que se adhirieran a su causa. Aparte de enviar Procuradores al rey, para que oficialmente realizara la aprobación, reclutaron una guardia de mil hombres que serían pagados con las rentas de la Cámara de Sicilia, que les pertenecía.

martes, 21 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEON - (Parte novena) -

El Tratado de Guisando tuvo lugar el 19 de septiembre de 1468 y el rey Enrique IV de Castilla que reconoció como princesa de Castilla y, por lo tanto, heredera del trono, a su hermana paterna, la infanta Isabel, (futura Isabel la Católica), en detrimento de su hija Juana, apodada "la Beltraneja". En Guisando, la “hija de la reina”, Juana, (por no certificar quien era su padre), será llevada a la Corte permaneciendo en ella. Al no estar casados con bula papal sus padres, era hija ilegal. El 5 de julio de 1468 había muerto Alfonso, hermano de Isabel.


ENCUENTRO DE ENRIQUE IV E ISABEL EN GUISANDO

Pues bien. De momento estaba todo aclarado. Enrique ordenó detener la guerra que había entre el bando Alfonsino y el del re, y que se reconociera a Isabel como su heredera en el trono.
Dado que Isabel estaba en Ocaña al amparo del marqués de Villena, Pacheco, este intrigante e incumplidor de pactos como sabemos, dejó pasar los cuarenta días acordados para el Juramento por las Cortes del convenio. Pacheco, astuto manejaba la situación e Isabel, que tenía aún diecisiete años y no contaba con experiencia en asuntos de Estado aún. Pero desde luego tonta no era, con lo cual en secreto encargó a persona de confianza que llevase un documento para su firma y hacer público lo firmado en Cadalso (Guisando) por el rey, haciendo hincapié en las donaciones que incluían el Principado de Asturias. Todo lo encomendado fue realizado y cuando el marqués Pacheco, tempo después, quiso deshacer lo hecho en Guisando, se encontró con la sorpresa de que tanto en Asturias como en Vizcaya no sólo se negaron a obedecer, sino que reafirmaron su fidelidad a la princesa, en quién veían encarnarse la antigua legitimidad, y Covadonga, origen de aquella lucha por la recuperación de la cristiandad, no era para el pueblo asunto baladí.
Hay que tener en cuenta que Según Manuel Colmeiro, de la Academia de la Historia, en su libro “Introducción a Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla” nos dice :  “Es sabido que Enrique IV, muerto su hermano el Príncipe D. Alonso, mandó jurar Princesa y heredera de sus reinos a la Infanta Doña Isabel el 19 de Setiembre de 1468 en la venta de los Toros de Guisando. Concurrieron a esta ceremonia, que tanto pesó en la balanza de la fortuna de España, muchos prelados y caballeros que con el Rey estaban. Un pueblo innumerable fue testigo de aquella solemnidad, a la cual faltó para ser completa la presencia de los procuradores de las ciudades y villas del reino. Subsanaron la falta las Cortes de Ocaña de 1469, pues según la carta que la Princesa Doña Isabel escribió a Enrique IV, cuando ya meditaba el Rey el rompimiento con su hermana, después en la villa de Ocaña “por mandado de vuestra señoría, otros muchos prelados e procuradores de las cibdades e villas... lo juraron, según que vuestra señoría bien sabe, e a todos es notorio”.
Confirmada la jura de la Princesa en las Cortes inmediatas, se desvanecen todos los escrúpulos acerca del derecho de sucesión en la Corona que asistía a doña Isabel; derecho declarado por el único tribunal competente, que no pudo invalidar la jura posterior de doña Juana, hija presunta del Rey, en el Ayuntamiento de grandes, prelados y caballeros de Val-de-Lozoya, porque no se reunieron allí los tres estados del reino, como era necesario, para anular la concordia de los Toros de Guisando”
Se refiere aquí el historiador al repudio realizado por el rey por la boda de Isabel y Fernando en 1469, que no contaba con su aprobación como señalaba los Pactos de los Toros de guisando. El rey reconoció nuevamente los derechos de su hija Juana en la Ceremonia de la Val de Lozoya el 25 de noviembre de 1470, pero no asistieron allí representantes de los tres estados del reino, como era preceptivo para anular el pacto anterior.


ALFONSO V DE PORTUGAL 
No obstante unos cuantos nobles con Pacheco a la cabeza hicieron lo imposible para incumplir lo de Guisando. Pactaron casar a Isabel con Alfonso V de Portugal, (el africano), que la llevaría a su tierra, y por la enorme diferencia de edad es posible que no nacieran hijos, y se casaría a Juana con el príncipe heredero de Portugal, Joao. Se reconocerían los derechos tanto de Portugal como los de Castilla para la segunda pareja y se retiraba a Isabel de la escena política a la vez que también a los temidos aragoneses. Los embajadores de Enrique ya estaban en Roma para solicitar la dispensa papal para ambos matrimonios, estableciendo así un infranqueable argumento respecto a cualquier demanda que se plantease desde Aragón a favor de Fernando.
Pero recordemos que en el acuerdo de Guisando, existía la posibilidad de que Isabel rechazara al pretendiente ofrecido por el rey. También sucedió que Juana de Avis no había sido enviada a Portugal. Tanto Pacheco como el rey estaban incumpliendo sus palabras.
En enero de 1469  llegó la embajada portuguesa a concertar las condiciones el matrimonio de Alfonso V, (el rey portugués), viudo a la sazón, con Isabel, pero está claro que ella se negó rotundamente. Y en junio de 1469 la Cancillería Pontificia expidió la dispensa para el parentesco entre el rey de Portugal e Isabel. El portugués rechazado ya no volvió a ocuparse del asunto y durante años estuvo ajeno a los asuntos de Castilla.
Pero los consejeros de Enrique establecieron que la princesa debía obedecer al rey, su señor, y al no hacerlo el rey quedaba facultado, por poder real, a revocar su nombramiento de sucesora. Isabel dio aquí otra muestra más de su templanza e inteligencia. Argumentó que al aceptar el rey en el documento de Guisando, que Juana no era nacida en matrimonio legítimo, por consecuencia no se la había dado nada a Isabel, sólo se le había reconocido una condición en derecho de heredera, y si ella no existiese a la muerte del rey, la corona pasaría a Fernando de Trastámara, hijo del rey de Aragón, esto era lógico ya que Fernando era un Trastámara. En este punto podemos suponer que la opción de la boda con Fernando ya la consideraba Isabel.
Enrique IV, presionado por Pacheco despidió a los consejeros de las Cortes, sin que tuvieran oportunidad de pronunciarse. Con lo cual, además de no enviar a Juana de Avis a Portugal, no había entregado las villas que debían de constituir las rentas de Isabel, había transcurrido más de siete meses del tiempo pactado para cumplir los acuerdos con las Cortes, e Isabel en abril de 1469 era casi una prisionera en Ocaña en manos de Pacheco.
También se le propuso a Isabel al duque de Guyena, un francés hermano de Luis XI, un indeseable y deforme persona que la hubiera llevado a Francia, que por supuesto rechazó. Con estos datos para Isabel una cosa estaba clara, el rey había incumplido los pactos habidos. Fundamentalmente porque había disuelto las Cortes.

Aparece en escena Pieres de Peralta, un “mosén” (tratamiento usado en Aragón antiguamente reservados a los ciudadanos honorables). Enviado por Juan II de Aragón para ir tratando el matrimonio de su hijo con Isabel. El arzobispo Carrillo fue un entusiasta defensor de esta causa, ya que buscaba reforzar su influencia. No había muchos partidarios castellanos temerosos de la reclamación de bienes confiscados a los aragoneses. Tres meses después de llegar, Peralta comunicó a Carrillo que Isabel le había dicho “me caso con Fernando o con ningún otro”. Debemos entender la frase como es, o sea que se casa con Fernando, o se quedaba soltera, sin problema alguno.
Había otra cuestión que se tuvo que lidiar: Isabel y Fernando eran hijos de primos hermanos, y era imprescindible una dispensa para legitimar el matrimonio. Pero se entendía que mientras la solicitud presentada no fuera negada por el papa, ésta ilegitimidad no existía. El riesgo es que se resolviera a posteriori.

lunes, 20 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEÓN (Parte octava)

El rey Alfonso XII de Castilla (el hermano de Isabel), proclamado por algunos nobles en la Farsa de Ávila, había fallecido en julio de 1468. La guerra de Sucesión por la corona se termina y se busca un pacto.


ALONSO DE FONSECA Y ACEVEDO

Aprovechando la cuestión, el influyente obispo Fonseca, que había sido uno de los que examinaron el proyecto del segundo matrimonio de Enrique IV, nuevamente dictaminó que Alfonso había sido el legítimo heredero a la corona. A todo esto, el poderoso noble Diego de Mendoza, fiel al rey, se marchó llevándose a la hija de éste, Juana. Enrique IV estaba en Segovia con su valido Beltrán de la Cueva y la reina Juana recluida con el obispo Fonseca.
Vemos que la sucesión de Enrique IV se convirtió en toda una novela de intriga. Primero, la hija del rey es desechada de la sucesión por bastarda. El siguiente, Alfonso, aunque coronado de aquella manera, con guerra de por medio, muere joven sin descendencia. Isabel se salva de casarse con Girón, un indeseable que no merecía ser rey de Castilla. Y el rey Enrique es un hombre proclive a pactar antes que luchar. Es como si la divina providencia señalara a Isabel que había sido la tercera persona en línea de sucesión y ahora era posible que fuera reina.
JUANA LA BELTRANEJA 


Hoy estamos en condiciones de saber los sucesos que se produjeron entre julio y septiembre de aquel trascendental año de 1468, gracias a los trabajos de investigación de los rigurosos historiadores Isabel de Val y Juan Torres Fontes.
No es cierto que Isabel enseguida haya querido proclamarse reina a la muerte de su hermano. Si es cierto que tenía partidarios de Isabel y contrarios a su hermano Enrique. Pero ella debía instalarse en una postura de legitimidad de origen, que en Castilla dependía del nacimiento y de la aceptación por parte del reino. Había dos argumentos extremos, obediencia a Enrique y rechazar el posible derecho de la hija, Juana. Por lo cual, esgrimiendo aquel documento que entre otros Fonseca había redactado en nombre del papa, y era ley, no se reconocía a Juana heredera, sino Alfonso, y muerto éste, sería Isabel la heredera. Además, Isabel ya entonces calculó que si Juana reinaba, podría casarse con algún heredero de Portugal, ya que su madre era nieta del rey de Portugal, y la corona de Castilla pasaría a manos portuguesas.


RETRATO POSIBLE DE ISABEL DE TRASTÁMARA
Pero en Castilla las mujeres tenían derecho a reinar cuando faltaban varones en la línea de sucesión. El inteligente rey Juan II de Aragón se apresuró a tratar de conseguir que Isabel se casara con su hijo Fernando, ambos de edad similar, de la misma casa Trastámara y juntos fortalecerían la unidad de la península contra los musulmanes. Fernando aceptó firmando un documento en Cervera que le redactó su padre. Isabel no se pronunció al respecto. Ni una palabra, con lo cual queda claro que la iniciativa partía de la corona de Aragón, principal interesada.
Isabel estaba decidida a sentarse en el trono, eso era evidente. Pero no quería hacerlo por las bravas, sino haciendo valer aquellos documentos que se habían firmado, primero por orden del papa y aquel otro, en que le obligó a arzobispo Carrillo a aceptar que se casase con la persona que ella misma decidiera. Escribió a Carrillo asegurando su fidelidad al rey, su hermano y a su vez le reclamaba de él que la reconociera como sucesora siendo así jurada por las cortes como Princesa de Asturias.
La legitimidad de Enrique era indiscutible. Pero no así la de Juana su hija. Con lo cual el matrimonio de Enrique habría que anularlo, quedando en el legado papal la última palabra. Primero dependía de la voluntad del rey a negociar. Pacheco quien fue clave para llegar a los acontecimientos de la explanada de Guisando y fue el gran defensor de Isabel con tal de fastidiar al rey Enrique. ¿Curioso, verdad? La jugada oculta estaba en el intrigante marqués Juan Pacheco. Una de las condiciones era que Isabel se casaría con un candidato propuesto por el rey Enrique. Se confirmaban las sospechas de Isabel, lo que urdía Pacheco eran los enlaces concertados de Isabel con el rey Alfonso V de Portugal. El hijo de éste, Juan, con la niña Juana (la Beltraneja), reconociendo sus derechos. De este modo reinarían primero Alfonso de Portugal y luego su hijo Juan de Portugal. Para ello Pacheco entregaría al rey todo su poder y sujetaría a Isabel políticamente. Pacheco tenía grandes intereses, tanto en Castilla como en Portugal.
Enrique viendo la situación tan delicada, y que todo se basa en la legalidad de su matrimonio y la paternidad por tanto de su hija, manda a su mujer a volver a la corte. En agosto de ese año Juana de Avis estaba en avanzado estado de gestación. No olvidemos que había sido sacada de la corte y enviada bajo la custodia del obispo de Ávila, Alonso de Fonseca al castillo de Alaejos. Ella era una mujer muy hermosa y tenía un amante, Pedro de Castilla con quien tuvo hijos gemelos, y abrumada, decidió huir descolgándose en un cesto por los adarves de la muralla, con su amante, y fue a refugiarse en Cuéllar, señorío de Beltrán de la Cueva, precisamente la peor opción.
El deshonor de Enrique era evidente y motivo de murmullo y chanzas. Para Enrique IV es un golpe enorme que equivale a no poder demostrar la fidelidad de la reina y por consecuencia la sospecha de la bastardía de su hija Juana. Aunque el adulterio no tiene nada que ver con la situación jurídica de la niña. A esto se sumaba que la boda entre Enrique y Juana, que eran primos segundos, no tenía el necesario consentimiento papal.
Pero al final todo esto contribuyó a derrumbar la resistencia que ofrecía el rey a negociar.
El rey Enrique IV en 1468, se encuentra en una situación muy complicada. Su hermano Alfonso había muerto y su mujer estaba embarazada de otro hombre, lo que quedaba claro que la sospecha de la bastardía de su hija Juana fuera cierta ya que el rey no había tenido hijos con su primera mujer y con Juana pasaron siete años hasta el parto de Juana, (la Beltraneja). Esto contribuyó a que se decidiera a negociar. La poderosa Liga Nobiliaria a modifica su estrategia, eligiendo a Isabel para heredera al trono.
Se señaló la fecha del 19 de septiembre de 1468 para la entrevista en Guisando. Un día antes, en Cadalso, (a dos horas de Guisando), ambas partes firmaron un documento en que se señalaba las cosas de las que se hablaría. Erróneamente se ha llamado a este documento el Tratado de los Toros de Guisando. 


RECREACIÓN DEL TRATADO DE GUISANDO 
Al día siguiente se realizaron los actos, pero no se firmó ningún documento, pero se acordó, primero detener la guerra. Segundo, Isabel sería reconocida como Princesa de Asturias, otorgándose su juramento por las Cortes y la Junta de la Hermandad en el plazo de cuarenta días. Tercero, Isabel recibirá rentas y propiedad como el Principado de Asturias, las rentas de Ávila, etc. Cuarto, Isabel se comprometía a casarse con quien el rey acordase, con el consejo del arzobispo. Pero la princesa se reservaba el derecho a rechazarlo. Quinto se establece que el rey no está legítimamente casado con Juana de Avis “a servicio de Dios”, es decir, que aquel matrimonio entre primos segundos se realizó sin dispensa papal. Se haría divorcio y separación entre ambos, enviándose a ella a Portugal, dado su grave pecado de concubinato. Sexto, la “hija de la reina”, (por no certificar quien era su padre), será llevada a la Corte permaneciendo en ella. Al no estar casados sus padres, era hija ilegal.
Pues bien. De momento estaba todo aclarado. Enrique ordenó detener la guerra y que se reconociera a Isabel como su heredera en el trono.

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...