La grandeza del Imperio Romano crecía proporcionalmente al
volumen de agua que entraba en él. Para establecerse era necesario dotar a las
ciudades y territorios de su imperio de unas sólidas infraestructuras, algunas
de las cuales han llegado en servicio hasta nuestros días.
Idearon, trazaron y mantuvieron una ingente red de
acueductos, cisternas y depósitos, con una tecnología punta, para asegurar un
satisfactorio suministro. La arquitectura del agua se convirtió en símbolo de
la grandeza de Roma y, consecuentemente, también de sus gobernantes y
emperadores.
¿Cómo se construyeron los acueductos romanos en Hispania?
Tenemos unos cuantos: Acueducto de
Albarracín-Cella - Aqua Fontis Aureae (Córdoba) - Acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta
(Córdoba) - Acueducto de Bejís (Castellón)- Caños de Carmona (Sevilla)-Acueducto de les Ferreres (Tarragona)-
Acueducto de Gades (Cádiz)- Acueducto de Huelva - Acueducto de los Milagros (Mérida) -
Acueducto de Peña Cortada (Valencia)- Acueductos de la rambla de Carcauz (Almería)- Quedan restos
del acueducto romano de Altea (Alicante) - Acueducto de Segovia - Acueducto de Sexi-(Granada) -
Acueducto de Valdepuentes (Córdoba)
Cuando hablamos de acueductos, tendemos a identificarlos con
los grandes puentes sobre arcos sin tener en cuenta que estos son solo la parte
monumental de un trazado que puede llegar a superar los cien kilómetros de
longitud. Así es en realidad una conducción, etimológicamente “acueducto”.
A través de estas inmensas canalizaciones, el agua llegaba
en condiciones de potabilidad a las ciudades para dar servicio primero al
ámbito público (fuentes y termas) y después al privado (domicilios).
Estas obras adquieren en ocasiones una complejidad extrema y
su realización, incluso hoy y con nuestros medios, sería objeto del máximo
esmero y no poca dificultad en su replanteo, de forma que se garantizase su
correcto funcionamiento.
Acueducto de Ferreres - Tarragona
Doscientos cincuenta años tardaron los trabajos de
explotación en las Médulas, hasta principios del siglo III, en lo que hoy es El
Bierzo. Fueron la mayor mina de oro del Imperio y la construcción de los
canales fue el primer paso que permitió extraer oro de la montaña. Fueron una
de las obras hidráulicas más extensas del mundo antiguo, y su trazado una obra
de ingeniería que ha perdurado 2.000 años. Los canales han sido recuperados
como rutas de senderismo y ahora se valora su inclusión dentro del espacio cultural
y protegido de este Patrimonio de la Humanidad en 1997.
Explotación de Las Médulas
El entorno de las minas
de oro romanas es uno de los principales tesoros paisajísticos de El Bierzo.
Pero lo que no todo el mundo sabe es que, oculta en las faldas de las montañas
que rodean la antigua explotación aurífera, se encuentra una impresionante red
de canales de agua que abastecían la mina y que suman más de 600 kilómetros de
longitud, algunos de los cuáles se pueden recorrer ahora en itinerarios de
montaña.
La red de canales permaneció poco conocida e infravalorada
hasta época reciente y su cartografía y estudio detallado no se acometió hasta
los primeros años del siglo XXI. Casi enterrados por el paso del tiempo,
deformados por los procesos de erosión de las laderas y sepultados bajo un
manto de arbustos. Una extensión de más de 600 km. Una de las características
que más llama la atención en las observaciones de campo es la pendiente suave y
uniforme que presenta el trazado de los canales, que en algunos casos alcanza
los 143 km y que se mantiene, con un pequeño margen de error, en torno al
0,2-0,3%. Al mantenerse la pendiente regular a lo largo de muchos kilómetros,
el trazado de los canales queda identificado de manera peculiar sobre el
terreno. Y es que la construcción del canal se llevaba a cabo desde la
explotación hacia el curso de agua y no al revés. Lo que marca la posición es
la altura de la mina. Entre diferentes puntos de explotación en Las Médulas
existen diferencias de cota de hasta 200 metros.
Las presas y canales eran infraestructuras para aumentar,
mediante el riego, la producción agrícola. Este aporte de agua, que no
precisaba potabilidad, comportaba obras no tan aparatosas como las de los
acueductos y, por ello, se han conservado en menor medida. La agricultura
árabe, por ejemplo, abundó en los mismos parámetros que la romana. Los romanos
se sentían muy orgullosos de sus realizaciones en el campo de la ingeniería
hidráulica.
Los ríos constituyen un riesgo en el caso de inundaciones,
que destruyen cuanto se asienta en sus orillas. Con todo, las inundaciones en
Roma fueron frecuentes, intentaron paliarlas mediante canales y otras obras de
gran envergadura, que sirvieron, además, para evitar zonas lacustres y
pantanosas y facilitar las comunicaciones y el transporte, siempre menos
costoso por vía fluvial que por terrestre. Además de las diversas técnicas de
pesca, los romanos dispusieron de viveros, tanto para peces de agua salada como
de agua dulce.
Los romanos inventaron o perfeccionaron una amplia gama de
maquinaria, como cuenta Vitruvio en el libro noveno de su Arquitectura. Y la
industria se benefició directa o indirectamente de estos conocimientos.
La fuerza motriz del agua no fue en absoluto menospreciada.
Se comprueba en los molinos hidráulicos y en la minería. En las explotaciones
auríferas, el caso de Las Médulas (León) es de una gran espectacularidad: la
perforación de galerías en el conglomerado de la montaña permitía hacer
circular una enorme cantidad de agua, cuya presión provocaba el derrumbe para
recuperar el oro del yacimiento. Plinio el Viejo, en su Historia natural,
explica con detalle lo que él denomina ruina montium.
Acueducto de Segovia
Pero no hay que olvidar que los acueductos eran la necesaria
estructura para la enorme cantidad de agua que se empleaba en la ornamentación,
el lujo y el espectáculo. Las cisternas podían proporcionar el agua para lo más
necesario, pero no para tanto derroche y esplendor. No había ciudad que se
preciara, por pequeña que fuese, que no contara al menos con unos baños o
termas públicas. Su módica entrada daba acceso al común de los mortales, que
podían asistir a diario y disfrutar de momentos de relax e intercambio social.
Su ingeniería era brillante. La calefacción funcionaba mediante la circulación
de aire caliente bajo un pavimento hidráulico, sostenido con pilares de
ladrillo, sobre el que se echaba agua fría, dando lugar a una especie de sauna.
En los caldaria había también pequeñas piscinas cuya agua se calentaba con el
mismo procedimiento. Sistema de caldeamiento en una villa romana
Estas obras adquieren en ocasiones una complejidad extrema y
su realización, incluso hoy y con nuestros medios, sería objeto del máximo
esmero y no poca dificultad en su replanteo, de forma que se garantizase su
correcto funcionamiento. El “Chorobate” se trata de una herramienta para la
comprobación de niveles del terreno utilizada por los romanos para la
construcción de acueductos. En una regla en la cual se horadaba una ranura que
se llenaba de agua. En cada extremo de la regla, una plomada permitía comprobar
la vertical. Al inclinar la regla, un simple control visual permitía apreciar
el nivel del agua en la ranura. Mediante esta observación, era posible deducir
la inclinación que debía darse al acueducto para garantizar en la obra la misma
inclinación.
Construcción de un acueducto
El chorobate se equipaba con 2 visores en cada extremidad de
la regla. El espacio entre los dos visores definía la precisión de la medida;
las reglas tenían en general una longitud de alrededor de 6 metros.
Doscientos cincuenta años tardaron los trabajos de
explotación en las Médulas. Fueron la mayor mina de oro del Imperio y la
construcción de los canales fue el primer paso que permitió extraer oro de la
montaña. Fueron una de las obras hidráulicas más extensas del mundo antiguo, y
su trazado una obra de ingeniería que ha perdurado 2.000 años. Los canales han
sido recuperados como rutas de senderismo y ahora se valora su inclusión dentro
del espacio cultural y protegido de este Patrimonio de la Humanidad en 1997. El
entorno de las minas de oro romanas es uno de los principales tesoros
paisajísticos de El Bierzo. Pero lo que no todo el mundo sabe es que, oculta en
las faldas de las montañas que rodean la antigua explotación aurífera, se
encuentra una impresionante red de canales de agua que abastecían la mina y que
suman más de 600 kilómetros de longitud, algunos de los cuáles se pueden
recorrer ahora en itinerarios de montaña. La red de canales permaneció poco
conocida e infravalorada hasta época reciente y su cartografía y estudio
detallado no se acometió hasta los primeros años del siglo XXI. Casi enterrados
por el paso del tiempo, deformados por los procesos de erosión de las laderas y
sepultados bajo un manto de arbustos. Una extensión de más de 600 km. Una de
las características que más llama la atención en las observaciones de campo es
la pendiente suave y uniforme que presenta el trazado de los canales, que en
algunos casos alcanza los 143 km y que se mantiene, con un pequeño margen de
error, en torno al 0,2-0,3%. Al mantenerse la pendiente regular a lo largo de
muchos kilómetros, el trazado de los canales queda identificado de manera
peculiar sobre el terreno. Y es que la construcción del canal se llevaba a cabo
desde la explotación hacia el curso de agua y no al revés. Lo que marca la
posición es la altura de la mina. Entre diferentes puntos de explotación en Las
Médulas existen diferencias de cota de hasta 200 metros.
Para establecerse era necesario dotar a las ciudades y
territorios de su imperio de unas sólidas infraestructuras, algunas de las
cuales han llegado en servicio hasta nuestros días o han desafiado el paso del
tiempo con su masa imponente. En este contexto, es comprensible que el
abastecimiento de agua constituyera una temprana y constante preocupación.