lunes, 22 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA - 45 - ALFONSO XIII

FINALES DEL SIGLO XIX Alfonso XII palmó en 1885, con veintiocho años, había reinado diez nada más. Dejó un futuro vástago a su esposa (la segunda) María Cristina de Habsburgo. Durante su reinado, la alternancia en el gobierno de dos partidos (conservador y liberal), no dependía del triunfo en las elecciones, sino de la decisión del rey. Su origen estuvo en la exigencia de Práxedes Mateo Sagasta de que el rey llamase a gobernar en 1881 a su partido como alternancia al de Antonio Cánovas del Castillo. Esta práctica artificial impulsada tomaba como modelo el sistema británico. Y España a lo suyo, injusticia social, alejada de la vida pública y con un nivel educacional pobre y acojonada por las tensiones del ejército arrogante. La oligarquía económica también en su historia de ganar como fuera y una Iglesia católica controlando vidas y conciencias. El Estado, dejaba en manos de la Iglesia una gran parte de la educación. La idea que se tenía del patriotismo era barato, muy popular en cosas de poca trascendencia, folclore, tradiciones religiosas, toros y poco más. De forma y manera que cualquier listo de año uno, se hacía con los mandos en los pueblos o regiones. Un pueblo fácilmente manipulable por un populista de los que nunca han faltado. La prensa también era para echarle de comer aparte. Siempre partidista y propensa a hacer negocio y manipular. Algo que ya es tradición en “esta España mía esta España nuestra, ay ay!” Pero no todo estaba pedido, había novelas que entraban en la casas y la gente leía, y la pintura se había puesto de moda, libros de la Historia Española se consultaban y todos esos esfuerzos realizados por algunos intelectuales iban a prolongarse durante la regencia de María Cristina. Pero estábamos muy lejos de los principios de democracia y de libertad que unos ilusos y extravagantes honrados patriotas habían soñado casi cien años antes, cuando promulgaron la Constitución de Cádiz. Seguíamos quedando trasconejados, por detrás de la Europa que había cogido el tren de la Revolución Industrial, y avanzaba hacia un mundo más digno e igualitario. No teníamos cultura ni educación, ni la previsión de tenerla a medio plazo. En 1895 Sabino Arana funda el PNV, con ideas independentista y católicas. Cataluña andaba pensando en promulgar una Constitución, cosas de Francisco Cambó, un conservador catalanista. Y después de este desastre del 98, del que ya hablaremos, vino lo que se dio en llamar el “Regeneracionismo” que nace con Joaquín Costa, llevado por la inspiración de la obra “Oligarquía y Caciquismo” de 1901 donde criticaba duramente el estado de cosas que estaba impidiendo una realización y concreción de la verdadera democracia, es decir el gobierno del pueblo, de todo el pueblo y no solo del partido que, ganador en comicios pero que no reconoce a ningún otra idea que no sea la suya, plagada de intereses y corrupción. A finales de siglo hay un renacimiento cultural que se dio en llamar la “edad de plata”. La ciencia, la música, la literatura y la pintura alcanzan un grado de expresión extraordinarios incluso a nivel internacional. Personajes como Sorolla, Unamuno, Falla, Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Menéndez y Pelayo, Benavente, entre otros son los responsables de este florecimiento. Algo típicamente español, cuando todo está jodido, es cuando aparecen los mejores intelectuales. Pero todos los novelistas no narran las desventuras del campesinado ni de la clase obrera. Tampoco les interesa el mundo de la política. En la música triunfa la zarzuela, género auténticamente español. Pero descolló sobre todas las artes la arquitectura. Se construyen grandes edificios públicos.
Y a todo esto llegamos al 17 de mayo de 1902, fecha en que Alfonso XIII cumple la mayoría de edad necesaria para ocupar el trono, 16 añitos. Y lo avisa ya en su discurso en el primer Consejo de Ministros, su decisión de participar en los asuntos políticos y ser protagonista de lo que las leyes le indican, incluyendo el de jefe del Ejército. De todas formas en los primeros años de reinado se notaba la influencia que tenía su mamá sobre el joven rey. Pero aunque las cosas marchaban no del todo mal, vino un suceso desgraciado en unos yacimientos mineros cerca de Melilla donde murieron en la revuelta (del Rif) y entre trabajadores y militares emboscados murieron más de 150 españoles. Luego se solucionó el asunto con el envío de tropas en el verano de 1909. Ese verano las cosas se calentaron. En Barcelona hubo una insurrección militar y anticlerical, para oponerse al envío de tropas a África, reservistas casados y con hijos la mayoría, que eran muchos catalanes. Esto se tomó como una provocación. Huelga general y la violencia se desató. Barcelona se llenó de barricadas y el pueblo, manejado por demagogos y oportunistas de líderes radicales, comenzó la quema de iglesias y conventos ante la pasividad del ejército. Se quemaron 80 edificios religiosos y murieron entre sacerdotes y civiles unas 100 personas. Se profanaron tumbas de religiosas de clausura y las pasearon por la ciudad en un espectáculo macabro. La llegada de tropas y la nula organización de los revoltosos hizo que se pudiera controlar la situación. La Semana Trágica de Barcelona había acabado. La burguesía catalana, respiró al fin. Se iban manifestando dos tendencias claramente contrapuestas, la derecha y la izquierda, el socialismo y conservadores. Y en la izquierda el socialismo manifestaba sus reivindicaciones pacíficamente y en los anarquistas, enemigos de un orden general establecido, “Ni Dios, Ni patria Ni rey”, pensaban que la forma de ir arreglando las cosas era a base de violencia. En los sucesos de Melilla, en el verano de 1909, murieron 150 españoles, y en Barcelona a causa del reclutamiento para esa solución militar se desencadenó la “Semana Trágica”. De esta forma en el país el anarquismo, que quiere decir la ausencia de leyes, se transformó en sinónimo de terrorista. El auge burgués e industrial del momento estaba metiendo mucho dinero en las provincias vascas, Asturias y sobre todo en Cataluña, donde ciudades como Barcelona, Sabadell, Manresa y Tarrasa, con sus manufacturas textiles y su proximidad fronteriza con Europa, aumentaban la riqueza y por supuesto inspiraba, al igual que hoy, un sentimiento de superioridad al resto del país. No era un sentimiento separatista todavía pero si de descentralizar el estado, un federalismo. Y para arreglar las cosas se desata la Primera Guerra Mundial. España se declara neutral, aunque el rey era algo germanófilo ya que la reina era de origen alemán. Y el país se divide en las opciones. La izquierda, intelectuales y nacionalistas simpatizaban con los aliados y los franceses. Y los conservadores y el ejército simpatizantes con los imperialistas. Dos bandos, cultura alemana o civilización aliada. En 1916 los militares de la península estaban jodidos en comparación a los destinado a África. Sometieron a presiones al gobierno y a la corona. Pero al menos controlaban los problemas sociales.

BATALLA DE AYACUCHO

Ayacucho, 9 de diciembre de 1824 Es considerada la última batalla y desencadena el principio del fin del Imperio Español en América. En agos...