viernes, 19 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-43- PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA

El mismo día en que abdicó el rey Amadeo I de Saboya el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar de que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento. La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario del sexenio, en cuanto a los más caracterizados rectores del republicanismo democrático, Figueras, Pi Margall, Castelar, Salmerón y otros, aparecieron como los únicos capaces de materializar los ideales de la revolución de 1868. El Partido Republicano llegó al poder dividido entre unitarios y federales y éstos a su vez entre intransigentes y moderados, según el método a emplear para una España federal. Desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874, en los veintidós meses que duró, tuvo la Primera República Española ocho ejecutivos en total, 5 durante la República Federal y otros 3 durante la República Unitaria, A saber: Presidencia de Estanislao Figueras (11 de febrero -24 de febrero de 1873) y Segundo Gobierno (24 de febrero-11 de junio). Presidencia de Francisco Pi y Margall (11 de junio- 18 de julio). Presidencia de Nicolás Salmerón (18 de julio-7 de septiembre). Presidencia de Emilio Castelar (7 de septiembre de 1873-3 de enero de 1874). Presidencia de Francisco Serrano, Primer Gobierno (3 de enero-13 de mayo), Segundo Gobierno (13 de mayo-3 de septiembre), Tercer Gobierno (3 de septiembre-29 de diciembre). Por esas fechas en el pueblo español había un 60 por ciento de analfabetos. Nuestra querida España estaba sometida a generales, obispos y especuladores financieros, la política en manos de jefes de partidos sin programa, y las elecciones una comedia. La educación pública no interesaba un carajo a la clase política. 6.000 pueblos carecían de escuela, y de los 12.000 maestros censados, la mitad se clasificaba oficialmente como de escasa instrucción. En cuanto a la industrialización que otros países europeos encaraban con eficacia y entusiasmo, en España se limitaba a Cataluña, el País Vasco y zonas periféricas como Málaga, Alcoy y Sevilla. Talleres y fábricas, a juicio de la clase dirigente española, eran peligroso territorio obrero. De ahí que el atraso industrial y la sujeción del pueblo al medio agrícola. Y se proclamó la República, por 258 votos a favor y 38 en contra, curiosamente sólo había 77 diputados republicanos. Unos la querían unitaria y otros federal. Sin haber aprobado una nueva Constitución, para unos la federación era un pacto nacional, para otros la autonomía regional, para otros una descentralización absoluta. Se sucedieron cuatro presidentes. Estanislao Figueras, un abogado catalán. ¡El primer gobierno duró quince días! Crecida la anarquía por todas partes, Figueras se marchó en secreto a Francia, (¿Dónde si no?) Sin presentar la dimisión. Le sucedió Pi y Margal. Gobernó 37 días. Luego vino Nicolás Salmerón, persona moral y federalista. Comenzó a poner sitio a Cartagena donde los cantoneses (insurrección cantonal) se habían apoderado de la escuadra. Como no quiso firmar penas de muerte dimitió, duró 51 días. Luego Emilio Castelar, uno de los pocos que nunca había cambiado de partido. Para evitar la inestabilidad del Parlamento lo suspendió hasta enero de 1874, gobernando por decreto. Entretanto en Cuba había estallado la insurrección independentista. Y los carlistas, viendo amenazados los valores cristianos y la cuestión foral, volvían a echarse al monte, empezando su tercera guerra. El ejército era un descojone total, de forma que sólo había un general que no se había sublevado nunca, y al que los compañeros tachaban de maricón. Así que no es de extrañar que un montón de lugares empezaran a proclamarse federales e incluso independientes por su cuenta. Fue lo que se llamó insurrección cantonal. A este desatino, llamado República solo la reconoció EE. UU. y Suiza. Tal era la confianza que generaba. Se redactó una Constitución que nunca entró en vigor, en la que se proclamaba una España federal de “diecisiete estados y cinco territorios”, pero una treintena de provincias y ciudades se proclamaron independientes unas de otras, llegaron a enfrentarse entre sí y hasta a hacer su propia política internacional, como Granada, que abrió hostilidades contra Jaén, o Cartagena, que declaró la guerra a Madrid y a Prusia, con dos cojones. Eso se llamó Insurrección Cantonal. Se mezclaban federalismo, cantonalismo, socialismo, anarquismo, anticapitalismo y democracia. Un caos peligroso, lleno de quimeras y proyectos irrealizables.
Se legalizó el divorcio, se confirmó la libertad de culto, para cabreo de la Iglesia, y se suprimió la pena de muerte. Pero en lo administrativo era un desastre. Una España fragmentada e imposible todo eran fronteras interiores, milicias populares, banderas, demagogia y disparate, y los militares estaban mal vistos y además no los obedecía nadie. La guerra cantonal se prolongó en Cartagena y en Andalucía durante cierto tiempo. Pi y Margall al frente del gobierno se vio desbordado por la rebelión cantonal y también por la marcha de la Tercera Guerra Carlista, que campaban por sus respetos con total libertad en las Vascongadas, Cataluña y Navarra, y se extendían en lo posible al resto. El pretendiente autoproclamado Carlos VII tenía un gobierno con sus ministerios, acuñaba moneda y recibía ayuda de Francia. Hasta que el gobierno envió a los generales Martínez Campos y Pavía para liquidar el asunto por las bravas, cosa que hicieron a cañonazo limpio. Mientras tanto, como las Cortes no servían para nada, a los diputados, que ya ni iban a las sesiones, les dieron vacaciones desde septiembre de 1873 a enero de 1874. Y el 29 de diciembre de 1873, cuando se reunieron de nuevo, el general Pavía, respaldado por la derecha conservadora, sus tropas y la Guardia Civil, rodeó el edificio. Los republicanos decidieron morir defendiendo a la patria y la República, y ¡bla bla blá! Pero en cuanto oyeron el primer tiro al aire cambiaron su forma de pensar. Se marcharon sin saludar estos también, corriendo o arrojándose por las ventanas, (¡auténtico!). Y, cual sainete, de esta forma grotesca y burda acabó lo que nunca fue República Española, sino un quilombo insensato, pero con muertos, hambre y caos. Todo el siglo XIX había sido un desastre. Y la peña, es decir la gente del pueblo estaba hasta los escrotos. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Lo de siempre. Así que algunos políticos, tomando el pulso al ambiente, empezaron a plantearse la posibilidad de restaurar la monarquía y así, el 29 de diciembre de 1874, después del golpe de Pavía, el general Martínez Campos en un pronunciamiento militar en Sagunto proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II, y cerró con ello el sexenio revolucionario, porque le pareció lo más apropiado. Es decir con un par…

BATALLA DE AYACUCHO

Ayacucho, 9 de diciembre de 1824 Es considerada la última batalla y desencadena el principio del fin del Imperio Español en América. En agos...