miércoles, 24 de abril de 2019
EDAD CONTEMPORÁNEA -46- EL DESASTRE DEL 98
España había sido un poderoso Imperio, y como tal tuvo muchos enemigos, los vecinos los más peligrosos. Aprovechando las traiciones de Fernando VII, la invasión francesa, la güera contra Napoleón, las ideas de la ilustración, los liberales y la influencia de la revolución francesa y la independencia de EE. UU., las emancipaciones americanas llegaron, y aunque nos duela, llegaron de mano de los hijos de los españoles nacidos en aquel continente, que prefirieron Inglaterra y EE. UU. antes que a España. Siendo muy condescendientes era explicable, pero no la forma, ya que en realidad aquello fue una impresionante Guerra Civil de todo un continente, del cual salieron multitud de países que no tenían ni remotamente un sentido de Estado, y salvo algún que otro que deseaba la emancipación pero contando con la corona española, el resto fue por las bravas.
Estamos en el reinado de Alfonso XIII. Tras la pérdida de la América continental nos quedan a principios del siglo XIX bajo la corona española, Cuba y Puerto Rico, las islas Filipinas y un conjunto de islotes y pequeños archipiélagos en el pacífico.
Cuba y Puerto Rico, como sabemos están situadas en cerca de EE. UU. Su economía estaba basada en la agricultura de exportación del azúcar y tabaco, fundamentalmente.
Pero estaban obligadas a comprar las harinas castellanas y los textiles catalanes e impedidas de exportar azúcar a Europa. Por supuesto que no tenían capacidad de autogobierno. Para colmo de males existía la explotación esclavista en beneficio de una oligarquía muy preponderante. En Filipinas la población española era escasa. La soberanía se había mantenido gracias a una fuerza militar y a la presencia de varias órdenes religiosas.
En Cuba en 1868 se comenzó a sufrir los movimientos autonomistas. Una sublevación popular que dio comienzo a la lucha por la abolición de la esclavitud en las plantaciones azucareras y por la autonomía política. El pastel estaba servido.
Hay que saber que durante los treinta años de trata de esclavos legal en el caribe, (1790-1820) se ha podido establecer la presencia de 146 embarcaciones catalanas entradas en Cuba. En Cataluña se podían encontrar muchos grupos de presión para evitar las reformas en Cuba que pretendían acabar con la esclavitud. Estos espacios reunieron a los empresarios más importantes del momento, como Joan Güell y Ferrer
A partir del 1865 el único país europeo que tiene esclavitud es España.
Los comerciantes que volvieron ricos después de establecerse en el caribe, y otras países, se les llamó “indianos”. Eran líderes locales en la época de finales del XIX y principios del XX Gente de Galicia, Asturias, Cantabria, el País Vasco, Cataluña y Canarias, se vieron obligados en esa época a emigrar a países como Brasil, Cuba, Argentina, Uruguay, Chile Venezuela o México.
Los que lograron amasar verdaderas fortunas y decidieron volver años más tarde a sus lugares de origen, destacando el prestigio de su fortuna e incluso comprando títulos nobiliarios. Pero muchos se enriquecieron con la trata de esclavos, como el marqués de Comillas, y con negocios de ultramar y grupos de presión políticos que obstaculizaran la posibilidad de legislación abolicionista.
La esclavitud no se suprimió definitivamente en las colonias españolas hasta el 7 de octubre de 1886.
Norteamérica, después de la guerra de Secesión, había abolida la esclavitud. Y eso influyó poderosamente. Por supuesto que su fuerza hegemónica en el caribe era clara, lo que ayudaba a las ideas de desplazar a España del área.
La Guerra de los Diez Años en Cuba duró hasta 1878, y concluyó con la Paz de Zanjón, en la que el general Martínez Campos se comprometió a dar a Cuba formas de autogobierno. Surge el Partido Liberal Cubano, que representaba a sectores de la burguesía criolla.
Pero en 1892 José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, partidario de la independencia sin anestesia.
La guerra se recrudeció a partir de 1895. Desde España llega el general Weyler que no se le ocurrió otra cosa que una represión brutal y campos de concentración. No obstante esto no impidió que la lucha continuara.
Puerto Rico miraba de reojo, ya que había conseguido la abolición formal de la esclavitud en 1873, con la I República.
En Filipinas se creó la Liga Filipina creada por José Rizal. El descontento de ciertos grupos indígenas con la administración española y el excesivo poder de las órdenes religiosas fue su caldo de cultivo. Pretendía simplemente la expulsión de los españoles, de las órdenes religiosas y la confiscación de sus latifundios y así lograr la independencia. Rizal fue capturado y ejecutado pero la insurrección se mantuvo.
Los líderes independentistas de Cuba y Filipinas estaban en estrecho contacto con los norteamericanos. El gobierno de Sagasta llegó al convencimiento de que era necesario reconocer una amplia autonomía.
EE. UU. jugó sus cartas, y como siempre, (sigue haciéndolo) se las arregla para sentirse amenazado y justificar su ataque.
El gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de enero de 1898, el Maine hacía su entrada en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York.
Sin embargo, a las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión ilumina el puerto de La Habana. El Maine había saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y 2 oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.
Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente el siguiente titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo».
A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense
Tradicionalmente ha sido una opinión muy extendida entre los historiadores españoles el creer que la explosión fue provocada por los propios estadounidenses para utilizarla como excusa para su entrada en la guerra en una operación de bandera falsa.
España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst, hoy día el Grupo Hearst, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España.
EE.UU. acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque, sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense.
Comenzaba así la Guerra Hispano-Estadounidense, que con posterioridad se extendería a otras colonias españolas como Puerto Rico, Filipinas y Guam.
Por la Paz de París en diciembre de 1898, España no tiene otra, renuncia a Cuba, cede Filipinas, Puerto Rico y Guam. Seguía manteniendo la soberanía en tres archipiélagos del Océano Pacífico (islas Marianas, Las Carolinas y Las Palaos; Sibutú y Cagayán (no habían sido incluidas en el tratado de paz por error). Las Marianas, Las Carolinas y Las Palaos fueron vendidas a Alemania. Sibutú y Cagayán pasaron a soberanía de EE. UU., mediante el pago de 100.000 dólares al gobierno español.
Murieron 50.000 soldados. Volvieron importantes capitales de inversión en aquellas zonas
que posibilitaron un saneamiento de la Hacienda.
Los intelectuales de la generación del 98 como Unamuno y Baroja expresaron la crisis de la conciencia nacional en sus escritos. La indignación popular era fortísima.
Tanto es así que llegaron una serie de medidas de reforma y modernización de la política y la educación, llamado el Regeneracionismo.
También esto fue aprovechado por los nacionalistas periféricos y dejó con el culo al aire al régimen de la Restauración Monárquica y su capacidad para afrontar problemas de altura internacional y de autoridad interna.
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