sábado, 27 de mayo de 2023

AMBROSIO SPINOLA DORIA - LA VICTORIA DE BREDA

 

 Todos conocemos “La rendición de Breda” o “Las lanzas” un óleo sobre lienzo, pintado entre 1634 y 1635 por Velázquez.  La toma de la ciudad de Breda fue la culminación de la carrera del general Spínola. Todo proviene lógicamente de la situación que Los Países Bajos liderados por Guillermo de Orange estaban inmersos en la guerra de los ochenta años o guerra de Flandes, en la que luchaban por independizarse de España.
Pero ¿Quién era Spínola? Ambrosio Spínola Doria, nació en 1569 miembro de una poderosa familia genovesa, que por entonces era una República que había tomado Carlos I el emperador. Fue un general al servicio de la Monarquía Hispánica, honrado además como caballero de la Orden de Santiago y del Toisón de Oro, capitán general de Flandes y comandante del ejército español durante la Guerra de los Ochenta Años. Es recordado como uno de los últimos grandes jefes militares de la Edad de Oro española.

LA RENDICIÓN DE BREDA - VELAZQUEZ 1634-  MUSEO DEL PRADO 


Spínola enroló mil hombres para operaciones militares terrestres con su hermano Federico que se ocupó de formar una escuadra de galeras para operaciones en la costa. Todo esto arriesgando la totalidad de la fortuna de la familia. El propio Federico resultó muerto en acción con los holandeses en 1603. Ambrosio Spínola recorrió con su ejército una larga distancia hasta llegar a Flandes en 1602 
Las ruinas de la plaza de Ostende cayeron en sus manos en septiembre de 1604.
La hija de Felipe II, Clara Eugenia, soberana de los Países Bajos, se sintió muy complacida con este éxito. En 1606 regresó a España, siendo recibido con grandes honores. Se le confió asegurar la gobernación de Flandes, y aquí es donde le obligaron a entregar en garantía la totalidad de su fortuna para avalar los gastos de la guerra antes de conseguir los fondos por otros medios. La saliva se convirtió en hiel.
Spínola consiguió la pasta. Y allá que fue. Fundamentalmente se trataba de sitiar. La ciudad de Breda estaba defendida por Justino de Nassau. El cerco y sitio a la ciudad fue una lección de estrategia militar. Según la documentación algunos generales de otras naciones acudieron allí en calidad de “observadores” para conocer la táctica del gran Spínola. “Esto es para alquilar balcones” decían.
Las crónicas cuentan que la defensa de Breda llegó a ser heroica, pero Justino de Nassau capituló el 5 de junio de 1625. Fue una capitulación honrosa que el ejército español reconoció como tal, admirando en su enemigo la valentía de los asediados. Cosas de entonces, donde se premiaba el honor y la valentía. Se permitió que salieran formados en orden militar, con sus banderas al frente. Los generales españoles dieron la orden de que los vencidos fueran rigurosamente respetados y tratados con dignidad. El general Spínola esperaba fuera de las fortificaciones al general holandés Nassau. La entrevista fue un acto de cortesía, y el enemigo fue tratado con caballerosidad, sin humillación. Este es el momento histórico que eligió Velázquez para pintar su cuadro. Justino de Nassau aparece con las llaves de Breda en la mano y hace ademán de arrodillarse, lo cual es impedido por su contrincante, que pone una mano sobre su hombro y le impide humillarse. Antes no se pitaba al himno. Se respetaba el honor. En este sentido, es una ruptura con la tradicional representación del héroe militar, que solía representarse erguido sobre el derrotado, humillándolo. Igualmente se aleja del hieratismo que dominaban los cuadros de batallas.

EL GENERAL SPINOLA DORIA - RUBEN 1630 - MUSEO DEL PRADO

Mientras tanto en España,  Felipe IV, el rey pasmado, sabemos que había delegado en el Conde Duque de Olivares, que era una persona inteligente, reformista, con ideas para levantar el negocio. Un hombre a la altura de Richelieu. Pero si algo hacemos bien en España es el suicidio colectivo, y poco a poco, aquel sueño imperial, que fue y se podía haber conservado más tiempo, y dejado como herencia una situación de riqueza material y cultural de no te menees, lentamente se fue yendo por la alcantarilla, quedando las piezas de pintura, arquitectura y literatura, sobre todo, por encima de la falta de auténtico patriotismo conservador y protector que debería haber habido, y desarrollar a un pueblo analfabeto, inculto y dirigido por clérigos corruptos al igual que una clase dominante.
En siglo y medio, tanto gobernante mediocre, tanto vago con título, tanto gasto en guerras para cuidar una religión que ya estaba dividida, precisamente por culpa de los que la dirigían, consiguieron que España fuese perdiendo lo que llegó a ser y tal como decía Quevedo, No ha habido otro rey como Fernando, el católico, que supo entender a su pueblo y supo defenderlo.
Las regiones luchaban por mantener sus fueros y privilegios, y siguen con ello en pleno siglo XXI, dejando intacto un razonamiento de separación al sistema medieval de los reinos o peor aún de las Taifas.
En la parálisis del gobierno de España, la necesidad acuciante de dinero y el conde-Duque de Olivares, cabrón como el que más, celoso del general, permitieron a los holandeses recuperarse. Spínola no pudo evitar que Federico Enrique de Nassau ocupase Groll, en una buena avanzadilla hacia Breda. En Madrid tuvo que sufrir las insolencias de Olivares, que se esforzaba al máximo en hacerle responsable de la pérdida de Groll. Spínola que estaba poco apoyado por la pérfida Clara Eugenia, decidió no regresar a Flandes. Como compensación no se le ocurrió otra cosa a esa panda de cabrones que nunca se le restituyera el dinero, por lo que quedó completamente arruinado. El gobierno español comenzó entonces a recurrir a excusas para mantenerlo lejos de España.
Cuando estalló la guerra de Sucesión de Mantua, el gobierno de España nombró a Spínola gobernador del Milanesado. Desembarcó en Génova en septiembre de 1629. En Italia sufrió otra vez los efectos de la enemistad de Olivares, quien provocó que se le privase de sus poderes como plenipotenciario. La salud de Spínola se derrumbó, y habiendo sido objeto de expropiación de su dinero, escatimado la compensación que había reclamado para sus hijos y dejado caer en desgracia en presencia del enemigo.
Murió el 25 de septiembre de 1630 luchando durante el sitio de la ciudad de Casale. Realmente fue el principio del fin del imperio. Años después, en la batalla de Rocroi, aunque no fue la última, en 1643, donde los Tercios perdieron todo menos el honor y la gallardía, quedó como símbolo del ocaso español. Y nuestros viejos Tercios, que habían hecho temblar a Europa entera, que habían sido el ejemplo de valentía y disciplina militar, fueron dejándose caer silenciosamente, fieles a su leyenda, y así fue como España, habiendo sido dueña de medio mundo, solo reteniendo algo un par de siglos más, lentamente el sol fue poniéndose por el horizonte.

VIDA EN UN BARCO HACIA AMÉRICA SIGLOS XVI-XVII

A partir del Descubrimiento los viajes fueron incesantes. Los barcos se armaban por lo general en Sevilla bajo condiciones estrictas.   Los ...