viernes, 5 de enero de 2024

BENITO PÉREZ GALDÓS

Galdós nació en las Canarias, en las Palmas el 10 de mayo de 1843, y murió en Madrid el 4 de enero de 1920, hace hoy 104 años. Fue un novelista, dramaturgo, cronista y político.
Que un escritor haya llegado a ser tan popular como en su día lo fue Lope y tan universal como lo fue Cervantes habla de la importancia y de la magnitud de este escritor que supo entender al pueblo español, que conoció al país de primera mano y que aunque se le recuerda, no le tenemos en cuenta hoy en día como se merece. Decir Galdós es decir “Los Episodios Nacionales”. 


Evidentemente quien quiera conocer los sucesos que marcan al país desde la desastrosa batalla de Trafalgar, pasando por todo el siglo XIX, que si hay un siglo nefasto en España es ese, se hace necesario y primordial leer los “Episodios” para entender la política de los años siguientes. Nació a mediados del siglo XIX y murió en 1920. Con los relatos de primera mano de su padre, que había intervenido en la Guerra de la Independencia contra Napoleón y la época que le tocó vivir, es decir, el reinado de Isabel II, el de Amadeo de Saboya, la Primera República y la llegada de Alfonso XII, pudo componer los relatos de los “Episodios”, (50 novelas), una crónica de los sucesos que recogen la historia del país. Llegó de su Canarias natal a Madrid y eran frecuentes su visitas al primer Ateneo en la calle Montera, centro de charlas y discusión de la intelectualidad del momento, donde pudo trabar cierta amistad con gente incluso opositora a sus ideas progresistas, como Menéndez Pelayo, o Francisco Silvela. Allí conoció al que sería su gran amigo, Leopoldo Alas, Clarín.
Galdós era un hombre culto que prefería la lectura de Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides. Supo conocer al pueblo español viajando en ferrocarril y recorriendo el país, alojándose en hostales de segunda. Fumaba mucho y leía en las plazas escuchando las conversaciones de la gente, lo que le hacía conocer las inquietudes del personal. En 1881 se publica “La desheredada” que describe la sociedad de la segunda mitad del siglo. La historia de una prostituta le sirve al autor para descubrir unos personajes que ya no son estáticos y analiza el visión masculina del egoísmo y el romanticismo femenino que le conduce a su debilidad. Considerada por algunos estudiosos de su obra como la más cervantina. En 1886, por su amistad con Sagasta ingresa por el partido Liberal, en el Congreso como diputado de una provincia de Puerto Rico, que jamás visitó.


Allí pudo observar, como mudo parlamentario, el insólito mundo de la política que más adelante definiría como “novenable”. En 1897 ingresa como académico en la Real Academia Española pese a las oposiciones de los católicos. Su obra teatral “Electra”, estrenada en 1901, todo una denuncia contra la manipulación de los poderes de la Iglesia Española en la sociedad, interviniendo en los avances liberales después de la revolución “La Gloriosa” de 1868, hizo que la influencia de esos poderes se usaran para una revancha importante al impedir que Galdós fuera reconocido con el Premio Nobel de Literatura al que había sido propuesto en 1912. En 1909 junto a Pablo Iglesias, presidieron la coalición republicano-socialista, si bien Galdós, se apartó pronto “Por el acta y la farsa” según sus palabras y continuó con sus pocas energías ya a su labor de escritor. En sus últimos años fue perdiendo la visión completamente. Se fue endeudando continuamente. En enero de 1919 se descubrió en el Parque del Retiro de Madrid una escultura erigida por suscripción pública. Lloró de emoción al palpar la obra que un joven escultor había realizado sin cobrar.
Galdós murió en Madrid al año siguiente. Mucho se ha escrito que murió solo, pobre y olvidado. Pero solo es cierto en parte. 


Según crónicas de la época unas 30.000 personas del pueblo acompañaron al féretro hasta el cementerio. Si fue olvidado institucionalmente, según denunció Ortega y Gasset al día siguiente. Unamuno ese mismo día escribía que, “Leyendo su obra, nos daremos cuenta del bochorno que pesa sobre la España en que él ha muerto” No era costumbre que las mujeres acudieran a los entierros en aquella época, pero en el caso de Galdós, las mujeres del pueblo, las obreras, las madres y todas aquellas que sabían que aquel hombre las había entendido, que era un hermano, merecía ser acompañado por ellas en su último viaje.

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