En 1749 el Almirantazgo británico, organiza una expedición con el objetivo aparente de hacer descubrimientos en los mares de América del Sur y efectuar un relevamiento de las costas de Malvinas. Sin embargo, el verdadero propósito de la expedición era establecer una base naval para atacar al comercio español y a los territorios hispanoamericanos. El proyecto llegó a oídos del embajador de España, quien protestó de inmediato.
El 2 de abril de 1767 Felipe Ruiz Puente, el primer administrador militar de las islas y toma posesión
en nombre de la corona española (Carlos III), del archipiélago de las islas Malvinas. Poco
después, y ante los rumores de que los ingleses habían fundado una colonia en
la isla occidental avisa a Buenos Aires. En vista de la situación, Bucarrelli,
el gobernador de Buenos Aires, dio orden de expulsar por la fuerza a los
ingleses. Parte de Montevideo el 11 de mayo Juan Ignacio de Madariaga con La
Escuadra del Rio de la Plata, compuesta por cuatro fragatas y un jabeque andaluz.
En total sumaban 134 cañones y 1.500 hombres.
Confiando que la superioridad militar haría desistir a los
británicos, sin llegar a un enfrentamiento armado, el 7 de junio intimó al
capitán William Maltby y al comandante del fuerte, George Farmer, a evacuar el
puerto o, caso contrario, se vería “precisado a obligarle con el cañón”.
Madariaga fundamentaba su demanda en el derecho internacional vigente, que
impedía establecer colonias en esa parte del mundo sin el consentimiento del
rey de España. Una vez más, los británicos rechazaron la intimación de los
españoles e insistieron en que las islas les pertenecían. E insistía con la
retirada española. España siempre protestó los intentos de exploraciones
británicas en la zona alegando sus derechos al mar cerrado, que implicaba la
prohibición de navegar por aquellas aguas.
Decidido a llevar adelante su misión, y agotados todos los medios
pacíficos, Madariaga dio la orden de comenzar el ataque. La batalla, sin
embargo, debió posponerse por factores climáticos. El 10 de junio, por la
mañana, Madariaga movilizó a las fragatas Santa Bárbara y Santa
Catalina junto al jabeque Andaluz para que ataquen a la fragata
británica Favorite.
En cuanto los barcos españoles abrieron fuego sobre
la Favorite, la artillería del fuerte respondió con unos pocos y
desordenados cañonazos.
El asentamiento inglés solo contaba con 10 cañones. La resolución
de los oficiales británicos de pelear hasta el final no se mantuvo mucho
tiempo. Desde el fuerte ondeó la bandera blanca y un oficial británico les
solicitó la rendición a las fuerzas de tierra españolas, al mando del
coronel Antonio Gutiérrez. 156 hombres rindieron sus armas el 10 de junio
de 1770. Los términos de la capitulación establecían que el fuerte y sus armas
debían ser entregados al coronel Antonio Gutiérrez.
El 11 de agosto de 1771 Juan Ignacio de Madariaga llegó
a Cádiz para informar a la corte española sobre las acciones en Puerto de
la Cruzada y el exitoso desalojo de la guarnición británica. Pero para su
sorpresa, la noticia fue recibida con preocupación por las autoridades
españolas. Comprendieron que se encontraban en una disyuntiva: si avalaban la
acción del gobernador de Buenos Aires, Bucarreli, la guerra sería inevitable en
cuanto los británicos tuviesen conocimiento del incidente. Si, por el contrario,
desautorizaban la expedición, sus derechos sobre las islas se verían
perjudicados.
Después que Francia se negase a respaldar a Madrid en una posible
guerra, el tribunal español alegó que la incautación se había hecho sin la
autorización de Carlos III y se ofreció a restaurar Puerto Egmont, tal como
existía antes de ser desalojado. El embajador español en Londres declaró, en
nombre de su soberano, que no se habían dado órdenes particulares al gobernador
de Buenos Aires, a pesar de que el oficial había actuado con arreglo a sus
instrucciones generales y juramento como gobernador; que las Leyes de Indias
incluyen la expulsión de los extranjeros de los dominios españoles.
El acuerdo finalmente se llevó a cabo el 15 de septiembre de 1771,
seis meses después del desalojo, con el restablecimiento de la situación que
existía antes del combate de Puerto Egmont. En abril de 1772 tres fragatas
británicas reocuparon el asentamiento, y las fuerzas españolas asentadas
en el lugar se retiraron. Los británicos recibieron también una declaración
donde el rey español Carlos III rechazó la incursión de Puerto Egmont para que
se vea salvaguardado su honor.
Durante
cuatro años convivieron en las islas dos poblaciones de dos países. Según
la historiografía británica, ellos se retiraron de las islas en virtud de un
sistema de reducción de gastos en 1774, aunque mayoritariamente se afirma que
fue en cumplimiento del pacto secreto con España. La realidad es que el 11 de
febrero de 1774, Gran Bretaña reconocía la soberanía española sobre las Islas
Malvinas, y comunicaba al reino español, su decisión de abandonar el
archipiélago. En mayo de ese año, el abandono se hizo efectivo.
El 22 de mayo, por conveniencias de la política exterior británica y para conciliarse con España, Puerto Egmont fue evacuado. Como restos de la permanencia, quedaban los parapetos del fuerte y una inscripción grabada sobre placa de plomo, en la que se afirmaba la pertenencia de las islas Falkland a su Sacratísima Majestad Jorge III. Se dice que el abandono británico de las islas, se produjo por un pacto secreto entre España e Inglaterra, y no por falta de presupuesto, ya que dejaba más ganancias que pérdidas. Mas allá del motivo de la devolución de las islas, en esta fecha Gran Bretaña reconoce que las Islas Malvinas son dominio de España. Tras abandonar las Malvinas, los británicos dejaron allí una bandera británica y una placa reclamando la soberanía del archipiélago para su rey. En 1775 el capitán Juan Pascual Callejas retiró la placa británica de Puerto Egmont, enviándola a Buenos Aires.
Con la creación del virreinato del Río de la Plata, en 1776, todos
los gobernantes de Buenos Aires cuidaron que el Reino Unido no se asentase en
las islas. Los españoles ocuparon Puerto de la Cruzada durante
la Guerra anglo-española en 1779. En 1780, siguiendo instrucciones
del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, se destruyó por completo las
instalaciones. La placa conservada en Buenos Aires sería capturada por los
británicos durante la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806 y
llevada a Londres.
España finalmente abandonó Puerto Soledad en 1811, tras
la Primera Junta Revolucionaria en Buenos Aires, que suponía la independencia
del gobierno de España en aquel territorio. Como la Banda Oriental no se
adhirió a la junta de Buenos Aires, permaneció bajo control español.
Existe una tesis del arquitecto uruguayo Juan Ackermann y del ingeniero agrónomo argentino-uruguayo Alfredo Villegas se apoya en un tratado de 1841. Ese acuerdo firmado por España y Uruguay cedió al país sudamericano las atribuciones que tenía el puerto militar de Montevideo sobre el archipiélago del Atlántico Sur, destacan los investigadores y afirman que eso aún podría tener validez. "El aporte de documentos y la historia de todo lo que sucedió es lo que queremos hacer conocer. Y al analizarlo desde ese punto de vista se plantea que las Malvinas son uruguayas, señala Ackermann. Fueron gobernadas entre 1777 y 1814, con total independencia del virreinato del Río de la Plata, las costas patagónicas, la Tierra del Fuego, el Estrecho de Magallanes y el archipiélago de las Malvinas, jurisdicción que Uruguay heredó formalmente de España y que le fue usurpada por británicos y argentinos durante todos estos años”. Cuando se disolvió el imperio español, éste nunca cedió a Argentina la soberanía sobre las Malvinas, algo que sí hizo en 1841 cuando firmó un convenio con Uruguay en el que se reconocían como uruguayos todos los territorios dominados por el Apostadero de Montevideo. Así pues, Argentina ocupó también de forma ilegítima las islas entre 1820 y 1833, aprovechando el caos que reinaba en aquella época en lo que entonces era la Banda Oriental, ahora Uruguay. Lo cierto es que más adelante las autoridades de Montevideo deciden retirar el establecimiento en las Malvinas por su baja utilidad y los elevados costos de conservación.
Allí se dejó una placa proclamando la soberanía española sobre el
archipiélago. Placa que los argentinos, ya independizados, quitaron.