“No hay rey que tenga un castillo o palacio más hermoso, ni
de más estancias doradas” escribió un viajero alemán del siglo XV. Con sus
torres levantadas en negros y brillantes pináculos de pizarra, sus ventanas
nervadas, y sus vidrieras de brillantes colores, le pereció al viajero cosa
celestial, más que de este mundo terrenal.
Hacia el año 620 Olite fue plaza del rey godo Suintila.
A tan solo 30 Km de las Cuevas Rurales Bardeneras, se encuentra Olite. Construido durante los siglos XIII y XIV, luego palacio y castillo donde los reyes de Navarra tenían defensa y reparo. Fue sede de la Corte del Reino de Navarra y a partir del reinado de Carlos III "El Noble", persona llena de sabiduría y templanza, según decían. Veraneaba aquí el rey al regresar de Francia a principios del siglo XV. Hombre culto y refinado hizo traer de Alejandría jardines y jazmines, pomelos, cidras y otras plantas nunca vistas en Europa.
El viajero tiene tiempo para ir a Muruzábal y allí contemplar el misterioso santuario de Eunate, adonde peregrinaban devotos de extrañas naciones e ignoradas lenguas antes de la implantación del cristianismo. Parece ser que por eso los Templarios construyeron en medio del campo una extraña iglesia octogonal, en cuya portada repite como si fuera un espejo los motivos al contrario de la Iglesia del Sepulcro de Torres del Río. A unas leguas de distancia.
El conjunto monumental del Palacio Real de Olite está compuesto por tres partes: Palacio Viejo (actual Parador Nacional), ruinas de la Capilla de San Jorge y Palacio Nuevo. Esta última es la parte más extensa y visitable, y es conocida como el Castillo de Olite.
Olite es un castillo-palacio, realmente se trata de una construcción con carácter cortesano, donde los aspectos residenciales prevalecieron sobre los militares. El príncipe de Viana, famoso por su talento e infortunios, pasó su niñez en este castillo y aquí se casó. Coleccionaba el joven animales, fieras y aves exóticas. El conjunto formado por sus estancias, jardines y fosos, rodeados por las altas murallas y rematados por las numerosas torres, le confieren una espectacular y mágica silueta. En su época, llegó a ser considerado como uno de los más bellos de Europa. En él podremos diferenciar claramente dos recintos: el Palacio Viejo, convertido en Parador Nacional de Turismo, y el Palacio Nuevo.
Fue invadida Navarra por la corona de Castilla y Aragón en 1512 y se fue deteriorando. Fue incendiado por Espoz y Mina durante la Guerra de la Independencia Española en 1813, ante el temor de que en él se fortificaran las tropas francesas de Napoleón. Se restauró en 1937 aunque no está completa, ya que se trata de trata de recuperar la estructura original del palacio, distinguiendo entre lo que se corresponde con el edificio original, y lo que se debe a su restauración. Sin embargo, la riquísima decoración interior que revestía sus muros se ha perdido para siempre, al igual que los jardines exteriores que lo rodeaban.
El castillo está inspirado en el estilo gótico francés, con
algunas características catalano-mallorquinas e inglesas.
El Parador “Príncipe de Viana”, está situado en el majestuoso Palacio-Castillo viejo del siglo XV que fuera habitado por Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastamara. Expresión en piedra, las columnas y arcadas de ladrillo en un juego de luces medievales contribuyen a realzar la atmósfera medieval, el restaurante se levanta majestuosamente ante la historia y el arte de un casco urbano, cuya riqueza viene precedida por la fertilidad del llano y de las aguas del Cidacos que resultan ser un excelente escaparate de productos autóctonos.
El Parador “Príncipe de Viana”, está situado en el majestuoso Palacio-Castillo viejo del siglo XV que fuera habitado por Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastamara. Expresión en piedra, las columnas y arcadas de ladrillo en un juego de luces medievales contribuyen a realzar la atmósfera medieval, el restaurante se levanta majestuosamente ante la historia y el arte de un casco urbano, cuya riqueza viene precedida por la fertilidad del llano y de las aguas del Cidacos que resultan ser un excelente escaparate de productos autóctonos.