Andalucía
actual no es la Andalucía de la época medieval. Los conflictos identitarios que se producen en España no
deben llevarnos a esas distorsiones de la historia. Por ejemplo, en la
política actual de la Comunidad Andaluza se intenta encontrar un elemento
identitario de esta comunidad y, como no existe el idioma propio como ocurre en
otras regiones, lo resuelve diciendo que la identidad de Andalucía es la de Al- Andalus. Por eso lo exalta.
Pero es tan
musulmán lo que hay en Zaragoza o en Toledo como lo que existe en Andalucía. En toda la zona del mudéjar aragonés se siguió construyendo igual incluso
después de que fuesen expulsados los musulmanes. Fíjese lo integrados que
estaban.Resulta curioso que hay partidos políticos andaluces que han adoptado el discurso de
Blas Infante, que era una persona de derecha moderada.
Lo de la
“Leyenda negra”, sin embargo, es propaganda contra España que se impone porque
el mundo anglosajón, que la impulsó, es el que ha prevalecido. La realidad es
que todos los imperios han cometido tropelías, el asirio, el babilonio, el
romano, el español… Y lo que no se debe hacer es poner solo el foco en esas
tropelías mientras que se ocultan los logros alcanzados.
De las
críticas que se hacen en América contra Cristóbal Colón se hacen por elevación;
en vez de señalar a quien realmente es culpable hoy de los problemas que
arrastran, se decide atacar a una figura histórica de hace cinco siglos. Es absurdo, pero se atada a quien no se puede defender. Lo que pasa es que los
españoles estamos acostumbrados y parece que cuando se
quiere convertir a Cristóbal Colón en un villano, pues casi no se le presta
atención. Fíjese que, por el contrario, en Italia sientan peor que en España
las críticas a Colón. Se quedan estupefactos, no entienden cómo hacen pasar por
villano a quien antes se consideraba un héroe. Es la vieja táctica de buscarse
un enemigo exterior que, en el caso de Colón, resulta efectivo para ellos,
aunque sea un disparate.
Carece de
sentido completamente, es como si los españoles nos pusiésemos ahora a
exigirles a los romanos que pidiesen perdón por los desafueros que cometieron
en España. Pero es al revés, porque aquí se produce un fenómeno curioso. En
España se está muy orgulloso del Imperio romano, de su conquista, y se valora
mucho su extraordinaria aportación para dotar a todo el Mediterráneo de una
cultura común, pero cuando se trata del imperio español, aceptamos que nos
pongan verdes, como decía antes. Verdaderamente es un caso único. Salvo alguna
excepción como Numancia, que ya exaltó Cervantes, normalmente en España nos
ponemos de parte de los romanos.
Juan Gil es
Doctor por la Facultad de Bolonia. Fue profesor agregado de
la Universidad Complutense. Catedrático de Filología Latina de la
Universidad de Sevilla.
Son
numerosas las ocasiones en las que se confunde al-Andalus con Andalucía. Esta
equivocación, no sólo se da en un ámbito concreto, ni siquiera en una zona
geográfica determinada, sino que es una equivocación bastante extendida.
Tampoco sería correcto denominar andalusíes a los andaluces, error muy
generalizado en los países árabes, ni referirse a la Junta de Andalucía como Ḥukumat al-Andalus (Gobierno de al-Andalus).
Desde la
llegada de los musulmanes a la Península, en el año 711, hasta la caída del
Reino de Granada, en 1492, la extensión de al-Andalus fue cambiando según las
épocas y dinastías.
Su máxima
extensión la alcanzó a mediados del s. VIII, cuando llegó a establecerse en
prácticamente la totalidad de la Península, lo que incluye también a Portugal,
nuestro país vecino, al que se ha obviado reiteradamente al referirnos a este
periodo como la “España musulmana”. Términos totalmente inexactos y
anacrónicos, pues ni existía España como nación o Estado, ni únicamente abarcó
el territorio que hoy ocupa. Además de la Península, al-Andalus se extendió por
parte del Reino Franco, actual Francia, llegando hasta Poitiers, donde los
ejércitos andalusíes fueron derrotados y empujados hasta los Pirineos.
A lo largo
de sus ocho siglos de historia, al-Andalus conoció diversas extensiones, así
como distintas formas de gobierno, no siempre uniformes para todo el
territorio.
Durante el
primer periodo, conocido como emirato dependiente de Damasco, al-Andalus fue
gobernada por veinte emires nombrados por el califa omeya.
Tras este
periodo, y con la llegada de Abd al-Rahman (I), príncipe omeya, que decidió
refugiarse en esta tierra, huyendo de la matanza que los abbasíes llevaron a
cabo contra su familia para hacerse con el control del imperio musulmán,
al-Andalus se convierte en un territorio independiente del resto del imperio.
Cuando se
proclama el Califato Omeya de Córdoba, en el año 929, el territorio andalusí
había perdido parte de su extensión frente a los cristianos del norte, aunque
sigue controlando buena parte de la Península. Los enfrentamientos a los que la
administración andalusí tuvo que hacer frente, no sólo fueron externos, sino
también internos, ya que la diversidad y complejidad de la sociedad provocaba
revueltas y rebeliones que el Estado debía contener. Pese a todo, durante el
siglo X, al-Andalus vivió una época de tranquilidad, lo que permitió que se
alcanzara el máximo esplendor cultural.
A esta
brillante etapa le siguió el periodo de Taifas, en el que el territorio
andalusí se dividió en múltiples reinos independientes. Con la llegada de
almorávides y almohades, al-Andalus se volvió a unificar administrativamente,
pero su extensión se fue reduciendo, conforme se producía el avance de los
reinos cristianos.
A mediados
del siglo XIII, al-Andalus se circunscribía prácticamente al Reino Nazarí de
Granada, cuya extensión abarcaba las actuales provincias de Granada, Almería,
Málaga e, incluso, parte de Cádiz, Córdoba y Jaén. Este reino fue disminuyendo,
a su vez, hasta desaparecer en 1492.
Como se
puede observar, al-Andalus llegó a ser mucho más y mucho menos extensa que la
actual comunidad andaluza.
Una
respuesta sencilla sería decir que los habitantes de al-Andalus, eran los
andalucíes (siempre teniendo en cuenta
la extensión que ocupaba en cada periodo).
La mayoría
eran musulmanes, que no árabes. Los árabes, es decir, aquellos que vinieron de
Arabia, eran una minoría que gozaba de grandes privilegios.
En su
mayoría estaba constituida por bereberes procedentes del norte de África.
También hubo una importante población no musulmana de procedencia eslava y del
África subsahariana, los esclavos.
Junto a
éstos, convivían también los pobladores de la Península, visigodos e
hispano-romanos que se quedaron en este territorio, gobernado por los
musulmanes. Entre ellos había judíos y cristianos. De los últimos, algunos
decidieron mantener su religión, y otros se convirtieron al Islam. Los actos de
conversión se generalizaron poco a poco, de modo que a principios del siglo
XIII ya no quedaban comunidades cristianas autóctonas en al-Andalus.
¿al-Andalus
es Andalucía? Como hemos podido observar sería totalmente desacertado realizar
esta equiparación.
Según se ha
expuesto, el conjunto de la población andalusí iba mucho más allá de zonas
geográficas concretas, etnias o religiones, por lo que, también sería
desafortunado realizar esta identificación.
Por otro
lado es erroneo también decir que esuvieron en España 800 años. Habría que
decir en que zonas, y quines eran, porque los que llegaron en el 711 se
disolvieron en el 1031. Es decir que dominaron ese territorio 320 años. Y del
resto muchos eran vasallos de los reinos cristianos (como Granada de Castilla), y fueron desapareciendo
paulatinamente. Además que ellos mismos tuvieron dos invasiones de otras
tribus, los Almorávides y los Almohades.
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