La Reconquista fue impulsada por el deseo de los reinos
cristianos de recuperar los territorios perdidos ante la invasión musulmana y
unificar la península bajo su dominio, en territorio y en religión. Las
batallas fueron momentos clave en este proceso, marcando avances y retrocesos
para ambos bandos a lo largo de los siglos. No fue un proceso lineal, sino que
involucró diversas campañas militares, cambios políticos y alianzas entre los
diferentes reinos cristianos y musulmanes. Fue un largo período de conflictos
militares y cambios políticos que duró varios siglos, desde la conquista
musulmana de la Península Ibérica en el siglo VIII, con la primer enfretamiento en Asturias, hasta la toma de Granada en
1492.
BATALLA DE COVADONGA
No era una guerra declarada como la podemos entender hoy.Los musulmanes llegaron en el 711 y en pocos años se hicieron con el control de casi toda la península, salvo el norte. Allí es donde fueron formándose los primeros reinos cristianos, herederos de los hispano-romanos y los visigodos, ambos herederos de la Hispania romana.
El Emirato de Córdoba se convirtió en Califato pero duró poco tiempo y ya en el 1031 se disolvió creándose los Reinos de Taifas, pequeños reinos, con su gobierno independiente. Muchos fueron siendo vasallos de los reinos cristianos, de forma que dejaron, en principio, de ser enemigos.
Pero esos reyes se fueron “ablandando” y siendo controlados, por lo que llegaron los Almorávides, monjes guerreros bereberes que defendían la fe del islam de una forma muy rigurosa. Venían procedentes del Magreb. Hasta que fueron desplazados por los Almohades, también bereberes pero más duros en las luchas. Llegaron a la península en el año 1146 penetrando por Tarifa y Algeciras.
En la segunda mitad del siglo XIII, la península ibérica asistió a un cambio drástico en la forma de hacer la guerra que allanó el camino a la (casi) profesionalización de los ejércitos.
BATALLA DE ALARCOS (1195)
La batalla de las Navas de Tolosa en 1212 marcó un momento clave en la lucha conjunta dando el valor de la legitimidad
Durante buena parte del Pleno Medievo, la práctica común había sido la de que, ante la necesidad o voluntad de acudir a la guerra, el rey convocaba a la nobleza y esta, conforme a sus compromisos de carácter feudal de vasallaje (su juramento de fidelidad al rey), estaba obligada, al menos teóricamente, a prestar servicio. El noble armaba y movilizaba, a su propia costa, a sus ejércitos personales (sus huestes) y las ponía al servicio del rey. A veces el propio noble se ponía al frente de sus propias tropas y por tanto participaba asimismo en estas campañas.
También se acudían a lo que conocemos como “Señores de la guerra”. Caballeros que formaban un grupo de combatientes con su tropa (mesnadas) que acudían al llamado de reyes o nobles. Recordemos al Cid Campeador. Como contrapartida por estos servicios, recibían una serie de recompensas, que podían adoptar la forma de privilegios, botín de guerra y, por encima de todo, nuevos señoríos o territorios –de entre aquellos arrebatados al enemigo– que les eran entregados o confiados para su administración y explotación.
La batalla de las Navas de Tolosa en 1212 marcó un momento clave en la lucha conjunta dando el valor de la legitimidad
Durante buena parte del Pleno Medievo, la práctica común había sido la de que, ante la necesidad o voluntad de acudir a la guerra, el rey convocaba a la nobleza y esta, conforme a sus compromisos de carácter feudal de vasallaje (su juramento de fidelidad al rey), estaba obligada, al menos teóricamente, a prestar servicio. El noble armaba y movilizaba, a su propia costa, a sus ejércitos personales (sus huestes) y las ponía al servicio del rey. A veces el propio noble se ponía al frente de sus propias tropas y por tanto participaba asimismo en estas campañas.
También se acudían a lo que conocemos como “Señores de la guerra”. Caballeros que formaban un grupo de combatientes con su tropa (mesnadas) que acudían al llamado de reyes o nobles. Recordemos al Cid Campeador. Como contrapartida por estos servicios, recibían una serie de recompensas, que podían adoptar la forma de privilegios, botín de guerra y, por encima de todo, nuevos señoríos o territorios –de entre aquellos arrebatados al enemigo– que les eran entregados o confiados para su administración y explotación.
BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA (1212)
A la izquierda el rey castellano a la derecha el aragonés
Tras las conquistas de Mallorca en 1229 y Valencia en 1238
por Jaime I, Córdoba en 1236 y Sevilla en 1248 por Fernando III el santo, y Murcia
por Alfonso X el sabio en 1265 la
llamada Reconquista echó el freno, y Al-Ándalus quedó reducido algunas plazas
de menor importancia que también fueron tomadas y quedaba el reino Nazarí de
Granada, creado en 1248 y vasallo de la corona de Castilla-León, cuyas
fronteras apenas sufrirían modificaciones a lo largo de más de dos siglos.FERNANDO EL SANTO ENTRANDO EN CÓRDOBA
De resultas, de la noche a la mañana desapareció la
principal contraprestación de los nobles, y mesnadas, esto es, la entrega de
territorios. El rey ya no podía recompensar a sus nobles como lo había hecho
antes. Y, sin embargo, las guerras no cesaron. De hecho, en el periodo
subsiguiente se multiplicaron los conflictos intestinos (dentro de cada reino)
–que a menudo se expresaban en disputas sucesorias– así como las guerras entre
los reinos cristianos –generalmente por problemas fronterizos–. Sin embargo, ni
las unas ni las otras resultaban en la conquista de nuevos territorios.GUERREROS ALMOHADES
Por ejemplo la batalla de Antequera, la de Toro, donde
Fernando luchó contra el rey portugués. Las luchas de Juan II de Aragón con Cataluña
por causa de su hijo el Príncipe de Viana. También mucho después la toma de
Navarra de manos francesas. Sin olvidar mucho después las guerra de las Comunidades
Castellanas y las Germanías contra el rey Carlos I, esto ya en el siglo XVI.TOMA DE GRANADA
Pero la guerra de Granada fue la más larga, casi diez años, y con su victoria se terminó el asunto de la Reconquista en la península quedando todo el territorio bajo la religión cristiana.
La batalla de Barbastro en el 1064, la de Teba en 1330, la de las Navas de Tolosa y la Guerra de Granada fueron consideradas como Cruzadas por el papa, con el consiguiente aporte dinerario.
Pero la guerra de Granada fue la más larga, casi diez años, y con su victoria se terminó el asunto de la Reconquista en la península quedando todo el territorio bajo la religión cristiana.
La batalla de Barbastro en el 1064, la de Teba en 1330, la de las Navas de Tolosa y la Guerra de Granada fueron consideradas como Cruzadas por el papa, con el consiguiente aporte dinerario.
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