El Pacto de Biak-na-Bató, firmado el 14 de diciembre de
1897, fue un acuerdo entre los rebeldes filipinos y las tropas españolas
durante la revolución llevada a cabo por la sociedad secreta fundada por Andrés
Bonifacio contra el gobierno español que puso fin a la primera parte de su
insurrección.
Pero lejos de servir para devolver la paz a las islas, pronto se inició la guerra hispano-norteamericana.
En mayo de 1898 Estados Unidos entró en la bahía de Cavite y abrió fuego contra la flota española. El Gobierno norteamericano expuso que la razón de este ataque era la defensa de las costas americanas en el Pacífico.
El 30 de agosto de 1898 el general Ramón Blanco Erenas era el capitán general de Cuba. En ese momento, se estaba desarrollando la Guerra Hispano-Estadounidense, que culminaría en la pérdida de Cuba para España. Blanco declaraba el estado de guerra en la isla de Luzón, en el extremo norte de las islas Filipinas. La sublevación que pretendía terminar con los peninsulares de un golpe se convirtió en una larga guerra basada en pequeños combates.
Sin embargo, a pesar de conseguir lo que pretendían, las tropas norteamericanas no se retiraron de las islas Filipinas y además enviaron nuevas tropas al archipiélago hasta que en agosto “conquistaron” la ciudad de Manila. Con la posesión de Manila ya solo quedaba la anexión total de las islas, y así se hizo a través del Tratado de Paz de París, firmado el 10 de diciembre de 1898.
Pero lejos de servir para devolver la paz a las islas, pronto se inició la guerra hispano-norteamericana.
En mayo de 1898 Estados Unidos entró en la bahía de Cavite y abrió fuego contra la flota española. El Gobierno norteamericano expuso que la razón de este ataque era la defensa de las costas americanas en el Pacífico.
El 30 de agosto de 1898 el general Ramón Blanco Erenas era el capitán general de Cuba. En ese momento, se estaba desarrollando la Guerra Hispano-Estadounidense, que culminaría en la pérdida de Cuba para España. Blanco declaraba el estado de guerra en la isla de Luzón, en el extremo norte de las islas Filipinas. La sublevación que pretendía terminar con los peninsulares de un golpe se convirtió en una larga guerra basada en pequeños combates.
Sin embargo, a pesar de conseguir lo que pretendían, las tropas norteamericanas no se retiraron de las islas Filipinas y además enviaron nuevas tropas al archipiélago hasta que en agosto “conquistaron” la ciudad de Manila. Con la posesión de Manila ya solo quedaba la anexión total de las islas, y así se hizo a través del Tratado de Paz de París, firmado el 10 de diciembre de 1898.
Soldados rebeldes filipinos en Baler
La Guerra Hispano-Norteamericana, que supuso el punto final
del imperio ultramarino español comenzó el 1 de mayo de 1898 en el lugar más
apartado del mismo, la bahía de Manila, en Filipinas, cuando una flota de seis
buques de guerra estadounidenses atacó a la flota española colocada junto al
arsenal de Cavite. Navegando desde Manila, los buques atacantes escupieron una
tormenta de fuego sobre la fuerza del contralmirante Montojo. El combate fue
violento, a distancias cada vez más cortas, y los blancos, aunque escasos por
ambos lados, fueron los suficientes como para incendiar las naves españolas, la
mayoría carentes de coraza.De nada sirvió el valiente ataque que protagonizaron los buques Reina Cristina y Don Juan de Austria para torpedear a sus agresores, saliéndose de la zona más protegida y enfrentándose al grueso de la artillería enemiga. Pronto, con el ánimo quebrado, el jefe español abandonaba su nave para tratarse de una herida, lo que acabó por desalentar a la escuadra española y precipitó la derrota. El enemigo dominaba ambos océanos: el Atlántico, gracias a su potencia naval, y el Pacífico, gracias a la benevolencia de Reino Unido. Además, el enemigo no solo era exterior, pues el estallido de esta nueva contienda reactivó la rebelión filipina, que nunca se había apagado del todo.
Los úlltimos de Filipinas
Y algunos, incluso, pelearon más allá de lo humano. Porque
en Baler, un pueblecito filipino aislado al que no llegó noticia de la paz, un
grupo de ellos, los últimos de Filipinas, aislados y sin noticias, siguieron
luchando un año más, creyendo que la guerra continuaba, y costó mucho
convencerlos de que todo había acabado.La derrota en Cavite contra los estadounidenses y su apoyo económico y armado a los filipinos hizo que Emilio Aguinaldo, alcalde de Cavite y uno de los líderes del movimiento independentista del país, junto con los miembros de la sociedad Katipunan, reanudasen la guerra contra el último destacamento español que quedaba en Baler, resistiendo en la región de Luzón Central, comenzando de esa manera el sitio.
La verdad es que la insurrección fue combatida con violencia
y crueldad, la intervención norteamericana, la escuadra del Pacífico destruida
por los americanos en la bahía de Cavite, y unos combates terrestres donde,
como en la manigua cubana, los pobres soldaditos españoles, sin medios
militares, enfermos, mal alimentados y a miles de kilómetros de su patria,
lucharon con el valor habitual de los fieles soldados hasta que ya no
pudieron más.
El destacamento contaba con 55 hombres. Los adversarios les superaban en número, por lo que el capitán De las Morenas acordó refugiarse con su tropa en la iglesia del pueblo, San Luis de Tolosa de Baler, al ser el edificio con la construcción más fuerte. Allí almacenaron víveres y municiones.
El asedio se intensificó, la falta de alimentos frescos se empezaba a notar a pesar de que el médico de la guarnición había conseguido construir una pequeña huerta próxima a la iglesia y el gran castigo psicológico al que se encontraba sometido todo el destacamento debido al prolongado sitio empezaba a debilitarlos. Esta situación hizo que el documento que llegó del Parlamento filipino comunicando la firma del Tratado de París y, por consiguiente, que Filipinas ya no era española produjo más desconfianza que esperanza, pues ya habían sido engañados en otras ocasiones por los filipinos. Los ataques cada vez mejor organizados fueron desgastando las fuerzas de los soldados, y a los 282 días de la resistencia se quedaron definitivamente sin alimentos. Sin embargo, continuaron aguantando convencidos de que seguían protegiendo territorio español.
El destacamento contaba con 55 hombres. Los adversarios les superaban en número, por lo que el capitán De las Morenas acordó refugiarse con su tropa en la iglesia del pueblo, San Luis de Tolosa de Baler, al ser el edificio con la construcción más fuerte. Allí almacenaron víveres y municiones.
El asedio se intensificó, la falta de alimentos frescos se empezaba a notar a pesar de que el médico de la guarnición había conseguido construir una pequeña huerta próxima a la iglesia y el gran castigo psicológico al que se encontraba sometido todo el destacamento debido al prolongado sitio empezaba a debilitarlos. Esta situación hizo que el documento que llegó del Parlamento filipino comunicando la firma del Tratado de París y, por consiguiente, que Filipinas ya no era española produjo más desconfianza que esperanza, pues ya habían sido engañados en otras ocasiones por los filipinos. Los ataques cada vez mejor organizados fueron desgastando las fuerzas de los soldados, y a los 282 días de la resistencia se quedaron definitivamente sin alimentos. Sin embargo, continuaron aguantando convencidos de que seguían protegiendo territorio español.
Monumento en Madrid
Un nuevo parlamentario llegó hasta la iglesia y se
identificó como el teniente coronel Aguilar Castañeda, pero algunos detalles
como su raro uniforme o sus documentos de acreditación hicieron que el general
Martín Cerezo volviese a desconfiar del parlamentario y de la noticia que traía
consigo. El parlamentario, perplejo ante la reiterada desconfianza, expresó a
Martín Cerezo: ¡Pero hombre! ¿Qué tengo que hacer para que Ud. me crea, espera
que venga el General Ríos en persona?Con recelo a las noticias, los soldados de Baler siguieron defendiendo el sitio. Tras 11 meses en la iglesia del pueblo filipino, a finales de mayo de 1899, en un intento de hacer que los soldados españoles depusieran su resistencia y volviesen a Manila, el teniente Martín Cerezo descubrió una noticia en los periódicos que no podía ser una inventiva de los isleños, lo que le hizo reconocer y darse cuenta, definitivamente, de que los anteriores avisos en los que se le comunicaba que España ya no poseía la soberanía de Filipinas eran ciertos y de que no tenía sentido seguir resistiendo en la iglesia.
Reuniendo a la tropa, el teniente Martín Cerezo explicó cuál era la situación y propuso una retirada en la que su dignidad y honor, depositado en ellos por España, no se perdiese. Finalmente, el 2 de junio de 1899, tras izar en la iglesia la bandera blanca y oír al corneta tocar atención, el destacamento español de Baler se rindió hace 126 años.
Y 300 años después de aquél referemdum de Felipe II en el que el pueblo filipino quiso ser español ante todo.
Y como España es diferente hasta en eso, consta que uno de
aquellos héroes, quizá el último que quedaba vivo, una noche lo sacaron de su
casa un grupo de… hijos de p… ya en 1936 y aunque mostraba sus viejas medallas
ganadas por su heroísmo, siendo un anciano, lo fusilaron en nombre de no sé qué
ideología de España.
Emilio Aguinaldo fue el primer presidente, desde 1897 al 1901, y lideró el levantamiento contra España para dejar de pertenecer a la corona. Apoyados por los EEUU creyeron en una libertad que nunca vino. Engañados, viendo como su pueblo era masacrado cruelmente por los norteamericanos y viviendo las nefastas consecuencias que había tenido aquel levantamiento independentista, se arrepintió dolorosamente. Así lo confesó al diario ABC, cuando lo entrevistaron, en 1962, dejando un titular meridianamente claro: “Los norteamericanos nos traicionaron”.
El escritor y periodista filipino Guillermo Gómez Rivera le preguntó a Aguinaldo si se arrepentía de haberse levantado contra España, su respuesta fue: “Sí, estoy arrepentido. Por eso, cuando se celebraron los funerales en Manila en honor del Rey Alfonso XIII en 1941, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Allí me preguntaron que por qué había ido a los funerales del Rey contra el cual me había alzado en rebelión. Y les dije que sigue siendo mi Rey, porque bajo España siempre fuimos súbditos o ciudadanos españoles, pero que ahora, bajo el poder de Estados Unidos, somos tan solo un mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias. Nunca nos han hecho ciudadanos de ninguno de sus estados. Los españoles, sin embargo, me abrieron paso y me trataron como su hermano en aquel día tan significativo”
En Madirid hay una escultura ridinedo homenaje al destacamento español conocido como "Los últimos de Filipinas".
Emilio Aguinaldo fue el primer presidente, desde 1897 al 1901, y lideró el levantamiento contra España para dejar de pertenecer a la corona. Apoyados por los EEUU creyeron en una libertad que nunca vino. Engañados, viendo como su pueblo era masacrado cruelmente por los norteamericanos y viviendo las nefastas consecuencias que había tenido aquel levantamiento independentista, se arrepintió dolorosamente. Así lo confesó al diario ABC, cuando lo entrevistaron, en 1962, dejando un titular meridianamente claro: “Los norteamericanos nos traicionaron”.
El escritor y periodista filipino Guillermo Gómez Rivera le preguntó a Aguinaldo si se arrepentía de haberse levantado contra España, su respuesta fue: “Sí, estoy arrepentido. Por eso, cuando se celebraron los funerales en Manila en honor del Rey Alfonso XIII en 1941, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Allí me preguntaron que por qué había ido a los funerales del Rey contra el cual me había alzado en rebelión. Y les dije que sigue siendo mi Rey, porque bajo España siempre fuimos súbditos o ciudadanos españoles, pero que ahora, bajo el poder de Estados Unidos, somos tan solo un mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias. Nunca nos han hecho ciudadanos de ninguno de sus estados. Los españoles, sin embargo, me abrieron paso y me trataron como su hermano en aquel día tan significativo”
En Madirid hay una escultura ridinedo homenaje al destacamento español conocido como "Los últimos de Filipinas".
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