miércoles, 8 de febrero de 2017
LA GUERRA ESPAÑOLA CONTRA NAPOLEÓN
En Bayona el zorro de Napoleón hizo una jugada maestra. Digamos que pone bajo arresto domiciliario, a todo lujo a Carlos IV, a Fernando VII y a toda la familia Telerín. Y nombra a su hermano mayor José, rey de España y éste marcha a Madrid. El emperador también reúne en Bayona a una serie de notables, (notablemente cobardes) y proclaman la Constitución de Bayona, de la que no se enteró casi nadie.
Pero el corso no calculó un aspecto de la jugada. No contó con las pelotas que le echaría al asunto el pueblo español. Y lo pagó muy caro al final.
El pueblo de Madrid, y no el gobierno, monta un quilombo negro, el 2 de mayo de 1808, fecha que si este fuera un país serio sería Fiesta Nacional. Ya en el capitulo anterior dijimos como se le declaró la guerra a Napoleón.
El 2 y 3 de mayo el cabrón de Murat, el jefe francés que dominaba en Madrid, se dedicó a fusilar a mansalva. Es importante recordar a los dos militares españoles que dieron su vida por haber ayudado al pueblo entregándoles armas. Pocos hechos hay más heroicos que los protagonizados por los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, quienes murieron heroicamente en las calles de Madrid luchando, sin más ayuda que un mosquete y un sable, contra miles de invasores franceses. Se encontraban al mando del Parque de Artillería de Monteleón (ubicado en la actual Plaza del dos de Mayo, y a pesar de que desde el gobierno (la Junta que había dejado Fernando VII al irse a Bayona), se les había ordenado no combatir contra los franceses, decidieron ponerse de lado del pueblo que, con piedras, palos y navajas, se enfrentaba a miles de soldados franceses.Las fuerzas del ejército español eran unos 5.000 hombres, en su mayoría acuartelados fuera de la ciudad, y los franceses unos 40.000, situados en el casco urbano y alrededores, Leganés, El Pardo, Casa de Campo, Fuencarral, etc.
DAOIZ Y VELARDE
La insurrección popular del 2 de Mayo de 1808 en Madrid fue aplastada por Murat, pero fue la chispa que provocó el gran incendio de la Guerra de la Independencia. A partir de ahí todo cambió, y cuando el suceso se conoció en el resto de España, prácticamente todas las regiones del país se levantaron en armas. En la historia hay derrotas momentáneas que sirven de guía y son el germen de la victoria final. La gente pacífica empiezó a cabrearse, los curas toman partido contra los franceses, se corre la insurrección como un reguero de pólvora, y toda España se alza en armas, eso sí, cada uno por su cuenta, y esto se vuelve un desparrame peninsular del copón. Y ahí está el punto en que las cosas revientan. Te das cuenta que esos invasores a los que degollamos deberían haber sido el futuro, mientras que las fuerzas que defienden el trono y el altar son, en su mayor parte, la incultura más bestia y el más rancio pasado. Así que ves con pena que quien trae la modernidad se ha convertido en tu enemigo mortal, y que tus compatriotas combaten por un rey al que le importa una mierda su pueblo, porque vive en un exilio dorado a costa de Bonaparte. Ahí viene el dilema, y el desgarro: elegir entre ser patriota o ser afrancesado. Y así, en esa guerra mal llamada de la Independencia, toda España se vuelve una trampa inmensa, tanto para los franceses como para quienes, y esto es lo más triste de todo, creyeron que con ellos llegaban, por fin, la libertad y las luces. Cartagena, Zamora, Oviedo, La Coruña, Badajoz, Sevilla, Murcia, Valencia, etc. fueron alzándose contra el francés. Un líder, a menudo popular, exigía a las autoridades de la ciudad que declarasen la guerra en nombre de “La Religión, La Patria, Las Leyes y el Rey”. Las autoridades habían recibido precisamente del rey antes de su marcha la orden de obediencia y fidelidad a los franceses, lo que provocaba una disyuntiva complicada. Estar del lado del rey era a la vez estar a favor de los franceses y en contra de tus propios compatriotas, que lo que querían era que volviera su rey. Y para ello había que desoberdecerle. Una guerra contra el aliado del rey.
Dado que las autoridades provinciales no respondían se formaron Juntas Supremas, que lo primero que hicieron fue crear un ejército al mando del General Castaños. El Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación Española a Don Fernando VII de Borbón”. Ello explica que en sus años de ausencia de nuestro territorio fuera llamado por el pueblo con el sobrenombre de "El Deseado".
Tanto Fernando, como su hermano Carlos y su tío Antonio partieron al cautiverio del castillo de Valençay, pasando allí casi 6 años, dando continuas muestras de adhesión a Napoleón.
Fernando VII, su hermano y su tío dedicaban sus ociosas existencias en Valençay a bordar, jugar al billar y a la lotería, fiestas y lujos. Mientras nuestros compatriotas se batían con los franceses. Pero numerosos ilustrados que eran admiradores de la cultura gala, los llamados "afrancesados", aceptaron al hermano de Napoleón como rey, permaneciendo en el trono hasta 1814, siendo designado por nuestros compatriotas como "Pepe Botella".
Sirva como prueba de la felonía de Fernando el contenido de esta carta dirigida a Napoleón, elogiando la decisión de aquél de haber colocado a su hermano en el trono de España:
“Señor: Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V.M.I. y R., la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella a un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia” Pero aún cabe más ignominia, pues cuando el pueblo español estaba en plena lucha con el enemigo galo, Fernando le dirigía a Napoleón esta otra misiva:
“Señor: El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las victorias que la Providencia corona sucesivamente la augusta frente de V.M.I. y R., y el grande interés que tomamos mi hermano, mi tío y yo en la satisfacción de V.M.I y R. nos estimulan a felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y reconocimiento en que vivimos bajo la protección de V.M.I. y R.” Es decir que le felicitaba por los éxitos militares de Napoleón contra el pueblo español.
Además era tal el grado de adulación de Bonaparte por parte de Fernando, que llegó a pedirle a aquél la mano de su sobrina Lolotte, hija de Luciano Bonaparte y de Catalina Boyer, y también en caso contrario de Zenaida Bonaparte, hija del rey intruso José I y de Julia Clary.
Y el pueblo en la guerra organizaron colectas, suprimieron impuestos, enviaron comisionados a Inglaterra solicitando ayuda económica y militar que aceptaron los ingleses, porque ganas, lo que se dice ganas, si le tenían al Emperador.
La Guerra, a priori era claramente un fracaso para las fuerzas españolas. Combatirían contra el mejor ejército del mundo en aquel momento, con unas tropas mal preparadas militarmente, con una masa muy patriótica pero no disciplinadas militarmente. En una primera fase los españoles cosecharon un fracaso tras otro. Algunos batallones estaban formados por seminaristas y estudiantes. Pero Napoleón había subestimado la capacidad de la reacción de los españoles. Había enviado unos 100.000 hombres, cifra más que suficiente, pero integradas en su mayor parte por adolescentes, lo que dice claramente la importancia que le dio al asunto. España contaba con unos 85.000 hombres de muy variada procedencia, mercenarios, extranjeros de campañas anteriores y estaban también mal equipados. La incorporación inglesa fue por el oeste, aprovechando su alianza con Portugal. El sur era cosa de la resistencia española y la meseta central la dominaba el francés.
Los franceses fueron venciendo en diferentes plazas pero al llegar a Zaragoza no la consiguieron tomar. Las prácticas militares no servían contra una población arriesgada, hombres mujeres y niños que no actuaban como ejército profesional. Levantaron el cerco y se marcharon. Tampoco consiguieron tomar Tarragona ni en Gerona.Recordar a Agustina de Aragón, una catalana defensora del sitio de Zaragoza.
Pero lo que fue determinante para la victoria española fue la batalla de Bailén. Fue el 19 de julio de 1808.
martes, 7 de febrero de 2017
EL LEVANTAMIENTO POPULAR DEL 2 DE MAYO
Jean-Baptiste Grivel, militar francés nos cuenta que en su ruta a Madrid, se encontró con Fernando VII en Vitoria camino de Bayona, y que el pueblo estaba entusiasmado en ver a su rey. La gente saludando efusivamente, con gritos al coche del rey, pensaban que querrían raptarlo. Y lo hubieran podido hacer. En realidad lo estaban llevando al secuestro. El rey continuó hacia Bayona y él hacia Madrid. Aquella primera visión del pueblo español para el francés fue lo que le hizo sospechar que las cosas podrían torcerse y complicarse. Ningún acto de violencia se había producido en todo el país aún, pero sabían que el lugarteniente de Napoleón en Madrid, el general Murat, no había reconocido a Fernando como rey, no consideraraba la abdicación de Carlos IV nada más que como una rebelión y una actitud forzada y además había tomado bajo su protección al valido del rey Carlos, Godoy, al quien el pueblo odiaba. Al llegar a Madrid vio que la ciudad estaba realmente tomada por las tropas francesas. La verdad es que era una ciudad triste, vacía.
Napoleón tenía retenidos al rey Carlos, a su hijo, Fernando, a la reina y a Godoy. Además pidió a Murat que enviase a Bayona al resto de la familia. A su vez la Junta de Gobierno que había dejado Fernando para gobernar el país en su ausencia, estaba ahora a las ordenes practicamente de Murat. Y las noticia iban llegando.
La decepción. Querido amigo lector imagínate que en aquel momento tú, una persona de cultura y que, convencido de que las luces, la ilustración y el progreso que recorrían Europa iban a sacar a España del pozo siniestro donde reyes incapaces, curas fanáticos y gentuza ladrona y oportunista nos habían tenido durante siglos. Y crees que por fin a llegado la Francia napoleónica, hija de la Revolución de 1789 y que eso era el foco de luz adecuado; el faro que podía animar a los españoles de buen criterio a sacudirse el polvo miserable en el que vivían rebozados y hacer de éste un país moderno y con futuro: libros, ciencia, deberes ciudadanos, responsabilidad intelectual, espíritu crítico, libre debate de ideas y otros etcéteras. Pues hubieras recibido con alborozo la noticia de que España y Francia son aliadas y que en adelante van a caminar de la mano, y comprende que ahí se abre una puerta estupenda por la que tu patria, convertida en nación solidaria, va a respirar un aire diferente al de las sacristías y calabozos. Y todas tus ilusiones se van al carajo cuando ves que los ejércitos franceses, nuestros aliados, entran en España con la chulería de quienes son los amos de Europa. Y que a Carlos IV, su asquerosa esposa, el miserable de su hijo Fernando y el guaperas Godoy, se los llevan a Bayona medio prisioneros, mientras Napoleón decidirá poner en España, de rey, a un hermano suyo. Un tal Pepe. Entonces comprenderás que eso la gente no lo traga, y empieza el cabreo cuando los militares gabachos empiezan a pavonearse. Y pasa lo que en este país de bronca y navaja tiene que pasar.
Sabidas estas cosas, en la noche del 1 al 2 de mayo de 1808, el letrado Juan Villamil es nombrado miembro de una Junta Suprema de Gobierno, clandestina, para reemplazar a la que ya los franceses dominaban.
Murat había recibido la orden de enviar al resto de la familia real a Bayona y estas noticias llegaron al pueblo de Madrid. Villamilse encontraba en su casa de Móstoles. Allí fue donde recibió la comunicación que el pueblo se había revelado cuando las tropas francesas sacaban del Palacio Real al infante Francisco de Paula para llevarlo a Francia, el 2 de mayo de 1808. El pueblo madrileño se alzó en armas, es un decir ya que apenas si tenían. El ejército español tenía orden de su rey de amistad con los franceses, por lo que además de estar en clara diferencia numérica era una desobediencia militar al rey. Pero el pueblo recibió la ayuda de algunos destacamentos del ejército y los capitanes del parque de artillería Daoíz y Velarde, que probeyeron de armas y ante los hechos, fueron atacados por los franceses muriendo en la refriega.
Juan Villamil, jurista, redactó un oficio que fue firmado por Andrés Torrejón y Simón Hernandez, y que sería distribuido por todo el país. Se trataba de una declaración de guerra a Napoleón. Un pueblo, que no un gobierno, el alcalde de un pueblo que practicamente sin armas, le declaran la guerra al Emperador europeo, al mejor ejército del mundo en aquellos años. ¡Con un par de huevos! Encendida estaba la llama de la lucha por la libertad del sometimiento.
Goya retrató magistralmente con sus pinceles dos escenas de la gloriosa jornada: la carga de los mercenarios egipcios que servían a sueldo en el ejército francés, los llamados mamelucos, en la Puerta del Sol, así como los fusilamientos de la Moncloa aquella misma noche, a la luz de los faroles. Así se comenzó la Guerra de la Independencia.
Ni la corte ni el ejército pensaban en la resistencia frente al invasor francés en aquél momento, después del Motín de Aranjuez, donde Carlos IV abdicó en su hijo Fernando VII, el mayor traidor que hubo en España. El dos de mayo no fue realizado por el Estado Español, sino por las clases populares de Madrid contra el ocupante tolerado (por indiferencia, miedo o interés) por gran cantidad de miembros de la administración. A la madrugada del día 2 de mayo el pueblo veía como se llevaban a la reina María Luisa con los dos infantes. Alguien dio el aviso voz en grito y “mueras” a los franceses y se fue creando una multitud, que llevaron a las armas para evitar que se llevaran a los infantes. Apareció entonces el infante don Francisco de Paula, emocionado por el acto del pueblo, solo tenía doce años. Su aparición provocó un estallido de entusiasmo en la gente. El alboroto hizo llegar a los franceses que dispararon contra la muchedumbre. Lo que causó que se extendiera la rebelión. Se trató de un acto espontáneo, carente de preparación y medios. Murat, el francés, disponía de 50 mil hombres armados. Los militares españoles no eran más de 5 mil y estaban a las afueras, no obstante fueron avisados. Se acuartelaron pero el pueblo no se retiró. Hasta soltaron a los presos que pidieron sumarse a la lucha. Armados con palos, agujas, barras de hierro, cuchillos y poco más. Cargaron contra un destacamento francés y le robaron el cañón. En fin, que los españoles hicieron lo que pudieron frente a un ejército profesional. Al final fueron conducidos a una emboscada donde los “mamelucos”, soldados musulmanes del ejército francés, se despacharon a gusto con sus cimitarras.
Se dice que el Goya pudo ver desde una ventana la matanza. Al día siguiente comenzó una represión cruel.
Los franceses, no conformes con haber aplacado el levantamiento, se plantearon tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que ellos gobernarían España. Reprimida la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad, se extendió por todo el país una ola de proclamas de indignación y llamamientos públicos a la insurrección armada que desembocaría en la Guerra de la Independencia Española (1808-1814) que sí fue un enfrentamiento militar entre España y el Primer Imperio Francés, provocado por la pretensión de Napoleón de instalar en el trono español a su hermano, José Bonaparte. Sin embargo, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras. La guerra de la Independencia había comenzado. Yo prefiero llamarla la guerra de la Liberación.
domingo, 5 de febrero de 2017
DOS REYES ABDICAN A LA VEZ
LAS ABDICACIONES DE BAYONA
Comenzando a reinar Fernando VII el 19 de marzo de 1808, día en que obtiene en el Motín de Aranjuez la abdicación, de mala gana, de su padre, el rey Carlos IV, el apresamiento de Godoy y el control de la situación.
Fernando VII abandonó Madrid el 10 de abril de 1808 para ir al encuentro del emperador que lo reclamaba. Llegó hasta Burgos entre vítores de las poblaciones. Allí no estaba Napoleón como le habían dicho. Esta vez le anunciaron que le esperaba en Vitoria. Tampoco estaba allí, ni siquiera había cruzado la frontera. Indignado y con el consejo de sus asesores, permaneció en territorio español. El general francés que acompañaba al rey, viendo que se le podía escapar su presa, se dirigió a galope a Bayona donde encontró al emperador. Éste ordenó que arrestara a Fernando si fuera necesario. No hizo falta pues en Vitoria, Fernando supo que su hermana, su padre y su madre se dirigían a Bayona al encuentro con Napoleón, para conseguir su apoyo, cosa que no le favorecía. Pese a los consejos del marqués de Urquijo, Fernando marchó a Bayona para defender sus intereses frente a su padre y conseguir el apoyo de Napoleón.
Fernando al marchar de Madrid también había dispuesto que las instituciones cooperaran con las autoridades francesas y había dejado una Junta Suprema de Gobierno. Órgano de regencia para dirigir los asuntos del reino en su ausencia, y nombró al incompetente de su tío el infante Antonio Pascual como presidente. Este permaneció en el cargo y en Madrid, unos días y se despidió a la francesa, es decir, dejando una carta como peineta.
Antes de partir, Carlos había pedido a Murat que liberase a Godoy. No sin dificultades éste lo consiguió y lo envió también a Bayona, donde se encontraron todos.
Con la propuesta de Napoleón, prácticamente una orden, Carlos IV la pensó y no lo vio del todo mal, ya que le aseguraba una vejez tranquila y de paso tomaba venganza contra su hijo por lo de Aranjuez. En todo esto Godoy le apoyaba. Carlos había mandado hacía semanas una carta a Napoleón indicando que había abdicado en su hijo obligado por las circunstancias, pero que en realidad no lo reconocía como rey, y que por tanto esperaba su apoyo.
Pero habíamos dejado a Fernando yendo solito a la jaula que le tendía napoleón.
Para empezar al entrar en suelo francés no fue recibido por comisión alguna, ni escolta siquiera. Pero al llegar, al castillo de Marracq Napoleón lo recibió con halagos. Pero lo trató como Príncipe de Asturias, no como rey.
Al día siguiente el emperador puso las cartas boca arriba y le dijo a la familia Telerín que la Providencia le había indicado que debía hacerse con Inglaterra, y crear un gran imperio más grande aún, y para ello había tenido en cuenta, dado que en el pasado España había combatido contra Francia, no podría dejar el reino español en manos de un Borbón, y que no entregaría la corona, ni al padre ni al hijo. Pero que elegiría a un miembro de su propia familia y además se ocuparía de ofrecer unas comodidades a los Borbones, de acuerdo con sus rangos.
La Junta aceptó la petición de enviar a Bayona una comisión para formar una Asamblea de Notables españoles. Fueron elegidos 150 individuos del clero, la nobleza, las ciudades, instituciones militares y económicas, y las universidades. Sólo acudieron a Bayona 65. Se ventilaba la abdicación de Carlos dándole formalidad.
Cuando el infante Antonio Pascual dejó la presidencia de la Junta el 4 de mayo, Murat se presentó en la Junta Suprema para pedir formar parte de ella, siendo rechazado en primera instancia y luego aceptado para evitar males mayores.
Fernando abdicó, en su padre, que traspasó la corona a Napoleón para que fuera depositario de los derechos del Trono y los dispusiera en favor de alguna persona de su familia., cosa que fue aprobada junto con algunos pequeños cambios en un texto constitucional.
JOSE BONAPARTE
Todos estaban felices porque al fin y al cabo la corona española no era la primera vez que la ceñía un extranjero. El proceso se había realizado con formalidad y Fernando que soñaba con emparentar con Napoleón veía el camino preparado.
El 6 de mayo la Junta en Madrid había recibido un decreto fechado el día 4 por el que Carlos IV nombraba a Murat como Lugarteniente del Reino para que gobernase en su propio nombre. También recibió el día 6 de mayo la renuncia de Fernando VII, que revertía sus derechos en su padre Carlos.
La Junta Suprema publicó la renuncia de Fernando. Sin embargo, dado que Carlos IV ya había renunciado, de nuevo, se daba la paradoja de que existía un reino sin rey, con lo cual Murat ostentaba el grado de Lugarteniente del emperador hasta el nombramiento de un nuevo rey.
Murat en Madrid mandó quitar el nombre de Fernando de todos los actos públicos. El pueblo y la aristocracia se las vieron venir. Llegaban noticias de Bayona por emisarios ocultos de Fernando. Murat recibió la orden de enviar a los restantes miembros de la familia Borbón a Bayona, pero el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 o 13 años.
Murat, ante los acontecimientos llegó a proponerse como rey de España y en realidad se estaba comportando como si lo fuera. Como sabemos Napoleón designó a José y al quedar vacante el reino de Nápoles, se los entregó a Murat.
Napoleón el día 25 de mayo anunció al pueblo español que no reinaría él en España confirmando la Junta de Gobierno Presidida por Murat.
Pero se acercaban días sangrientos.
sábado, 4 de febrero de 2017
CARLOS IV (El cazador cazado)
Llamado «el Cazador» (no por lo astuto)sino por su afición había nacido en Nápoles en noviembre de 1748 y fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808 en que abdicó, (por segunda vez) en favor de su hijo el futuro Fernando VII. Carlos era hijo y sucesor de Carlos III y de María Amalia de Sajonia.
El prestigio de la monarquía española había alcanzado las cotas más altas de los grandes reinos desde los Austria. Pero bastaron unos pocos años del reinado de Carlos IV para que todo se empezara a ir por el desagüe de la historia. Algunos historiadores dicen que era inteligente, culto pero no fue preparado para ejercer la responsabilidad que le tocó en suerte. El largo reinado de su padre, le hizo llegar con cuarenta años de mantenerse al margen de la política. Se fue volviendo indolente, abúlico y despreocupado por los asuntos de gobierno. Dominado por su mujer, más puta que María Martillo, María Luisa de Parma, y por el favorito de ésta, Manuel Godoy, de asombroso ascenso a la vida pública. Pero eso fue después.
Antes, había nombrado al Marques de Floridablanca como Secretario de Estado, un ilustrado que quiso poner, y puso, en marcha varios proyectos tendentes a corregir y desarrollar la economía.
Menos de un año de reinado y estalla la Revolución Francesa, y lógicamente las noticias que van llegando hacen que se vayan adoptando medidas en España, como la de cerrar Las Cortes, que estaban en manos de Floridablanca. Se trata de aislar a España de las recetas revolucionarias. Se apoyó al rey francés y se puso fin a los proyectos reformistas. Y la Inquisición de la Iglesia empieza otra vez a destacar, desterrando a Jovellanos, y otras hechos de represión.
El fracaso de las medidas de Floridablanca supuso su sustitución por el Conde de Aranda, que concertó una Alianza con Prusia y Austria para ayudar al rey francés, forma de proteger al español. Se preparaba una guerra en Europa que Aranda no apoyaba, dado el fracaso casi seguro y las pocas ganancias que se podrían obtener. Eso motivó su sustitución por Manuel Godoy, que ya era duque y Tentiente General. Pues nada, la guerra. Las tropas francesas rechazaron a las españolas. Prusia se abrió del pacto y con el acuerdo de la Paz de Basilea, España pierde Santo Domingo.
- CARLOS IV CUADRO DE GOYA
Las alianzas con la Francia del Directorio y después con Napoleón, no trajeron más que desdichas. Las comunicaciones con América fueron muy complicadas y difíciles, y esto empobreció aún más a la población. Lo cual hizo impopular a Godoy y al rey.
La llegada de Napoleón al poder fue como una patada en el estómago para España. El franchute esta empecinado en derrotar a Inglaterra, y ésta era muy superior en el mar.
Carlos IV de España y Napoleón I de Francia, merced los tratados firmados con la anterior República Francesa y por el interés de la recuperación de Gibraltar, obligaban a España a contribuir económicamente a las guerras de Napoleón, y también a poner a disposición de éste la Armada para combatir a la flota británica.
Con lo cual nos hicimos aliados de Francia para invadir a Inglaterra comenzando por la famosa y desastrosa batalla de Trafalgar. Tuvo lugar el 21 de octubre de 1805.
Al mando el vicealmirante francés Pierre Villeneuve, y por parte española el teniente general del mar Federico Gravina. La armada británica al mando del vicealmirante Horatio Nelson.
Para que la invasión tuviera éxito, Napoleón quiso que la Marina Real británica hubiera sido atraída bien lejos del canal de la Mancha.
El colega de Nelson el almirante sir Robert Calder se tropezó con la flota franco-española. En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los británicos y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la flota británica. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Al parecer, Churruca, mientras leía las señales con el anteojo, manifestó: «el almirante no sabe lo que hace, la flota está perdida».
En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido o ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina había sido herido y más tarde encontró la muerte Dionisio Alcalá Galiano
La derrota de Trafalgar supuso la supremacía naval de Inglaterra durante todo el siglo XIX en el mar. Napoleón desistió en su intento de invadir Inglaterra y supuso también un duro golpe en su carrera. España sufrió a partir de entonces que Inglaterra controlara a través de Gibraltar por sus buques, ocasionando un estancamiento en el comercio español por mar.
Napoleón ordenó un bloqueo a Inglaterra y ésta se alió con Portugal. El francés maduró el plan, hacer de España otro reinado satélite como los que ya tenía en Holanda y Alemania. Si conseguía conquistar Portugal, esto era pan comido, dado los enfrentamientos entre Godoy, el rey, éste con su hijo Fernando y el pueblo contra todos ellos. Se firmó el Tratado de Fontainebleu en el que previsiblemente se repartirían Portugal. Para ello era necesario ocupar militarmente el territorio español. Napoleón contaba con el rechazo que el pueblo tenía por sus gobernantes e incluso en beneplácito de los liberales españoles. .
Por lo tanto, llegó la ocupación militar de España. A comienzos de 1808 llega a Madrid un ejército francés a las órdenes de J. Murat. Barcelona, Pamplona y San Sebastián ya acogían fuerzas francesas. Godoy no se fiaba un carajo y aconsejó al rey marchar al sur o América.
En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. Godoy recomendó romper la alianza con Napoleón y preparó la marcha de la familia real y de la corte a Andalucía.
-GODOY-
La primera esposa de Fernando VII había fallecido en Aranjuez el 21 de enero de 1806, a consecuencia de una tuberculosis. Tras la muerte de la reina se contactó secretamente con Napoleón, solicitando como nueva esposa a una princesa de la familia Bonaparte.
Las conspiraciones que se sucedieron dieron lugar al llamado "Proceso de El Escorial", entre octubre de 1807 y enero de 1808. Fernando VII lideró un partido de oposición al de Manuel Godoy. Fernando aspiraba a la corona como fuera y Godoy molestaba, por eso tramó con apoyos la conspiración de El Escorial. Fue descubierta con leves medidas de condena, el príncipe delató a los conspiradores y luego los perdonó. Cuando Fernando supo del traslado a Andalucía se negó culpando a Godoy de traición. Una noche el pueblo tomó las calles de Aranjuez y quemaron la casa de Godoy. Es el llamado Motín de Aranjuez, que en el fondo estaba pensado por Napoleón con el apoyo del partido fernandino. El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes a Andalucía, una pequeña multitud (compuesta por empleados de los nobles llegados al efecto, puesto que al ser sitio Real y no Villa, Aranjuez no tenía una población villana que pudiera alzarse por sí sola) , dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos a Fernando, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, consiguiendo la abdicación de su propio padre ese mismo día, convirtiéndose en Fernando VII.
- J. MURAT
Los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado, pero consiguió la renuncia de Godoy, la abdicación del Rey y el acceso de Fernando legitimado por la voluntad del pueblo. Pero el precio a pagar vendría después, la invasión de Francia, la Guerra de la Independencia, La Primera Guerra Carlista, el trono para el hermano de Napoleón, el sentimiento liberal, etc.
Napoleón vio confirmada su idea sobre la debilidad e ineficiencia de la corona española. “Un país gobernado por sotanas, es un país debil”
Años más tarde, Napoleón en su exilio en Santa Elena confesó que España fue para él un fatídico error de cálculo, pues la resistencia popular significó el primer paso a su derrota y el comienzo de su caída.
Pero ahora estamos en 1808, y lo peor estaba por llegar.
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