miércoles, 8 de febrero de 2017

LA GUERRA ESPAÑOLA CONTRA NAPOLEÓN

En Bayona el zorro de Napoleón hizo una jugada maestra. Digamos que pone bajo arresto domiciliario, a todo lujo a Carlos IV, a Fernando VII y a toda la familia Telerín. Y nombra a su hermano mayor José, rey de España y éste marcha a Madrid. El emperador también reúne en Bayona a una serie de notables, (notablemente cobardes) y proclaman la Constitución de Bayona, de la que no se enteró casi nadie. Pero el corso no calculó un aspecto de la jugada. No contó con las pelotas que le echaría al asunto el pueblo español. Y lo pagó muy caro al final. El pueblo de Madrid, y no el gobierno, monta un quilombo negro, el 2 de mayo de 1808, fecha que si este fuera un país serio sería Fiesta Nacional. Ya en el capitulo anterior dijimos como se le declaró la guerra a Napoleón. El 2 y 3 de mayo el cabrón de Murat, el jefe francés que dominaba en Madrid, se dedicó a fusilar a mansalva. Es importante recordar a los dos militares españoles que dieron su vida por haber ayudado al pueblo entregándoles armas. Pocos hechos hay más heroicos que los protagonizados por los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, quienes murieron heroicamente en las calles de Madrid luchando, sin más ayuda que un mosquete y un sable, contra miles de invasores franceses. Se encontraban al mando del Parque de Artillería de Monteleón (ubicado en la actual Plaza del dos de Mayo, y a pesar de que desde el gobierno (la Junta que había dejado Fernando VII al irse a Bayona), se les había ordenado no combatir contra los franceses, decidieron ponerse de lado del pueblo que, con piedras, palos y navajas, se enfrentaba a miles de soldados franceses.Las fuerzas del ejército español eran unos 5.000 hombres, en su mayoría acuartelados fuera de la ciudad, y los franceses unos 40.000, situados en el casco urbano y alrededores, Leganés, El Pardo, Casa de Campo, Fuencarral, etc. DAOIZ Y VELARDE
La insurrección popular del 2 de Mayo de 1808 en Madrid fue aplastada por Murat, pero fue la chispa que provocó el gran incendio de la Guerra de la Independencia. A partir de ahí todo cambió, y cuando el suceso se conoció en el resto de España, prácticamente todas las regiones del país se levantaron en armas. En la historia hay derrotas momentáneas que sirven de guía y son el germen de la victoria final. La gente pacífica empiezó a cabrearse, los curas toman partido contra los franceses, se corre la insurrección como un reguero de pólvora, y toda España se alza en armas, eso sí, cada uno por su cuenta, y esto se vuelve un desparrame peninsular del copón. Y ahí está el punto en que las cosas revientan. Te das cuenta que esos invasores a los que degollamos deberían haber sido el futuro, mientras que las fuerzas que defienden el trono y el altar son, en su mayor parte, la incultura más bestia y el más rancio pasado. Así que ves con pena que quien trae la modernidad se ha convertido en tu enemigo mortal, y que tus compatriotas combaten por un rey al que le importa una mierda su pueblo, porque vive en un exilio dorado a costa de Bonaparte. Ahí viene el dilema, y el desgarro: elegir entre ser patriota o ser afrancesado. Y así, en esa guerra mal llamada de la Independencia, toda España se vuelve una trampa inmensa, tanto para los franceses como para quienes, y esto es lo más triste de todo, creyeron que con ellos llegaban, por fin, la libertad y las luces. Cartagena, Zamora, Oviedo, La Coruña, Badajoz, Sevilla, Murcia, Valencia, etc. fueron alzándose contra el francés. Un líder, a menudo popular, exigía a las autoridades de la ciudad que declarasen la guerra en nombre de “La Religión, La Patria, Las Leyes y el Rey”. Las autoridades habían recibido precisamente del rey antes de su marcha la orden de obediencia y fidelidad a los franceses, lo que provocaba una disyuntiva complicada. Estar del lado del rey era a la vez estar a favor de los franceses y en contra de tus propios compatriotas, que lo que querían era que volviera su rey. Y para ello había que desoberdecerle. Una guerra contra el aliado del rey.
Dado que las autoridades provinciales no respondían se formaron Juntas Supremas, que lo primero que hicieron fue crear un ejército al mando del General Castaños. El Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación Española a Don Fernando VII de Borbón”. Ello explica que en sus años de ausencia de nuestro territorio fuera llamado por el pueblo con el sobrenombre de "El Deseado". Tanto Fernando, como su hermano Carlos y su tío Antonio partieron al cautiverio del castillo de Valençay, pasando allí casi 6 años, dando continuas muestras de adhesión a Napoleón. Fernando VII, su hermano y su tío dedicaban sus ociosas existencias en Valençay a bordar, jugar al billar y a la lotería, fiestas y lujos. Mientras nuestros compatriotas se batían con los franceses. Pero numerosos ilustrados que eran admiradores de la cultura gala, los llamados "afrancesados", aceptaron al hermano de Napoleón como rey, permaneciendo en el trono hasta 1814, siendo designado por nuestros compatriotas como "Pepe Botella". Sirva como prueba de la felonía de Fernando el contenido de esta carta dirigida a Napoleón, elogiando la decisión de aquél de haber colocado a su hermano en el trono de España: “Señor: Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V.M.I. y R., la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella a un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia” Pero aún cabe más ignominia, pues cuando el pueblo español estaba en plena lucha con el enemigo galo, Fernando le dirigía a Napoleón esta otra misiva: “Señor: El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las victorias que la Providencia corona sucesivamente la augusta frente de V.M.I. y R., y el grande interés que tomamos mi hermano, mi tío y yo en la satisfacción de V.M.I y R. nos estimulan a felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y reconocimiento en que vivimos bajo la protección de V.M.I. y R.” Es decir que le felicitaba por los éxitos militares de Napoleón contra el pueblo español. Además era tal el grado de adulación de Bonaparte por parte de Fernando, que llegó a pedirle a aquél la mano de su sobrina Lolotte, hija de Luciano Bonaparte y de Catalina Boyer, y también en caso contrario de Zenaida Bonaparte, hija del rey intruso José I y de Julia Clary.
Y el pueblo en la guerra organizaron colectas, suprimieron impuestos, enviaron comisionados a Inglaterra solicitando ayuda económica y militar que aceptaron los ingleses, porque ganas, lo que se dice ganas, si le tenían al Emperador. La Guerra, a priori era claramente un fracaso para las fuerzas españolas. Combatirían contra el mejor ejército del mundo en aquel momento, con unas tropas mal preparadas militarmente, con una masa muy patriótica pero no disciplinadas militarmente. En una primera fase los españoles cosecharon un fracaso tras otro. Algunos batallones estaban formados por seminaristas y estudiantes. Pero Napoleón había subestimado la capacidad de la reacción de los españoles. Había enviado unos 100.000 hombres, cifra más que suficiente, pero integradas en su mayor parte por adolescentes, lo que dice claramente la importancia que le dio al asunto. España contaba con unos 85.000 hombres de muy variada procedencia, mercenarios, extranjeros de campañas anteriores y estaban también mal equipados. La incorporación inglesa fue por el oeste, aprovechando su alianza con Portugal. El sur era cosa de la resistencia española y la meseta central la dominaba el francés. Los franceses fueron venciendo en diferentes plazas pero al llegar a Zaragoza no la consiguieron tomar. Las prácticas militares no servían contra una población arriesgada, hombres mujeres y niños que no actuaban como ejército profesional. Levantaron el cerco y se marcharon. Tampoco consiguieron tomar Tarragona ni en Gerona.Recordar a Agustina de Aragón, una catalana defensora del sitio de Zaragoza. Pero lo que fue determinante para la victoria española fue la batalla de Bailén. Fue el 19 de julio de 1808.

VIDA EN UN BARCO HACIA AMÉRICA SIGLOS XVI-XVII

A partir del Descubrimiento los viajes fueron incesantes. Los barcos se armaban por lo general en Sevilla bajo condiciones estrictas.   Los ...