miércoles, 25 de marzo de 2020
EMANCIPACIONES AMERICANAS
A la vuelta de Fernando VII los territorios americanos y sus virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra habida contra Napoleón. Los hijos de aquellos españoles, criollos, se formaban en España y Francia.
Incluso en la propia España la gente ilustrada estaba pidiendo cambios sociales, económicos, culturales, de industrialización, etc. Pero la aristocracia, la burguesía y el clero, apoyaron a un rey que fue lo peor que le puso suceder al país.
Repasando lo sucedido en territorios americanos.
En 1810 en Buenos Aires se había constituido una Junta Gobernativa de inspiración independentista. En Bogotá y en México hay sublevaciones y revueltas independentistas. En 1811 comienzo una revuelta en Uruguay y Venezuela y Paraguay proclaman su Independencia. En 1813 México proclama su Independencia. Las tropas españolas cosechan un triunfo en la batalla de Rancagua, en Chile. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia: Argentina en 1816, el general San Martín en Chile en 1817 y Bolívar organizó el congreso de Angostura en 1819. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820. William Carr Beresford, que había invadido Buenos Aires en 1806, luchó como aliado de España junto a San Martín en la guerra de la Independencia. Luego San Martín, ya renunciado a su empleo de militar español, unido a masones se le conoce por el libertador de Argentina, Chile y Perú. Tras las batallas americanas de Chacabuco (1817), Maipú (1818) y Boyacá (1819) los independentistas Bolívar y San Martín consiguieron la emancipación de los territorios.
Fernando VII no se planteó dialogar, pactar, ceder en algún punto, usar la diplomacia y la astucia, mantener y dejarse aconsejar por los buenos colaboradores que le quedaban, buscar aliados internos. Algunos territorios, Argentina o Venezuela, podían parecer perdidos, pero otros como Perú o México se mantenían fieles a la metrópoli. En el Virreinato de Nueva España la propia élite criolla había desmantelado la revuelta campesina de los curas Hidalgo y Morelos y en Perú el virrey Abascal estaba reconquistando los territorios sublevados sin prácticamente ayuda alguna. Inglaterra y las excolonias americanas apoyaban descaradamente a los libertadores y se frotaban las manos: el mercado colonial estaba por fin a su alcance. Que el mapa político se llenara de nuevos países era para ellos algo secundario. Lo principal, la única razón, era el comercio. Pero las élites locales tenían miedo de las posibles revoluciones populares. Y tampoco deseaban romper todos los lazos con la metrópoli. En algunos casos se hablaba de crear reinos con un rey español, un pariente de Fernando VII. En otros lugares surgieron partidarios de la hermana de Fernando VII, la infanta Carlota Joaquina, que estaba emparentada con la familia real portuguesa y en ese momento se hallaba refugiada en Brasil. Los portugueses también preocupaban a los sublevados, y con razón, puesto que desde Brasil era muy fácil aprovechar el desconcierto general para lanzar expediciones militares hacia Argentina, Uruguay y Paraguay, como de hecho sucedió.
Las ideas de la Revolución Francesa y el precedente de la Independencia de los Estados Unidos, junto con las tensiones por causas económicas y mercantiles que se produjeron en la América Española, a lo que hay que sumar que la Guerra de la Independencia contra Napoleón, que, aun venciendo, dejó al país destrozado, social y económicamente. Además de divididos entre absolutistas y liberales. El rey, ya liberado juró la Constitución de 1812, y luego la derogó, todo esto era un clima de incertidumbre y propicio para Inglaterra, que ayudó a los criollos emancipadores con ideas y pensamiento de masones destacados.
No obstante las nuevas ideas europeas impregnaron la mentalidad revolucionaria de la burguesía colonial descontenta. Algunos fueron radicales en sus ideas mientras otros se orientaron por intereses del librecambismo, ya instalado, que ofrecía posibilidades de enriquecerse.
En primer lugar, para formar parte de las clases dominantes en la administración o en el comercio exportador, era preciso haber nacido español, o hijo de español en América, (criollo), con lo cual quedaban fuera los indígenas, mulatos y mestizos. Solo el uno por ciento de la población americana había nacido en España. Un veinte por ciento eran criollos. Y la inmensa mayoría de la población eran los indígenas, los pueblos conquistados, que quedaban en un rango social inferior. No obstante este último grupo no eran en su mayoría independentistas, más bien preferían pertenecer a los realistas, ya que sus patronos naturales eran los criollos, dueña de la hacienda y de las mejores tierras.
Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel. Tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América (en Ayacucho, por ejemplo, no llegaban a 900 los soldados realistas nacidos en España). El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico, los soldados se negaban a embarcar y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836 (a los tres años de morir, por fin, Fernando VII), la guerra prosiguió con extrema barbaridad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Hubo inmenso valor y hubo cobardías y traiciones. Las Juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, el ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Gente ilustre como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero fue decisivo para las independencias de lo que luego se llamó Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, terminó el trabajo en la zona. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana, como los Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida siguieron jodidos.
Los criollos creían que la independencia de sus países y la instauración de gobiernos representativos en ellos conducirían inevitablemente a una prosperidad económica y a un orden político.
La gran diferencia que existió entre los EE.UU. y la América española está en que en ésta existió siempre, desde el Descubrimiento de América, el mestizaje, que pese a lo que muchos argumentan señalando a España como país invasor, avasallador, destructor de las identidades indígenas y hasta genocida, lo cierto es que con el mestizaje no desapareció el indio, no fueron exterminados. La programación en la persecución y muerte del indígena existió en Norteamérica completa, con sus gobiernos. Los indígenas no participaron jamás en sus decisiones, ni en la administración ni se les protegió ni educó a la cultura europea, como si lo hizo España. En EE.UU. y Canadá siempre han gobernado los europeos, para ellos mismos. Y siendo un territorio muy rico se llenó de colonos de diferentes partes de Europa, estableciendo sus culturas, costumbres y religiones, sin compartir con los indios nada de todo esto. Al contrario, eran el enemigo a hacer desaparecer o confinarlo en reservas.
Y esta diferencia llega a nuestros días incluso, con menor virulencia, pero aún existe.
Es por eso por lo que la emancipación de aquellos países de Inglaterra fue realizada por los colonos europeos, no por los naturales de los territorios, que ya no eran dueños de nada y nada tenían. Mientras que en las posesiones españoles las emancipaciones fueron encabezadas por los hijos de los españoles, los criollos, que eran quienes dominaban las industrias y el comercio y consiguiendo ayudas de Inglaterra y Francia, aprovechando la decadencia económica y militar de España, consiguieron su autonomía y autarquía, pero dividiéndose en multitud de países bajo la dominación de caudillos regionales, grandes terratenientes y familias burguesas adineradas. No sucede lo mismo en Norteamérica, donde añoran su pasado pisoteado.
Sin embargo, la independencia hispanoamericana no fue solamente la separación respecto de la madre patria, como en el caso de Estados Unidos, sino que destruyó un sistema social, político y económico que funcionaba bien pese a sus muchas imperfecciones.
Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Pero después de doscientos años de autogobernarse, ya no pueden echarle la culpa a nadie más que a sí mismos.
martes, 24 de marzo de 2020
INVASIONES INGLESAS EN EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA
Se produjo la primera el 25 de julio de 1806. Ese día, un poco más de 1.600 hombres entre infantes, artilleros e infantes de marina y alguna piezas de artillería al mando del General William Carr Beresford, desembarcaron en Quilmes y avanzaron hacia Buenos Aires, con la intención de tomar el Fuerte y luego la ciudad. Vencida la débil resistencia que las escasas e ineptas fuerzas pudieron ofrecer, el 28 de junio de 1806, la bandera inglesa flamea en el Fuerte y la ciudad de Buenos Aires fue tomada por asalto.
En septiembre de 1806 llegó a Inglaterra una nave con la plata robada de las arcas reales de Luján por los ingleses que invadieron Buenos Aires. El General Guillermo Carr Beresford es paseado por las calles de Londres el tesoro robado y el producto del saqueo al que fue sometida la ciudad de Buenos Aires.
El 20 de setiembre los tesoros llegaron a Londres y la población se volcó en las calles para vitorear a los carros colmados de plata, que venían acompañados por tropas de caballería e infantería empleadas en la que fue la primera invasión al Río de la Plata. Precedían y seguían al convoy, dos destacamentos de los marinos que habían ocupado a Buenos Aires y dos cañones de los tomados en Quilmes, mientras que una nutrida Banda de música acompañaba el paso del cortejo que se dirigió desde Portsmouth hasta Londres. Luego el rey de Gran Bretaña, declaró conquistada la ciudad de Buenos Aire y sus dependencias, decretando el libre comercio con la nueva posesión de conformidad con los reglamentos vigentes de sus otras colonias. Los invasores se habían apoderado realmente de aproximadamente un millón y medio de pesos fuertes.
También tienen que saber los argentinos de hoy, que pese a lo que les han contado en la escuela, hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada… las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Sin embargo, esta cara amable de la convivencia con las fuerzas dominadoras tenía su reverso: pasado el estupor de los primeros días, los patriotas comenzaron a montar una sorda y vasta conspiración para echar al invasor
Cuarenta y seis días después, las milicias populares criollas, sumadas a las fuerzas que Santiago De Liniers pudo reunir a duras penas y llevó desde Montevideo, lograron reconquistar la ciudad, luego de librar furiosos combates en las calles y desde las azoteas de las casas, una acción que la historia ha recogido como “La Reconquista” y que tuvo como héroe y triunfador indiscutido al mencionado Liniers y Martín De Álzaga, un comerciante español que encabezó la rebelión popular.
El virrey Rafael de Sobremonte informa que se dirigía hacia Buenos Aires con un grupo de miliciano para reconquistar la ciudad, pero el pueblo de Buenos Aires, declaró que no quería recibir de nuevo al marqués de Sobremonte, en el ejercicio del poder que desempeñaba por nombramiento del rey de España y el 14 de agosto exigió al Cabildo en cambio, que se ratificara a Santiago De Liniers y Bremond, Gobernador militar de la plaza, mientras la Audiencia y el Cabildo podrían quedar a la cabeza de la Administración civil.
La Segunda Invasión llegó el 28 de junio de 1807 al mando del General John Whitelocke. Esta vez, los ingleses alertados por la experiencia vivida en 1806, trajeron además de 10.000 soldados bastantes fuerzas de artillería, caballos, etc. Luego de tomar la Plaza de Montevideo, el 3 de febrero de 1807, como paso previo a su marcha hacia Buenos Aires, desembarcaron en la Ensenada de Barragán. Nuevamente, a pesar de sus efectivos, fueron derrotados por aguerridas fuerzas defensoras, que se componían de tropas regulares, organizadas luego de la primera invasión y de milicias urbanas, integradas por población que se había armado y organizado militarmente en previsión. Finalmente, luego de cuatro días de dura lucha, viendo desvanecidas sus pretensiones de apoderarse de la ciudad, el 7 de julio de 1807, el General Whitelocke capitula y rinde sus armas.
Pero también habían venido con la intención comercial por bandera. Instalaron en Montevideo una inmensa feria con artículos de toda clase que vendían a precios que se consideraban muy baratos, lo que al principio, provocó gran euforia entre la población oriental, súbitamente tentada con toda clase de artículos importados, mientras los mercaderes ingleses, no dejaban de ponderar los beneficios del "libre comercio", tanto en sus conversaciones como a través de las columnas de "La Estrella del Sur", el periódico que editaban para difundir sus ideas, en cuyas páginas subrayaban que la baratura y la calidad de sus productos, significaban un gran beneficio para el mercado rioplatense.
Se comenzó a pensar en ello y pronto la realidad se puso de manifiesto. Se decían quienes veían más allá de esta inesperada avanzada comercial. Desde el momento en que las tejedoras de lana de Alto Perú, de bayetas santiagueñas, de muebleros de Tucumán, no pueden competir con los productos fabricados en serie que vienen de Inglaterra, habrá centenares de hogares que no podrán vender lo que les permite vivir con decoro, y esos trabajadores, compradores potenciales a su vez, desaparecerán del mercado, al ser lanzados a la miseria.
Esa tentativa también fracasó.
La historia argentina registra solamente dos intentos de invasión protagonizados por el imperio británico, olvidándose por ejemplo de Las Islas Malvinas, pero realmente ha habido ocho episodios a los que algunos historiadores, le asignan el mismo carácter. Hablaremos de ellas en otro capítulo, pero dejaremos las fechas: PRIMERA INVASIÓN INGLESA: (06 de enero de 1763). SEGUNDA INVASIÓN INGLESA: (23 de enero de 1765) TERCERA INVASIÓN INGLESA: (25 de julio de 1806). CUARTA INVASIÓN INGLESA: (el 28 de junio de 1807) QUINTA INVASIÓN INGLESA (el 8 de enero de 1833) SEXTA INVASIÓN INGLESA: (20 de noviembre de 1845) SÉPTIMA INVASIÓN INGLESA (10 de julio de 1908). OCTAVA INVASIÓN INGLESA (25 de abril de 1982).
INDEPENDENCIAS AMERICANAS - MAYO DE 1810 - SAN MARTÍN
Napoleón coloca a su hermano José como rey de España en junio de 1808.
Un mes antes el pueblo de Madrid declara la guerra a Napoleón, no el ejército, sino el pueblo. Comenzaba así la Guerra de la Independencia. Se había conseguido la ayuda de los ingleses. Y así es como Inglaterra pasó de ser enemigo a aliado. No olvidemos las dos invasiones inglesas a Buenos Aires en 1806 y 1807 que terminaron en fracaso inglés. Lo cierto es que a los ingleses les interesaba el debilitamiento de Francia y su emperador, así como el de España y su imperio Americano. Con la Guerra de Independencia española contra Napoleón, mataban dos pájaros de un tiro.
El pago a su ayuda sería con el comercio de los virreinatos americanos. Y solapadamente ayudaron en las emancipaciones de los virreinatos americanos
La guerra duraría desde 1808 hasta 1814. En ese periodo precisamente se fraguan las ideas independentistas de los criollos americanos. Los virreinatos eran la prolongación de la corona española, es decir que aquellos territorios eran España. Pero a los criollos, que eran los hijos de españoles nacidos en América, y por lo tanto españoles, hijos del liberalismo y de la Ilustración, para ellos el rey español suponía un atraso, volvería el absolutismo, el Antiguo Régimen.
El ejemplo de Francia con su revolución, de EE.UU. con su independencia, y de Inglaterra con su ayuda y comercio, fueron las condiciones precisas para que las ideas emancipadores prefiriesen comerciar por su propia cuenta con Inglaterra y EE.UU. Para eso se desarrolló el plan Maitland, creado en 1800 en Londres. Es un plan elaborado por el general Thomas Maitland pensado para conseguir el control de Buenos Aires, tomar Mendoza, Coordinar la acciones con un ejército independentista en Chile. Un ejército partiría desde Mendoza y cruzaría Los Andes y controlar Chile y de allí pasar a Perú. San Martín, que había abandonado previamente el ejército español y se había marchado a Londres, donde conoció este plan en 1811. (ver “Maitland y San Martín”, de Rodolfo Terrano, libro editado por la Universidad de Quilmes en Buenos Aires)
Inglaterra aún en la Guerra de la Independencia Española como aliado de los liberalistas, no dejó de ser un peligro para España. Luchaban para echar a Napoleón y traer a su rey, Fernando VII. Y el pago por la ayuda del ejército inglés se negoció una gran parte, con el posterior comercio de los virreynatos.
En Buenos Aires, el pequeño ejército (realista) con no más de un 10% de españoles peninsulares, y la participación de las milicias populares en la Reconquista de los dos intentos de invasiones inglesas, que al mando de Santiago de Liniers obtuvieron un rotundo éxito, aumentó el poder y la popularidad de los líderes criollos militares e incrementaron la influencia y el fervor de los grupos independentistas. Paralelamente, estos motivos se convirtieron en uno de los catalizadores de la causa emancipadora. Un antecedente inmediato de la Revolución de mayo de 1810 que dio inicio al proceso de Independencia de lo que ahora es Argentina
Por entonces el rey Fernando VII era prácticamente prisionero de Napoleón. La fidelidad de Liniers al legítimo rey, Fernando VII, por el que se estaba luchando en España hicieron que se nombrara a un sustituto en reemplazo de Liniers a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Santiago de Liniers era un héroe popular, pero se había retirado. En 1810, cuando ya estaba preparado para regresar a España, le llegó la noticia de la Revolución de Mayo de 1810. Liniers, contrario a la Revolución que sustituiría al virreinato se unió al grupo que pretendía oponerse a la Primera Junta surgida. Fue cuando escribió “Será necesario considerar como rebeldes a los causantes de tanta inquietud. Como militar estoy pronto a cumplir con mi deber. Y me ofrezco desde ya a organizar las fuerzas necesarias. La conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la que se halla debido el atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo.” Liniers, el héroe adorado por su actuación ante las dos Invasiones Inglesas fracasadas, que el Imperio británico emprendió en 1806 y 1807 en Buenos Aires, con el conocimiento de algunos criollos revolucionarios y organizadas por espías ingleses, Santiago de Liniers, fue fusilado por orden de Mariano Moreno y Juan José Castelli, miembros de la Primera Junta Revolucionaria de Gobierno.
Santiago de Liniers
- La revolución no caló en las áreas rurales donde surgieron grupos armados contrarios a los independentistas, integrados por nativos, llaneros, mestizos, negros y mulatos. Estos grupos significaron el enfrentamiento abierto entre las clases populares y la burguesía criolla.
Por los que hoy son llamados “patriotas” de Mayo, deberíamos preguntarnos de que patria hablaban cuando impulsaron la revolución de mayo. La única patria era precisamente España. En un territorio despoblado, con ganadería extensiva y agricultura casi inexistente, todo hace pensar que el propósito de aquellos personajes no pretendió una emancipación, (eso vino seis años después), sino hacerse con el poder para disponer de libertad para negociar directamente sobre todo con Gran Bretaña. Su propósito no pasaba por la igualdad de las provincias ni de la participación popular en asuntos públicos. La muchedumbre que acudió al Cabildo abierto de mayo pudo refugiarse cómodamente bajo la pequeña Recova cuando empezó a llover. Realmente eran muy poca gente. La revolución en Buenos Aires, en mayo de 1810, sin participación popular, instituyó la Primera Junta Revolucionaria. El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros fue depuesto.
En la batalla de Bailén de 1808, primera derrota del ejército napoleónico contra el ejército español destaca por su valor un joven oficial, José de San Martín. Más adelante, en 1811 en España en La Batalla de La Albuera, una de las de la Guerra de la Independencia Española combatieron fuerzas aliadas compuestas por tropas españolas y anglo-portuguesas contra el ejército del Imperio Francés. En esa batalla José de San Martín combatió a las órdenes del general William Carr Beresford, el mismo que cinco años antes había invadido Buenos Aires. Ironías del destino, pero que deja a las claras el españolismo de San Martín. Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco después de estallar la revolución emancipadora en América, San Martín, que había mantenido contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento independentista. El sentimiento de su identidad americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima espiritual surgido tras la Revolución Francesa y en la lectura de los enciclopedistas e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a la libertad de los territorios americanos.
Siempre se ha dicho que fue San Martín el libertador de Argentina, Chile y Perú, cosa imposible pues esos países no existían aún. San Martín fue iniciado masón en la logia Integridad de Cádiz (1808). Estuvo en Londres por 4 meses. Allí participó de la fundación de la Logia Caballeros Racionales. Con la masonería londinense, acordó los detalles finales de su viaje al río de la Plata a bordo de la fragata “George Canning” junto a sus hermanos masones Alvear, Zapiola, Holmberg, Chilavert y otros.
Ya en Buenos Aires se pusieron en contacto con Julián Álvarez, venerable maestro de la logia Independencia, y con su ayuda fundaron la logia Lautaro, cuyo primer venerable maestro fue Alvear.
El 24 de mayo de 1814 constituyó la logia Lautaro de Córdoba. Con su hermano masón Manuel Belgrano, a través de misivas y documentos, instó entonces a la convocatoria de un congreso que finalmente se reunió en Tucumán y resolvió la Independencia el 9 de julio de 1816.
Semanas más tarde, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón nombró a San Martín General en Jefe del Ejército de los Andes.
La relación con Bolívar fue difícil. Bolívar en realidad soñaba con una Sudamérica unida de la cual él tendría que ser el gran dirigente panamericano. Estaba enfrentado a las ideas de San Martín que pretendía una federación de naciones independientes con carácter monárquico español en principio. Él temía que los criollos americanos, que siempre dependieron de las autoridades coloniales que representaban al Rey, no fueran capaces de gobernarse a sí mismos, pues carecían de la experiencia política necesaria, lo que podría desencadenar en una cruenta guerra civil por querer llegar al poder. No se equivocó, pues tras su partida y especialmente, tras la partida de Bolívar unos años después, los caudillos militares desataron un gran caos político en casi toda Hispanoamérica, para satisfacer sus ansias de poder, que aún hoy perduran.
Generalmente en Sudamérica se entiende por “ejército realista” a las tropas llegadas desde España a combatir contra los emancipadores americanos. Nada más lejos de la realidad. Sólo por poner un ejemplo, en la gran batalla de Ayacucho, que significó el final del dominio de España en América del Sur, acaecido el 9 de diciembre de 1824, de todos los soldados del ejército realista, solo 900 eran nacidos en España. ¿Y el resto? Las unidades se formaban por tropas originarias americanas, y su componente social y étnico era el reflejo de su población local. Los oficiales y suboficiales del Ejército Real del Perú hablaban en la lengua quechua o aimará para dirigir a las tropas amerindias ya que la inmensa mayoría sólo hablaban su lengua nativa por lo cual los oficiales debían conocerla para poder dirigirlos. Los hombres identificados con las múltiples castas de amerindios mestizos (cholos), o de negros mestizos (mulatos o pardos), junto con negros esclavos liberados fueron el grueso de la tropa realista dependiendo del predominio étnico en la población.
Mirado de otra forma las guerras de emancipación americana realmente fue una gran guerra civil en el continente.
miércoles, 12 de febrero de 2020
EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL
En contraste con la decadencia y la crisis económica, durante las últimas décadas de siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII vivió España un periodo sin parangón de esplendor cultural y artístico. Nunca como antes se reunieron en unas generaciones ininterrumpidas tal cantidad de talento e inteligencia. En ningún otro periodo lo español tuvo tanto prestigio en el exterior. Se siguieron sus modas, se admiró su arte, se leyeron sus libros y se habló su idioma como signo de cultura. Conocido como el Siglo de Oro la época está estrechamente vinculada con el arte y el pensamiento renacentista y barrocos, artes patrocinado por los grandes, pero de claro sabor popular. Ese pensamiento en sus manifestaciones literarias satisfacía en igual medida a los espíritus más refinados y a las personas más sencillas. Por lo general se llama siglo de oro al periodo comprendido entre los años 1492 hasta 1681, tomando como inicio de este periodo a la publicación de la gramática castellana de Antonio de Nebrija y como final la muerte del escritor Calderón de la Barca. Los límites cronológicos no coinciden exactamente con los grandes acontecimientos políticos. Se puede dividir en dos periodos, el periodo renacentista y el periodo barroco, que fueron las corrientes filosóficas, artísticas y culturales que predominaron. Por lo general se habla del Siglo de Oro, centrándose en la pintura y la literatura, pero es que hay más, mucho más. La arquitectura fue fundamental en aportación y cantidad. La música, la escultura tampoco hay que olvidarlas. España seguía siendo la mayor potencia del mundo pero había lentamente entrado en la decadencia a raíz de su declive político. La extinción de la casa de Austria es algo clave, ya que el siglo XVIII comienza con la Guerra de Sucesión por el trono español, entre los Austria y los Borbones. Considerada por muchos como la Primera Guerra Mundial, y que para colmo se desarrolla en suelo español.
España fue unificada bajo el Imperio de los Reyes Católicos y regida posteriormente por soberanos muy firmes en la defensa de la fe cristiana y concentrados en la lucha contra el separatismo religioso, el protestantismo. Esto influye notablemente en su cultura, ya que la importancia de la Iglesia fue fundamental. La imprenta tuvo un desarrollo considerable en España en aquella época. En torno al 1600 en Madrid y Sevilla se editaban más de 700 títulos en cada ciudad y en Valladolid y Toledo unos 400. Seguramente fueron muchos más pues hay ediciones enteras de las que ni un solo ejemplar ha llegado hasta nosotros. Salamanca, Barcelona, Valencia tenían un volumen muy considerable también. Esos libros los leían los universitarios, los funcionarios, la nobleza y el clero, sin duda. Se han revisado fuentes notariales, judiciales y fiscales. Se deduce que en el medio urbano había menos iletrados que en el rural, cosa lógica y habitual. Los datos que se tienen del conjunto de España demuestran que la mejora de la educación en el siglo XVI había dado sus frutos y que el nivel educativo era similar al conjunto de países de Occidente. Existían bibliotecas de cierta importancia en las casas de algunos encausados y también en casa de otros de modesta condición. Pero tanto con Felipe III como con su hijo Felipe IV existió un sistema corrupto y de fastos imposibles desde el trono mismo. El oportunismo, la desvergüenza, se convirtieron en señas de identidad. Y mira por donde fue ese personaje mismo, el pícaro el protagonista de cierta literatura de entonces, dando, ironías del destino, al más brillante género literario español de todos los tiempos: la picaresca. El Lazarillo de Tormes, La Celestina, El buscón o el gran tacaño, Guzmán de Alfarache, Marcos de Obregón, fueron nuestras principales encarnaduras literarias. Pero por suerte el corazón de un loco sobrevoló por encima de todos. Un hidalgo, apaleado iluso, defensor de causas perdidas alumbró para siempre las letras españolas y de la humanidad completa. Cervantes escribe en defensa de la libertad y la justicia, de la dignidad humana.
En materia de letras España no tuvo parangón. Obras de teatro, poesía, prosistas. Incluso a ambos lados del océano. Góngora, Sor Juana, Alarcón, Tirso de Molina, Calderón, Lope, Quevedo, Cervantes, Baltasar Gracián, Sor María de Ágreda, Fray Luis de León…
El teatro asombra su pluralidad y diversidad. Muchas gozaron del favor del público. Los éxitos de Lope de Vega sirvieron a otros muchos como estímulo que se atuvieron al modelo. Los más relevantes Tirso de Molina y Calderón de la Barca. Sor Juana Inés de la Cruz, monja mexicana se procuró una formación autodidacta y compuso poemas líricos, autos sacramentales e incluso comedias de capa y espada.
En arquitectura el Barroco se superpuso al Románico y al Gótico. La decoración barroca española “Churrigueresca”, de la familia Churriguera, es de un trabajo y belleza impresionantes. Plazas mayores, retablos, esculturas y ornamentaciones nos las podemos encontrar a lo largo y ancho de España, a cual más hermosa. Ha habido arquitectos notables como Juan de Nantes, Pedro de Brizuela, Juan Gómez de Mora, Diego Praves, Nicolás de Vergara, Juan B. Monegro, a quienes alumbra el talento descomunal que desarrolló el gran Juan de Herrera. En la pintura influyó que las obras fueran encargadas por la Iglesia, en un gran porcentaje, en detrimento de la mitología, la pintura de guerra y la profana. Los focos principales fueron Madrid y Sevilla por motivos económicos y administrativos. Algunos de los pintores más importantes de aquella época: -Velázquez, Murillo, Zurbarán, Ribera, Ribalta, Valdés Leal, Antonio del Castillo. La primera generación de pintores tiene tres focos principales de actividad artística, que son Sevilla, Toledo y Valencia. En el Sur, Juan de las Roelas o de Ruelas, Francisco Pacheco, Francisco de Herrera el Viejo. En el Centro, siguiendo las huellas de Navarrete el Mudo y del Greco, el discípulo de este, Luis Tristán, Juan Bautista Maino, Sánchez-Cotán, Orrente, Carducho y en Levante Ribalta. En el Escorial y Madrid continúa la escuela oficial del retrato, con los sucesores de Moro y de su discípulo Sánchez-Coello, Pantoja de la Cruz, Rodrigo de Villandrando y Bartolomé González, Con la tercera generación, la difusión de los modelos flamencos de Rubens y su escuela y la afición a los espectáculos llevan la pintura hacia la exteriorización de sentimientos y a efusiones del pincel y del color, que se alejan del sosiego imperturbable de Velázquez o Cano. Murillo y Valdés Leal, hacen pasar de moda el estilo de Zurbarán, decae la pintura andaluza, Valencia sobrevive a duras penas con los March. Madrid se convierte en el centro artístico, con Mateo Cerezo, Antolínez, Claudio Coello. Lienzos de altar, retratos y cuadros de colección.
El teatro dio pie al desarrollo de la música escénica y espectáculos cantados y las óperas fueron representaciones habituales en la Corte. No obstante era Italia la potencia en el mundo operístico. Juan de Hidalgo adaptó óperas italianas. Pero acabó creando un estilo propio, con músicos y cantantes españoles, de menor coste que hoy llamamos la Zarzuela. Pero desapareció y renació después en el siglo XIX, que es la versión que hoy conocemos. Juan de Hidalgo compuso la primera ópera española en 1660. Calderón escribió libretos para dramas escénicos. Avellaneda, (el del falso Quijote), también fue autor de piezas escénicas. Vicente Espinel fue un destacado músico de gran fama. Añadió la quinta cuerda a la guitarra. Este instrumento conoció su mayor auge a raíz de la decadencia de la vihuela. El mejor compositor fue el aragonés Gaspar Sanz.
Podíamos seguir hablando de innumerables personajes españoles, pero esto al menos dá una idea de que, cosas de esta tierra, cuando las cosas están difíciles, surge el talento.
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