jueves, 2 de abril de 2020

GUERRAS CARLISTAS

Fernando VII instauró la Pragmática Sanción, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como si lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. Y de esa forma surgió el Carlismo, Y a la muerte del rey en septiembre de 1833, Carlos emitió el Manifiesto de Abrantes, en el que declaraba su ascensión al trono con el nombre de Carlos V. El general Santos Ladrón de Cegama proclamó a Carlos como rey de España en La Rioja), y se da como comenzada la Primera Guerra Carlista. Carlos María Isidro de Borbón e Isabel II de Borbón
La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba. Se daba una curiosa paradoja: el pretendiente don Carlos, que era muy meapilas pretendía imponer en España un régimen absolutista y centralista, y era apoyado sobre todo por navarros, vascos y catalanes, es decir precisamente donde el celo por los privilegios forales y la autonomía política y económica era más fuerte. El campo solía ser de ellos; pero las ciudades, permanecieron fieles a la jovencita Isabel II y al liberalismo. Al futuro, dentro de lo que cabe, o lo que parecía iba a serlo. Don Carlos, que necesitaba una ciudad para capital de lo suyo, estaba obsesionado con tomar Bilbao; pero la ciudad resistió y Zumalacárregui murió durante el asedio, convirtiéndose en héroe difunto por excelencia. En cuanto al otro héroe, Cabrera, lo apodaban el tigre del Maestrazgo, era una verdadera mala bestia. Y cuando los gubernamentales fusilaron a su madre, él mandó fusilar a las mujeres de varios oficiales enemigos. Ése era el tono general del asunto, tan español La Primera Guerra Carlista se desarrolló en tres fases muy diferentes. La primer se prolongó hasta julio de 1835. Aparecieron partidas ordenadas por oficiales del ejército que habían servido en el cuerpo de voluntarios realistas durante la Época Ominosa. Este alzamiento fue sofocado por tropas leales al gobierno de Madrid. Recreación de la guerra carlista en Abárzuza (Navarra).
La segunda fase de la guerra duró hasta septiembre de 1837 y se caracterizó por un cierto dominio de los carlistas. El ejército de la regente María Cristina no estaba bien pertrechado y también tenían problemas de Hacienda. Poco apoyo extranjero y un plan ineficaz de contención en la zona vasco-navarra. Carlos llegó hasta Arganda, no entrando inexplicablemente en Madrid que estaba prácticamente desguarnecido. La guerra civil, como todas, se desarrollaba con ferocidad y crueldad. Los humildes párrocos broncos sin el menor complejo se echaban al monte con boina roja, animaban a fusilar liberales y se pasaban por el arco las mansas exhortaciones pastorales de sus obispos. El caso es que la sublevación carlista, léase, campo contra ciudad, fueros contra centralismo, tradición frente a modernidad. Esto acabaría siendo un desparrame sanguinario donde las dos Españas, unidas en la vieja España de toda la vida, la de la violencia, la delación, el odio y la represalia infame, estallaron y ajustaron cuentas, fusilándose incluso a madres, esposas e hijos de los militares enemigos. Lo expresaba muy bien Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, “La pobre y asendereada España continuaría su desabrida historia dedicándose a cambiar de pescuezo, en los diferentes perros, los mismos dorados collares”. La tercera fase de la contienda finalizó en julio de 1840 y fue de clara hegemonía gubernamental al terminar la reorganización del ejército que llegó a la cifra de cien mil hombres y también aprovechando la división del carlismo en dos facciones, el partido navarro, exaltado y el castellano, moderados. Inglaterra se ofreció como mediadora para la firma de un acuerdo o armisticio. Los comisionados británicos consiguieron el Convenio de Vergara. Así la guerra terminó con “El abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y el carlista Maroto, en agosto de 1939. “Soldados nunca humillados ni vencidos depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción, tan español proceder” escribió Maroto. La Segunda Guerra Carlista se originó al nombrar a Isabel como futura reina de España. Iniciada en 1846 fue provocada por no llevarse a cabo el matrimonio entre la reina y Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos (autoproclamado Carlos V) y por lo tanto se denominaría Carlos VI en la genealogía carlista. No está claro si fue realmente una guerra civil o una simple lucha de guerrillas de escasa trascendencia. Los hechos se circunscribieron casi exclusivamente a Cataluña con pequeños levantamientos armados. La esperada llegada de Carlos VI a España desde su exilio en Londres nunca se produjo, lo que provocaría la disolución en 1849 de los últimos reductos sublevados. Y el intento carlista por entronizar a su pretendiente, en esta ocasión Carlos VII, sobrino del anterior se produjo en 1872 y se enfrentaría hasta 1876ª tres regímenes, a saber; el efímero reinado de Amadeo I de Saboya, que fue la causa que desencadenó el conflicto, la también efímera Primera República y por último el reinado de Alfonso XIII. Carlo VII abanderó la contienda desde su partido Comunión Católico-Monárquica de raíces absolutistas con un ejército que se autoproclamaba el “ejército de Dios, del Trono de la Propiedad y de la Familia”. La lucha se centró de nuevo en Cataluña y también el País Vasco y Navarra, donde resultaron un estrepitoso fracaso como el intento de tomar Bilbao. El general Martínez Campos erradicó el carlismo de Cataluña y en Pamplona donde entró Alfonso XII en 1876 provocando la retirada de Carlos VII.

viernes, 27 de marzo de 2020

REGENCIA DE MARIA CRISTINA - ISABEL II-

La Restauración es la vuelta de la Casa Borbón y la consolidación de Fernando VII en 1814 hasta su muerte en septiembre de 1833. Hereda, en virtud de la ley promulgado por Fernando VII, su hija Isabel II, pero como era menor de edad tuvo de regente primero a su mamá, María Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII, que ocupa la Regencia de 1833 a 1840, tras la muerte de su marido. 

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, reina regente de España 
Durante ocho años y madre de la futura Isabel II, no debe confundirse con otra María Cristina que también fue regente años después, María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII y regente en nombre de su hijo Alfonso XIII desde 1885 hasta 1902. Durante la regencia de María Cristina, las revoluciones urbanas habían potenciado el acceso de los liberales progresistas a los Ayuntamientos y ello hacía más difícil el control gubernamental de las grandes ciudades. Isabel tenía tres añitos cuando murió se padre. Reinaría durante poco más de cuarenta años, de 1833 a 1874. La primera y mayor preocupación de la regente y el Gobierno fue controlar a los partidarios de don Carlos, hermano de Fernando, que desde Portugal, se había proclamado rey de España al conocerse la muerte del rey. El movimiento Carlista surgió cuando Fernando VII abolió la “Ley de Sucesión Fundamental” que había instaurado Felipe V. Según las condiciones, las mujeres podrían heredar el trono aunque únicamente de no haber herederos varones en la línea principal, hijos, o lateral, hermanos y sobrinos. Fernando decretó la “Pragmática Sanción”, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como así lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. También los liberales eran mirados con recelo, los futuros progresistas. Ante la presión carlista María Cristina decidió acercarse a los liberales pues era la única manera de defender el trono de su hija. Sin embargo, la separación de lo que se ha denominado las dos Españas era mucho más compleja. Con Don Carlos se encontraban la mayoría de la opinión de País Vasco, parte de Cataluña y Navarra, hostil a la dinastía que les había privado de sus libertades particulares (fueros). La nobleza en cambio, al frente de los grandes latifundios apoyaba a la Corona, que era el régimen en que se habían perpetuado esos privilegios. El importante retraso que España había acumulado con respecto a las otras potencias europeas a nivel económico y social no fue solucionado después de la guerra.

María Cristina de Habsburgo-Lorena y su hijo, el futuro Alfonso XIII

Rompiendo toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real. Más adelante, los estallidos revolucionarios que se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837 que imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones y le obligaba a compartir la soberanía con la nación. La Constitución duró solamente ocho años, hasta 1845. Permitía la alternancia en el gobierno de los dos partidos liberales. Después de la regencia de María Cristina en 1840 pasó al General Esparteros durante los siguientes tres años en que se declaró mayor de edad a Isabel en 1843. Isabel II de España, llamada «la de los Tristes Destinos» nació en Madrid en octubre de 1830, y fue reina de España desde 1833, aunque se proclamó en 1843. Se sanciona por presión de los “Moderados” la nueva Constitución en 1845, ya con el reinado de Isabel II. Esta Constitución también duraría veinticuatro años, hasta 1869 que es cuando se promulga la nueva Constitución, al año siguiente del derrocamiento de la reina con la “Revolución La Gloriosa” de 1868, de lo que luego hablaremos. Comenzó pronto la reina a poner luz entre las piernas. Amantes, (un puñado), su primer hombre fue el General Francisco Serrano. El conde de Romanones la describió “era algo retrasada, apenas sabía leer, solo sabía sumar y su ortografía era pésima. No leía y jugaba con perritos, ignoraba las reglas de comportamiento y estas señas de identidad la acompañaron toda la vida, sin embargo era alegre y generosa”. A los 16 años se casó con su primo Francisco de Asís, del que tuvo once hijos. Ahí es ná. Y digo que no fue nada porque al señor le llamaban “Paquita”, quien era un afeminado y jamás se le conoció mujer alguna, más bien al contrario. Los hijos eran oficialmente de su marido, pero de esto sacó beneficio, todo un negocio. Recibía dinero por cada churumbel reconocido. Solo sobrevivieron cinco hijos. Uno de ellos, el que sería el rey Alfonso XII. Parece ser que era hijo del capitán Moltó. Cómo sería la señora que el propio papa, Pío IX llegó a decir, “Es puta, pero piadosa”. Entre los miembros de la familia real hay que destacar a la infanta Isabel Francisca, popularmente conocida como “La Chata”, fue princesa de Asturias, es decir heredera a la corona, hasta el nacimiento de su hermano Alfonso, y durante el reinado de éste hasta que nació su sobrina María de las Mercedes. Como sería de querida y popular, le gustaban los toros, las verbenas y la música, que hasta el gobierno de la Segunda República pidió que no abandonase el país. Otro miembro conocido es su hermana María Luisa, casándose ambas el mismo día en Sevilla. Esta mujer fue la madre de María de las Mercedes, futura reina al casarse con Alfonso XII. María Luisa donó a la ciudad de Sevilla los jardines de su palacio de San Telmo, que hoy llevan su nombre. Hemos tocado un poco la vida personal y familiar de Isabel II, pero en lo político la cosa no tuvo ni pizca de gracia. Una reina casi analfabeta, caprichosa y aficionada a los fornidos palafreneros, unos militares ambiciosos metidos en políticos, unos políticos metidos hasta las orejas en la corrupción. Pronunciamientos militares y revolucioncitas parciales Narváez y O'Donnell, con el acuerdo de un tercero llamado Espartero, para inventarse dos partidos, liberal y moderado, que se fueran alternando en el poder; y así todos disfrutaron, por turnos. Llegaba uno, despedía a los funcionarios que había puesto el otro y ponía a sus parientes, amigos y compadres. Al siguiente turno llegaba el otro, despedía a los de antes y volvían los suyos. Y de esa forma tan suave como con Nivea, nos fueron dando una forma de gobernar. Aquella pandilla de sinvergüenzas se fue repartiendo España durante cierto tiempo. Jefes de gobierno sobornados por banqueros extranjeros. Farsas electorales. Votos comprados y si no represión, destierros al norte de África, Canarias o Filipinas, que todavía nos queda algo en América. Una anécdota es que la famosa canción que dice “María Cristina me quiere gobernar / y yo le sigo, le sigo la corriente / porque no quiero que diga la gente / que María Cristina me quiere gobernar”. La canción fue un gran éxito en el siglo XX pero se trataba de una antigua copla, que había llegado a Cuba hacia 1833 con los exiliados de la guerra carlista.

miércoles, 25 de marzo de 2020

EMANCIPACIONES AMERICANAS

A la vuelta de Fernando VII los territorios americanos y sus virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra habida contra Napoleón. Los hijos de aquellos españoles, criollos, se formaban en España y Francia. Incluso en la propia España la gente ilustrada estaba pidiendo cambios sociales, económicos, culturales, de industrialización, etc. Pero la aristocracia, la burguesía y el clero, apoyaron a un rey que fue lo peor que le puso suceder al país. Repasando lo sucedido en territorios americanos. En 1810 en Buenos Aires se había constituido una Junta Gobernativa de inspiración independentista. En Bogotá y en México hay sublevaciones y revueltas independentistas. En 1811 comienzo una revuelta en Uruguay y Venezuela y Paraguay proclaman su Independencia. En 1813 México proclama su Independencia. Las tropas españolas cosechan un triunfo en la batalla de Rancagua, en Chile. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia: Argentina en 1816, el general San Martín en Chile en 1817 y Bolívar organizó el congreso de Angostura en 1819. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820. William Carr Beresford, que había invadido Buenos Aires en 1806, luchó como aliado de España junto a San Martín en la guerra de la Independencia. Luego San Martín, ya renunciado a su empleo de militar español, unido a masones se le conoce por el libertador de Argentina, Chile y Perú. Tras las batallas americanas de Chacabuco (1817), Maipú (1818) y Boyacá (1819) los independentistas Bolívar y San Martín consiguieron la emancipación de los territorios.
Fernando VII no se planteó dialogar, pactar, ceder en algún punto, usar la diplomacia y la astucia, mantener y dejarse aconsejar por los buenos colaboradores que le quedaban, buscar aliados internos. Algunos territorios, Argentina o Venezuela, podían parecer perdidos, pero otros como Perú o México se mantenían fieles a la metrópoli. En el Virreinato de Nueva España la propia élite criolla había desmantelado la revuelta campesina de los curas Hidalgo y Morelos y en Perú el virrey Abascal estaba reconquistando los territorios sublevados sin prácticamente ayuda alguna. Inglaterra y las excolonias americanas apoyaban descaradamente a los libertadores y se frotaban las manos: el mercado colonial estaba por fin a su alcance. Que el mapa político se llenara de nuevos países era para ellos algo secundario. Lo principal, la única razón, era el comercio. Pero las élites locales tenían miedo de las posibles revoluciones populares. Y tampoco deseaban romper todos los lazos con la metrópoli. En algunos casos se hablaba de crear reinos con un rey español, un pariente de Fernando VII. En otros lugares surgieron partidarios de la hermana de Fernando VII, la infanta Carlota Joaquina, que estaba emparentada con la familia real portuguesa y en ese momento se hallaba refugiada en Brasil. Los portugueses también preocupaban a los sublevados, y con razón, puesto que desde Brasil era muy fácil aprovechar el desconcierto general para lanzar expediciones militares hacia Argentina, Uruguay y Paraguay, como de hecho sucedió.
Las ideas de la Revolución Francesa y el precedente de la Independencia de los Estados Unidos, junto con las tensiones por causas económicas y mercantiles que se produjeron en la América Española, a lo que hay que sumar que la Guerra de la Independencia contra Napoleón, que, aun venciendo, dejó al país destrozado, social y económicamente. Además de divididos entre absolutistas y liberales. El rey, ya liberado juró la Constitución de 1812, y luego la derogó, todo esto era un clima de incertidumbre y propicio para Inglaterra, que ayudó a los criollos emancipadores con ideas y pensamiento de masones destacados. No obstante las nuevas ideas europeas impregnaron la mentalidad revolucionaria de la burguesía colonial descontenta. Algunos fueron radicales en sus ideas mientras otros se orientaron por intereses del librecambismo, ya instalado, que ofrecía posibilidades de enriquecerse. En primer lugar, para formar parte de las clases dominantes en la administración o en el comercio exportador, era preciso haber nacido español, o hijo de español en América, (criollo), con lo cual quedaban fuera los indígenas, mulatos y mestizos. Solo el uno por ciento de la población americana había nacido en España. Un veinte por ciento eran criollos. Y la inmensa mayoría de la población eran los indígenas, los pueblos conquistados, que quedaban en un rango social inferior. No obstante este último grupo no eran en su mayoría independentistas, más bien preferían pertenecer a los realistas, ya que sus patronos naturales eran los criollos, dueña de la hacienda y de las mejores tierras. Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel. Tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América (en Ayacucho, por ejemplo, no llegaban a 900 los soldados realistas nacidos en España). El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico, los soldados se negaban a embarcar y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836 (a los tres años de morir, por fin, Fernando VII), la guerra prosiguió con extrema barbaridad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Hubo inmenso valor y hubo cobardías y traiciones. Las Juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, el ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Gente ilustre como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero fue decisivo para las independencias de lo que luego se llamó Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, terminó el trabajo en la zona. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana, como los Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida siguieron jodidos. Los criollos creían que la independencia de sus países y la instauración de gobiernos representativos en ellos conducirían inevitablemente a una prosperidad económica y a un orden político.
La gran diferencia que existió entre los EE.UU. y la América española está en que en ésta existió siempre, desde el Descubrimiento de América, el mestizaje, que pese a lo que muchos argumentan señalando a España como país invasor, avasallador, destructor de las identidades indígenas y hasta genocida, lo cierto es que con el mestizaje no desapareció el indio, no fueron exterminados. La programación en la persecución y muerte del indígena existió en Norteamérica completa, con sus gobiernos. Los indígenas no participaron jamás en sus decisiones, ni en la administración ni se les protegió ni educó a la cultura europea, como si lo hizo España. En EE.UU. y Canadá siempre han gobernado los europeos, para ellos mismos. Y siendo un territorio muy rico se llenó de colonos de diferentes partes de Europa, estableciendo sus culturas, costumbres y religiones, sin compartir con los indios nada de todo esto. Al contrario, eran el enemigo a hacer desaparecer o confinarlo en reservas. Y esta diferencia llega a nuestros días incluso, con menor virulencia, pero aún existe. Es por eso por lo que la emancipación de aquellos países de Inglaterra fue realizada por los colonos europeos, no por los naturales de los territorios, que ya no eran dueños de nada y nada tenían. Mientras que en las posesiones españoles las emancipaciones fueron encabezadas por los hijos de los españoles, los criollos, que eran quienes dominaban las industrias y el comercio y consiguiendo ayudas de Inglaterra y Francia, aprovechando la decadencia económica y militar de España, consiguieron su autonomía y autarquía, pero dividiéndose en multitud de países bajo la dominación de caudillos regionales, grandes terratenientes y familias burguesas adineradas. No sucede lo mismo en Norteamérica, donde añoran su pasado pisoteado. Sin embargo, la independencia hispanoamericana no fue solamente la separación respecto de la madre patria, como en el caso de Estados Unidos, sino que destruyó un sistema social, político y económico que funcionaba bien pese a sus muchas imperfecciones. Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Pero después de doscientos años de autogobernarse, ya no pueden echarle la culpa a nadie más que a sí mismos.

martes, 24 de marzo de 2020

INVASIONES INGLESAS EN EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

Se produjo la primera el 25 de julio de 1806. Ese día, un poco más de 1.600 hombres entre infantes, artilleros e infantes de marina y alguna piezas de artillería al mando del General William Carr Beresford, desembarcaron en Quilmes y avanzaron hacia Buenos Aires, con la intención de tomar el Fuerte y luego la ciudad. Vencida la débil resistencia que las escasas e ineptas fuerzas pudieron ofrecer, el 28 de junio de 1806, la bandera inglesa flamea en el Fuerte y la ciudad de Buenos Aires fue tomada por asalto. En septiembre de 1806 llegó a Inglaterra una nave con la plata robada de las arcas reales de Luján por los ingleses que invadieron Buenos Aires. El General Guillermo Carr Beresford es paseado por las calles de Londres el tesoro robado y el producto del saqueo al que fue sometida la ciudad de Buenos Aires. El 20 de setiembre los tesoros llegaron a Londres y la población se volcó en las calles para vitorear a los carros colmados de plata, que venían acompañados por tropas de caballería e infantería empleadas en la que fue la primera invasión al Río de la Plata. Precedían y seguían al convoy, dos destacamentos de los marinos que habían ocupado a Buenos Aires y dos cañones de los tomados en Quilmes, mientras que una nutrida Banda de música acompañaba el paso del cortejo que se dirigió desde Portsmouth hasta Londres. Luego el rey de Gran Bretaña, declaró conquistada la ciudad de Buenos Aire y sus dependencias, decretando el libre comercio con la nueva posesión de conformidad con los reglamentos vigentes de sus otras colonias. Los invasores se habían apoderado realmente de aproximadamente un millón y medio de pesos fuertes. También tienen que saber los argentinos de hoy, que pese a lo que les han contado en la escuela, hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada… las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Sin embargo, esta cara amable de la convivencia con las fuerzas dominadoras tenía su reverso: pasado el estupor de los primeros días, los patriotas comenzaron a montar una sorda y vasta conspiración para echar al invasor Cuarenta y seis días después, las milicias populares criollas, sumadas a las fuerzas que Santiago De Liniers pudo reunir a duras penas y llevó desde Montevideo, lograron reconquistar la ciudad, luego de librar furiosos combates en las calles y desde las azoteas de las casas, una acción que la historia ha recogido como “La Reconquista” y que tuvo como héroe y triunfador indiscutido al mencionado Liniers y Martín De Álzaga, un comerciante español que encabezó la rebelión popular.
El virrey Rafael de Sobremonte informa que se dirigía hacia Buenos Aires con un grupo de miliciano para reconquistar la ciudad, pero el pueblo de Buenos Aires, declaró que no quería recibir de nuevo al marqués de Sobremonte, en el ejercicio del poder que desempeñaba por nombramiento del rey de España y el 14 de agosto exigió al Cabildo en cambio, que se ratificara a Santiago De Liniers y Bremond, Gobernador militar de la plaza, mientras la Audiencia y el Cabildo podrían quedar a la cabeza de la Administración civil. La Segunda Invasión llegó el 28 de junio de 1807 al mando del General John Whitelocke. Esta vez, los ingleses alertados por la experiencia vivida en 1806, trajeron además de 10.000 soldados bastantes fuerzas de artillería, caballos, etc. Luego de tomar la Plaza de Montevideo, el 3 de febrero de 1807, como paso previo a su marcha hacia Buenos Aires, desembarcaron en la Ensenada de Barragán. Nuevamente, a pesar de sus efectivos, fueron derrotados por aguerridas fuerzas defensoras, que se componían de tropas regulares, organizadas luego de la primera invasión y de milicias urbanas, integradas por población que se había armado y organizado militarmente en previsión. Finalmente, luego de cuatro días de dura lucha, viendo desvanecidas sus pretensiones de apoderarse de la ciudad, el 7 de julio de 1807, el General Whitelocke capitula y rinde sus armas. Pero también habían venido con la intención comercial por bandera. Instalaron en Montevideo una inmensa feria con artículos de toda clase que vendían a precios que se consideraban muy baratos, lo que al principio, provocó gran euforia entre la población oriental, súbitamente tentada con toda clase de artículos importados, mientras los mercaderes ingleses, no dejaban de ponderar los beneficios del "libre comercio", tanto en sus conversaciones como a través de las columnas de "La Estrella del Sur", el periódico que editaban para difundir sus ideas, en cuyas páginas subrayaban que la baratura y la calidad de sus productos, significaban un gran beneficio para el mercado rioplatense. Se comenzó a pensar en ello y pronto la realidad se puso de manifiesto. Se decían quienes veían más allá de esta inesperada avanzada comercial. Desde el momento en que las tejedoras de lana de Alto Perú, de bayetas santiagueñas, de muebleros de Tucumán, no pueden competir con los productos fabricados en serie que vienen de Inglaterra, habrá centenares de hogares que no podrán vender lo que les permite vivir con decoro, y esos trabajadores, compradores potenciales a su vez, desaparecerán del mercado, al ser lanzados a la miseria. Esa tentativa también fracasó. La historia argentina registra solamente dos intentos de invasión protagonizados por el imperio británico, olvidándose por ejemplo de Las Islas Malvinas, pero realmente ha habido ocho episodios a los que algunos historiadores, le asignan el mismo carácter. Hablaremos de ellas en otro capítulo, pero dejaremos las fechas: PRIMERA INVASIÓN INGLESA: (06 de enero de 1763). SEGUNDA INVASIÓN INGLESA: (23 de enero de 1765) TERCERA INVASIÓN INGLESA: (25 de julio de 1806). CUARTA INVASIÓN INGLESA: (el 28 de junio de 1807) QUINTA INVASIÓN INGLESA (el 8 de enero de 1833) SEXTA INVASIÓN INGLESA: (20 de noviembre de 1845) SÉPTIMA INVASIÓN INGLESA (10 de julio de 1908). OCTAVA INVASIÓN INGLESA (25 de abril de 1982).

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...