Esto hizo asaltar a la poderosa fortaleza de Graus, que el rey de Zaragoza Al-Muqtadir fue a defender en persona al frente de un ejército que incluía un contingente de tropas castellanas al mando de Sancho, el futuro Sancho II de Castilla, que pudo contar en su mesnada con el joven caballero Rodrigo Díaz de Vivar. Los castellanos socorrían al emir zaragozano en virtud del vasallaje que este había prestado al rey leonés. Al-Muqtadir primeramente perdió plazas al norte de Barbastro, pero consiguió rechazar a los aragoneses que perdieron en esta batalla a su rey Ramiro I en mayo de 1063. No pudo apoderarse de Navarra, pero consiguió reforzar las fronteras.
Posteriormente, en el año 1104 ascendió al trono Alfonso I el Batallador y amplió radicalmente el reino. Fue rey de Aragón y Pamplona. Ascendió al trono al morir su hermanastro Pedro I de Aragón. Luchó contra los musulmanes y duplicó el territorio con la conquista fundamental de Zaragoza, además de Tarazona y Calatayud. Por su matrimonio con Urraca I de León, gobernó sobre León, Castilla y Toledo y se hizo llamar entre 1109-1114 “Emperador de León y rey de toda España” hasta la anulación del matrimonio. Sus campañas militares lo llevaron hasta Córdoba, Granada y Valencia y a infligir a los musulmanes severas derrotas.
“Imperator totius Hispaniae”, traducido del latín “Emperador de to
da España” fue un título que nació de los monarcas de León. ALFONSO I EL BATALLADOR
Según los reyes de la Iberia cristiana luchaban por la supremacía y por el imperiale culmen. Durante la Edad Media, el topónimo latino Hispania, sus deformaciones (como «Yspania» o «Spania») o cualquiera de sus versiones romances (como “España”) se usaba, en singular o en plural, para referirse al total de la península ibérica. Expresión de una idea hispánica unitaria, que implicaba la supremacía política de León frente a los demás reinos peninsulares que se estaban formando. Según algunos autores los reyes leoneses aspiraron a restaurar el estado hispano-godo, pues defendían ser los herederos directos del último monarca visigodo.
Alfonso I es el prototipo de rey medieval, dedicado a la lucha contra el infiel.
Derrotado en la batalla de Fraga, herido y enfermo se retiró a una aldea de Huesca, y murió en 1134. Pero nos interesa su testamento. Lo redactó en 1131, y dejaba herederos al Sepulcro del Señor, al Hospital de los Pobres de Jerusalén y al Templo de Salomón. Además de órdenes religiosas militares, dejando así el reino sin rey.
No sin razón los nobles se vieron obligados a aplicar la ley navarra, que impedía testar sobre otra cosa con no fuese los territorios conquistados, cuya posesión sería decidida por los nobles.

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